artha

Antes de terminar esta apercepción, debemos todavía, para situar más exactamente la noción del dharma, indicar el lugar que dicha noción ocupa entre los fines que las escrituras tradicionales hindúes asignan a la vida humana. Son esos fines en número de cuatro, y son enumerados del modo que sigue en un orden jerárquicamente ascendente: Artha, kâma, dharma y moksha; este último moksha, es decir, la liberación, es el solo fin supremo, y, pues que queda más allá del dominio de la manifestación, es de un orden enteramente diferente del orden de los otros tres y carece de común medida con ellos, del mismo modo en que lo absoluto carece de común medida con lo relativo. En cuanto a los tres primeros fines, fines que se refieren todos a lo manifestado, ARTHA comprende el conjunto de los bienes de orden corpóreo; kâma es el deseo, cuya satisfacción constituye el bien de orden síquico; y dharma, que, pues que es superior a este, es menester considerar su realización como relevando propiamente del orden espiritual, lo que concuerda en efecto con el carácter de universalidad que le hemos reconocido. No obstante, va de suyo que todos esos fines, comprendido en los mismos dharma inclusive, pues que no son jamás más que contingentes como la misma manifestación fuera de la cual no podrían ser considerados en punto ninguno, por lo mismo no pueden ser más que subordinados en relación al fin supremo, frente al que todos ellos no son en suma otra cosa que simples medios. Ahora bien, cada uno de esos mismos fines está por lo demás subordinado también a los que le son superiores, aún cuando los mismos, permanecen todavía relativos; pero, cuando únicamente estos son enumerados con la exclusión de moksha, es que se trata entonces de un punto de vista limitado a la consideración de lo manifestado, y es solamente ahí como dharma puede aparecer a veces como el fin más elevado que le sea propuesto al hombre. Veremos además por el artículo que se sigue que los aquí cuestionados fines quedan muy particularmente en correspondencia respectiva con los diferentes varnas; y podemos decir ya desde ahora que esta correspondencia reposa esencialmente sobre la teoría de los tres gunas, lo que muestra perfectamente que, aquí todavía, el orden humano aparece como indisolublemente ligado al orden cósmico entero. EH: DHARMA (Publicado en V. J. de octubre de 1935)

Por otra parte, M. Mees intenta, aún defendiéndose por lo demás de querer llevar demasiado lejos las analogías, indicar una correspondencia de los cuatro varnas con los cuatro âshramas o estados regulares de la existencia, estados que no examinaremos aquí, y también con los cuatro fines de la vida humana que ya hemos cuestionado precedentemente a propósito del dharma; pero, en ese último caso, el hecho mismo de que se trate siempre de una división cuaternaria le ha inducido a una inexactitud manifiesta. En efecto, es evidentemente inadmisible que se proponga como un fin, aunque fuera el más inferior de todos, la obtención de algo que correspondiera puramente a tamas; es así que la repartición, si uno la efectúa de abajo hacia arriba, debe pues comenzar en realidad en el grado que queda inmediatamente superior a este grado que corresponde a tamas, del modo en que lo indica nuestro segundo esquema; y es fácil comprender que dharma corresponde entonces efectivamente a sattwa, kâma corresponde a rajas, y ARTHA corresponde a una mezcla de rajas y de tamas. Al mismo tiempo, las relaciones de esos fines con el carácter y la función de los tres varnas superiores, es decir, de aquellos cuyos miembros poseen las cualidades de ârya y de dwija se desprenden entonces de ellos mismos: la función del Vaishya se refiere claramente a la adquisición de ARTHA o de los bienes de orden corpóreo; kâma o el deseo es el móvil de la actividad que conviene propiamente al kshatriya; y el Brahman es verdaderamente el representante y el guardián natural del dharma. En cuanto al moksha, ese fin supremo es, como ya lo hemos dicho, de un orden enteramente diferente del orden de los otros tres y sin medida ninguna en común con ellos; por consiguiente se sitúa más allá de todo lo que corresponde a las funciones particulares de los varnas, y no podría ser contenido, como lo son los fines transitorios y contingentes, en la esfera que representa el dominio de la existencia condicionada, pues que este fin es precisamente la liberación de esta existencia misma; éste queda también, bien entendido, más allá de los tres gunas, que no conciernen más que a los estados de la manifestación universal. EH: VARNA (Publicado en V. J. de noviembre de 1935)