Segundo Eckhart, Deus é o Ser ABSOLUTO que não se confunde com nenhum dos seres aos quais confere existência. É ele o Uno do qual todas as coisas fazem parte. Ora, dizer que Deus é o Ser ABSOLUTO, o Uno do qual todas as coisas participam, equivale a dizer que Deus é princípio. Isto é: a coincidência do começo e o fim de todas as coisas [alfa e omega]. É dele que tudo parte, e é para Ele que tudo retorna. Tudo o que será — o que está por vir a ser — e tudo o que já foi — o que deixa de ser —, é, está presente em Deus. Nele, o passado, o futuro e o presente estão sendo eternamente atualizados. Ou melhor, Deus é, em si mesmo, a própria eternidade. [Glória Ribeiro: Excertos de Ensaios de Filosofia]
Ao longo de sua história os chineses refletiram sobre as relações entre o absoluto e o relativo, o transcendente e contingente, sem dissociar o absoluto do relativo; constantemente tiveram a preocupação de dispor do absoluto como não exclusivo e de aí introduzir sinteticamente o relativo, tanto os budistas como os taoistas.
Para os chineses, o absoluto não é deste universo, que comporta um Céu e uma Terra destinados à ruína, que serão substituídos por um outro Céu e uma outra Terra; quer dizer que este universo não é a totalidade, mas dela é feito, pois é formado do Sopro do qual toda coisa é somente forma concentrada ou diluída. Todo ente, toda existência, está ligada intrinsecamente à totalidade por sua substância, o sopro, e por sua estrutura, pois todo ente é um microcosmo cujas diferentes partes se ordenam em ressonância com o conjunto, o conjunto do universo sendo concebido como um sistema de relações e de interações, a vida e o mundo são apenas relações infinitas entre tudo o que existe, nenhum indivíduo e nenhuma entidade podem existir isoladamente e por si mesmo. Assim cada ente nada mais é que o cruzamento de forças e de situações diversas, um filtro que dá uma aspecto de realidade, um signo de relações múltiplas, multidimensionais, com os outros. No entanto o mundo em sua totalidade não é supervisionado por nenhum absoluto; ele não é criado mas se auto-cria.
Para os taoistas, a coincidência entre o absoluto e o relativo se exprime por aquela que deve juntar o mundo “anterior ao céu” ou numenal, e o mundo «posterior ao céu» [Tian]; é sobre o que trabalham os alquimistas que “extraem” os agentes «anteriores ao céu», pré-existenciais e eternos, figurados de múltiplas maneiras [seja pelo traço yang tomado no trigrama [kan] [vide Trigramas] do I Ching, e incluso nos dois traços yin, seja pelo “sopro interior”, por contraste com o “sopro exterior” que respira o homem ordinário, seja por uma “centelha yang” que está depositada no homem desde antes de sua concepção e desde antes do tempo para purificar e sublimar os agentes grosseiros “posteriores ao céu”. [Isabelle Robinet: Excertos de “Les Notions philosophiques”, PUF, 1990]
Volviendo a la historia interrumpida de Noé, el tipo de tanzîh que éste simboliza es una actitud propia y característica de la Razón. al-Qashani lo llama «tanzîh por la Razón» [al-tanzîh al-‘aqliy]. La Razón, por naturaleza, se niega a admitir que lo ABSOLUTO aparezca en una forma sensible. Pero de este modo pasa por alto un punto muy importante, a saber, que «purificar» lo ABSOLUTO de toda forma sensible, como ya hemos visto unas líneas más arriba, no sólo equivale a delimitarlo sino que es susceptible de caer en una especie del mismo tashbîh que con tanta violencia detesta.
Comentando un verso de Ibn Arabi, que dice: «Cada vez que lo ABSOLUTO se aparece ante los ojos en una forma sensible, la Razón rechaza la imagen por el razonamiento lógico que tan asiduamente aplica», al-Qashani señala:
”El significado del verso es el siguiente: cuando [lo ABSOLUTO] se manifiesta [tayalli] en una forma sensible, la Razón lo rechaza por razonamiento lógico, a pesar de que, en realidad, [el fenómeno sensible] sea una realidad [a su manera] tanto en el plano del mundo sensible como en sí misma [o sea no sólo como fenómeno sensible, sino en su realidad como auténtica forma de manifestación de lo ABSOLUTO]. La Razón lo «purifica» de ser un objeto sensible porque, de otro modo, [lo ABSOLUTO] se hallaría en un lugar determinado y en cierta dirección determinada. La Razón estima que [lo ABSOLUTO] está por encima de estas [determinaciones]. Sin embargo, lo ABSOLUTO transciende aquello de lo que [la Razón] lo «purifica», y transciende la «purificación» en sí. Porque «purificarlo» de este modo es asimilarlo a los seres espirituales y, por lo tanto, delimitar su absolutidad. Hace de lo ABSOLUTO algo determinado.
La realidad es que lo ABSOLUTO transciende el estar en una dirección y el no estarlo, el tener una posición y el no tenerla; también transciende todas las determinaciones originadas por los sentidos, la razón, la imaginación, la representación y el pensamiento.”
Además de este tipo de tanzîh simbolizado por Noé, el «tanzîh de la Razón», Ibn Arabi reconoce otro tipo de tanzîh: el «tanzîh del saber inmediato» [al-tanzîh al-dhawqiy], simbolizado por el ya mencionado profeta Enoc.
Ambos tipos de tanzîh corresponden respectivamente a dos Nombres: uno es subbuh, mencionado al principio de este capítulo, y otro es quddus, «el Santísimo». Ambos son tanzîh, pero el que simboliza Noé consiste en «purificar» lo ABSOLUTO de cualquier atributo que implique imperfección, mientras que el segundo, además, elimina de lo ABSOLUTO todas las propiedades de los seres «posibles» [incluyendo las perfecciones más elevadas alcanzadas por las cosas «posibles»] y toda conexión con lo material así como cualquier cualidad determinada imaginable o pensable. [Toshihiko Izutsu, Sufismo Taoismo]
En cuanto a esto, se comprenderá, por supuesto, que el simbolismo cronológico, inevitable desde el punto de vista empírico, no puede considerarse como caracterizando realmente la actualidad atemporal de todas las posibilidades de existencia en el presente indivisible de lo ABSOLUTO, para Quien toda la multiplicidad se refleja en una única imagen. Así pues, como no puede haber ninguna destrucción de las cosas como ellas son en el Sí mismo, sino solo de las cosas como ellas son en sí mismas, la eternidad, o más bien la atemporalidad de las ideas, es una necesidad metafísica. De donde la concepción de otro tipo de transformación, un atyantika pralaya, una resolución última o absoluta, que ha de ser cumplida por el individuo, como su Realización, cuando o dondequiera que pueda estar: de hecho, cuando por la anonadación de sí mismo un hombre efectúa por sí mismo la transformación de las cosas como ellas son en sí mismas, y las conoce sólo como ellas son en el Sí mismo, deviene inmortal ? no relativamente, como los Devas, que duran meramente hasta el fin del Tiempo ? sino absolutamente, como independiente del tiempo y de toda otra contingencia. Debe observarse que las ideas (imágenes, tipos) en cuestión no son exactamente las ideas platónicas, sino ideas o tipos de actividad, puesto que el conocimiento y el ser del Sí mismo consiste en acto puro; en el simbolismo cronológico su eficacia creativa se expresa en los términos de adrsya o apurva karma, de «consecuencia latente» o «invisible». 882 AKCMeta El Diluvio en la Tradición Hindú [AKCMeta]