René Guénon — A GRANDE TRÍADA
O «MING-TANG»
Hemos dicho hace un momento que, como el Imperio chino representaba en su conjunto, por la manera en que estaba constituido y dividido, una imagen del Universo, una imagen semejante debía encontrarse en el lugar central que era la residencia del Emperador, y ello era efectivamente así: era el Ming-tang, que algunos sinólogos, al no ver en él más que su carácter más exterior, han llamado la «Casa del Calendario», pero cuya designación, en realidad, significa literalmente «Templo de la Luz», lo que se relaciona inmediatamente con la precisión que acabamos de hacer en último lugar1. El carácter ming está compuesto de los dos caracteres que representan el Sol y la Luna; expresa así la luz en su manifestación total, bajo sus dos modalidades directa y reflejada a la vez, ya que, aunque la luz en sí misma sea esencialmente yang, debe, para manifestarse, revestir, como todas las cosas, dos aspectos complementarios que son yang y yin uno en relación al otro, y que corresponden respectivamente al Sol y a la Luna2, puesto que, en el dominio de la manifestación, el yang nunca está sin el yin ni el yin sin el yang3.
4. El Ming-tang tenía doce aberturas hacia el exterior, tres sobre cada uno de sus cuatro lados, de suerte que, mientras que las salas del medio de los lados no tenían más que una sola abertura, las salas de ángulo tenían dos cada una; y estas doce aberturas correspondían a los doce meses del año: las de la fachada oriental a los tres meses de primavera, las de la fachada meridional a los tres meses de verano, las de la fachada occidental a los tres meses de otoño, y las de la fachada septentrional a los tres meses de invierno. Estas doce aberturas formaban pues un Zodíaco5; correspondían exactamente así a las doce puertas de la «Jerusalén celeste» tal como se describe en el Apocalipsis6, y que es también a la vez el «Centro del Mundo» y una imagen del Universo bajo la doble relación espacial y temporal7.
Hay lugar para aproximar el sentido de esta designación del Ming-tang a la significación idéntica que está incluida en el término «Logia», así como lo hemos indicado en otra parte (APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN, cap. XLVI), de donde la expresión masónica de «lugar muy iluminado y muy regular» (cf. EL REY DEL MUNDO, cap. III). Por otra parte, el Ming-tang y la Logia son uno y la otra imágenes del Cosmos (Loka, en el sentido etimológico de este término sánscrito), considerado como el dominio o el «campo» de manifestación de la Luz (ver EL REINO DE LA CANTIDAD Y LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, cap. III). — Es menester aún agregar aquí que el Ming-tang está figurado en los locales de iniciación de la Tien-ti-houei (cf. B. Favre, Les Sociétés secrètes en Chine, pp. 138-139 y 170); una de las divisas principales de ésta es: «Destruir la obscuridad (tsing), restaurar la luz (ming)», de igual modo que los Maestros Masones deben trabajar en «difundir la luz y juntar lo que está disperso»; la aplicación que se ha hecho de ella en los tiempos modernos en las dinastías Ming y Tsing, por «homofonía», no representa más que una meta contingente y temporaria asignada a ciertas «emanaciones» exteriores de esta organización, «emanaciones» que trabajan en el dominio de las actividades sociales e incluso políticas. ↩
Son, en la tradición hindú, los dos ojos de Vaishwânara, que están en relación respectivamente con las dos corrientes sutiles de la derecha y de la izquierda, es decir, con los dos aspectos yang y yin de la fuerza cósmica de que hemos hablado más atrás (cf. EL HOMBRE Y SU DEVENIR SEGÚN EL VÊDÂNTA, cap. XIII y XXI); la tradición extremo oriental los designa también como el «ojo del día» y el «ojo de la noche», y apenas hay necesidad de hacer observar que el día es yang y la noche yin. ↩
Ya nos hemos explicado ampliamente en otra parte sobre la significación propiamente iniciática de la «Luz» (APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN, concretamente, cap. IV, XLVI y XLVII); a propósito de la Luz y de su manifestación «central», recordaremos también aquí lo que ha sido indicado más atrás al respecto del simbolismo de la Estrella resplandeciente, que representa al hombre regenerado que reside en el «Medio» y que está colocado entre la escuadra y el compás que, como la base y el techo del Ming-tang, corresponden respectivamente a la Tierra y al Cielo. ↩
Para estos detalles, uno podrá ver M. Granet, La Pensée chinoise, pp. 250-275. — La delimitación ritual de un área tal como la del Ming-tang constituía propiamente la determinación de un templum en el sentido primitivo y etimológico de este término (cf. APERCEPCIONES SOBRE LA INICIACIÓN, cap. XVII). ↩
Hablando propiamente, esta disposición en cuadrado representa una proyección terrestre del Zodíaco celeste dispuesto circularmente. ↩
Cf. EL REY DEL MUNDO, cap. XI, y EL REINO DE LA CANTIDAD Y LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, cap. XX. — El plano de la «Jerusalén celeste» es igualmente cuadrado. ↩
Por lo demás, el tiempo es «cambiado en espacio» al final del ciclo, de suerte que todas sus fases deben considerarse entonces en simultaneidad (cf. EL REINO DE LA CANTIDAD Y LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS, cap. XXIII). ↩