RENÉ GUÉNON — APRECIAÇÕES SOBRE A INICIAÇÃO
DE LAS CONDICIONES DE LA INICIACIÓN
Podemos volver de nuevo ahora a la cuestión de las condiciones de la iniciación, y diremos primero, aunque la cosa pueda parecer evidente, que la primera de estas condiciones es una cierta aptitud o disposición natural, sin la cual todo esfuerzo permanecería vano, ya que el individuo no puede desarrollar evidentemente más que las posibilidades que lleva en él desde el origen; esta aptitud, que hace lo que algunos llaman lo «iniciable», constituye propiamente la «cualificación» requerida por todas las tradiciones iniciáticas1. Por lo demás, esta condición es la única que, en un cierto sentido, es común a la iniciación y al misticismo, ya que está claro que el místico debe tener, él también, una disposición natural especial, aunque enteramente diferente de la de lo «iniciable», e incluso, por algunos lados, hasta opuesta; pero esta condición, para el místico, si es igualmente necesaria, es además suficiente; no hay ninguna otra que deba venir a agregarse a ella, y las circunstancias hacen todo lo demás, haciendo pasar a su discreción, de la «potencia» al «acto», tales o cuales de las posibilidades que conlleve la disposición de que se trate. Esto resulta directamente de ese carácter de «pasividad» del que hemos hablado más atrás: en efecto, en parecido caso, no podría tratarse de un esfuerzo o de un trabajo personal cualquiera, que el místico nunca tendrá que efectuar, y del que incluso deberá guardarse cuidadosamente, como de algo que estaría en oposición con su «vía»2, mientras que, al contrario, en lo que respecta a la iniciación, y en razón de su carácter «activo», un tal trabajo constituye otra condición no menos estrictamente necesaria que la primera, y sin la cual el paso de la «potencia» al «acto», que es propiamente la «realización», no podría cumplirse de ninguna manera3.
Podemos resumir todo lo que precede diciendo que la iniciación implica tres condiciones que se presentan en modo sucesivo, y que se podrían hacer corresponder respectivamente a los tres términos de «potencialidad», de «virtualidad» y de «actualidad»: 1, la «cualificación», constituida por algunas posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo, y que son la materia prima sobre la cual deberá efectuarse el trabajo iniciático; 2, la transmisión, mediante el vinculamiento a una organización tradicional, de una influencia espiritual que da al ser la «iluminación» que le permitirá ordenar y desarrollar esas posibilidades que lleva en él; 3, el trabajo interior por el que, con el concurso de «ayudas» o de «soportes» exteriores, si hay lugar a ello, y sobre todo en las primeras etapas, este desarrollo será realizado gradualmente, haciendo pasar al ser, de escalón en escalón, a través de los diferentes grados de la jerarquía iniciática, para conducirle a la meta final de la «Liberación» o de la «Identidad Suprema».
NOMES:
Por lo demás, por el estudio especial que haremos a continuación de la cuestión de las cualificaciones iniciáticas, se verá que esta cuestión presenta en realidad aspectos mucho más complejos de lo que se podría creer a primera vista y si uno se atuviera únicamente a la noción muy general que damos aquí de ella. ↩
También los teólogos ven de buena gana, y no sin razón, un «falso místico» en aquel que busca, por un esfuerzo cualquiera, obtener visiones u otros estados extraordinarios, aunque ese esfuerzo se limite solo al mantenimiento de un simple deseo. ↩
De eso resulta, entre otras consecuencias, que los conocimientos de orden doctrinal, que le son indispensables al iniciado, y cuya comprensión teórica es para él una condición preliminar de toda «realización», puede faltarle enteramente al místico; de ahí viene frecuentemente, en éste, además de la posibilidad de errores y de confusiones múltiples, una extraña incapacidad de expresarse inteligiblemente. Por lo demás, debe entenderse bien, que los conocimientos de que se trata no tienen absolutamente nada que ver con todo lo que no es más que instrucción exterior o «saber» profano, que aquí no tiene ningún valor, así como lo explicaremos también después, y que incluso, teniendo en cuenta lo que es la educación moderna, sería más bien un obstáculo que una ayuda en muchos casos; un hombre puede muy bien no saber leer ni escribir y alcanzar no obstante los grados más altos de la iniciación, y tales casos no son extremadamente raros en oriente, mientras que hay «sabios» e inclusive «genios», según la manera de ver del mundo profano, que no son «iniciables» a ningún grado. ↩