La misma concepción reaparece, aunque modificada, en la tradición hebraica. En los Profetas, se habla de una estatua espléndida, cuya cabeza es de oro, el torso y los brazos de plata, el vientre y los muslos de cobre, y finalmente las piernas y los pies de hierro y arcilla: estatua cuyas diferentes partes, así divididas, representan cuatro “reinos” que se suceden a partir del reino del oro del “rey de reyes” que ha recibido “del dios del cielo, poder, fuerza y gloria”(DANIEL, II, 31, 45.). En Egipto, es posible que la tradición, referida por Eusebio, relativa a tres dinastías distintas, constituidas respectivamente por dioses, semidioses y manes (Cf. E.V. WALLIS BUDGE, Egyp in the neolithic and archaic periods, London, 1902, v. I, pag. 164 y sigs.), corresponda a las tres primeras eras, las de oro, plata y bronce. Se puede considerar como una variante de la misma enseñanza las antiguas tradiciones aztecas relativas a los cinco soles o ciclos solares, de los que los cuatro primeros corresponden a los elementos y donde aparece, como en las tradiciones euro-asiáticas, las catástrofes del fuego y del agua (diluvio) y las luchas contra los gigantes que caracterizan, como veremos, el ciclo de los “héroes”, añadido por Hesiodo a las otros cuatro (Cf. REVILLE, Relig. du Mexique, cit., pag. 196-198.). Bajo formas diferentes, y de una forma más o menos fragmentaria, el recuerdo de esta tradición se encuentra igualmente entre otros pueblos. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 1
Desde la región atlántica, las razas del segundo ciclo habrían irradiado por América (de ahí derivarían los recuerdos, ya mencionados, de los Nahua, los toltecas y los aztecas relativos a su patria de origen), así como en Europa y Africa. Es muy probable que en el alto paleolítico, estas razas alcanzaron Europa occidental. Corresponderían, entre otras, a los Tuatha de Danann, la raza divina llegada a Irlanda desde la isla occidental de Avalon, guiada por Ogma grian-ainech, el héroe de “rostro solar”, cuyo equivalente es el blanco y solar Quetzalcoatl, que habría llegado a América con sus compañeros de la “tierra situada más allá de las aguas”. Antropológicamente, este sería el hombre de Cro-Magnon, aparecido, hacia el fin del período glaciar, en la parte occidental de Europa, en particular en la zona de la civilización franco-cantábrica de la Madeleine, Gourdon y Altamira, hombre ciertamente superior, como nivel cultural y como tipo biológico, al tipo aborigen del hombre glaciar y musteriense hasta el punto que se ha podido llamar a los hombre de Cro-Magnon “los Helenos del paleolítico”. En lo que concierne a su origen, la afinidad de esta civilización con la civilización hiperbórea, que aparece en los vestigios de los pueblos del extremo-septentrión (civilización del reno) es muy significativa. Vestigios prehistóricos encontrados en las costas bálticas y friso-sajonas corresponderían al mismo ciclo y un centro de esta civilización se habría formado en una región en parte desaparecida, el Doggerland, la legendaria Vineta. Mas allá de España, otras olas alcanzaron Africa occidental; otras más, posteriormente, entre el paleolítico y el neolítico, probablemente al mismo tiempo que las razas de origen puramente nórdico, avanzaron, por vía continental, del nor-oeste al sud-este, hacia Asia, allí donde se sitúa la cuna de la raza indo-europea, y más allá, hasta China, mientras que otras corrientes recorrieron el litoral septentrional de Africa hasta Egipto donde alcanzaron, por mar, de las Baleares a Cerdeña, hasta los centros prehistóricos del mar Egeo. En lo que concierne, en particular, a Europa y al Próximo Oriente, aquí se encuentra el origen — que sigue siendo enigmático (como el de los hombres de Cro-Magnon) para la investigación positiva — de la civilización megalítica de los dólmenes, como la llamada del “pueblo del hacha de combate”. Estos procesos se produjeron en su totalidad, en grandes olas, con flujos y reflujos, crecimientos y encuentros con razas aborígenes, o razas ya mezcladas o diversamente derivadas del mismo linaje. Así, del norte al sur, de occidente a oriente, surgieron por irradiaciones, adaptaciones o dominaciones, civilizaciones que, en el origen tuvieron, en cierta medida, la misma impronta, y frecuentemente la misma sangre, espiritualizada en las élites dominadoras. Allí donde se encuentran razas inferiores ligadas al demonismo telúrico y mezcladas con la naturaleza animal, han permanecidos recuerdos de luchas, bajo la forma de mitos donde se subraya siempre la oposición entre un tipo oscuro no divino. En los organismos tradicionales constituidos por las razas conquistadoras, se estableció entonces una jerarquía, a la vez espiritual y étnica. En India, en Irán, en Egipto y Perú y en muchos otros lugares, se encuentran huellas muy claras en el régimen de castas. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 4
En cuando a Egipto, es significativo que su civilización no conoce prehistoria “bárbara”. Surge, por decirlo así, de un solo golpe, y se sitúa, desde el origen, en un nivel elevado. Según la tradición, las primeras dinastías egipcias habrían sido constituidas por una raza venida de Occidente, llamada de los “compañeros de Horus” — shemsu Heru —, situados bajo el signo del “primero de los habitantes de la tierra de Occidente”, es decir de Osiris, considerado como el rey eterno de los “Campos de Yalu”, de la “tierra del sagrado Amenti” más allá de las “aguas de la muerte” situada “en el lejano Occidente” y que, precisamente, alude en ocasiones a la idea de una gran tierra insular. El rito funerario egipcio recupera el símbolo y el recuerdo: implicaba, además la fórmula ritual “¡hacia Occidente!”, una travesía de las aguas, y se portaba en el cortejo “el arca sagrada del sol”, propia de los “salvados de las aguas”. Hemos ya mencionado a propósito de las tradiciones extremo-orientales y tibetanas, el “paraiso occidental” con árboles en los frutos de oro como el de las Hespérides. Muy sugestiva es igualmente, en lo que concierne al misterio de Occidente, la imagen frecuente de Mi-tu con una cuerda, acompañada por la leyenda: “aquel que trae (las almas) hacia Occidente “. Encontramos por otra parte, el mismo recuerdo transformado en mito paradisíaco, en las leyendas célticas y gaélicas ya citadas, relativas a la “Tierra de los Vivientes”, al Mag-Mell, al Avalon, lugares de inmortalidad concebidos como tierras occidentales. En Avalon habrían pasado a una existencia perpetua los supervivientes de la raza “de lo alto” de los Tuatha de Dannan, el rey Arturo mismo y los héroes legendarios como Condla, Oisin, Cuchulain, Loegairo, Ogiero el Danés y otros. Esta misteriosa Avalon es lo mismo que el “paraiso” atlántico del que hablan las leyendas americanas ya citadas: es la antigua Tlapalan o Tolan, es la misma “Tierra del Sol”, o “Tierra Roja” a la cual — como los Tuatha en Avalon — habrían regresado y desaparecerían tanto el dios blanco Quetzalcoatl, como los emperadores legendarios (por ejemplo Huemac, del Codex Chimalpopoca). REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 4
Bajo su aspecto ctónico elemental, la mujer, junto a los demonios de la tierra en general, fue efectivamente el objeto principal de los cultos aborígenes meridionales, de donde derivaron las diosas ctónicas asiático-meridionales y las que representaban a los monstruosos ídolos femeninos esteatopigios del alto megalítico. Según la historia legendaria de Irlanda, esta isla habría sido habitada originariamente por una diosa, Cessair, pero también por seres monstruosos y demonios de las aguas, los Fomores, es decir, los que moran “Bajo las Olas” descendientes de Dommu, personificación femenina de los abismos de las aguas. Es precisamente esta diosa del mundo meridional, transfigurada, reducida a una forma puramente demetríaca como se presenta ya en las cavernas de Brassempouy del hombre auriñaciense, quien debía introducirse y dominar en la nueva civilización de origen atlántico-occidental. Del neolítico hasta el período micénico, de los Pirineos a Egipto, en la ruta de los colonizadores atlánticos, se encuentran casi exclusivamente ídolos femeninos y, en las formas del culto, más sacerdotisas que sacerdotes, o incluso, con bastante frecuencia, sacerdotes afeminados. En Tracia, Iliria, Mesopotamia, pero también entre algunas capas celtas y nórdicas, hasta el tiempo de los germanos, en India, sobre todo en lo que ha subsistido en algunas formas meridionales del culto tántrico y en los vestigios prehistóricos de la civilización llamada de Mohenjodaro, circula el mismo tema, sin hablar de sus formas más recientes, que veremos más adelante. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 5
En lo que respecta a Egipto, pueden extraerse algunos datos sobre la historia primordial de su civilización, através de sus mitos, más allá de los significados metafísicos. La tradición relativa a una dinastía antiquísima de “muertos divinos” que se confundían con los llamados “discípulos del Antiguo Horus” — Shemsu Heru — marcados por el hieroglifo de Osiris, señor de la “tierra sagrada de Occidente”, y que habría venido precisamente de Occidente puede corresponder al recuerdo de un estrato primordial, civilizador y dominador, atlante. Es preciso señalar que, conforme al título atribuido a los reyes divinos, Horus es un dios hecho de oro, como Apolo, es decir relacionado con la tradición primordial. Hemos señalado igualmente el simbolismo de los “dos”, dos hermanos rivales — Osiris y Seth — y su lucha. Algunos datos de la tradición egipcia permiten pensar que este simbolismo comportó una contrapartida étnica y que la lucha de los dos hermanos corresponde a la de dos estratos representantes cada uno del espíritu simbolizado respectivamente por uno u otro dios. La muerte de Osiris, asesinado por Seth, pudo, además del sentido “sacrificial” ya explicado en la primera parte de este libro, expresar sobre el plano histórico, una crisis con la cual se cierra la primera era, llamada era de los “dioses”; la resurrección de Osiris en Horus podría quizás significar una restauración acaecida durante la segunda era egipcia, que los griegos llamaron , y que podría así corresponder a una de las formas del ciclo “heroico” del que habla Hesiodo. Esta segunda era se cierra, según la tradición, con Manes; el título de Horus aha, Horus combatiente, dado a este rey, confirma, de forma característica, la verosimilitud de esta hipótesis. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 8
Sin embargo, la crisis, superada una primera vez por Egipto, se reprodujo, más tarde, acarreando efectos disolventes. Se encuentran indicios de esto en la democratización del concepto de inmortalidad, que apareció ya hacia el fin del Antiguo Imperio (VI Dinastía) así como en la alteración del carácter de centralidad espiritual, de “trascendencia inmanente” del soberano, que tiende a convertirse en un simple “representante” del dios. Ulteriormente, junto al tema solar, el tema telúrico-lunar, ligado a la figura de Isis “Madre de todas las cosas, dueña de los elementos, nacida en el origen de los siglos”, gana terreno. A este respecto, la leyenda según la cual, Isis, concebida como una encantadora, quiere volverse “dueña del mundo y convertirse en una diosa parecida al Sol (Ra) en el cielo y en la tierra”, es extremadamente significativa. Con tal fin, Isis tiende una emboscada al mismo Ra cuando éste se establecía sobre el “trono de los dos horizontes”: consigue que una serpiente lo muerda y que el dios envenenado consienta que su nombre pase a ella. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 8
Mientras que el antiguo evocador egipcio podía decir: “Soy Amon que fecunda a su Madre. Soy el gran poseedor de la potencia, el Señor de la Espada. No os enfrentéis a mi — ¡soy Seth! — No me toquéis — ¡soy Horus!”, mientras que se podía decir a propósito del hombre osirificado: “Surgido como un dios viviente” — “Soy el Unico, mi ser es el ser de todos los dioses, en la eternidad” — “Si (el resucitado) quiere que muráis, o dioses, moriréis; si quiere que viváis, viviréis” — “Tu mandas a los dioses”, en los últimos tiempos de la civilización egipcia el énfasis es situado, por el contrario, en el pathos místico y en la imploración: “Tu eres Amon, el Señor de los Silenciosos, que acude a la llamada de los pobres. Yo grito hacia tí en mi tormento… ¡En verdad tu eres el salvador!”. El ciclo solar egipcio se encamina así hacia la decadencia bajo el signo de la Madre. Según los historiadores griegos, los principales cultos de tipo demetríaco-ctónico habría llegado a los pelasgos y luego a los helenos desde Egipto . En definitiva será, en tanto que civilización isíaca, eco de una sabiduría sobre todo “lunar” (como la pitagórica), serán en tanto que fermento de descomposición afrodífica y de agitado misticismo popular, promiscuo y evasionista, que el Egipto de los últimos tiempos, participará en el dinamismo de la civilización mediterránea. Los misterios de Isis y de Serapis y la hetaira real, Cleopatra, serán todo lo que finalmente podrán oponer a las fuerzas de la romanidad. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 8
Si de Egipto se pasa a Caldea y a Asiria, se encuentra, bajo una forma distinta, y ya en una época lejana, el tema de las civilizaciones del Sur, con sus materializaciones y sus alteraciones. En el substrato más antiguo de estos pueblos, constituido por el elemento sumerio, aparece ya el tema característico de una madre celeste primordial situada por encima de las diversas divinidades manifestadas, y también de un “hijo” engendrado sin padre. Este hijo tiene tanto los rasgos de un héroe, como de un “dios”, pero, sobre todo, está sometido a la ley de la muerte y la resurrección. En la cultura hitita tardía, la diosa domina al dios, termina por absorber los atributos del mismo dios de la guerra y se presenta como una diosa amazónica; al lado de sacerdotes eunucos, se encuentran sacerdotisas armadas de la Gran Diosa. En Caldea, no se encuentra prácticamente ninguna huella de la idea de realeza divina: abstracción hecha de cierta influencia ejercida por la tradición egipcia, los reyes caldeos, incluso cuando revistieron un carácter sacerdotal, no se consideraron más que como “vicarios” — patesi — de la divinidad, pastores elegidos para gobernar el rebaño humano, pero no como seres de una naturaleza divina. Se daba, sobre todo, el título de rey a la divinidad de la ciudad que, en esta civilización, era llamado “mi Señor” o “mi dueña”. El rey humano recibía del dios la ciudad como feudo, y era hecho príncipe, en tanto que su representante. Su título de “en” es sobre todo sacerdotal: es el sacerdote, el pastor, en el sentido de vicario. La casta sacerdotal aparece como una casta distinta y, en el fondo, es ella quien prepondera. Característica es la humillación anual del rey en Babel cuando depone ante el dios las enseñas regias, se viste de esclavo, implora confesando sus “pecados” y es azotado por el sacerdote representante de la divinidad, hasta las lágrimas. Los reyes babilonios aparecen frecuentemente “hechos” por la “Madre” — Isthar-Mami — en el Codice de Hammurabi este rey recibe precisamente de la diosa su corona y su cetro y a ella el rey Asurbanipal le dice: “De tí imploro el don de la vida”. La fórmula “Reina omnipotente, protectora misericordiosa, fuera de tí, no hay refugio” aparece como una confesión típica del alma babilonia, en razón del pathos del que rodea ya a lo sagrado. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 8
La autoridad que en la India adquirió la casta sacerdotal puede pues, como en el caso de Egipto, considerarse sucesiva y procede probablemente de la importancia que poco a poco adquirió el purohita — brahamana dependiente del rey sagrado — cuando, con la dispersión de los Arios en tierras nuevas, las dinastìas originales se desgarraron, hasta el punto de aparecer frecuentemente, a fin de cuentas, como una simple nobleza guerra frente a sacerdotes. Las épopeyas contienen el relato de una lucha violenta y prolongada entre la casta sacerdotal y la casta guerra por la dominación de la India. La escisión, sobrevenida en un perìodo posterior, no impide, por otra parte al sacerdote conservar frecuentemente rasgos viriles y reales y la casta guerrera (originalmente llamada casta real: râjanya) conservar a menudo su espiritualidad. Espiritualidad que se realiza, en algunos casos, respecto a la espiritualidad sacerdotal, y donde se reencuentran frecuentemente huellas precisas del elemento boreal original. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 8
En un período más tardío, el contraste entre los dos temas se expresa de una forma característica en la oposición entre la doctrina de la bakti de Ramanuja y la doctrina Vedanta de Shamkara. En diversos aspectos, la doctrina de Shamkara aparece impresa con el espíritu de una ascesis intelectual desnuda y severa. En su fondo, permanece sin embargo orientada hacia el tema demétrico-lunar del brahaman informe — nirguna-brahman — en relación al cual toda determinación no es más que una ilusión y una negación, un puro producto de la ignorancia. Es por ello que puede decirse que Shamkara representa la más alta de las posibilidades susceptibles de realizarse en una civilización de la edad de plata. En relación a él, Ramanuja puede ser considerado por el contrario como el representante de la edad siguiente, determinada solo por lo humano y por el nuevo tema, que ya se ha visto aparecer en la decadencia del Egipto y en los ciclos semitas, el de la distancia metafísica entre lo humano y lo divino, que aleja del hombre la posibilidad “heroica” y no le deja más que la actitud devocional en el sentido, a partir de ahora predominante, del fenómeno puramente emotivo. Así, mientras que en el Vedanta el dios personal no era admitido más que como objeto de un “saber inferior” y por debajo de la devoción, concebida como una relación de hijo a padre, pitr-putra-bhava, situándose como la cumbre más elevada del ekatabhava, es decir de una suprema unidad, Ramanuja ataca esta concepción como blasfema y herética, con un pathos parecido al del primer cristianismo. En Ramanuja se manifiesta pues la conciencia, a la cual la humanidad de entonces había llegado: la irrealidad de la antigua doctrina del atma y la percepción de la distancia que separaba a partir de ahora el Yo efectivo y el Yo trascendente, el atma. La posibilidad superior, aunque excepcional, que el budismo afirma y que se conserva en el Vedanta mismo, en la medida en que éste se apropia del principio de la identificación metafísica, es, a partir de ahora, excluido. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 8
Hemos llamado la atención en varias ocasiones sobre la simultaneidad de las crisis que se manifestaron en el seno de diversas tradiciones entre el siglo VII y el V a. de J.C., como si nuevos grupos de fuerzas hubieran surgido, para derribar un mundo ya vacilante y dar nacimiento a un nuevo ciclo. Estas fuerzas, fuera de Occidente, resultaron, amenudo, detenidas por reformas, restauraciones o nuevas manifestaciones tradicionales. En Occiente, por el contrario, se diría que estas fuerzas consiguieron romper el dique tradicional y abrir una brecha, es decir preparar la caida definitiva. Ya hemos hablado de la decadencia que se ha manifestado en el Egipto de los últimos tiempos, al igual que en Israel y en el ciclo mediterráneo-oriental en general, decadencia que debía alcanzar a Grecia misma. El humanismo — tema característico de la edad de hierro — se anunciaba mediante la aparición del sentimentalismo religioso y la disolución de los ideales de una humanidad virilmente sagrada. Pero el humanismo se abre resueltamente otras vías, en particular en Hélade, con el advenimiento del pensamiento filosófico y de la investigación física. Y a este respecto, ninguna reacción tradicional notable se manifiesta; se asiste por el contrario a su desarrollo regular, paralelamente al desarrollo de una crítica laica y antitradicional; fue como la propagación de un cáncer en los elementos sanos y anti-seculares que subsistían aun en Grecia. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 9
Si el cristianismo afirma el principio de lo espiritual y de lo sobrenatural, este principio debía actuar, históricamente, no solo en un sentido disolvente sino incluso destructivo. No representa algo apto para galvanizar lo que, en la romanidad, se había materializado, sino algo heterogéneo, una corriente diferente que favoreció el que a partir de ese momento Roma dejara de ser romana y las fuerzas que la Luz del Norte había sabido dominar durante un ciclo entero, se desataran. Sirvió para cortar los últimos contactos y acelerar el fin de una gran tradición. Es con razón que Rutilius Namatianues considera a hebreos y cristianos como enemigos comunes de la autoridad de Roma, unos por haber expandido, más allá de la Judea sometida por las legiones, entre las gentes de Roma, un contagio fatal — excisae pestis contagia —, los otros por haber destilado un veneno alterador tanto del espíritu como de la raza, tunc mutabantur corpora, ninc animi. Aquel que considera los testimonios enigmáticos de los símbolos, no puede por menos que sorprenderse por el lugar que ocupa el asno en el mito de Jesús. No solo el asno figura junto al niño Jesús, sino que es también sobre un asno que la Virgen y el niño divino huyen y es sobre un asno, sobre todo, que Cristo hace su entrada triunfal en Jerusalén. El asno es el símbolo tradicional de una fuerza de disolución de “lo bajo”. En Egipto era el animal de Seth, el cual encarna precisamente esta fuerza, tiene un carácter anti-solar y se relaciona con “los hijos de la revuelta impotente”; en India era la montura de Mudevi, que representa el aspecto demoníaco de la divinidad femenina; y es, como se ha visto, en el mito helénico, el animal simbólico que, en la llanura del Leteo, roe eternamente el trabajo de Oknos, y se encuentra asociado a una divinidad femenina de naturaleza ctónica e infernal: Hécate. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO: 10