Hay también inexactitudes de lenguaje que no son menos lamentables: así, el autor califica de «humanas» (NA: p. 411) las cosas que, al contrario, son esencialmente «supra-humanas», como lo es además todo lo que es de orden verdaderamente tradicional e iniciático. Del mismo modo, comete el error de llamar «adeptos» a los iniciados de cualquier grado, (NA: Los «Fieles de Amor» estaban divididos en siete grados (NA: p. 64); éstos son los siete escalones de la escalera iniciática, en correspondencia con los siete cielos planetarios y con las siete artes liberales. Las expresiones «terzo cielo» (NA: ciclo de Venus), «terzo loco» (NA: comparable con el término masónico del «tercer departamento») y «terzo grado» indican el tercer grado de la jerarquía, en el cual era recibido el saluto (NA: o la salute); este rito tenía lugar, parece ser, en la época de Todos los Santos, igual que las iniciaciones en la de PASCUA, donde se sitúa la acción de la Divina Comedia (NA: PP. 185-l86).) mientras que este nombre debe ser reservado rigurosamente al grado supremo; el abuso de esta palabra es particularmente interesante de destacar puesto que constituye de alguna manera una «marca»: hay un cierto número de errores que los «profanos» dejan raramente de cometer, y aquel es uno. Es necesario citar aún, a este respecto, el empleo continuo de palabras como «secta» y «sectario» que, para designar a una organización iniciática (NA: y no religiosa) y lo que se refiere a ella, son del todo impropias y verdaderamente desagradables; (NA: No es lo mismo, aunque algunos puedan pensarlo, que «jerga» (NA: gergo); que como ya lo indicamos (NA: Le Voile d’Isis, oct. 1928, p. 652), fue un término «técnico» antes de pasar al lenguaje vulgar en el que ha tomado un sentido peyorativo. Hacemos hincapié, en esta ocasión, en que la palabra «profano» también es tomada siempre por nosotros en su sentido técnico que, bien entendido, no tiene nada de injurioso.) y esto nos lleva directamente al más grave defecto que tenemos que constatar en la obra del Sr. Valli. 1316 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
Por otra parte, no es difícil constatar que Virgilio mismo, en cuanto a lo que nos ocupa, ha tenido predecesores en los Griegos, y recordar a este propósito el viaje de Ulises al país de los Cimmerios, así como el descenso de Orfeo a los Infiernos; ¿pero la concordancia que se observa en todo esto no prueba nada más que una serie de apropiaciones o de imitaciones sucesivas? La verdad es que lo que se trata tiene la relación más estrecha con los misterios de la antigüedad, y que estos diversos relatos poéticos o legendarios no son más que traducciones de una misma realidad: la rama de oro que Eneas, conducido por la Sibila, va a coger primero al bosque (esa misma «selva selvaggia» donde Dante sitúa también el comienzo de su poema), es la rama que llevaban los iniciados de Éleusis, y que recuerda también la acacia de la Masonería moderna, «prenda de resurrección y de inmortalidad». Pero hay más, y el Cristianismo mismo nos presenta también un simbolismo parecido: en la liturgia católica, es por la fiesta de los Ramos (El nombre latino de esta fiesta es Dominica in Palmis; la palma y la rama no son evidentemente más que una sola y misma cosa, y la palma tomada como emblema de los mártires tiene igualmente la significación que indicamos aquí. — Recordaremos también la denominación popular de «PASCUA florida», que expresa de una manera muy clara, aunque inconsciente en aquellos que la emplean hoy día, la relación del simbolismo de esta fiesta con la resurrección.) como se abre la semana santa, que verá la muerte de Cristo y su descenso a los Infiernos, después su resurrección, que pronto será seguida de su ascensión gloriosa; y es precisamente el lunes santo cuando comienza el relato de Dante, como para indicar que ha sido al ir a la búsqueda de la rama misteriosa cuando se ha extraviado en el bosque obscuro donde va a encontrar a Virgilio; y su viaje a través de los mundos durará hasta el domingo de PASCUA, es decir, hasta el día de la resurrección. 1562 EL ESOTERISMO DE DANTE CAPÍTULO V