Las traducciones existentes de los textos védicos, por muy «exactas» que sean etimológicamente, a menudo son demasiado ininteligibles o implausibles, y algunas veces son también admitidamente ininteligibles para el traductor mismo. Por ejemplo, ni los «Sacred Books of the East», ni las traducciones de las Upanishad tales como las de R. E. Hume, o las de Mitra, Roer y Cowell, recientemente reimpresas, ni siquiera se acercan a las pautas establecidas por obras tales como la versión de las Enéadas de Plotino por Thomas Taylor, o la de la Guide for the Perplexed de Maimónides por Friedländer. Los traductores de los Vedas no parecen haber poseído ningún conocimiento previo de metafísica, sino que más bien hubieran extraído sus primeras y únicas nociones de ontología de las fuentes sánscritas mismas. Como observaba Jung, en Psychological Types, p. 263, con referencia al estudio de las Upanishad bajo las condiciones existentes, «una verdadera percepción de la profundidad completamente extraordinaria de esas ideas y de su pasmosa exactitud psicológica todavía no es sino una posibilidad remota».
Es muy evidente que para una comprensión de los Vedas, un conocimiento del sánscrito, por muy profundo que sea, es insuficiente. Los indios mismos, en lo que concierne a los Vedas, no confían en su conocimiento del sánscrito, e insisten en la necesidad absoluta del estudio a los pies de un gurú. Eso no es posible en el mismo sentido para los estudiosos europeos. Sin embargo, Europa posee también una tradición fundada en los principios primeros. Aquella mentalidad que, en los siglos XII y XIII, dio nacimiento a un cristianismo intelectual que debe tanto a Maimónides, a Aristóteles y a los árabes como a la Biblia misma, no habría encontrado «difíciles» los Vedas. Por ejemplo, aquellos que comprendían que «La paternidad y la filiación… son propiedades dependientes», o que Dios «no puede ser una Persona sin una Naturaleza, ni su Naturaleza puede ser sin una Persona», Maestro Eckhart I.268 y 394, o que hubieran leído más tarde estas palabras de Dante «Oh Virgen Madre, hija de tu Hijo», Paradiso XXXIII, no habrían visto en la generación mutua de Purusha y Viraj, o de Daksha y Aditi un modo de pensamiento arbitrario o primitivo: aquellos que estuvieran familiarizados con las concepciones cristianas de la Divinidad como «vacío», «desnudo», y «como si no fuera», no se habrían desconcertado por las descripciones de Eso como «Muerte» (mrtyu), y como no siendo «de ninguna manera» (neti, neti). Para aquellos que incluso hoy día tienen alguna idea de lo que se entiende por una «reconciliación de los opuestos», o que han comprendido parcialmente la relación entre la consciencia consciente del hombre y las fuentes inconscientes de sus facultades, podría ser evidente la significación de las Aguas como un «manantial inagotable» de las posibilidades de existencia. Cuando Blake habla de un «Matrimonio del Cielo y el Infierno», o cuando Swinburne escribe, «Sólo te ruego que seas», en ello hay implícito más de los Vedas de lo que puede encontrarse en muchas disquisiciones eruditas sobre su «filosofía». ¿Qué derecho tienen los sanscritistas a confinar sus trabajos a la solución de problemas lingüísticos? ¿es el miedo lo que les impide esforzarse en la ideología de los textos que acometen?. Nuestra erudición es ciertamente poco humitaria.
Lo que he llamado aquí un «nuevo acercamiento a los Vedas», no es nada más que un ensayo de exposición de las ideas védicas por medio de una traducción y de un comentario en el que se dan por sentados los recursos a otras formas de la tradición universal. En 1891, Max_Müller sostenía que el Veda continuaría ocupando a los eruditos «los siglos venideros». Mientras tanto, además de los eruditos profesionales, hay otros para quienes los Vedas tienen significado. En cualquier caso, no puede esperarse que se opere ninguna gran extensión de nuestra medida de comprensión presente si partimos de la investigación filológica sólo, por muy valiosos que tales métodos de investigación puedan haber sido en el pasado: y lo que es verdadero para la religión sumerio-babilónica, no es menos verdadero para los Vedas, a saber, que «No se pueden hacer más progresos en la interpretación del difícil ciclo de… las liturgias hasta que se interprete más profundamente el culto desde el punto de vista de la historia de la religión».
En lo que concierne a la traducción: cada palabra inglesa que se ha empleado se ha usado expresamente con respecto a su significación técnica. Por ejemplo, «naturaleza» aquí es siempre el correlativo de «esencia», y denota eso por lo cual el mundo es como es; aquí no se usa nunca, como en el uso coloquial moderno, para denotar el mundo, ens naturata. Similarmente, aquí se distingue entre la existencia y el ser, entre la creación y la emanación, entre el movimiento local y el principio de la moción, entre lo incalculable y lo infinito, y así sucesivamente. Todo eso es absolutamente necesario si se ha de transmitir el sentido de los textos védicos. Además, las pocas palabras inglesas (o españolas) que se han añadido para completar el sentido de la traducción están en bastardilla: y cuando se emplean varias palabras inglesas (o españolas) para traducir un solo término sánscrito, las palabras inglesas (o españolas) están conectadas generalmente por guiones, e.g., Aditya, «Sol-Supernal»; Akshara, «Palabra-Imperecedera».
En lo que concierne al comentario: aquí he usado simplemente los recursos de las escrituras védicas y cristianas a la par. Un uso extenso de las fuentes sumerias, taoístas, shufis y gnósticas habría sido a la vez posible e iluminador, pero habría ampliado el estudio más allá de los límites razonables. En cuanto a las fuentes védicas y cristianas, cada una de ellas ilumina a la otra. Y eso es en sí mismo una contribución importante a la comprensión, pues como lo expresa Whitman, «Estos son realmente los pensamientos de todos los hombres en todas las edades y en todas las tierras, no son originales míos. Si no son vuestros tanto como míos, no son nada, o casi nada». Sea lo que sea lo que se afirme o se niegue con respecto al «valor» de los Vedas, esto al menos es cierto, a saber, que sus doctrinas fundamentales no son en modo alguno singulares.
ANANDA K. COOMARASWAMY.
Museum of Fine Arts, Boston, diciembre de 1932.