Eje del Mundo (RGSC)

Para el que está en el centro, todo esta unificado, ya que ve todo en la unidad del Principio; todos los puntos de vista particulares (o, si se quiere “particularistas”) y analíticos, que no se fundan más que sobre distinciones contingentes, y de los cuales nacen todas las divergencias de las opiniones individuales, han desaparecido para él, reabsorbidos en la síntesis total del conocimiento transcendente, adecuado a la verdad una e inmutable. “Su punto de vista, es un punto desde donde esto y eso, sí y no, aparecen todavía no distinguidos. Este punto es el pivote de la norma; es el centro inmóvil de una circunferencia sobre cuyo contorno ruedan todas las contingencias, las distinciones y las individualidades; desde donde no se ve más que un infinito, que no es ni esto ni eso, ni sí ni no. Ver todo en la unidad primordial todavía no diferenciada, o desde una distancia tal que todo se funde en uno, he ahí la verdadera inteligencia” (Tchoang-tseu, cap. II.). El “pivote de la norma”, es lo que casi todas las tradiciones denominan el “Polo” (NA: Hemos estudiado particularmente este simbolismo en El Rey del Mundo. — En la tradición extremo oriental, la “Gran Unidad” (Tai-i) se representa como residiendo en la estrella polar, a la que se llama Tien-ki, es decir, literalmente “techo del cielo”.), es decir, como ya lo hemos explicado, el punto fijo alrededor del cual se cumplen todas las revoluciones del mundo, según la norma o la ley que rige toda manifestación, y que no es ella misma más que la emanación directa del centro, es decir, la expresión de la “Voluntad del Cielo” en el orden cósmico (NA: La “Rectitud” (Te), cuyo nombre evoca la idea de la línea recta y más particularmente la del “EJE DEL MUNDO”, es, en la doctrina de Lao-Tseu, lo que se podría llamar una “especificación” de la “Vía” (Tao) en relación a un ser o a un estado de existencia determinado: es la dirección que este ser debe seguir para que su existencia sea según la “Vía”, o, en otros términos, en conformidad con el Principio (dirección tomada en el sentido ascendente, mientras que, en el sentido descendente, esta misma dirección es aquella según la cual se ejerce la “Actividad del Cielo”). — Esto puede aproximarse a lo que hemos indicado en otra parte (El Rey del Mundo, cap. VIII) sobre el tema de la orientación ritual, tema que trataremos todavía más adelante.). 88 SC VII

Otro aspecto del simbolismo de la cruz es el que le identifica a lo que las diversas tradiciones designan como el “Árbol del Medio” o por cualquier otro término equivalente; hemos visto en otra parte que este árbol es uno de los numerosos símbolos del “EJE DEL MUNDO” (NA: El Rey del Mundo, cap. II; sobre el “Árbol del Mundo” y sus diferentes formas, ver también El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. VIII. — En el esoterismo islámico, existe un tratado de Mohyiddin-ibn-Arabi titulado “El Árbol del Mundo” (Shajaratul-Kawn).). Es pues la línea vertical de la cruz, figura de este eje, la que hay que considerar aquí principalmente: ella constituye el tronco del árbol, mientras que la línea horizontal (o las dos líneas horizontales para la cruz de tres dimensiones) forma sus ramas. Este árbol se eleva en el centro del mundo, o más bien de un mundo, es decir, del dominio en el que se desarrolla un estado de existencia, tal como el estado humano que es el que se considera más habitualmente en parecido caso. En el simbolismo bíblico, en particular, es el “Árbol de la Vida”, que está plantado en el medio del “Paraíso terrestre”, el cual representa el centro de nuestro mundo, así como lo hemos explicado en otras ocasiones (El Rey del Mundo, cap. V y IX; Autoridad espiritual y poder temporal, cap. V y VIII.). Aunque no tenemos la intención de extendernos aquí sobre todas las cuestiones relativas al simbolismo del árbol, y que requerirían un estudio especial, sin embargo, a propósito de éste, hay algunos puntos que no creemos inútil explicar. 106 SC IX

La naturaleza del “Árbol de la Ciencia del bien y del mal”, como su nombre mismo lo indica, puede caracterizarse por la dualidad, puesto que encontramos en esta designación dos términos que no son siquiera complementarios, sino verdaderamente opuestos, y de los cuales se puede decir, en suma, que toda su razón de ser reside en esta oposición, ya que, cuando ésta se rebasa, ya no podría tratarse ni de bien ni de mal; no puede ser lo mismo para el “Árbol de la Vida”, cuya función de “EJE DEL MUNDO” implica antes al contrario esencialmente la unidad. Por consiguiente, cuando nos encontramos en un árbol emblemático una imagen de la dualidad, parece bien que fuera menester ver ahí una alusión al “Árbol de la Ciencia”, mientras que, bajo otros aspectos, el símbolo considerado sería incontestablemente una figura del “Árbol de la Vida”. Ello es así, por ejemplo, para el “árbol sefirótico” de la Qabbalah hebraica, que es expresamente designado como el “Árbol de la Vida”, y donde, sin embargo, la “columna de derecha” y la “columna de izquierda” ofrecen la figura de la dualidad; pero entre las dos está la “columna del medio”, donde se equilibran las dos tendencias opuestas, y donde se encuentra así la unidad verdadera del “Árbol de la Vida” (Sobre el “árbol sefirótico”, ver El Rey del Mundo, cap. III. — Del mismo modo, en el simbolismo medieval, el “árbol de los vivos y de los muertos”, cuyos frutos de ambos lados representan respectivamente las obras buenas y malas, se emparenta claramente con el “Árbol de la Ciencia del bien y del mal”; y al mismo tiempo su tronco, que es Cristo mismo, se identifica al “Árbol de la Vida”.). 108 SC IX

Hemos visto hace un momento que un árbol que ostenta una forma ternaria, como el “árbol sefirótico”, puede sintetizar en él, en cierto modo, las naturalezas del “Árbol de la Vida” y del “Árbol de la Ciencia”, como si éstos se encontraran reunidos en uno solo, puesto que aquí el ternario es descomponible en la unidad y la dualidad de las cuales es la suma (En un pasaje de la Astrée de Honoré d’Urfé, se trata de un árbol de tres troncos, según una tradición que parece ser de origen druídico. ). En lugar de un árbol único, se puede tener también, con la misma significación, un conjunto de tres árboles unidos por sus raíces, donde el del medio es el “Árbol de la Vida”, y donde los otros dos corresponden a la dualidad del “Árbol de la Ciencia”. Se encuentra algo comparable en la figuración de la cruz de Cristo entre otras dos cruces, las del buen y del mal ladrón: éstos están colocados respectivamente a la derecha y a la izquierda de Cristo crucificado como los elegidos y los condenados estarán a la derecha y a la izquierda de Cristo triunfante en el “Juicio final”; y, al mismo tiempo que representan evidentemente el bien y el mal, corresponden también, en relación a Cristo, a la “Misericordia” y al “Rigor”, los atributos característicos de las dos columnas laterales del “árbol sefirótico”. La cruz de Cristo ocupa siempre el lugar central que pertenece propiamente al “Árbol de la Vida”; y, cuando está colocada entre el sol y la luna, como se ve en la mayoría de las antiguas figuraciones, es todavía la misma cosa: ella es entonces verdaderamente elEJE DEL MUNDO” (NA: Este identificación de la cruz con elEJE DEL MUNDO” se encuentra enunciada expresamente en la divisa de los cartujos: “Stat Crux dum volvitur orbis”.— Cf. el símbolo del “globo del mundo”, donde la cruz, coronando el polo, tiene igualmente el lugar del eje (ver El esoterismo de Dante, cap. VIII).). 112 SC IX

En el simbolismo chino, existe un árbol cuyas ramas están anastomosadas de manera que sus extremidades se juntan dos a dos para figurar la síntesis de los contrarios o la resolución de la dualidad en la unidad; se encuentra así, ya sea un árbol único cuyas ramas se dividen y se juntan por las ramas mismas (Estas dos formas se encuentran concretamente sobre unos bajos relieves de la época de los Han.), o ya sean dos árboles que tienen una misma raíz y que se juntan igualmente por sus ramas. Es el proceso de la manifestación universal: todo parte de la unidad y vuelve a la unidad; en el intervalo se produce la dualidad, división o diferenciación de donde resulta la fase de existencia manifestada; así pues, las ideas de la unidad y de la dualidad están reunidas aquí como en las demás figuraciones de las que acabamos de hablar (El árbol de que se trata lleva unas hojas trilobadas vinculadas a dos ramas a la vez, y, a su alrededor, unas flores en forma de cáliz; unos pájaros vuelan alrededor o están posados sobre el árbol. — Sobre la relación entre el simbolismo de los pájaros y el del árbol en diferentes tradiciones, ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. III, donde hemos observado a este respecto diversos textos de las Upanishads y la parábola evangélica del grano de mostaza; puede agregarse a esto, en los escandinavos, los dos cuervos mensajeros de Odin que se posan sobre el fresno Ygdrasil, que es una de las formas del “Árbol del Mundo”. En el simbolismo de la Edad Media, se encuentran igualmente dos pájaros sobre el árbol Peridexion, al pie del cual hay un dragón; el nombre de este árbol es una corrupción de Paradision, y puede parecer bastante extraño que haya sido deformado así, como si se hubiera dejado de comprenderle en un cierto momento.). Existen también representaciones de dos árboles distintos y unidos por una sola rama (es lo que se llama el “árbol ligado”); en este caso, una pequeña rama sale de la rama común, lo que indica claramente que se trata entonces de dos principios complementarios y del producto de su unión; y este producto puede ser todavía la manifestación universal, salida de la unión del “Cielo” y de la “Tierra”, que son los equivalentes de Purusha y de Prakriti en la tradición extremo oriental, o también de la acción y de la reacción recíprocas del yang y del yin, elementos masculino y femenino de los que proceden y en los que participan todos los seres, y cuya reunión en equilibrio perfecto constituye (o reconstituye) el “Andrógino” primordial del que ya se ha hablado más atrás (En lugar del “árbol ligado” se encuentran también a veces dos rocas unidas de la misma manera; por lo demás, hay una relación estrecha entre el árbol y la roca, equivalente de la montaña, en tanto que símbolos del “EJE DEL MUNDO”; y de una manera más general todavía, hay una aproximación constante de la piedra y del árbol en la mayoría de las tradiciones.). 113 SC IX

Volvamos de nuevo a la representación del “Paraíso terrestre”: de su centro, es decir, del pie mismo del “Árbol de la Vida”, parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, y que trazan así la cruz horizontal sobre la superficie misma del mundo terrestre, es decir, en el plano que corresponde al dominio del estado humano. Estos cuatro ríos, que se pueden relacionar con el cuaternario de los elementos (La Qabbalah hace corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras de las que está formada la palabra PaRDeS.), y que han salido de una fuente única que corresponde al éter primordial (NA: Según la tradición de los “Fieles de Amor”, esta fuente es la “fuente de la juventud” (fons juventutis), representada siempre como situada al pie de un árbol; sus aguas son pues asimilables al “brebaje de la inmortalidad” (el amrita de la tradición hindú); las relaciones del “Árbol de la Vida” con el Soma vêdico y el Haoma mazdeísta son por lo demás evidentes (ver El Rey del Mundo, cap. IV y VI). — Recordaremos también, a este propósito, el “rocío de luz” que, según la Qabbalah hebraica, emana del “Árbol de la Vida”, y por el que debe operarse la resurrección de los muertos (ver El Rey del Mundo, cap. III); el rocío juega igualmente una función importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones extremo orientales se hace mención del “árbol del rocío dulce”, situado sobre el monte Kouenlum, que se toma frecuentemente como un equivalente del Mêru y de las demás “montañas sagradas” (la “montaña polar”, que es, como el árbol, un símbolo del “EJE DEL MUNDO”, así como acabamos de recordarlo). — Según la misma tradición de los “Fieles de Amor” (ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei “Fedeli d’Amore”), esta fuente es también la “fuente de la enseñanza”, lo que se refiere a la conservación de la tradición primordial en el centro espiritual del mundo; encontramos pues aquí, entre el “estado primordial” y la “tradición primordial”, el lazo que hemos señalado en otra parte sobre el tema del simbolismo del “Santo Grial”, considerado bajo el doble aspecto de la copa y del libro (ver El Rey del Mundo, cap. V). Recordaremos todavía la representación, en el simbolismo cristiano, del Cordero sobre el libro sellado con siete sellos, sobre la montaña desde donde descienden los cuatro ríos (ver El Rey del Mundo, cap. IX); veremos más adelante la relación que existe entre el símbolo del “Árbol de la Vida” y el del “Libro de la Vida”. — Otro simbolismo que puede dar lugar a unas aproximaciones interesantes se encuentra en algunos pueblos de la América central, que, “en la intersección de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo, colocan el carácter sagrado, peyotl o hicouri, que simboliza la “copa de la inmortalidad”, y que tiene la reputación de encontrarse en el centro de una esfera hueca y en el centro del mundo” (A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés. Le Peyotl, París, 1927, p. 154). Cf. también, en correspondencia con los cuatro ríos, las cuatro copas sacrificiales de los Rhibus en el Vêda.), dividen en cuatro partes, que se pueden relacionar con las cuatro fases de un desarrollo cíclico (Ver El esoterismo de Dante, cap. VIII, donde, a propósito de la figura del “viejo de Creta”, que representa las cuatro edades de la humanidad, hemos indicado la existencia de una relación analógica entre los cuatro ríos de los Infiernos y los cuatro ríos del Paraíso terrestre.), el recinto circular del “Paraíso terrestre”, el cual no es otra cosa que la sección horizontal de la forma esférica universal de la que ya hemos hablado más atrás (Ver El Rey del Mundo, cap. XI.). 114 SC IX

Agregamos que los hilos de los que está formado el “tejido del mundo” se designan también, en otro símbolo equivalente, como los “cabellos de Shiva”; (Ya hemos hecho alusión a ellos más atrás, cuando hemos hablado de las direcciones del espacio.) se podría decir que son en cierto modo las “líneas de fuerza” del Universo manifestado, y que las direcciones del espacio son su representación en el orden corporal. Se ve sin esfuerzo de cuantas aplicaciones diversas son susceptibles todas estas consideraciones; pero aquí solo hemos querido indicar la significación esencial de este simbolismo del tejido, que es, parece, muy poco conocido en occidente (NA: No obstante, se encuentran algunos rastros de un simbolismo del mismo género en la antigüedad grecolatina, concretamente en el mito de las Parcas; pero éste bien parece no referirse más que a los hilos de la trama, y su carácter “fatal” puede explicarse en efecto por la ausencia de la noción de la urdimbre, es decir, por el hecho de que el ser es considerado únicamente en su estado individual, sin ninguna intervención consciente (para ese individuo) de su principio personal transcendente. Por lo demás, esta interpretación está justificada por la manera en que Platón considera el eje vertical en el mito de Er el Armenio (República, libro X): Según él, en efecto, el eje luminoso del mundo es el “huso de la Necesidad”; es un eje de diamante, rodeado de varias vainas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, que corresponden a las diferentes esferas planetarias; la Parca Cloto le hace girar con la mano derecha, y por consiguiente, de derecha a izquierda, lo que es también el sentido más habitual y más normal de la rotación del swastika. — A propósito de este “eje de diamante” señalamos que el símbolo tibetano del vajra, cuyo nombre significa a la vez “rayo” y “diamante”, está también en relación con elEJE DEL MUNDO”.). 166 SC XIV

Si retomamos ahora el símbolo de la serpiente enrollada alrededor del árbol, del que hemos dicho algunas palabras más atrás, constataremos que esta figura es exactamente la de la hélice trazada alrededor del cilindro vertical de la representación geométrica que hemos estudiado. Puesto que el árbol simboliza elEJE DEL MUNDO” como lo hemos dicho, la serpiente figurará pues el conjunto de los ciclos de la manifestación universal (Entre esta figura y la del ouroboros, es decir, la serpiente que se muerde la cola, hay la misma relación que entre la hélice completa y la figuración circular del yin-yang, en la que, tomada aparte una de sus espiras, se considera como plana; el ouroboros representa la indefinidad de un ciclo considerado aisladamente, indefinidad que, para el estado humano y en razón de la presencia de la condición temporal, reviste el aspecto de la “perpetuidad”.); y, en efecto, el recorrido de los diferentes estados se representa, en algunas tradiciones, como una migración del ser en el cuerpo de esta serpiente (Este simbolismo se encuentra concretamente en la Pistis Sophia gnóstica, donde el cuerpo de la serpiente está partido según el Zodiaco y sus subdivisiones, lo que nos lleva por lo demás a la figura del ouroboros, ya que, en estas condiciones no puede tratarse más que del recorrido de un solo ciclo, a través de las diversas modalidades de un mismo estado; en este caso, la migración considerada se limita pues, para el ser, a los prolongamientos del estado individual humano.). Como este recorrido puede considerarse según dos sentidos contrarios, ya sea en el sentido ascendente, hacia los estados superiores, ya sea en el sentido descendente, hacia los estados inferiores, los dos aspectos opuestos del simbolismo de la serpiente, benéfico uno y maléfico el otro, se explican así por sí mismos (NA: A veces, el símbolo se desdobla para corresponder a estos dos aspectos, y se tienen entonces dos serpientes enrolladas en sentidos contrarios alrededor de un mismo eje, como en la figura del caduceo. Un equivalente de éste se encuentra en algunas formas del bastón brâhmanico (Brahma-danda), por un doble enrollamiento de líneas puestas respectivamente en relación con los dos sentidos de rotación del swastika. Este simbolismo tiene por lo demás aplicaciones múltiples, que no podemos pensar en desarrollar aquí; una de las más importantes es la que concierne a las corrientes sutiles en el ser humano (ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XX); la analogía del “microcosmo” y del “macrocosmo” es válida también bajo este punto de vista particular.). 272 SC XXV

La serpiente se encuentra enrollada, no solo alrededor del árbol, sino también alrededor de diversos otros símbolos del “EJE DEL MUNDO” (NA: Se encuentra concretamente alrededor del omphalos, así como de algunas figuraciones del “Huevo del Mundo” (ver El Rey del Mundo, cap. IX); hemos señalado a este propósito la conexión que existe generalmente entre los símbolos del árbol, de la piedra, del huevo y de la serpiente; esto daría lugar a consideraciones interesantes, pero que nos llevarían demasiado lejos.), y particularmente alrededor de la montaña, como se ve, en la tradición hindú, o en el simbolismo del “batimiento de la mar” (Este relato simbólico se encuentra en el Râmâyana.). Aquí, la serpiente Shêsha o Ananta, que representa la indefinidad de la Existencia universal, está enrollada alrededor del Mêru, que es la “montaña polar” (Ver El Rey del Mundo, cap. IX.), y es tirada en sentidos contrarios por los Dêvas y los Asuras, que corresponden respectivamente a los estados superiores e inferiores en relación al estado humano; se tendrán entonces los dos aspectos benéfico y maléfico, según que se considere la serpiente del lado de los Dêvas o del lado de los Asuras (NA: Se pueden referir también estos dos aspectos a las dos significaciones opuestas que presenta el término Asura mismo según la manera en la que se le descomponga: asu-ra, “que da la vida”; a-sura, “no-luminoso”. Es solo en este último sentido como los Asuras se oponen a los Dêvas, cuyo nombre expresa la luminosidad de las esferas celestes; en el otro sentido, por el contrario, se identifican en realidad a ellos (de donde viene la aplicación que se hace de esta denominación de Asuras, en algunos textos Vêdicos, a Mitra y a Varuna); es menester prestar mucha atención a esta doble significación para resolver las apariencias de contradicciones a las que puede dar nacimiento. — Si se aplica al encadenamiento de los ciclos el simbolismo de la sucesión temporal, se comprende sin esfuerzo por qué se dice que los asuras son anteriores a los Devas. Es al menos curioso destacar que en el simbolismo del Génesis hebraico, la creación de los vegetales antes de la de los astros o “luminarias” puede ser vinculada a esta anterioridad; en efecto, según la tradición hindú, el vegetal procede de la naturaleza de los Asuras, es decir, de los estados inferiores en relación al estado humano, mientras que los cuerpos celestes representan naturalmente los Devas, es decir, los estados superiores. Agregamos también, a este respecto, que el desarrollo de la “esencia vegetativa” en el Edem, es el desarrollo de los gérmenes provenientes del ciclo antecedente, lo que corresponde todavía al mismo simbolismo.); por otra parte, si se interpreta la significación de éstos en términos de “bien” y de “mal”, se tiene una correspondencia evidente con los dos lados opuestos del “Árbol de la Ciencia” y de los demás símbolos de los que hemos hablado precedentemente (En el simbolismo temporal, se tiene también una analogía con las dos caras de Janus, en tanto que una de éstas se considera como vuelta hacia el porvenir y la otra hacia el pasado. Quizás podremos algún día, en otro estudio, mostrar, de una manera más explícita de lo que hasta aquí hemos podido hacerlo, el lazo profundo que existe entre todos estos símbolos de las diferentes formas tradicionales.). 273 SC XXV

Hay lugar a considerar todavía otro aspecto bajo el cual la serpiente, en su simbolismo general, aparece, si no precisamente como maléfica (lo que implica necesariamente la presencia del correlativo benéfico, puesto que “bien” y “mal”, como los dos términos de toda dualidad, no pueden comprenderse más que uno por el otro), al menos sí como temible, en tanto que figura el encadenamiento del ser a la serie indefinida de los ciclos de manifestación (Es el samsâra búdico, la rotación indefinida de la “rueda de la vida”, rotación de la cual el ser debe liberarse para alcanzar el Nirvâna. El apego a la multiplicidad es también, en un sentido, la “tentación” bíblica, que aleja al ser de la unidad central original y que le impide alcanzar el fruto del “Árbol de la Vida”; por eso es, en efecto, por lo que el ser está sometido a la alternancia de las mutaciones cíclicas, es decir, al nacimiento y a la muerte.). Este aspecto corresponde concretamente al papel de la serpiente (o del dragón que es entonces un equivalente de la misma) como guardián de algunos símbolos de inmortalidad cuyo acceso impide: es así como se la ve enrollada alrededor del árbol de las “manzanas de oro” del jardín de las Hespérides, o del haya del bosque de Cólquida del cual está suspendido “el Toisón de Oro”; es evidente que estos árboles no son otra cosa que formas del “Árbol de la Vida”, y que, por consiguiente, representan todavía elEJE DEL MUNDO” (NA: Es menester mencionar todavía, desde un punto de vista bastante próximo a éste, las leyendas simbólicas que, en numerosas tradiciones, representan la serpiente o el dragón como guardián de los “tesoros ocultos”; éstos están en relación con diversos otros símbolos muy importantes, como los de la “piedra negra” y del “fuego subterráneo” (ver El Rey del Mundo, cap. I y VII); se trata todavía de uno de esos numerosos puntos que no podemos más que indicar de pasada, sin perjuicio de volver a ellos en alguna otra ocasión.). 274 SC XXV

Para el que está en el centro, todo esta unificado, ya que ve todo en la unidad del Principio; todos los puntos de vista particulares (o, si se quiere “particularistas”) y analíticos, que no se fundan más que sobre distinciones contingentes, y de los cuales nacen todas las divergencias de las opiniones individuales, han desaparecido para él, reabsorbidos en la síntesis total del conocimiento transcendente, adecuado a la verdad una e inmutable. “Su punto de vista, es un punto desde donde esto y eso, sí y no, aparecen todavía no distinguidos. Este punto es el pivote de la norma; es el centro inmóvil de una circunferencia sobre cuyo contorno ruedan todas las contingencias, las distinciones y las individualidades; desde donde no se ve más que un infinito, que no es ni esto ni eso, ni sí ni no. Ver todo en la unidad primordial todavía no diferenciada, o desde una distancia tal que todo se funde en uno, he ahí la verdadera inteligencia” (Tchoang-tseu, cap. II.). El “pivote de la norma”, es lo que casi todas las tradiciones denominan el “Polo” (NA: Hemos estudiado particularmente este simbolismo en El Rey del Mundo. – En la tradición extremo oriental, la “Gran Unidad” (Tai-i) se representa como residiendo en la estrella polar, a la que se llama Tien-ki, es decir, literalmente “techo del cielo”.), es decir, como ya lo hemos explicado, el punto fijo alrededor del cual se cumplen todas las revoluciones del mundo, según la norma o la ley que rige toda manifestación, y que no es ella misma más que la emanación directa del centro, es decir, la expresión de la “Voluntad del Cielo” en el orden cósmico (NA: La “Rectitud” (Te), cuyo nombre evoca la idea de la línea recta y más particularmente la del “EJE DEL MUNDO”, es, en la doctrina de Lao-Tseu, lo que se podría llamar una “especificación” de la “Vía” (Tao) en relación a un ser o a un estado de existencia determinado: es la dirección que este ser debe seguir para que su existencia sea según la “Vía”, o, en otros términos, en conformidad con el Principio (dirección tomada en el sentido ascendente, mientras que, en el sentido descendente, esta misma dirección es aquella según la cual se ejerce la “Actividad del Cielo”). – Esto puede aproximarse a lo que hemos indicado en otra parte (El Rey del Mundo, cap. VIII) sobre el tema de la orientación ritual, tema que trataremos todavía más adelante.). SC VII

Otro aspecto del simbolismo de la cruz es el que le identifica a lo que las diversas tradiciones designan como el “Árbol del Medio” o por cualquier otro término equivalente; hemos visto en otra parte que este árbol es uno de los numerosos símbolos del “EJE DEL MUNDO” (NA: El Rey del Mundo, cap. II; sobre el “Árbol del Mundo” y sus diferentes formas, ver también El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. VIII. – En el esoterismo islámico, existe un tratado de Mohyiddin-ibn-Arabi titulado “El Árbol del Mundo” (Shajaratul-Kawn).). Es pues la línea vertical de la cruz, figura de este eje, la que hay que considerar aquí principalmente: ella constituye el tronco del árbol, mientras que la línea horizontal (o las dos líneas horizontales para la cruz de tres dimensiones) forma sus ramas. Este árbol se eleva en el centro del mundo, o más bien de un mundo, es decir, del dominio en el que se desarrolla un estado de existencia, tal como el estado humano que es el que se considera más habitualmente en parecido caso. En el simbolismo bíblico, en particular, es el “Árbol de la Vida”, que está plantado en el medio del “Paraíso terrestre”, el cual representa el centro de nuestro mundo, así como lo hemos explicado en otras ocasiones (El Rey del Mundo, cap. V y IX; Autoridad espiritual y poder temporal, cap. V y VIII.). Aunque no tenemos la intención de extendernos aquí sobre todas las cuestiones relativas al simbolismo del árbol, y que requerirían un estudio especial, sin embargo, a propósito de éste, hay algunos puntos que no creemos inútil explicar. SC IX

La naturaleza del “Árbol de la Ciencia del bien y del mal”, como su nombre mismo lo indica, puede caracterizarse por la dualidad, puesto que encontramos en esta designación dos términos que no son siquiera complementarios, sino verdaderamente opuestos, y de los cuales se puede decir, en suma, que toda su razón de ser reside en esta oposición, ya que, cuando ésta se rebasa, ya no podría tratarse ni de bien ni de mal; no puede ser lo mismo para el “Árbol de la Vida”, cuya función de “EJE DEL MUNDO” implica antes al contrario esencialmente la unidad. Por consiguiente, cuando nos encontramos en un árbol emblemático una imagen de la dualidad, parece bien que fuera menester ver ahí una alusión al “Árbol de la Ciencia”, mientras que, bajo otros aspectos, el símbolo considerado sería incontestablemente una figura del “Árbol de la Vida”. Ello es así, por ejemplo, para el “árbol sefirótico” de la Qabbalah hebraica, que es expresamente designado como el “Árbol de la Vida”, y donde, sin embargo, la “columna de derecha” y la “columna de izquierda” ofrecen la figura de la dualidad; pero entre las dos está la “columna del medio”, donde se equilibran las dos tendencias opuestas, y donde se encuentra así la unidad verdadera del “Árbol de la Vida” (Sobre el “árbol sefirótico”, ver El Rey del Mundo, cap. III. – Del mismo modo, en el simbolismo medieval, el “árbol de los vivos y de los muertos”, cuyos frutos de ambos lados representan respectivamente las obras buenas y malas, se emparenta claramente con el “Árbol de la Ciencia del bien y del mal”; y al mismo tiempo su tronco, que es Cristo mismo, se identifica al “Árbol de la Vida”.). SC IX

Hemos visto hace un momento que un árbol que ostenta una forma ternaria, como el “árbol sefirótico”, puede sintetizar en él, en cierto modo, las naturalezas del “Árbol de la Vida” y del “Árbol de la Ciencia”, como si éstos se encontraran reunidos en uno solo, puesto que aquí el ternario es descomponible en la unidad y la dualidad de las cuales es la suma (En un pasaje de la Astrée de Honoré d’Urfé, se trata de un árbol de tres troncos, según una tradición que parece ser de origen druídico. ). En lugar de un árbol único, se puede tener también, con la misma significación, un conjunto de tres árboles unidos por sus raíces, donde el del medio es el “Árbol de la Vida”, y donde los otros dos corresponden a la dualidad del “Árbol de la Ciencia”. Se encuentra algo comparable en la figuración de la cruz de Cristo entre otras dos cruces, las del buen y del mal ladrón: éstos están colocados respectivamente a la derecha y a la izquierda de Cristo crucificado como los elegidos y los condenados estarán a la derecha y a la izquierda de Cristo triunfante en el “Juicio final”; y, al mismo tiempo que representan evidentemente el bien y el mal, corresponden también, en relación a Cristo, a la “Misericordia” y al “Rigor”, los atributos característicos de las dos columnas laterales del “árbol sefirótico”. La cruz de Cristo ocupa siempre el lugar central que pertenece propiamente al “Árbol de la Vida”; y, cuando está colocada entre el sol y la luna, como se ve en la mayoría de las antiguas figuraciones, es todavía la misma cosa: ella es entonces verdaderamente elEJE DEL MUNDO” (NA: Este identificación de la cruz con elEJE DEL MUNDO” se encuentra enunciada expresamente en la divisa de los cartujos: “Stat Crux dum volvitur orbis”.- Cf. el símbolo del “globo del mundo”, donde la cruz, coronando el polo, tiene igualmente el lugar del eje (ver El esoterismo de Dante, cap. VIII).). SC IX

En el simbolismo chino, existe un árbol cuyas ramas están anastomosadas de manera que sus extremidades se juntan dos a dos para figurar la síntesis de los contrarios o la resolución de la dualidad en la unidad; se encuentra así, ya sea un árbol único cuyas ramas se dividen y se juntan por las ramas mismas (Estas dos formas se encuentran concretamente sobre unos bajos relieves de la época de los Han.), o ya sean dos árboles que tienen una misma raíz y que se juntan igualmente por sus ramas. Es el proceso de la manifestación universal: todo parte de la unidad y vuelve a la unidad; en el intervalo se produce la dualidad, división o diferenciación de donde resulta la fase de existencia manifestada; así pues, las ideas de la unidad y de la dualidad están reunidas aquí como en las demás figuraciones de las que acabamos de hablar (El árbol de que se trata lleva unas hojas trilobadas vinculadas a dos ramas a la vez, y, a su alrededor, unas flores en forma de cáliz; unos pájaros vuelan alrededor o están posados sobre el árbol. – Sobre la relación entre el simbolismo de los pájaros y el del árbol en diferentes tradiciones, ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. III, donde hemos observado a este respecto diversos textos de las Upanishads y la parábola evangélica del grano de mostaza; puede agregarse a esto, en los escandinavos, los dos cuervos mensajeros de Odin que se posan sobre el fresno Ygdrasil, que es una de las formas del “Árbol del Mundo”. En el simbolismo de la Edad Media, se encuentran igualmente dos pájaros sobre el árbol Peridexion, al pie del cual hay un dragón; el nombre de este árbol es una corrupción de Paradision, y puede parecer bastante extraño que haya sido deformado así, como si se hubiera dejado de comprenderle en un cierto momento.). Existen también representaciones de dos árboles distintos y unidos por una sola rama (es lo que se llama el “árbol ligado”); en este caso, una pequeña rama sale de la rama común, lo que indica claramente que se trata entonces de dos principios complementarios y del producto de su unión; y este producto puede ser todavía la manifestación universal, salida de la unión del “Cielo” y de la “Tierra”, que son los equivalentes de Purusha y de Prakriti en la tradición extremo oriental, o también de la acción y de la reacción recíprocas del yang y del yin, elementos masculino y femenino de los que proceden y en los que participan todos los seres, y cuya reunión en equilibrio perfecto constituye (o reconstituye) el “Andrógino” primordial del que ya se ha hablado más atrás (En lugar del “árbol ligado” se encuentran también a veces dos rocas unidas de la misma manera; por lo demás, hay una relación estrecha entre el árbol y la roca, equivalente de la montaña, en tanto que símbolos del “EJE DEL MUNDO”; y de una manera más general todavía, hay una aproximación constante de la piedra y del árbol en la mayoría de las tradiciones.). SC IX

Volvamos de nuevo a la representación del “Paraíso terrestre”: de su centro, es decir, del pie mismo del “Árbol de la Vida”, parten cuatro ríos que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales, y que trazan así la cruz horizontal sobre la superficie misma del mundo terrestre, es decir, en el plano que corresponde al dominio del estado humano. Estos cuatro ríos, que se pueden relacionar con el cuaternario de los elementos (La Qabbalah hace corresponder a estos cuatro ríos las cuatro letras de las que está formada la palabra PaRDeS.), y que han salido de una fuente única que corresponde al éter primordial (NA: Según la tradición de los “Fieles de Amor”, esta fuente es la “fuente de la juventud” (fons juventutis), representada siempre como situada al pie de un árbol; sus aguas son pues asimilables al “brebaje de la inmortalidad” (el amrita de la tradición hindú); las relaciones del “Árbol de la Vida” con el Soma vêdico y el Haoma mazdeísta son por lo demás evidentes (ver El Rey del Mundo, cap. IV y VI). – Recordaremos también, a este propósito, el “rocío de luz” que, según la Qabbalah hebraica, emana del “Árbol de la Vida”, y por el que debe operarse la resurrección de los muertos (ver El Rey del Mundo, cap. III); el rocío juega igualmente una función importante en el simbolismo hermético. En las tradiciones extremo orientales se hace mención del “árbol del rocío dulce”, situado sobre el monte Kouenlum, que se toma frecuentemente como un equivalente del Mêru y de las demás “montañas sagradas” (la “montaña polar”, que es, como el árbol, un símbolo del “EJE DEL MUNDO”, así como acabamos de recordarlo). – Según la misma tradición de los “Fieles de Amor” (ver Luigi Valli, Il Linguaggio segreto di Dante e dei “Fedeli d’Amore”), esta fuente es también la “fuente de la enseñanza”, lo que se refiere a la conservación de la tradición primordial en el centro espiritual del mundo; encontramos pues aquí, entre el “estado primordial” y la “tradición primordial”, el lazo que hemos señalado en otra parte sobre el tema del simbolismo del “Santo Grial”, considerado bajo el doble aspecto de la copa y del libro (ver El Rey del Mundo, cap. V). Recordaremos todavía la representación, en el simbolismo cristiano, del Cordero sobre el libro sellado con siete sellos, sobre la montaña desde donde descienden los cuatro ríos (ver El Rey del Mundo, cap. IX); veremos más adelante la relación que existe entre el símbolo del “Árbol de la Vida” y el del “Libro de la Vida”. – Otro simbolismo que puede dar lugar a unas aproximaciones interesantes se encuentra en algunos pueblos de la América central, que, “en la intersección de dos diámetros rectangulares trazados en un círculo, colocan el carácter sagrado, peyotl o hicouri, que simboliza la “copa de la inmortalidad”, y que tiene la reputación de encontrarse en el centro de una esfera hueca y en el centro del mundo” (A. Rouhier, La Plante qui fait les yeux émerveillés. Le Peyotl, París, 1927, p. 154). Cf. también, en correspondencia con los cuatro ríos, las cuatro copas sacrificiales de los Rhibus en el Vêda.), dividen en cuatro partes, que se pueden relacionar con las cuatro fases de un desarrollo cíclico (Ver El esoterismo de Dante, cap. VIII, donde, a propósito de la figura del “viejo de Creta”, que representa las cuatro edades de la humanidad, hemos indicado la existencia de una relación analógica entre los cuatro ríos de los Infiernos y los cuatro ríos del Paraíso terrestre.), el recinto circular del “Paraíso terrestre”, el cual no es otra cosa que la sección horizontal de la forma esférica universal de la que ya hemos hablado más atrás (Ver El Rey del Mundo, cap. XI.). SC IX

Agregamos que los hilos de los que está formado el “tejido del mundo” se designan también, en otro símbolo equivalente, como los “cabellos de Shiva”; (Ya hemos hecho alusión a ellos más atrás, cuando hemos hablado de las direcciones del espacio.) se podría decir que son en cierto modo las “líneas de fuerza” del Universo manifestado, y que las direcciones del espacio son su representación en el orden corporal. Se ve sin esfuerzo de cuantas aplicaciones diversas son susceptibles todas estas consideraciones; pero aquí solo hemos querido indicar la significación esencial de este simbolismo del tejido, que es, parece, muy poco conocido en occidente (NA: No obstante, se encuentran algunos rastros de un simbolismo del mismo género en la antigüedad grecolatina, concretamente en el mito de las Parcas; pero éste bien parece no referirse más que a los hilos de la trama, y su carácter “fatal” puede explicarse en efecto por la ausencia de la noción de la urdimbre, es decir, por el hecho de que el ser es considerado únicamente en su estado individual, sin ninguna intervención consciente (para ese individuo) de su principio personal transcendente. Por lo demás, esta interpretación está justificada por la manera en que Platón considera el eje vertical en el mito de Er el Armenio (República, libro X): Según él, en efecto, el eje luminoso del mundo es el “huso de la Necesidad”; es un eje de diamante, rodeado de varias vainas concéntricas, de dimensiones y colores diversos, que corresponden a las diferentes esferas planetarias; la Parca Cloto le hace girar con la mano derecha, y por consiguiente, de derecha a izquierda, lo que es también el sentido más habitual y más normal de la rotación del swastika. – A propósito de este “eje de diamante” señalamos que el símbolo tibetano del vajra, cuyo nombre significa a la vez “rayo” y “diamante”, está también en relación con elEJE DEL MUNDO”.). SC XIV

Si retomamos ahora el símbolo de la serpiente enrollada alrededor del árbol, del que hemos dicho algunas palabras más atrás, constataremos que esta figura es exactamente la de la hélice trazada alrededor del cilindro vertical de la representación geométrica que hemos estudiado. Puesto que el árbol simboliza elEJE DEL MUNDO” como lo hemos dicho, la serpiente figurará pues el conjunto de los ciclos de la manifestación universal (Entre esta figura y la del ouroboros, es decir, la serpiente que se muerde la cola, hay la misma relación que entre la hélice completa y la figuración circular del yin-yang, en la que, tomada aparte una de sus espiras, se considera como plana; el ouroboros representa la indefinidad de un ciclo considerado aisladamente, indefinidad que, para el estado humano y en razón de la presencia de la condición temporal, reviste el aspecto de la “perpetuidad”.); y, en efecto, el recorrido de los diferentes estados se representa, en algunas tradiciones, como una migración del ser en el cuerpo de esta serpiente (Este simbolismo se encuentra concretamente en la Pistis Sophia gnóstica, donde el cuerpo de la serpiente está partido según el Zodiaco y sus subdivisiones, lo que nos lleva por lo demás a la figura del ouroboros, ya que, en estas condiciones no puede tratarse más que del recorrido de un solo ciclo, a través de las diversas modalidades de un mismo estado; en este caso, la migración considerada se limita pues, para el ser, a los prolongamientos del estado individual humano.). Como este recorrido puede considerarse según dos sentidos contrarios, ya sea en el sentido ascendente, hacia los estados superiores, ya sea en el sentido descendente, hacia los estados inferiores, los dos aspectos opuestos del simbolismo de la serpiente, benéfico uno y maléfico el otro, se explican así por sí mismos (NA: A veces, el símbolo se desdobla para corresponder a estos dos aspectos, y se tienen entonces dos serpientes enrolladas en sentidos contrarios alrededor de un mismo eje, como en la figura del caduceo. Un equivalente de éste se encuentra en algunas formas del bastón brâhmanico (Brahma-danda), por un doble enrollamiento de líneas puestas respectivamente en relación con los dos sentidos de rotación del swastika. Este simbolismo tiene por lo demás aplicaciones múltiples, que no podemos pensar en desarrollar aquí; una de las más importantes es la que concierne a las corrientes sutiles en el ser humano (ver El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. XX); la analogía del “microcosmo” y del “macrocosmo” es válida también bajo este punto de vista particular.). SC XXV

La serpiente se encuentra enrollada, no solo alrededor del árbol, sino también alrededor de diversos otros símbolos del “EJE DEL MUNDO” (NA: Se encuentra concretamente alrededor del omphalos, así como de algunas figuraciones del “Huevo del Mundo” (ver El Rey del Mundo, cap. IX); hemos señalado a este propósito la conexión que existe generalmente entre los símbolos del árbol, de la piedra, del huevo y de la serpiente; esto daría lugar a consideraciones interesantes, pero que nos llevarían demasiado lejos.), y particularmente alrededor de la montaña, como se ve, en la tradición hindú, o en el simbolismo del “batimiento de la mar” (Este relato simbólico se encuentra en el Râmâyana.). Aquí, la serpiente Shêsha o Ananta, que representa la indefinidad de la Existencia universal, está enrollada alrededor del Mêru, que es la “montaña polar” (Ver El Rey del Mundo, cap. IX.), y es tirada en sentidos contrarios por los Dêvas y los Asuras, que corresponden respectivamente a los estados superiores e inferiores en relación al estado humano; se tendrán entonces los dos aspectos benéfico y maléfico, según que se considere la serpiente del lado de los Dêvas o del lado de los Asuras (NA: Se pueden referir también estos dos aspectos a las dos significaciones opuestas que presenta el término Asura mismo según la manera en la que se le descomponga: asu-ra, “que da la vida”; a-sura, “no-luminoso”. Es solo en este último sentido como los Asuras se oponen a los Dêvas, cuyo nombre expresa la luminosidad de las esferas celestes; en el otro sentido, por el contrario, se identifican en realidad a ellos (de donde viene la aplicación que se hace de esta denominación de Asuras, en algunos textos Vêdicos, a Mitra y a Varuna); es menester prestar mucha atención a esta doble significación para resolver las apariencias de contradicciones a las que puede dar nacimiento. – Si se aplica al encadenamiento de los ciclos el simbolismo de la sucesión temporal, se comprende sin esfuerzo por qué se dice que los asuras son anteriores a los Devas. Es al menos curioso destacar que en el simbolismo del Génesis hebraico, la creación de los vegetales antes de la de los astros o “luminarias” puede ser vinculada a esta anterioridad; en efecto, según la tradición hindú, el vegetal procede de la naturaleza de los Asuras, es decir, de los estados inferiores en relación al estado humano, mientras que los cuerpos celestes representan naturalmente los Devas, es decir, los estados superiores. Agregamos también, a este respecto, que el desarrollo de la “esencia vegetativa” en el Edem, es el desarrollo de los gérmenes provenientes del ciclo antecedente, lo que corresponde todavía al mismo simbolismo.); por otra parte, si se interpreta la significación de éstos en términos de “bien” y de “mal”, se tiene una correspondencia evidente con los dos lados opuestos del “Árbol de la Ciencia” y de los demás símbolos de los que hemos hablado precedentemente (En el simbolismo temporal, se tiene también una analogía con las dos caras de Janus, en tanto que una de éstas se considera como vuelta hacia el porvenir y la otra hacia el pasado. Quizás podremos algún día, en otro estudio, mostrar, de una manera más explícita de lo que hasta aquí hemos podido hacerlo, el lazo profundo que existe entre todos estos símbolos de las diferentes formas tradicionales.). SC XXV

Hay lugar a considerar todavía otro aspecto bajo el cual la serpiente, en su simbolismo general, aparece, si no precisamente como maléfica (lo que implica necesariamente la presencia del correlativo benéfico, puesto que “bien” y “mal”, como los dos términos de toda dualidad, no pueden comprenderse más que uno por el otro), al menos sí como temible, en tanto que figura el encadenamiento del ser a la serie indefinida de los ciclos de manifestación (Es el samsâra búdico, la rotación indefinida de la “rueda de la vida”, rotación de la cual el ser debe liberarse para alcanzar el Nirvâna. El apego a la multiplicidad es también, en un sentido, la “tentación” bíblica, que aleja al ser de la unidad central original y que le impide alcanzar el fruto del “Árbol de la Vida”; por eso es, en efecto, por lo que el ser está sometido a la alternancia de las mutaciones cíclicas, es decir, al nacimiento y a la muerte.). Este aspecto corresponde concretamente al papel de la serpiente (o del dragón que es entonces un equivalente de la misma) como guardián de algunos símbolos de inmortalidad cuyo acceso impide: es así como se la ve enrollada alrededor del árbol de las “manzanas de oro” del jardín de las Hespérides, o del haya del bosque de Cólquida del cual está suspendido “el Toisón de Oro”; es evidente que estos árboles no son otra cosa que formas del “Árbol de la Vida”, y que, por consiguiente, representan todavía elEJE DEL MUNDO” (NA: Es menester mencionar todavía, desde un punto de vista bastante próximo a éste, las leyendas simbólicas que, en numerosas tradiciones, representan la serpiente o el dragón como guardián de los “tesoros ocultos”; éstos están en relación con diversos otros símbolos muy importantes, como los de la “piedra negra” y del “fuego subterráneo” (ver El Rey del Mundo, cap. I y VII); se trata todavía de uno de esos numerosos puntos que no podemos más que indicar de pasada, sin perjuicio de volver a ellos en alguna otra ocasión.). SC XXV