Capítulo I CANTAN LOS ANIMALES
(Tradición primitiva)
En las culturas primitivas son innumerables los cuentos que nos relatan la superioridad moral de los animales sobre los hombres. Dicen que los rasgos morales sobresalientes del animal son un juicio exacto de las cosas y una gran fidelidad. Además — y esto también se considera como un argumento de superioridad moral — es muy aficionado a la música. Verdad es que pueden ser terribles los animales cuando están hambrientos, pero nunca son malos por naturaleza. Sólo el hombre piensa conscientemente en hacer el mal, mientras sonríe al vecino al que quiere matar. El animal no piensa, ni habla, ni siquiera sonríe. Ni vive para matar, ni mata para imperar. Ataca solamente cuando no le queda otra solución para conservar la vida. Por lo demás, el animal es muy pacífico e incluso temeroso. No cabe duda que la guerra contra las bestias es un fenómeno terrible. Sin embargo, el animal, incluso en este momento, conserva toda su dignidad, pues desconoce los compromisos simulados y las anfibologías hipócritas, que caracterizan a la guerra del hombre. El animal se conduce siempre de manera fija y unívoca, mientras que el ser humano es un ser esencialmente equívoco. El animal se recrea jugando; el hombre aprovecha la mayor parte del tiempo libre para inventar mentiras, molestar a los demás y componer cantos de escarnio. Así pensaban muchos de los negros que hemos podido estudiar.
Los hombres de las culturas totemísticas y pretotemísticas consideran, además, a muchos animales como seres místicos y portadores de un gran saber intuitivo. Estos animales son encarnaciones de los antepasados humanos o de dioses protectores, que poseen un lenguaje propio, si difícil de entender para nosotros, en cambio muy expresivo y muy claro para ellos y los hombres primitivos.
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