Interlocutor: ¿Usted ya no tiene deseos y temores? Maharaj: Mi destino fue nacer como un hombre simple, alguien común, un humilde comerciante, con poca educación formal. Mi vida era del tipo común, con deseos y temores comunes. Cuando, a través de mi fe en mi maestro y de la obediencia a sus palabras, realicé mi ser verdadero, dejé atrás mi naturaleza humana al cuidado de sí misma, hasta que su destino se agote. Ocasionalmente tiene lugar en la mente una vieja reacción emocional o mental, pero inmediatamente es advertida y desechada. Después de todo, mientras uno carga el fardo de una persona, está expuesto a sus idiosincrasias y hábitos. La Persona no es la Realidad
Interlocutor: Hablamos de la virtud divina. Maharaj: La verdadera virtud es la naturaleza divina (swarupa). Lo que usted es realmente, es su virtud. Pero lo opuesto del pecado, que usted llama virtud, es solo obediencia nacida del temor. ¿Quién soy yo?
Interlocutor: Si todo es parte de un proceso natural, ¿dónde está la necesidad del esfuerzo? Maharaj: Incluso el esfuerzo es una parte del proceso. Cuando la ignorancia deviene obstinada y dura y se pervierte el carácter, el esfuerzo y el sufrimiento devienen inevitables por ello. En la obediencia completa a la naturaleza no hay ningún esfuerzo. La semilla de la vida espiritual crece en silencio y obscuridad hasta su hora señalada. Vivir es el único Propósito de la Vida
Interlocutor: En la búsqueda de lo esencial, uno se da cuenta pronto de su inadecuación y de la necesidad de un guía o un maestro. Esto implica una cierta disciplina pues se espera de uno que confíe en su guía y que siga implícitamente su consejo e instrucción. Sin embargo, las exigencias y las presiones sociales son tan grandes, los deseos y temores personales son tan poderosos, que la simplicidad de mente y de voluntad, esenciales en la obediencia, no es fácil que se presenten. ¿Cómo establecer un equilibrio entre la necesidad de un Gurú y la dificultad de obedecerle implícitamente? Maharaj: Lo que se hace bajo la presión de la sociedad y de las circunstancias no importa mucho, pues en su mayor parte es mecánico, una mera reacción a los impactos. Es suficiente observarse a uno mismo desapasionadamente para aislarse completamente de lo que está ocurriendo. Lo que se ha hecho sin atención, ciegamente, puede sumarse al karma (destino) de uno, de otro modo apenas importa. El Gurú solo pide una cosa: claridad e intensidad de propósito, un sentido de responsabilidad para con uno mismo. La realidad misma del mundo debe ser cuestionada. ¿Quién es el Gurú, después de todo? El que conoce el estado en el que no hay ni el mundo ni el pensamiento de él, es el Maestro Supremo. Encontrarle significa alcanzar el estado en el que la imaginación ya no se toma por realidad. Se lo ruego, comprenda que el Gurú representa la realidad, la verdad, lo que es. Es un realista en el sentido más elevado del término. No puede llegar y no llegará a un arreglo con la mente y sus engaños. Viene para llevarle a usted a lo real; no espere de él que haga nada más. El Gurú que usted tiene en la mente, que le da información e instrucciones, no es el Gurú real. El Gurú real es el que conoce lo real, más allá del encanto de las apariencias. Para él sus preguntas sobre la obediencia y la disciplina no tienen ningún sentido, pues a sus ojos la persona por la que usted se toma no existe. Las preguntas de usted son sobre una persona no existente. Lo que existe para usted no existe para él. Lo que usted da por supuesto, él lo niega absolutamente. Él quiere que se vea a usted mismo como él le ve. Entonces no necesitará un Gurú a quien obedecer y seguir, pues obedecerá y seguirá a su propia realidad. Dése cuenta de que, piense lo que piense que usted es, se trata solo de una corriente de aconteceres; de que mientras que todo acontece, viene y va, solo usted es, lo sin cambio entre lo cambiante, lo autoevidente entre lo inferido. Separe lo observado del observador y abandone las falsas identificaciones. Observe su Mente
Interlocutor: ¿Tiene uno que tener miedo de su propio sí mismo? Maharaj: No miedo, pues el sí mismo significa el bien. Pero debe tomarse seriamente. Pide atención y obediencia; cuando no es escuchado, pasa de la persuasión a la compulsión, pues aunque puede esperar, no podrá ser negado. La dificultad no se encuentra en el Gurú, interior o exterior. El Gurú está siempre a disposición. Lo que falta es el discípulo maduro. Cuando una persona no está dispuesta, ¿qué se puede hacer? En Paz y en Silencio usted Crece
Interlocutor: La mente es tan absolutamente inquieta. ¿Cuál es la vía para aquietarla? Maharaj: La confianza en el maestro. Tome mi propio caso. Mi Gurú ME ordenó estar atento a la sensación de «yo soy» y no prestar atención a nada más. Yo solo obedecí. No seguí ningún curso particular de respiración o de meditación, o de estudio de las escrituras. Aconteciera lo que aconteciera, yo apartaba mi atención de ello y permanecía con la sensación de «yo soy». Puede parecer demasiado simple, incluso crudo. Mi única razón para hacerlo era que mi Gurú ME dijo que lo hiciera. ¡Sin embargo funcionó! La obediencia es un poderoso disolvente de todos los deseos y temores. Solo apártese de todo lo que ocupa la mente; haga cualquier trabajo que tenga que completar, pero evite las obligaciones nuevas; manténgase vacío, manténgase a disposición, no resista a lo que viene sin ser invitado. Finalmente, usted alcanza un estado de no avidez, de no apego gozoso, de holgura y libertad interior indescriptible, y sin embargo maravillosamente real. En Paz y en Silencio usted Crece
Interlocutor: ME siento como un hombre ante una puerta. Sé que la puerta está abierta pero está guardada por los perros del deseo y del temor. ¿Qué he de hacer? Maharaj: Obedezca al maestro y desafíe a los perros. Compórtese como si no estuvieran ahí. De nuevo, la obediencia es la regla de oro. La libertad se gana por la obediencia. Para escapar de la prisión uno debe obedecer incuestionablemente las instrucciones enviadas por aquellos que trabajan por la liberación de uno. En Paz y en Silencio usted Crece
Interlocutor: Tengo entendido que uno debe abandonar su familia y posesiones para devenir un discípulo. Maharaj: Eso varía con el Gurú. Algunos esperan que sus discípulos maduros devengan ascetas y reclusos; otros alientan la vida y los deberes de familia. La mayoría de ellos consideran la vida de familia un modelo más difícil que la renuncia, conveniente para una personalidad más madura y mejor equilibrada. En las primeras etapas la disciplina de la vida monástica puede ser aconsejable. Por lo tanto, en la cultura hindú se espera que hasta la edad de 25 años los estudiantes vivan como monjes – en pobreza, castidad y obediencia – para darles una posibilidad de construir un carácter capaz de afrontar los trabajos y tentaciones de la vida marital. El Progreso en la Vida Espiritual