Volviendo a nuestro autómata, consideremos lo que tiene lugar a su muerte. El ser compuesto se deshace en el cosmos; no hay nada que pueda sobrevivir como una consciencia de ser Fulano. Los elementos de la entidad psicofísica se desintegran y pasan a otros como un legado. Esto es, en verdad, un proceso que ha estado teniendo lugar a todo lo largo de la vida de nuestro Fulano, y es un proceso que puede seguirse muy claramente en la propagación, repetidamente descrita en la tradición india como el «renacimiento del padre en y como el hijo». Fulano vive en sus descendientes directos e indirectos. Esta es la supuesta doctrina india de la «reencarnación»; es la misma que la doctrina griega de la metasomatosis y la metempsicosis; es la doctrina cristiana de nuestra preexistencia en Adán «según la substancia corporal y la virtud seminal»; y es la doctrina moderna de la «repetición de los caracteres ancestrales». Solamente el hecho de una transmisión tal de caracteres psicofísicos puede hacer inteligible lo que se llama en religión nuestra herencia del pecado original, en metafísica nuestra herencia de la ignorancia, y por el filósofo nuestra capacidad congénita para conocer en términos de sujeto y objeto. Solamente cuando estamos convencidos de que nada acontece por azar deviene inteligible la idea de una Providencia. 38 AKCMeta El VEDÂNTA Y La Tradición Occidental
¿Necesito decir que esta no es una doctrina de la reencarnación? ¿Necesito decir que ninguna doctrina de la reencarnación, acordemente a la cual el ser y la persona mismos de un hombre que ha vivido una vez sobre la tierra y que ahora está muerto renacerá de otra madre terrestre, ha sido enseñada nunca en la India, ni siquiera en el budismo ? ni por supuesto en la tradición neoplatónica ni en ninguna otra tradición ortodoxa? Tanto en los Brâhmanas como en el Antiguo Testamento, se afirma con igual rotundidad que aquellos que han partido una vez de este mundo han partido para siempre, y que no han de ser vistos de nuevo entre los vivos. Desde el punto de vista indio como desde el punto de vista platónico, todo cambio es un morir. Nosotros morimos y renacemos diariamente y a cada instante, y la muerte «cuando llega la hora» es solamente un caso especial. Yo no digo que una creencia en la reencarnación no haya sido mantenida nunca en la India. Digo que una creencia tal solo puede haber resultado de una mala interpretación popular del lenguaje simbólico de los textos; y que la creencia de los eruditos y de los teosofistas modernos es el resultado de una interpretación de los textos igualmente simplista y desinformada. Si se pregunta cómo puede haber surgido un tal error yo pediré que se consideren las siguientes afirmaciones de los Santos Agustín y Tomás de Aquino: que nosotros estábamos en Adán «según la substancia corporal y la virtud seminal»; que «el cuerpo humano preexistía en las obras previas en sus virtudes causales»; que «Dios no gobierna el mundo directamente, sino también por medio de las causas mediatas, y si esto no fuera así, el mundo habría sido privado de la perfección de la causalidad»; que «Como una madre está preñada de su progenie no nacida, así el mundo mismo está preñado de las causas de las cosas no nacidas»; que «el Fatum (destino) está en las causas creadas mismas». Sí éstos hubieran sido textos extraídos de las Upanishads o del budismo, ¿no se habría visto en ellos no meramente lo que realmente hay, la doctrina del karma, sino también una doctrina de la «reencarnación»? 39 AKCMeta El VEDÂNTA Y La Tradición Occidental
Puede citarse una autoridad mayor en Génesis 1:26, 27, «Y Dios dijo, Hagamos al hombre en nuestra propia imagen, según nuestra semejanza? Así pues, creó Dios al hombre en su propia imagen, en la imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó». La semejanza es ejemplar. La forma de la humanidad creada no es la de este hombre en tanto que se distingue de la de esta mujer, sino la de su humanidad común: «Él llamó a su nombre (de ellos) Adán», Génesis 5:2. Este hombre (Adán) es, de hecho, una sicigia, hasta que la Deidad saca a la mujer de él, a fin de que él no esté solo: «Ella será llamada Mujer debido a que fue sacada del Hombre», Génesis 2:23. Así pues, nunca podría haberse dicho «En esta semejanza» si no hubiera habido ya un arquetipo de esta polaridad en Dios ? es decir, por supuesto, in principio, pues nosotros no estamos hablando de una composición in divinis . Además, la doctrina cristiana, como la india, considera una reunión última de los principios divididos, allí donde «no hay macho ni hembra: pues vosotros sois todos uno (sánscrito ekî-bhuta) en Cristo Jesús» (Gálatas 3:28). Es decir, donde ya no se trata de este hombre o esta mujer, sino sólo de ese Hombre Universal de quien dice Boehme que «este campeón o león no es hombre o mujer, sino ambos» (Signatura Rerum XI.43). 532 AKCMeta LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA
Pueden citarse también un par de ejemplos, de un origen más antiguo, por el lado europeo. San Mateo 10:16, prudentes sicut serpentes, et simplices sicut columbae, corresponde a Rig Veda Samhitâ X.63.4, ahimâyâ anâgasah. Y nuevamente, mientras que en Génesis 2:21-22 Dios «tomó una de sus costillas (de Adán),? Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, hizo una mujer», y 3:20 «Adán llamó Eva al nombre de su esposa; debido a que ella era la madre de todos los vivos», así también, en el Rig Veda, el nombre de la hija de Manu es la «Costilla» (par sur ha nâma mânavî ), quien, bajo otro nombre, Îdâ, es la madre «por cuyo medio él (Manu) generó a esta raza de hombres» (Shatapatha Brâhmana I.8.1.10); Manu es en la tradición hindú el arquetipo y progenitor de los hombres, de la misma manera que Adán en la tradición hebrea, y en ambas formulaciones la condición del incesto depende del «parentesco de sangre» (jâmitra) de los padres originales. 551 AKCMeta LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA
En la versión de P. H. Wicksteed: «Así ennegrecida en el primer aspecto la piel blanca de la bella hija del que trae la mañana y deja el anochecer». Señalamos primero el paralelo en Maestro Eckhart, ed. Evans I, 292: «El alma, en ardiente persecución de Dios, deviene absorbida en Él? de la misma manera que el sol tragará y extinguirá a la aurora»; (e ídem, p. 365: «Reconciliada con su Creador, el alma ha perdido su nombre, pues ella misma no existe; Dios la ha absorbido dentro de Él, de la misma manera que la luz del sol traga a la Aurora hasta que ella desaparece»). Este texto de Paradiso ha sido llamado «un pasaje difícil y discutido», aunque, en todo caso, es admitidamente el Sol quien, en el verso 138, «trae la mañana y deja el anochecer». Las palabras del Maestro Eckhart indican ya que la «hija» debe ser la Aurora. Es cierto que en la mitología clásica, la Aurora es más bien la hermana que la hija del Sol, pero es justamente aquí donde será de ayuda la tradición védica. Pues, aunque allí la Aurora es a veces la hermana del Sol o del Fuego (Rig Veda Samhitâ VI.55.5 y X.3.3), no obstante, ella es típica y constantemente tanto la hija, como la esposa del Sol, a quien se llama su «raptor» (jâra). Ciertamente, desde el punto de vista hindú, ella es la misma que la «virgen madre, hija de tu hijo» de Dante (Paradiso XXXIII.1); la Madre de Dios, la Madre de Cristo, por quien «todas las cosas fueron hechas» (San Juan 1:3), «pues por Él fueron creadas todas las cosas», (Colosenses 1:16), y, como tal, ella es la Madre de todas las cosas, una con Eva en el mismo sentido en que Cristo es uno con Adán. Precisamente en tanto que la Magna Mater, die eine Madonna (Jeremías), Ushas, la Aurora, conocida de otro modo como Suryâ (la «diosa» Sol, en tanto que se distingue de Surya, el «dios» Sol), deviene la esposa del Sol, en el Liebesgeschichte des Himmels sin fin (E. Sieke). Las referencias védicas a estos acontecimientos, y especialmente a la destrucción de la Aurora por su amante, el Sol, que va detrás de ella en ardiente persecución (la inversa de la formulación de Eckhart citada arriba), son innumerables. En el famoso himno de Rig Veda Samhitâ X.189, empleado comúnmente como una oratio secreta, es la Reina Serpiente (otro de los nombres de la Aurora y Madre Tierra), «Quien se mueve dentro de las esferas luminosas, Ella, como su Voz (vâc, fem.), se da al Sol-Alado; cuando Él suspira, entonces Ella expira (‘asya prânât apânatî )». 559 AKCMeta LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA
Y todo esto es significativo desde el punto de vista de la interpretación de nuestro texto de Dante, pues se ha sugerido que la bella figlia del Sol es la Humanidad, ya que el Sol es el «padre de toda la vida mortal» (Paradiso XXII.116) y ya que el hombre es «engendrado por el hombre y por el Sol» (cf. De monarchia I.9 y 6-7). No hay ninguna antinomia aquí, pues como lo hemos visto, la Aurora y la Madre Tierra, en el mismo sentido que Adán y Eva, es decir, seminalmente, son todos los hombres, la totalidad del Hombre, y la totalidad del Hombre es la Iglesia, la Esposa de Cristo. Para estar unida con Él, la Humanidad, la Iglesia, debe transformarse ? en el lenguaje védico, debe despojarse de su piel de serpiente y sacudirse el mal. Esto mismo se describe, no solo en la historia de Apâlâ, sino también en la historia del matrimonio de Suryâ (Rig Veda Samhitâ X.85.28-33), donde la Esposa se desviste de su forma escamosa krtyâ («potencial»), mala e ingloriosa, y en una semejanza felicísima (sumangalî ) («la más bella de todas las formas bellas», como describe el Sâtyâyana Brâhmana a la una vez reptiliana Apâlâ) «asume a su Señor como hace una Esposa» (â jâyâ visate patim, Rig Veda Samhitâ X.85.29). Y esto lo dice casi de la misma manera San Buenaventura del Matrimonio de Cristo con su Iglesia: «Cristo presentará a su esposa, a quien Él amó en su bajeza y toda su suciedad, gloriosa con su propia gloria (de él), sin mácula o arruga» (Dominica prima post octavum epiphaniae II.2). 562 AKCMeta LA DOCTRINA TÁNTRICA DE LA BIUNIDAD DIVINA
En conexión con esto, es significativa la palabra «denominador» misma (en la expresión «denominador común»); pues nombrar implica comprender, y el significado primario de la palabra «denominador» es el de un «dador de nombres». Así pues, hablar del «denominador común» es tanto como decir que es «Adán», el Hombre en nosotros, y no este hombre, Fulano, el que reconoce y comprende. En el Antiguo Testamento se nos cuenta la historia de que Adán nombró a los animales; y es evidente que estos no se habían nombrado a sí mismos entonces, y que tampoco lo han hecho después. El dador de nombres confiere una existencia permanente a los factores del espectáculo pasajero en nuestro mundo mental; y, por consiguiente, nuestra experiencia total es una experiencia de «nombre y apariencia» (sánscrito nâma-rûpa), no solo de sensación. El hecho de que los nombres tienen un significado permanente nos permite comprender no solo a nuestros contemporáneos, sino también a aquellos de nuestros antepasados, cuyas palabras han sido transmitidas, ya sea oralmente o ya sea en la escritura. Ello se debe a que nuestro lenguaje, como dice el Rig Veda, retiene las signaturas (lakshmîh) de los primeros «denominadores» contemplativos que casaron el lenguaje con la mente (manasâ vâcam akrata, Rig Veda Samhitâ X.71.2), sin lo cual el lenguaje es un mero balbuceo (Shatapatha Brâhmana III.2.4.11). Así pues, como dice Jacob Boehme, es el Espíritu el que se manifiesta y se revela a sí mismo con la voz en el sonido; escuchar y comprender son dos cosas diferentes; nosotros solo nos comprendemos unos a otros cuando se tienen en común signaturas e imágenes; y «por esto nosotros sabemos que todas las propiedades humanas proceden solo de Uno; que tienen solo una única raíz y madre; de otro modo un hombre no podría comprender a otro en el sonido? el interior se manifiesta a sí mismo en el sonido de la palabra, pues eso es el conocimiento natural de sí misma de la mente» (Jacob Boehme, Signatura rerum I.1-6). 924 AKCMeta ¿«Sócrates Es Viejo» Implica que «Sócrates Es»?