Si el svástika se pone en relación con la rotación de una esfera, tal como la esfera terrestre, en torno de su eje, el símbolo ha de suponerse trazado en el plano ecuatorial, y entonces el punto central será la proyección del eje sobre ese plano, que le es perpendicular. En cuanto al sentido de la rotación indicado por la figura, no tiene importancia sino secundaria; de hecho, se encuentran las dos formas que acabamos de reproducir (La palabra svástika es, en sánscrito, la única que sirve en todos los casos para designar el símbolo de que se trata; el término sauvástika, que algunos han aplicado a una de las dos formas para distinguirla de la otra (la cual sería entonces el verdadero svástika), no es en realidad sino un adjetivo derivado de svástika y significa ‘perteneciente o relativo a ese símbolo o a sus significaciones’), sin que haya de verse en todos los casos la intención de establecer entre ellas una oposición (La misma observación podría hacerse con respecto a otros símbolos, y en particular al crisma constantiniano, en el cual el P (‘ro’) se encuentra a veces invertido; a veces se ha pensado que debía considerárselo entonces como un signo del ANTICRISTO; esta intención puede efectivamente haber existido en ciertos casos, pero hay otros en que es manifiestamente imposible admitirla (en las catacumbas, por ejemplo). Asimismo, el “cuatro de cifra” corporativo, que no es, por lo demás, sino una modificación del mismo P del crisma (véase cap. LXVII), se encuentra indiferentemente vuelto en uno u otro sentido, sin que siquiera se pueda atribuir ese hecho a una rivalidad entre corporaciones diversas o a su deseo de distinguirse mutuamente, puesto que ambas formas aparecen en marcas pertenecientes a una misma corporación). Sabemos bien que, en ciertos países y en ciertas épocas, han podido producirse cismas cuyos partidarios dieran deliberadamente a la figura una orientación contraria a la que estaba en uso en el medio del cual se separaban, para afirmar su antagonismo por medio de una manifestación exterior; pero ello en nada afecta a la significación esencial del símbolo, que permanece constante en todos los casos. SFCS: LA IDEA DEL CENTRO EN LAS TRADICIONES ANTIGUAS
Acerca del doble sentido de los símbolos, es de notar que el número 666 tampoco tiene significación exclusivamente maléfica; si bien es “el número de la Bestia”, es ante todo un número solar, y, como en otro lugar hemos dicho (Le Roi du Monde, cap. V), el de Hajatrî’el o “Ángel de la Corona”. Por otra parte, el mismo número resulta del nombre Sôrat, que es, según los cabalistas, el demonio solar, opuesto como tal al arcángel Mîja’el, y esto se refiere a las dos caras de Metratón (Ibid., cap. III); Sôrat es, además, el anagrama de setûr, que significa “cosa escondida”: ¿es éste el “nombre de misterio” de que habla el Apocalipsis? Pero, si satar significa ‘ocultar’, significa también ‘proteger’; y en árabe la misma palabra sátar evoca casi únicamente la idea de ‘protección’, e incluso a menudo la de una protección divina y providencial (¿Se podría, sin exceso de fantasía lingüística, relacionar estas palabras con el griego sôtèr, ‘salvador’? ¿Y ha de decirse, a este respecto, que puede y aun debe existir una singular semejanza entre las designaciones de Cristo (en árabe) (el-Messih) y del ANTICRISTO (el MessÎj)? (Véase sobre este asunto Le Régne de la quantité et les signes des temps. cap. XXXIX)); también aquí las cosas son, pues, mucho menos simples de lo que las creen quienes no las ven sino de un lado. SFCS: SHET