No hay que decir que los peligros de los que acabamos de hablar ya no existen para aquel que ha llegado a un cierto grado de la realización iniciática; e incluso se puede decir que ese posee implícitamente todos los «poderes» sin tener que desarrollarlos especialmente de una manera cualquiera, por eso mismo de que domina «por arriba» las fuerzas del mundo psíquico; pero, en general, no los ejerce, porque ya no pueden tener ningún interés para él. De una manera análoga, por lo demás, el que ha penetrado algunas ciencias tradicionales en su esencia profunda se desinteresa también enteramente de su aplicación y no hace nunca ningún uso de ellas; el conocimiento puro le basta, y, verdaderamente, es lo único que importa, puesto que todo lo demás no son más que simples contingencias. Por lo demás, toda manifestación de estas cosas es forzosamente en cierto modo un «descenso», incluso si éste no es más que aparente y no puede afectar ya realmente al ser mismo; es menester no olvidar, en efecto, que lo no manifestado es superior a lo manifestado, y que, por consecuencia, el hecho de permanecer en esta «no manifestación» será, si se puede decir, la expresión más adecuada del estado que el ser ha realizado interiormente; es lo que algunos traducen simbólicamente diciendo que «la noche es preferible al día», y es también lo que representa la figura de la tortuga retirada en el interior de su CONCHA. Por consiguiente, si ocurre que un tal ser manifiesta algunos «poderes», no será, así como ya lo hemos indicado más atrás, más que en casos completamente excepcionales, y por razones particulares que escapan necesariamente a la apreciación del mundo exterior, razones enteramente diferentes, bien entendido, de las que puede tener el productor ordinario de «fenómenos»; fuera de este caso, su único modo de acción será lo que la tradición extremo oriental designa como la «actividad no actuante», que, por lo demás, precisamente por su carácter de no manifestación, es la plenitud misma de la actividad. 619 RGAI EL RECHAZO DE LOS «PODERES»
La única cuestión que se plantea es ésta: ¿no tendrá que sufrir Oriente, debido al espíritu moderno, más que una crisis pasajera y superficial, o bien Occidente arrastrará en su caída a la humanidad toda entera? Actualmente sería difícil aportar una respuesta basada sobre constataciones indudables; los dos espíritus opuestos existen ahora en Oriente, y la fuerza espiritual, inherente a la tradición y desconocida por sus adversarios, puede triunfar sobre la fuerza material cuando ésta haya desempeñado su papel, y hacerla desvanecerse como la luz disipa las tinieblas; diremos incluso que triunfará sobre ella más pronto o más tarde, pero puede que, antes de llegar a eso, haya un periodo de oscurecimiento completo. El espíritu tradicional no puede morir, porque, en su esencia, es superior a la muerte y al cambio; pero puede retirarse enteramente del mundo exterior, y entonces será verdaderamente el «fin de un mundo». Según todo lo que hemos dicho, la realización de esta eventualidad en un porvenir relativamente poco lejano no tendría nada de inverosímil; y, en la confusión que, salida de Occidente, gana al presente a Oriente, podríamos ver el «comienzo del fin», el signo precursor del momento en que, según la tradición hindú, la doctrina sagrada debe ser encerrada toda entera en una CONCHA, para salir intacta de ella en el alba del mundo nuevo. 1220 LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO CAPÍTULO VIII
Durante el cataclismo que separa este Manvantara del precedente, el Vêda estaba encerrado, en estado de repliegue, en la CONCHA (shankha), que es uno de los principales atributos de Vishnú. Pues la CONCHA se considera como conteniendo el sonido primordial e imperecedero (ákshara), es decir, el monosílabo Om, que es por excelencia el nombre del Verbo, al mismo tiempo que es, por sus tres elementos (AUM), la esencia del triple Vêda. Por otra parte, estos tres elementos (mâtras), dispuestos gráficamente de una manera determinada, forman el esquema mismo de la CONCHA; y, por una concordancia bastante singular, ocurre que este esquema es también el de la oreja humana, órgano de la audición, la cual debe, en efecto, si ha de ser apta para la percepción del sonido, tener una disposición conforme a la naturaleza de éste. Todo ello toca visiblemente algunos de los más profundos misterios de la cosmología; pero, ¿quién, en el estado de espíritu que constituye la mentalidad moderna, puede aún comprender las verdades pertenecientes a esta ciencia tradicional? 2172 EMS XVI: A PROPÓSITO DEL PEZ
A este mismo «poder de las llaves» corresponde también, en las tradiciones hindú y tibetana, el doble poder del vajra (NA: Vajra es la palabrea sánscrita; la forma tibetana es dorje.); este símbolo es, como se sabe, el del rayo (NA: Es a la vez «rayo» y «diamante», por una doble acepción de la misma palabra, y, en la una y la otra de estas dos significaciones, es también un símbolo «axial».), y sus dos extremidades, formadas de puntas en forma de llama, corresponden a los dos aspectos opuestos del poder representados por el rayo: generación y destrucción, vida y muerte (NA: Es lo que figuran también algunas armas de doble corte, concretamente, en el simbolismo de la Grecia arcaica, el doble hacha, cuya significación puede ser aproximada a la del caduceo. — Por otra parte, el rayo era representado en la tradición escandinava por el martillo de Thor, al que se puede asimilar el mazo del Maestro en el simbolismo masónico; así pues, éste es también un equivalente del vajra, y, como él, tiene el doble poder de dar la vida y la muerte, así como lo muestra su papel en la consagración iniciática por una parte y en la leyenda de Hiram por otra.). Si se aproxima el vajra al «Eje del Mundo», estas dos extremidades corresponden a los dos polos, así como a los solsticios (NA: Estos se asimilan en efecto, en la correspondencia espacial del ciclo anual, al Norte (invierno) y al Sur (verano), mientras que los dos equinoccios se asimilan al Este (primavera) y al Oeste (otoño); estas relaciones tienen concretamente una gran importancia, desde el punto de vista ritual, en la tradición extremo oriental.); así pues, debe ser colocado verticalmente, lo que concuerda por lo demás con su carácter de símbolo masculino (NA: Su complementario femenino es, en la tradición hindú, la CONCHA shankha, y, en la tradición tibetana, la campanilla ritual dilbu, sobre la que se ve frecuentemente una figura femenina que es la de la Prâjnâ-pâramitâ o «Sabiduría transcendente» de la que ella es el símbolo, mientras que el vajra es el símbolo del «Método» o de la «Vía».), así como con el hecho de que es esencialmente un atributo sacerdotal (NA: Los lamas tienen el vajra en la mano derecha y la campanilla en la mano izquierda; estos dos objetos rituales no deben estar separados nunca.). Puesto así en la posición vertical, el vajra representa la «Vía del Medio» (que es también, como se verá más adelante, la «Vía del Cielo»); pero también puede estar inclinado de un lado o de otro, y entonces estas dos posiciones corresponden a las «vías» tántricas de derecha y de izquierda (dakshina-mârga y vâma-mârga), pudiendo esta derecha y esta izquierda, por otra parte, ser puestas en relación con los puntos equinocciales, de igual modo en que lo alto y lo bajo lo están con los puntos solsticiales (NA: Se encuentra a veces, en el simbolismo tibetano, una figura formada de dos vajras cruzados, que es evidentemente un equivalente del swastika; las cuatro puntas corresponden entonces exactamente a las cuatro llaves del swastika clavijero.); evidentemente habría mucho que decir sobre todo esto, pero, para no alejarnos mucho de nuestro tema, nos contentaremos aquí con estas pocas indicaciones; y concluiremos lo expuesto diciendo que el poder del vajra, o el «poder de las llaves» que es idéntico en el fondo, al implicar el manejo y la puesta en obra de las fuerzas cósmicas bajo su doble aspecto de yin y de yang, no es en definitiva nada más que el poder mismo de gobernar la vida y la muerte (NA: En antiguos manuscritos provenientes de la Masonería operativa, se trata, sin más explicación, de una cierta faculty of abrac; esta palabra enigmática abrac, que ha dado lugar a diversas interpretaciones más o menos fantasiosas, y que es en todo caso una palabra manifiestamente deformada, parece deber significar en realidad el rayo o el relámpago (en hebreo ha-baraq, en árabe el-barq), de suerte que, ahí también, se trataría propiamente del poder del vajra. Se puede comprender fácilmente, por todo esto, en virtud de qué simbolismo el poder de provocar tormentas ha sido considerado frecuentemente, en los pueblos más diversos, como una suerte de consecuencia de la iniciación.). 2711 RGGT «SOLVE» Y «COAGULA»
Otro símbolo extremo oriental bastante generalmente conocido es el de la tortuga, colocada entre las dos partes superior e inferior de su CONCHA como el Hombre entre el Cielo y la Tierra; y, en esta representación, la forma misma de estas dos partes no es menos significativa que su situación: la parte superior, que «cubre» al animal corresponde también al Cielo por su forma redondeada, y, de igual modo, la parte inferior, que le «soporta», corresponde a la Tierra por su forma aplanada (NA: La superficie plana, como tal, está naturalmente en relación directa con la línea recta, elemento del cuadrado, y tanto la una como el otro se pueden definir igualmente, de una manera negativa, por la ausencia de curvatura.). Así pues, la CONCHA toda entera es una imagen del Universo (NA: Es por eso por lo que el diagrama llamado Lo-chou fue, se dice, presentado a Yu el Grande por una tortuga; y es también de ahí de donde deriva el uso que se hace de la tortuga en algunas aplicaciones especiales de las ciencias tradicionales, concretamente en el orden «adivinatorio».), y, entre sus dos partes, la tortuga misma representa naturalmente el término mediano de la Gran Tríada, es decir, el Hombre; además, su retracción al interior de la CONCHA simboliza la concentración en el «estado primordial», que es el estado del «hombre verdadero»; y esta concentración es por lo demás la realización de la plenitud de las posibilidades humanas, ya que, aunque el centro no sea aparentemente más que un punto sin extensión, no obstante es este punto el que, principialmente, contiene a todas las cosas en realidad (NA: Sobre las relaciones del punto y de la extensión, cf. El Simbolismo de la Cruz, cap. XVI y XXIX.), y es precisamente por eso por lo que el «hombre verdadero» contiene en sí mismo todo lo que está manifestado en el estado de existencia al centro del cual está identificado. 2804 RGGT EL MEDIADOR
Un ejemplo característico de estas acciones rituales es la circumambulación del Emperador en el Ming-tang; como tendremos que volver más adelante sobre ello con algunos desarrollos, nos contentaremos, por el momento, con decir que este Ming-tang era como una imagen del Universo (NA: De igual modo que la tortuga, al simbolismo de la cual estaba vinculado, así como lo veremos, por la figuración del Lo-chou que proporcionaba su plano.) concentrada en cierto modo en un lugar que representaba el «Invariable Medio» (y el hecho mismo de que el Emperador residiera en ese lugar hacía de él la representación del «hombre verdadero»); y lo era a la vez bajo el doble aspecto del espacio y del tiempo, ya que el simbolismo espacial de los puntos cardinales estaba puesto allí en relación directa con el simbolismo temporal de las estaciones en el recorrido del ciclo anual. Ahora bien, el techo de este edificio tenía un forma redondeada, mientras que su base tenía una forma cuadrada o rectangular; así pues, entre ese techo y esa base, que recuerdan las dos partes superior e inferior de la CONCHA de la tortuga, el Emperador representaba bien al Hombre entre el Cielo y la Tierra. Esta disposición constituye por lo demás un tipo arquitectónico que se encuentra de una manera muy general, con el mismo valor simbólico, en un enorme número de formas tradicionales diferentes; uno puede darse cuenta de ello por ejemplos tales como el del stûpa búdico, el de la qubbah islámica, y muchos otros todavía, así como tendremos quizás la ocasión de mostrarlo más completamente en algún otro estudio, ya que este tema es de los que tienen una gran importancia en lo que concierne al sentido propiamente iniciático del simbolismo constructivo. 2806 RGGT EL MEDIADOR
Shankarâchârya enumera tres atributos que corresponden en cierto modo a otras tantas funciones del Sannyâsî poseedor del Conocimiento, el cual, si este conocimiento es plenamente efectivo, no es otro que el Yogî ( NA: El estado de Sannyâst es propiamente el último de los cuatro âshramas ( los tres primeros son los de Brahmachârî o “estudiante de la Ciencia sagrada”, discípulo de un Guru, de Grihastha o “amo de la casa”, y de Vanaprastha o “anacoreta” ); pero el nombre de Sannyâts también se extiende a veces, como se ve aquí, al Sâdhu, es decir, al que ha cumplido la realización perfecta, y que es ativarnâshramî, así como lo hemos dicho más atrás. ): estos tres atributos son en el orden ascendente, bâlya, pânditya, y mauna ( Comentario sobre los Brahma-Sûtras, 3er Adhyâya, 4 Pâda, sûtras 47 a 50. ). El primero de estos términos designa literalmente un estado comparable al de un niño ( bâla ) ( NA: Cf. estas palabras del Evangelio: “El Reino del Cielo es para los que se asemejan a estos niños… Quienquiera que no reciba al Reino de Dios como un niño, no entrará en él” ( San Mateo XIX, 24; San Lucas, XVIII, 16 y 17 ). ): es un estado de “no expansión”, si se puede hablar así, donde todas las potencias del ser están por así decir concentradas en un punto, y realizan por su unificación una simplicidad indiferenciada, aparentemente semejante a la potencialidad embrionaria ( Este estadio corresponde al “Dragón oculto” del simbolismo extremo oriental. — Otro símbolo que se emplea frecuentemente es el de la tortuga que se retira enteramente al interior de su CONCHA. ). En un sentido un poco diferente, pero que completa el precedente ( ya que ahí hay a la vez reabsorción y plenitud ), es también el retorno al “estado primordial” del que hablan todas la tradiciones, y sobre el que insisten más especialmente el taoísmo y el esoterismo islámico; este retorno es efectivamente una etapa necesaria en la vía que conduce a la Unión, ya que es solo a partir de este “estado primordial” como es posible rebasar los límites de la individualidad humana para elevarse a los estados superiores ( NA: Es el “estado edénico” de la tradición judeocristiana; por eso es por lo que Dante sitúa el Paraíso terrestre en la cima de la montaña del Purgatorio, es decir, precisamente en el punto donde el ser abandona la Tierra o el estado humano, para elevarse a los Cielos ( designados como el “Reino de Dios” en la precedente cita del Evangelio ). ). 3464 HDV XXIII
Es de advertir, por otra parte, que su forma es también el esquema de la CONCHA (çankha), la cual está evidentemente en relación directa con las Aguas y se representa igualmente como receptáculo de los gérmenes del ciclo futuro durante los períodos de prálaya o “disolución exterior” del mundo. Esa CONCHA encierra el sonido primordial e imperecedero (ákshara), el monosílabo Om, que es, por sus tres elementos sonoros (mâtrâ), la esencia del triple Veda; y es así cómo el Veda subsiste perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos, pero en cierto modo oculto o envuelto durante los cataclismos cósmicos que separan los diferentes ciclos, para ser luego manifestado de nuevo al comienzo de cada uno de éstos (La afirmación de la perpetuidad del Veda debe vincularse directamente a la teoría cosmológica de la primordialidad del sonido (çabda) entre las cualidades sensibles (como cualidad propia del Éter, Akâça, que es el primero de esos elementos); y esta teoría a su vez debe ser puesta en relación con la de la “creación por el Verbo” en las tradiciones occidentales: el sonido primordial es la Palabra divina “por la cual todas las cosas han sido hechas”). Por otra parte, el esquema puede completarse como representación del ákshara mismo: la línea recta (a) recubre y encierra la CONCHA (u), que contiene en su interior el punto (m) o principio esencial de los seres (Por una concordancia muy notable, este esquema es igualmente el de la oreja humana, órgano de la audición, que debe, efectivamente, si ha de ser apta para la percepción del sonido, tener una disposición conforme a la naturaleza de éste); la línea recta representa entonces al mismo tiempo, por su sentido horizontal, la “superficie de las Aguas”, es decir, el medio, sustancial en el que se producirá el desarrollo de los gérmenes (representado en el simbolismo oriental por el abrirse de la flor de loto) después de finalizado, el período de oscurecimiento intermedio (sandhyá) entre dos ciclos. Se tendrán entonces, prosiguiendo con la misma representación esquemática, una figura que podrá describirse como la CONCHA dada vuelta y abriéndose para dejar salir los gérmenes, siguiendo la línea recta ahora orientada en el sentido vertical descendente, que es el del desarrollo de la manifestación a partir de su principio no-manifestado (Esta nueva figura es la que se da en el Arqueómetra para la letra het, letra zodiacal de Cáncer). 6853 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER
De estas dos posiciones de la CONCHA, que se encuentran en las dos mitades del símbolo de Cáncer, la primera corresponde a la figura del arca de Noé (o de Satyávrata en la tradición hindú), que puede representarse como la mitad inferior de una circunferencia, cerrada por su diámetro horizontal, en cuyo interior se contiene el punto en que se sintetizan todos los gérmenes en estado de completo repliegue (La semicircunferencia debe considerarse aquí como un equivalente morfológico del elemento espiral a que nos hemos referido antes; pero en éste se ve netamente el desarrollo efectuándose a partir del punto-germen inicial). La segunda posición está simbolizada por el arco iris que aparece “en la nube”, es decir, en la región de las Aguas superiores, en el momento que señala el restablecimiento del orden y la renovación de todas las cosas, mientras que el arca, durante el cataclismo, flotaba sobre el océano de las Aguas inferiores; es, pues, la mitad superior de la misma circunferencia; y la reunión de las dos figuras, mutuamente inversas y complementarias, forma una sola figura circular o cíclica completa, reconstitución de la forma esférica primordial: esta circunferencia es el corte vertical de la esfera, cuyo corte horizontal está representado por el recinto circular del Paraíso terrestre (Ver Le Roi du Monde, cap. XI. Esto tiene igualmente una relación con los misterios de la letra nûn del alfabeto árabe (cfr. cap. XXIII: “Los misterios de la letra Nûn”)). En el yin-yang extremo-oriental, se encuentran en la parte interior las dos semicircunferencias, pero desplazadas por un desdoblamiento del centro, que representa una polarización, la cual para cada estado de manifestación, es análoga a la de Sat o el Ser puro en Púrusha-Prákrti para la manifestación universal (Es una primera distinción o diferenciación, pero aún sin separación de los complementarios; a este estadio corresponde propiamente la constitución del Andrógino, mientras que, anteriormente a esa diferenciación, no puede hablarse sino de la “neutralidad” que es la del Ser puro (ver Le Symbolisme de la Croix, cap. XXVIII)). 6854 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER
Durante el cataclismo que separa este Manvántara del precedente, el Veda estaba encerrado, en estado de repliegue, en la CONCHA (çankha), que es uno de los principales atributos de Vishnu. Pues la CONCHA se considera como continente del son primordial e imperecedero (ákshara), es decir, del monosílabo Om, que es por excelencia el nombre del Verbo manifestado en los tres mundos, y a la vez, por otra correspondencia de sus tres elementos sonoros o mâtrâ, la esencia del triple Veda (Sobre la presencia de este mismo ideograma AVM en el antiguo simbolismo cristiano, cf. Le Roi du Monde, cap. IV). Por otra parte, estos tres elementos, reducidos a sus formas geométricas esenciales (Ver L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XVI) y dispuestos gráficamente de determinada manera, forman el esquema mismo de la CONCHA; y, por una concordancia muy singular, ocurre que este esquema es también el de la oreja humana, órgano de la audición, la cual debe, en efecto, si ha de ser apta para la percepción del sonido, tener una disposición conforme a la naturaleza de éste ( (Todos los puntos aquí mencionados con relación al simbolismo de la CONCHA habían sido examinados ya en “El jeroglífico de Cáncer”, que forma aquí el cap. XIX)). Todo esto toca visiblemente algunos de los más profundos misterios de la cosmología; pero, ¿quién, en el estado de espíritu que constituye la mentalidad moderna, puede aún comprender las verdades pertenecientes a esta ciencia tradicional? Como Vishnu en la India, e igualmente en forma de pez, el Oannes caldeo, que algunos han considerado expresamente como una figura de Cristo (Es interesante notar a este respecto que la cabeza de pez, tocado de los sacerdotes de Oannes, es también la mitra de los obispos cristianos), enseña también a los hombres la doctrina primordial: notable ejemplo de la unidad que existe entre las tradiciones en apariencia más diversas, y que permanecería inexplicable si no se admitiera su pertenencia a una fuente común. Parece, por lo demás, que el simbolismo de Oannes o de Dagon no es solo el del pez en general, sino que debe relacionarse más especialmente con el del delfín: éste, entre los griegos, estaba vinculado con el culto de Apolo (Esto explica la vinculación del simbolismo del delfín con la idea de la luz (cf. L. Charbonneau-Lassay, “Le Dauphin et le crustacé”, en Reg., número de enero de 1922, y Le Bestiaire du Christ, cap. XCVIII, V). Conviene señalar también el papel de salvador de náufragos atribuido por los antiguos al delfín, del cual la leyenda de Arión ofrece uno de los ejemplos más conocidos), y había dado nombre a Delfos; y es muy significativo que se reconociera formalmente la proveniencia hiperbórea de ese culto. Lo que da a pensar que cabe establecer tal vinculación (la cual no se encuentra netamente indicada, en cambio, en el caso de la manifestación de Vishnu) es sobre todo la conexión estrecha que existe entre el símbolo del delfín y el de la “Mujer del mar” (la Afrodita Anadiomene de los griegos) (No hay que confundir esta “Mujer del mar” con la sirena, aunque esté algunas veces representada en forma similar); precisamente, ésta se presenta, bajo nombres diversos (particularmente los de Ishtar, Atargatis y Derceto) como el páredro femenino de Oannes o de sus equivalentes, es decir, como figuración de un aspecto complementario del mismo principio (lo que la tradición hindú denominaría su çakti) (La Dea Syra es propiamente la “Diosa solar”, así como la Siria primitiva es la “Tierra del Sol”, según hemos explicado ya, pues su nombre es idéntico a Sûrya, designación sánscrita del Sol). Es la “Dama del Loto” (Ishtar, igual que Ester en hebreo, significa “loto” y también a veces “lirio”, dos flores que, en el simbolismo, a menudo se reemplazan mutuamente) (En hebreo, los nombres ‘Ester y Súshanáh (cuya inicial es la letra sîn) tienen la misma significación, y además son numéricamente equivalentes: su número común es 661 y, colocando delante de cada uno de ellos la letra he, signo del artículo, cuyo valor es 5, se obtiene 666, de lo cual algunos no han dejado de sacar conclusiones más o menos fantasiosas; por nuestra parte, no entendemos dar esta indicación sino a título de simple curiosidad), como la Kwan-yin extremo-oriental, que es igualmente, en una de sus formas, la “Diosa del fondo de los mares”. 6883 SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DEL PEZ