Desde ahora será fácil comprender que Bhagavad, pues que es identificado al Principio supremo, no es otro, por lo mismo, que Atmâ incondicionado; y esto es verdad en todos los casos, ya sea que este Atmâ sea considerado en el orden «macrocósmico» o en el orden «microcósmico», y ello, según que se prefiera hacer la aplicación correspondiente en los diversos puntos de vista; evidentemente que no podemos pensar en reproducir todos los desarrollos que, a este sujeto, hemos dado ya en otra parte (NA: Para esto y para lo que va a seguirse, reenviamos sobre todo a las consideraciones que hemos expuesto ya en El Hombre y su devenir según el Vêdanta.). Lo que nos interesa más directamente aquí, es la aplicación que podemos denominar «microcósmica», es decir, la aplicación que es hecha a cada ser considerado en particular; a este respecto, Krishna y ARJUNA representan respectivamente el «Sí mismo» y el «yo», es decir, la Personalidad y la individualidad, que son Atmâ incondicionado y jivâtmâ. Es así que la enseñanza dada por Krishna y ARJUNA es, bajo este punto de vista interior, la intuición intelectual y supra-racional mediante la cual el «Sí mismo» se comunica al «yo», cuando este está «cualificado» y preparado de tal manera que la comunicación en cuestión puede establecerse efectivamente. EH: ÂTMÂ-GÎTÂ (Publicado en V.J., en marzo de 1930)
Haremos observar, pues que esto es de la mayor importancia para lo que aquí se trata, que Krishna y ARJUNA son representados como montados sobre un mismo carro; ese carro es el «vehículo» del ser considerado en su estado de manifestación; y, mientras que ARJUNA combate, Krishna conduce el carro sin combatir, es decir, sin quedar él mismo prendido en la acción. En efecto, la batalla en cuestión simboliza la acción, de una manera enteramente general y bajo un forma apropiada a la naturaleza y a la función de los kshatriyas, quienes están más especialmente destinados a librarla (Es de hacer notar que ese sentido es también, muy exactamente, el sentido de la concepción islámica de la «guerra santa» (NA: jihad); ahora bien la aplicación social y exterior de la misma es la que constituye solamente la «pequeña guerra santa» (NA: jihad seghir), mientras que la «gran guerra santa» (NA: jihad kebir) es de orden puramente interior y espiritual); el campo de batalla (NA: kshêtra) es el dominio de la acción, dominio en el cual el individuo desarrolla sus posibilidades; y esta acción no afecta de ningún modo al ser principal, permanente e inmudable, no, sino que concierne solamente al «alma viviente» individual (NA: jîvâtmâ). Los dos que se hallan montados sobre el mismo carro son en consecuencia la misma cosa que los dos pájaros de los cuales es dicho en las Upanishads: «Dos pájaros, compañeros inseparablemente unidos residen sobre un mismo árbol; uno come el fruto del árbol, el otro mira sin comer» (NA: Mundaka Upanishad 3 Mundaka, 1er Khanda, shruti I; Shwêtâshwatara Upanishad, 4 Adyâya, shruti 6.). Aquí también, aunque con un simbolismo diferente para representar la acción, el primero de esos dos pájaros es jîvâtmâ, y el segundo es Atmâ incondicionado; y todavía es la misma cosa para los «dos que están metidos en la misma caverna», que son cuestión en otro texto (NA: Katha Upanishad, 1er Adyâya, 3 Vallî, shriti 1. -La «caverna» no es otra que la cavidad del corazón, que representa el lugar de unión de lo individual con lo Universal, o del «yo» con el «Sí mismo».); y si ambos están siempre inseparablemente unidos, ello es que verdaderamente no son más que uno al respecto de la realidad absoluta, ya que jîvâtmâ no se distingue de Atmâ más que en modo ilusorio. EH: ÂTMÂ-GÎTÂ (Publicado en V.J., en marzo de 1930)
Hay también, para expresar esta unión, y precisamente en relación directa con el Atmâ-Gitâ, un término que es particularmente digno de resaltar: Es el de Nârayâna, «el que camina (NA: o que es llevado) sobre las aguas», es un nombre de Vishnu, aplicado por transposición a Paramâtmâ o al Principio supremo, así como lo hemos dicho más atrás; las aguas representan aquí las posibilidades formales o individuales (NA: En la tradición cristiana, la marcha de Cristo sobre las aguas tiene una significación que se refiere exactamente al mismo simbolismo.). Por otra parte, nara o nri es el hombre, o antes bien el ser individual en tanto que pertenece a la especie humana; hay lugar para observar la estrecha relación que existe entre ese término y el Nara que designa las aguas (NA: Quizás que, entre los griegos, el nombre de Nereo y de las Nereidas, es decir, las ninfas de las aguas, no carezcan de relación con el sánscrito Nârâ.); esto nos llevaría por lo demás demasiado lejos de nuestro sujeto. Es así que Nara y Nârâyana son respectivamente lo individual y lo Universal, el «yo» y el «Sí mismo», el estado manifestado de un ser y su Principio no manifestado; y los mismos están reunidos indisolublemente en el conjunto Nara-nârârayana, conjunto del cual se habla a veces como de dos ascetas que residen sobre el Himalaya, lo que recuerda más especialmente el último de los textos de las Upanishads que hemos mencionado hace un momento, texto en el cual los «dos que están metidos en la caverna» son designados al mismo tiempo como «permaneciendo sobre la más alta cima» (NA: Hay aquí una indicación de las relaciones simbólicas de la caverna y de la montaña, relaciones a las cuales tuvimos ocasión de hacer alusión en El Rey del Mundo.). Se dice también que, en ese mismo conjunto Nara es ARJUNA, y Nârâyana es Krishna; en fin, son los dos que están montados sobre el mismo carro, los que son siempre, bajo un nombre u otro, y cualesquiera que por lo demás sean las formas simbólicas empleadas, jîvâtma y Paramâtmâ. EH: ÂTMÂ-GÎTÂ (Publicado en V.J., en marzo de 1930)