Mormones

Entre las sectas religiosas o pseudo-religiosas extendidas en América, la de los MORMONES es sin duda una de las más antiguas e importantes, y creemos que no deja de tener interés exponer sus orígenes.

A principios del siglo XIX vivía en Nueva Inglaterra un pastor presbiteriano llamado Salomón Spalding, que había abandonado su ministerio por el comercio, en el que no tardó en llegar a la quiebra; después de este contratiempo, se puso a componer una especie de poema en estilo bíblico, que tituló el Manuscrito reencontrado, y con el cual contaba, al parecer, para rehacer su fortuna, en lo cual se equivocó, pues murió sin haber conseguido que algún editor lo aceptara. El tema de este libro se refería a la historia de los indios de América del Norte, que eran presentados como los descendientes del Patriarca José; era un largo relato de sus guerras y de sus supuestas emigraciones, desde la época de Sedecías, rey de Judá, hasta el siglo V de la era cristiana; la redacción del relato era atribuida a diversos cronistas sucesivos, de los cuales el último, llamado Mormón, lo habría dejado en algún escondite subterráneo. ¿Cómo había tenido Spalding la idea de editar esta obra, por lo demás bastante aburrida, prodigiosamente monótona y escrita con un estilo deplorable? Nos parece casi imposible decirlo, y cabe preguntarse si esta idea la tuvo espontáneamente o si le fue sugerida por algún otro, pues no fue ni mucho menos el único en buscar lo que había sido de las diez tribus perdidas de Israel e intentar resolver ese problema a su manera. Se sabe que algunos han querido encontrar las huellas de esas tribus en Inglaterra, y hay ingleses que reivindican fuertemente para su nación el honor de este origen; otros han buscado esas mismas tribus algo más lejos, hasta en Japón.

Lo que es cierto es que existen en algunas regiones de Oriente, particularmente en Cochin, en la India meridional, y también en China, colonias judías muy antiguas, que pretenden estar establecidas desde la época de la cautividad de Babilonia. La idea de una emigración hacia América puede parecer mucho más inverosímil y sin embargo se le ocurrió a otros además de a Spalding; hay en ello una coincidencia bastante singular. En 1825, un israelita de origen portugués, Mordecai Manuel Noah, antiguo cónsul de los Estados Unidos en Túnez, alcanzó una isla llamada Grand Island, situada en la ribera del Niágara, y lanzó una proclama animando a todos sus correligionarios a venir a establecerse en esta isla, a la cual le dio el nombre de Ararat. El 2 de septiembre del mismo año, se celebró con gran pompa la fundación de la nueva ciudad; no obstante, y es esto lo que queríamos señalar, los Indios habían sido invitados a enviar representantes a esta ceremonia, en calidad de descendientes de las tribus perdidas de Israel, y debían también encontrar un refugio en la nueva Ararat. Este proyecto no tuvo ninguna continuación y la ciudad nunca fue construida; una veintena de años más tarde, Noah escribió un libro en el que preconizaba el restablecimiento de la nación judía en Palestina, y, aunque su nombre esté hoy bastante olvidado, se le debe considerar como el verdadero promotor del Sionismo. El episodio que acabamos de reseñar es anterior en casi cinco años a la fundación del Mormonismo; Spalding ya estaba muerto y no pensamos que Noah haya tenido conocimiento de su Manuscrito reencontrado. En todo caso, no se podía prever entonces la fortuna extraordinaria que estaba reservada a esta obra, y Spalding mismo probablemente nunca sospechó que un día llegaría a ser considerada por las multitudes como una nueva revelación divina; en esta época aún no se habían llegado a componer escritos expresamente diseñados autocalificados como “inspirados”, como la Biblia de Oahspe o el Evangelio Acuariano, vastas elucubraciones que encuentran en los americanos de nuestros días un medio completamente preparado

Había en Palmyra, en Vermont, un hombre joven de bastante mala reputación, llamado Joseph Smith; se había significado frente a sus conciudadanos, durante uno de esos períodos de entusiasmo religioso que los americanos llaman revivals, difundiendo el relato de una visión con la que pretendía haber sido favorecido; después se convirtió en “buscador de tesoros”, viviendo del dinero que le remitían gentes crédulas a las que prometía indicar, gracias a ciertos procedimientos adivinatorios, las riquezas enterradas en el suelo. Es entonces cuando echó mano al manuscrito de Spalding, doce años después de la muerte de su autor; se cree que este manuscrito le fue dado por uno de sus colegas, Sydney Rigdon, que lo habría sustraído de una imprenta en la que hacía su aprendizaje; la viuda, el hermano y el antiguo socio de Spalding siempre reconocieron y afirmaron formalmente la identidad del Libro de Mormón con el Manuscrito Reencontrado. Pero el “buscador de tesoros” pretendía que, guiado por un ángel, había sacado el libro del lugar en que Mormón lo había enterrado, en forma de placas de oro cubiertas de caracteres jeroglíficos; añadió que el ángel le había hecho descubrir igualmente dos piedras traslúcidas, que no eran otras que el Urim y el Thummim que figuraban sobre el pectoral del Sumo Sacerdote de Israel (Éxodo, XXVIII, 30.- Estas dos palabras hebreas significan “luz” y “verdad”.), y cuya posesión, que le procuraba el don de lenguas y el espíritu de profecía, le había permitido traducir las misteriosas placas. Una decena de testigos declararon haber visto esas placas; tres de ellos afirmaron incluso que también habían visto al ángel, que enseguida los había elevado y tomado bajo su guarda. Entre estos últimos estaba Martin Harris, que vendió su granja para ayudar a los costes de publicación del manuscrito, a pesar de los avisos del profesor Anthon, de New York, a quien había sometido una muestra de los pretendidos jeroglíficos, y que le había puesto en guardia contra lo que le parecía una vulgar superchería. Es de suponer que Smith se había procurado algunas placas de latón y había trazado en ellas caracteres copiados de diversos alfabetos; según el Sr. Anthon (Carta al Sr. Howe, 17 de Febrero de 1834.), había sobre todo una mezcla de caracteres griegos y hebreos, así como una grosera imitación del calendario mexicano publicado por Humboldt. Por lo demás, es extremadamente difícil decir si los que se adhirieron a Smith al principio fueron sus víctimas o sus cómplices; en lo que respecta a Harris, cuya fortuna fue gravemente comprometida por el poco éxito que en principio tuvo el Libro de Mormón, no tardó en renegar de la nueva fe y en pelearse con Smith, éste pronto tuvo una revelación que dispuso su manutención a cargo de sus adherentes; después, el 6 de Abril de 1830, otra revelación vino a constituirlo profeta de Dios, con la misión de enseñar a los hombres una nueva religión y establecer la “Iglesia de los Santos de los Últimos Días” (Church of Latter-Day Saints), en la que debía entrarse por un nuevo bautismo; la iglesia sólo contaba entonces con seis miembros, pero, al cabo de un mes, tenía una treintena, entre los que estaban el padre y los hermanos de Smith. Esta Iglesia, en suma, no se diferenciaba mucho de la mayoría de sectas protestantes; en los trece artículos de fe que entonces fueron formulados por el fundador, cabe señalar solamente la condena del bautismo de los niños (articulo 4), la creencia “en que un hombre puede ser llamado por Dios mediante la profecía y la imposición de manos” (articulo 5), y que los dones milagrosos tales como la “profecía, revelación, visiones, curación, exorcismo, interpretación de lenguas”, han sido perpetuados en la iglesia (artículo 7), el añadido del Libro de Mormón a la Biblia como “palabra de Dios” (articulo 8), y por último la promesa de “que Dios revelará aún grandes cosas concernientes a Su Reino” (articulo 9). Mencionemos todavía el artículo 10, concebido así: “Creemos en la reunión literal de Israel y en la restauración de las diez tribus; creemos que Sión será reconstruida sobre este continente, que Cristo reinará personalmente sobre la tierra, y que la tierra será renovada y recibirá la gloría paradisíaca”. El comienzo de este articulo recuerda curiosamente los proyectos de Noah; la continuación es la expresión de un “milenarismo” que no es absolutamente excepcional en las iglesias protestantes, y que, en esta misma región de Nueva Inglaterra, debía también dar nacimiento, hacia 1840, a los “Adventistas del Séptimo Día”. Finalmente, Smith quiso reconstituir la organización de la iglesia primitiva: Apóstoles, Profetas, Patriarcas, Evangelistas, Ancianos, Diáconos, Pastores y Doctores, más dos jerarquías de pontífices, una según el orden de Aarón y otra según el orden de Melquisedec.

Los primeros adherentes de la nueva Iglesia fueron gentes muy poco instruidas, pequeños granjeros o artesanos en su mayor parte; el menos ignorante de entre ellos era Sydney Rigdon, el que probablemente había puesto en manos de Smith el manuscrito de Spalding; él también, por una revelación, fue encargado de la parte literaria de la obra, y se le atribuye la primera parte del libro de las Doctrinas y Alianzas, publicado en 1846, y que es en cierta forma el Nuevo Testamento de los MORMONES; por lo demás, no tardó en obligar al profeta, para el que se había vuelto indispensable, a tener otra revelación que llevase a compartir entre ambos la supremacía. Mientras tanto, la secta comenzaba a crecer y a darse a conocer hacia fuera: los irvingenistas ingleses, que creían también en la perpetuación de los dones milagrosos en la Iglesia, enviaron a Smith una carta firmada por un “concilio de pastores” expresándole su simpatía. Pero tanto éxito, suscitó hacia Smith adversarios que no dejaron de recordar su poco honorable pasado; también, desde 1831, el profeta juzgó prudente cambiar de residencia: de Fayette, en el condado de Seneca, Estado de New York donde había instituido su Iglesia, fue a establecerse a Kirtland, en Ohio; después hizo con Rigdon un viaje de exploración a los países del Oeste, y, a su vuelta, emitió una serie de revelaciones ordenando a los “Santos” establecerse en el condado de Jackson, Estado de Missouri, para construir una “Sión santa”. En algunos meses, mil doscientos creyentes respondieron a esta llamada y se entregaron a trabajar por el desarrollo del país y en la erección de la “nueva Jerusalén”; pero los primeros ocupantes de la región les hicieron blanco de toda suerte de vejaciones, y finalmente los expulsaron de Sión. Durante este tiempo, Joseph Smith, permaneció en Kirtland, y fundó una casa de comercio y de banca, en cuya caja, como nos explica su propia biografía, él y su familia tenían un derecho ilimitado de disposición a manos llenas; en 1837, el banco quebró, y Smith y Rigdon, amenazados de persecución por estafa, debieron huir con sus fieles de Missouri. Cuatro años habían pasado desde que éstos habían sido expulsados de Sión, pero se habían retirado a las regiones vecinas, en donde habían adquirido nuevas propiedades; Smith, desde su llegada, les declaró que había llegado la hora de “someter a sus enemigos bajo sus pies”. Los Missourianos, al conocer su actitud, se exasperaron y las hostilidades comenzaron casi inmediatamente; los MORMONES, vencidos, debieron capitular y comprometerse a abandonar el país sin tardar; el profeta, librado a las autoridades, consiguió escapar de sus guardias y reunirse con sus discípulos en Illinois. Allí, los “Santos” se dedicaron a construir una villa, la ciudad de Nauvoo, sobre la ribera del Mississippi; llegaron más prosélitos, incluso de Europa, pues una misión enviada a Inglaterra en 1837 había dispensado diez mil bautismos, y una revelación conminó a estos nuevos convertidos a acudir a Nauvoo “con todo su dinero, su oro y sus piedras preciosas”. El estado de Illinois acordó para la ciudad una carta de incorporación; Joseph Smith fue proclamado alcalde, y organizó una milicia de la que fue nombrado general; desde entonces, gustaba aparecer a menudo montado a caballo y de uniforme. Su consejero militar fue un cierto general Bennet, que había servido en el ejército de los Estados Unidos; el tal Bennet había ofrecido sus servicios a Smith en una carta en la que, profesando una completa incredulidad en cuanto a la misión divina de aquél, e incluso tratando de “divertida mascarada” al bautismo mormón que había recibido, prometía al profeta “una asistencia devota y las apariencias de una fe sincera”. La prosperidad creciente de la secta llevó la vanidad de Smith a tal punto que osó, en 1844, presentar su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos.

Es hacia esta época cuando la poligamia fue introducida en el Mormonismo; la revelación que la autorizó está fechada en julio de 1843, pero fue mantenida en secreto durante mucho tiempo y reservada a un pequeño número de iniciados; sólo al cabo de una decena de años esta práctica fue dada a conocer públicamente por los jefes MORMONES (La revelación de la que tratamos ha sido publicada en el órgano oficial de la secta, The Millenary Star (“La Estrella Milenaria”), en enero de 1853.- Las demás revelaciones que hemos mencionado anteriormente han sido recogidas en las Doctrinas y Alianzas; no hemos considerado necesario indicar aquí, para cada una de ellas, el número de la sección” en la que se encuentran.). Pero, a pesar del cuidado que se tuvo en silenciar la revelación, sus resultados fueron conocidos a pesar de todo; un cuerpo de oposición formado en el seno mismo de la secta, dio a conocer su protesta en un periódico titulado The Expositor. Los partidarios del profeta arrasaron el taller de ese periódico; los redactores huyeron y denunciaron a las autoridades a Joseph Smith y a su hermano Hiram como perturbadores del orden público. Fue dictada una orden de arresto contra ellos y, para ejecutarla, el gobierno de Illinois tuvo que acudir a las milicias; Joseph Smith, viendo que no podía resistir juzgó prudente entregarse; fue recluido con su hermano en la prisión del condado, en Carthage. El 27 de julio de 1844, una muchedumbre en armas invadió la prisión e hizo fuego contra los detenidos; Hiram Smith murió en el acto, y Joseph, queriendo huir por la ventana, perdió impulso y fue a estrellarse contra el suelo; tenía treinta y nueve años. No parece probable que los asaltantes se hubiesen organizado espontáneamente ante la prisión; no se sabe por quién fueron dirigidos o al menos influenciados, pero es muy posible que alguien haya tenido interés en hacer desaparecer a Joseph Smith en el preciso momento en que veía realizarse todas sus ambiciones.

Además, si éste fue incontestablemente un impostor, aunque algunos hayan intentado presentarlo como un fanático sincero, no es seguro que haya imaginado por sí mismo todas sus imposturas; se han dado muchos otros casos más o menos similares, en los que los jefes aparentes de un movimiento a menudo no fueron más que los instrumentos de inspiradores ocultos, que ellos mismos no conocieron quizá nunca; y un hombre como Rigdon, por ejemplo, podría muy bien haber jugado un papel intermediario entre Smith y tales inspiradores. La ambición personal que predominaba en el carácter de Smith pudo, junto con su ausencia de escrúpulos, hacerlo apto para la realización de designios más o menos tenebrosos; pero, más allá de ciertos limites, podía resultar peligroso, y normalmente, en tal caso, el instrumento es liquidado despiadadamente; esto es lo que ocurrió en el caso de Smith. Indicamos estas consideraciones sólo a título de hipótesis, sin querer establecer ninguna conclusión; pero es suficiente para mostrar que es difícil realizar un juicio definitivo sobre los individuos, y que la investigación de las verdaderas responsabilidades es mucho más complicada de lo que imaginan quienes sólo se atienen a las apariencias.

Después de la muerte del profeta, cuatro pretendientes, Rigdon, William Smith, Lyman Wright y Brighman Young, se disputaron su sucesión; fue Brighman Young, antiguo carpintero y presidente del “Colegio de los Apóstoles”, quien finalmente venció y fue proclamado “vidente, revelador y presidente de los Santos de los Últimos Días”. La secta continuó creciendo; pero pronto los habitantes de nueve condados se coligaron con la intención de exterminar a los MORMONES. Los jefes de éstos decidieron entonces una emigración en masa de su pueblo hacia una región alejada y desierta de la Alta California, que pertenecía a México; esta noticia fue anunciada por una “epístola católica” fechada el 20 de enero de 1846. Los vecinos de los MORMONES consintieron en dejarlos tranquilos, mediando la promesa de partir antes del comienzo del verano siguiente; los “Santos” aprovecharon el plazo para acabar el templo que estaban construyendo sobre la colina de Nauvoo, y al cual una revelación había imputado ciertas misteriosas bendiciones; la consagración tuvo lugar en mayo. Los habitantes de Illinois, viendo en ello una falta de sinceridad y la prueba de una voluntad de retorno por parte de los MORMONES, expulsaron brutalmente de sus viviendas a aquellos que todavía permanecían allí y, el 17 de septiembre, tomaron posesión de la ciudad abandonada. Los emigrantes emprendieron un penoso viaje; muchos quedaron por el camino, algunos murieron de frío y de privaciones. En la primavera, el presidente partió en avanzadilla con un cuerpo de pioneros; el 21 de julio de 1847 alcanzaron el valle del Gran Lago Salado y, sorprendidos por los parecidos de su configuración geográfica con la de la tierra de Canaán, resolvieron fundar un “jalón de Sión” (stake of Sion), en espera del momento en que pudiesen reconquistar la verdadera Sión, es decir la ciudad del condado de Jackson que las profecías de Smith les aseguraban que debía ser su herencia. Cuando fue reunida la colonia, contaba cuatro mil personas; aumentó rápidamente y, seis años más tarde, el número de sus miembros se elevaba ya a treinta mil. En 1848, el país había sido cedido por México a los Estados Unidos; sus habitantes solicitaron al Congreso ser considerados como un Estado soberano, bajo el nombre de “Estado de Deseret”, tomado del Libro de Mormón; pero el Congreso reconoció al país sólo como Territorio con el nombre de Utah, no pudiendo pasar a ser un Estado libre más que cuando su población alcanzase la cifra de sesenta mil hombres, lo que aún animó más a los MORMONES para intensificar su propaganda y llegar a ser los necesarios lo más rápidamente posible y poder legalizar así la poligamia y sus demás instituciones particulares; mientras tanto, el presidente Brigham Young fue nombrado gobernador de Utah. A partir de ese momento, la prosperidad material de los MORMONES fue siempre creciente, así como su número, a pesar de algunos episodios desgraciados, entre los que cabe señalar un cisma que se produjo en 1851: los que no habían seguido la emigración constituyeron una “Iglesia Reorganizada” con sede en Lamoni, en Iowa, y que se pretendía como la única legítima; pusieron a la cabeza al joven Joseph Smith, el propio hijo del profeta, que había permanecido en Independence, en Missouri. Según una estadística oficial fechada en 1911, esta “Iglesia Reorganizada” contaba entonces cincuenta mil miembros, mientras que la rama de Utah contaba con trescientos cincuenta mil.

El éxito del Mormonismo puede parecer sorprendente; es probable que sea debido más que nada a la organización jerárquica y teocrática de la secta, muy hábilmente concebida, hay que reconocerlo, que al valor de su doctrina, aunque la extravagancia misma de ésta sea susceptible de ejercer una atracción sobre ciertos espíritus; sobre todo en América, las cosas más absurdas de este género triunfan de una forma increíble. Esta doctrina no ha permanecido siempre como era al comienzo, y esto se comprende fácilmente puesto que nuevas revelaciones pueden venir a modificarla en cualquier instante: tanto es así que la poligamia es considerada en el Libro de Mormón “una abominación a los ojos del Señor”, lo que no impidió a Joseph Smith tener otra revelación por la cual pasaba a ser “la gran bendición de la última Alianza”. Las innovaciones propiamente doctrinales parecen haber sido debidas sobretodo a Orson Pratt, bajo cuya dominación intelectual Smith estuvo hasta el final de su vida, y que tenía un conocimiento más o menos vago de las ideas de Hegel y de algunos otros filósofos alemanes, popularizados por escritores tales como Parker y Emerson (Orson Pratt editó en 1853 un órgano titulado The Seer (“El Vidente”), del cual tomamos una gran parte de las citas que siguen.).

Los conceptos religiosos de los MORMONES son del más grosero antropomorfismo, como prueban estos extractos de uno de sus catecismos: “Cuestión 28. ¿Qué es Dios? – Un ser inteligente y material, que tiene cuerpo y miembros.” “Cuestión 38. ¿Es también susceptible de pasión? – Sí, él come, bebe, odia y ama.” “Cuestión 44. ¿Puede habitar en varios lugares a la vez?. – No:”Este Dios material habita el planeta Colob; también es materialmente considerado como el Padre de las criaturas, que él ha engendrado, y el profeta dice en su último sermón: “Dios no ha tenido el poder de crear el espíritu del hombre. Esta idea empequeñecería al hombre a mis ojos; pero yo sé más que esto”. Lo que sabía o pretendía saber, es esto: de entrada, el Dios de los MORMONES es un Dios que “evoluciona”, su origen fue “la fusión de dos partículas de materia elemental”, y, por un desarrollo progresivo, alcanzó la forma humana: “Dios, evidentemente, ha comenzado por ser un hombre, y, por medio de una continua progresión, ha llegado a ser lo que él es, y puede continuar progresando de la misma manera eterna e indefinidamente. Del mismo modo, el hombre puede crecer en conocimiento y en poder tanto como le plazca. Puesto que el hombre está dotado de una progresión eterna, llegará ciertamente un tiempo en que sabrá tanto como Dios sabe ahora”. Joseph Smith dice además: “El más débil hijo de Dios que ahora existe sobre la tierra, poseerá a su tiempo más dominios, súbditos, potencia y gloria que los que poseen hoy Jesucristo o su Padre, puesto que el poder y la elevación de estos crecerán en la misma proporción”. Y Parly Pratt, hermano de Orson, desarrolla así esta idea:” ¿Qué hará el hombre cuando este mundo esté superpoblado? Hará otros mundos y volará como un enjambre de abejas. Y cuando un granjero tenga demasiados hijos para su parte de tierra, les dirá: Hijos míos, la materia es infinita; cread un mundo y pobladlo”. Las representaciones de la vida futura son por lo demás tan materiales como es posible concebir, y contienen detalles tan ridículos como las descripciones del Summerland de los espiritistas anglosajones:

“Suponed, dice el mismo Parly Pratt, que de la población de nuestra tierra, una persona de cada cien tenga parte en la bendita resurrección; ¿qué porción podría tocar a cada uno de los Santos? Nosotros respondemos: cada uno de ellos podrá tener ciento cincuenta acres de tierra, lo que será plenamente suficiente para pastorear la manada, construir espléndidas viviendas, y también para cultivar flores y todas las cosas que agradan al agricultor y al botánico”. Otro “Apóstol”, Spencer, canciller de la Universidad de Deseret y autor del Orden Patriarcal, dice también: “La residencia futura de los Santos no es algo figurado; tanto como aquí abajo, necesitarán casas para ellos y sus familias. Literalmente, aquellos que han sido despojados de sus bienes, casas, tierras, mujer o hijos, recibirán cien veces más… Abraham y Sarah continuarán multiplicándose no sólo aquí abajo, sino en todos los mundos por venir… La resurrección os dará vuestra propia mujer, que guardaréis por toda la eternidad, y criaréis niños de vuestra propia carne”. Algunos espiritistas, es cierto, no esperan a la resurrección para hablarnos de ¡”matrimonios celestes”! y de ¡”niños astrales”!

Pero esto no es todo: de la idea de un Dios “en devenir”, que no les pertenece exclusivamente y de la que se puede encontrar más de un ejemplo en el pensamiento moderno, los MORMONES han pasado pronto a la de una pluralidad de dioses que forman una jerarquía indefinida. En efecto, le fue revelado a Smith “que nuestra actual Biblia sólo era un texto truncado y pervertido, al cual tenía la misión de devolver su pureza original”, y que el primer versículo del Génesis debía ser interpretado así: “el Dios jefe engendró a los demás dioses con el cielo y la tierra”. Además, “cada uno de estos dioses es el Dios especial de los espíritus de toda carne que habita en el mundo que él ha formado”. Finalmente, cosa aún más extraordinaria, una revelación de Brigham Young, en 1853, nos enseña que el Dios de nuestro planeta es Adán, que no es más que otra forma del arcángel Miguel: “Cuando nuestro padre Adán vino a Edén, trajo consigo a Eva, una de sus mujeres. Él ayudó a la organización de este mundo. Él es Miguel, el Anciano de los Días. Él es nuestro padre y nuestro Dios, el único Dios con el que nosotros tenemos relación”. En estas fantásticas historias hay dos cosas que nos recuerdan ciertas especulaciones rabínicas, mientras que, por otra parte, no podemos dejar de pensar en el “pluralismo” de William James; ¿no estarán los MORMONES entre los primeros en haber formulado el concepto, caro a los pragmatistas, de un Dios limitado, el “Invisible Rey” de Wells?

La cosmología de los MORMONES, por lo que se puede juzgar de fórmulas tan vagas y confusas, es una especie de monismo atomista, en el que la consciencia o la inteligencia es considerada como inherente a la materia: la única cosa que ha existido por toda la eternidad es “una cantidad indefinida de materia móvil e inteligente, de la que cada partícula que existe ahora ha existido en todas las profundidades de la eternidad en el estado de libre locomoción. Cada individuo del reino animal o vegetal contiene un espíritu vivo e inteligente. Las personas son sólo tabernáculos en los que reside la eterna verdad de Dios. Cuando decimos que sólo hay un Dios y que es eterno, no designamos a ningún ser en particular, sino a esta suprema Verdad que habita una gran variedad de sustancias”. Esta concepción de un Dios impersonal, que vemos aparecer aquí, parece estar en contradicción absoluta con la concepción antropomórfica y evolucionista que hemos indicado precedentemente; pero sin duda hay que hacer una distinción y admitir que el Dios corporal que reside en el planeta Colob sólo es el jefe de esta jerarquía de seres “particulares” que los MORMONES llaman también dioses; e incluso deberíamos añadir que el Mormonismo, cuyos dirigentes pasan por toda una serie de “iniciaciones”, tiene probablemente un esoterismo y un exoterismo. Pero continuemos: “Cada hombre es un agregado de tantos individuos inteligentes como partículas de materia entran en su formación”. Aquí, nos encontramos algo que recuerda a la vez al monadismo leibnizniano, entendido por lo demás en su sentido más exterior, y a la teoría del “polipsiquismo” que sostienen ciertos “neo-espiritualistas”. Finalmente, siempre en el mismo orden de ideas, el presidente Brigham Young, en uno de sus sermones, proclamó que “la recompensa de los buenos será una progresión eterna, y la punición de los malvados un retorno de su sustancia a los elementos primitivos de todas las cosas”. En diversas escuelas de ocultismo se amenaza, igualmente, de “disolución final” a aquellos que no podrán llegar a alcanzar la inmortalidad; y también hay algunas sectas protestantes, como los adventistas particularmente, que sólo admiten para el hombre una “inmortalidad condicionada”.

Pensamos haber dicho lo suficiente para que se comprendan en lo que valen las doctrinas de los MORMONES, y también para que se comprenda que, a pesar de su singularidad, su aparición no constituye un fenómeno aislado: representan en suma, en muchas de sus partes, tendencias que han encontrado múltiples expresiones en el mundo contemporáneo, y cuyo desarrollo actual aparece como un síntoma bastante inquietante de un desequilibrio mental que arriesga generalizarse si no se vigila cuidadosamente; los americanos han hecho a Europa, desde esta perspectiva, muy enojosos presentes.