TITUS BURCKHARDT — ALMA
Hay «acontecimientos» psíquicos cuyas repercusiones atraviesan «verticalmente» todas las gradaciones del mundo sutil, ya que rozan en cierto modo las posibilidades esenciales; hay otros -son los movimientos psíquicos ordinarios- que sólo obedecen el oscilar «horizontal» de la psyché; y, en fin, los hay que proceden de los abismos psíquicos infrahumanos. Los primeros, los que se yerguen hacia lo alto, nunca pueden ser totalmente expresados; les es inherente un secreto, aunque a veces las formas que evocan ocasionalmente en la imaginación sean claras y precisas, como las que caracterizan a los auténticos artes sagrados, y, a diferencia de las que derivan de las «inspiraciones» infrahumanas o diabólicas, que como tales formas son ininteligibles: éstas, por su carácter nebuloso, tenebroso y equívoco sólo en apariencia contienen un secreto; se encontrarán fácilmente ejemplos en el arte de nuestro tiempo. Al estudiar las manifestaciones formales del alma, no hay que olvidar que la constitución psico-física del hombre puede presentar fisuras e incongruencias singulares; puede ocurrir que ciertos estados psíquicos de alto valor espiritual no se expresen normal y armoniosamente. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el caso de esa categoría un poco «anárquica» de místicos llamados «locos de Dios», cuya espiritualidad o santidad escapa a la vía de la razón. Inversamente, un estado intrínsecamente patológico y como tal dominado por tendencias infrahumanas y caóticas, puede que exprese, incidentalmente y por accidente; realidades supraterrestres. En definitiva, el alma humana es de una insondable complejidad. 205 CMST Cap. IV
En su conjunto, el mundo sutil es incomparablemente más amplio y variado que el corpóreo, lo que Dante expresa al hacer corresponder a toda la jerarquía de las esferas planetarias con el mundo sutil y sólo la tierra con el corpóreo. En su sistema, la posición subterránea del infierno sólo pretende significar que las condiciones que le corresponden son inferiores respecto a la condición humana normal; en realidad, también pertenecen al estado sutil, razón por la cual ciertos cosmólogos medievales les asignan simbólicamente un lugar entre el cielo y la tierra. La experiencia del mundo sutil es, prescindiendo de algunas ciencias desconocidas por el hombre moderno, de tipo subjetivo, ya que la conciencia, al identificarse con las formas sutiles, sigue sus tendencias al igual que una luz es desviada por la forma de una ola al atravesarla. El mundo sutil consiste en formas; es decir, es complejo y está dominado por los contrastes. Sin embargo, estas formas no poseen por sí mismas, y prescindiendo de su proyección en la imaginación sensible, contornos espaciales y definidos como las formas corpóreas; son completamente activas o, más exactamente, dinámicas, ya que la acción pura no pertenece sino a las «formas» esenciales o arquetipos, que corresponden al mundo del puro Espíritu. Ahora bien, el alma individual es de suyo una de las formas del mundo sutil, de modo que la conciencia que se amolda a esa forma debe ser necesariamente dinámica y exclusiva; no se percata de las demás formas sutiles más que en la medida en que se convierten en variantes de su propia forma egótica. 206 CMST Cap. IV
El contenido de un sueño puede ser enfocado desde distintos puntos de vista: si se examina la materia de que está hecho, se observará que está constituido por toda clase de recuerdos; y atendiendo a ello es más o menos exacta la explicación corriente que concibe el sueño como expresión de residuos subconscientes de experiencias anteriores; también puede ocurrir, sin embargo, que un sueño contenga «materias» que en absoluto provengan de la experiencia personal del soñador y que son como las huellas de una transfusión psíquica de un individuo a otro; tal fenómeno, aunque no es frecuente, es un retazo psíquico que no consiste en una predisposición anímica determinada, sino en la aceptación de un fragmento psíquico hecho de recuerdos. También existe la economía del sueño, y a este respecto estamos de acuerdo con la la tesis moderna según la cual el sueño manifiesta aquellos contenidos del inconsciente que vendrán a equilibrar las condiciones presentes de la vida psíquica consciente. No obstante, a la psicología moderna se le escapa la hermenéutica del sueño, a pesar de todo lo que sus representantes hayan escrito al respecto; las imágenes que se reflejan en el alma no puede ser válidamente interpretadas si no se sabe a qué nivel de realidad se refieren. 208 CMST Cap. IV
Las imágenes que se retienen de un sueño después del despertar, no representan generalmente más que las sombras de lo que fueron las formas psíquicos vividas en el mismo sueño; con el paso al estado de vigilia, se cumple algo así como una filtración, de la que es fácil darse cuenta, ya que parte de la realidad inherente al sueño se evapora con mayor o menor rapidez. Existe, sin embargo, una categoría de sueños cuyo recuerdo permanece claro y neto incluso si su sentido profundo parece ocultársenos. Estos sueños, que suelen presentarse al alba, justo antes de despertar, se acompañan de una irrefutable impresión de realidad objetiva; dicho de otro modo, implican una certeza más que mental; pero lo que les caracteriza, aparte de su influjo moral en el soñador, es la alta calidad de su lenguaje formal exento de cualquier componente turbio o caótico. Son los sueños que proceden del Ângel, es decir, de la Esencia que une el alma con los estados supraformales del ser. 209 CMST Cap. IV