Guénon Alcion

René Guénon — O Teosofismo
XXI — LAS TRIBULACIONES DE ALCIÓN
En el asunto del que vamos a hablar ahora, ya no es Pitágoras o Koot Hoomi a quien se trataba de manifestar, sin duda a título de «precursor», sino al Bodhisattva Maitreya mismo; y el joven a quien se enseñaba con este propósito ya no era un inglés, sino un hindú, Krisnamurti, del que Mme Besant se había instituido como tutora, así como de su hermano Nityananda, que debía tener que desempeñar también alguna misión accesoria; se les designaba habitualmente por los seudónimos astronómicos de Alción y de Mizar. Ambos acompañaron a Mme Besant en el viaje que ésta hizo a París en 1911, y aparecieron a su lado en la conferencia que dio en la Sorbona, el quince de junio, bajo la presidencia de M. Liard, el vicerrector de entonces (y que, conviene hacerlo notar, era protestante), y cuyo tema era «el mensaje de Giordano Bruno al mundo actual». Para comprender este título, es menester saber que Mme Besant pretende ser la reencarnación de Giordano Bruno, del mismo modo que pretende haber sido precedentemente la filósofa Hipatia, hija del matemático Teón de Alejandría; en oportunidades anteriores, había dado sobre este tema una versión completamente diferente, ya que ha afirmado expresamente, como Mme Blavatsky, «que había sido hindú en su vida anterior». En realidad, tales variaciones no son nada indicadas para inspirar confianza, y eso es también una contradicción más que se puede agregar a todas las que ya hemos tenido la ocasión de señalar hasta aquí.

En la época en que vino a París por primera vez (puesto que, en 1914, habría de volver), Alción contaba ya dieciséis años; había escrito, o al menos se había publicado con su nombre, un librito titulado Aux pieds du Maître, por el que los teosofistas mostraron la más viva admiración, aunque no fueran apenas más que una colección de preceptos morales sin gran originalidad. Gaston Revel terminaba un artículo consagrado a este libro con estas palabras significativas: «Mañana, el Anunciador será Dispensador de nuevos beneficios; ¡que sean numerosísimos, que sean multitud los corazones que seguirán su Estrella!». Precedentemente, había aparecido una obra muy extravagante, que tenía por título Déchirures dans le voile du temps, «por los principales instructores teósofos: Mme Anie Besant, M. C. W. Leadbeater, en colaboración con varias otras personas»: era una suerte de novela, digna de la historia de las antiguas razas humanas y procedente de la misma fuente, donde se contaban las treinta encarnaciones sucesivas de Alción, al menos las treinta últimas, ya que se aseguraba que había tenido muchas otras antes de esas. Como regla general, se debe admitir naturalmente que el hombre no guarda ningún recuerdo de sus vidas anteriores; pero parece que «los principales instructores teósofos» son una excepción, gracias a su «clarividencia» que les permite hacer investigaciones en el pasado; pero ya acabamos de ver hasta qué punto es posible fiarse de eso. Una suerte de adaptación francesa de esta obra, o más bien un resumen de ella acompañado de comentarios, fue publicado por M. Gastón Revel, en 1913, bajo este título: De l’an 25000 avant JésusChrist à nos jours. Conviene destacar el cuidado con que han sido escogidos los episodios contados, a fin de proporcionar la ocasión de recordar las diversas enseñanzas teosofistas; otro tanto para las predicciones que se han introducido en ella más o menos hábilmente, en fechas diversas, respecto al papel futuro de Alción; y finalmente la manera en que se vuelven a encontrar, de una existencia a otra, los mismos personajes, entre los cuales están los jefes de la Sociedad Teosófica: «Alrededor de ciento cincuenta miembros actuales de la Sociedad, dice M. Leadbeater (que figura entre ellos con el nombre de Sirius), se encuentran entre los personajes principales del drama que se desarrolla en el curso de esas vidas (Mme Besant es Hércules, Mme Blavatsky es Vajra, Olcott es Ulises, y así sucesivamente). Es profundamente interesante observar cómo aquellos que, en el pasado, han estado unidos frecuentemente por los lazos de la sangre, aun cuando hayan nacido en países alejados, se encuentran unidos de nuevo por el interés común que sienten por los estudios teosóficos y unidos también en un mismo amor por los Maestros aún más estrecho que por el parentesco terrestre». Se ha elaborado ahí toda una teoría de la «reunión de los Egos», en correlación con ciertas épocas a las que se considera como particularmente importantes en la historia de las razas humanas; y esto se aprovecha para declarar que «la fundación real de la Sociedad Teosófica se remontaría al año 22662 antes de Jesucristo», aseveración que conviene relacionar con las fantásticas genealogías de las sociedades secretas a las que hemos hecho alusión precedentemente. En cuanto al héroe de esta historia, he aquí las precisiones que se dan sobre la «iniciación» a que habría llegado recientemente, después de haberse preparado poco a poco en el curso de sus precedentes existencias: «Alción ya está listo en adelante para cumplir nuevos deberes, como discípulo directo de aquéllos (los «Maestros»), a los que sirvió bien en el pasado. Es así como, en su encarnación actual, encuentra en nuestra venerada Presidenta y en M. C. W. Leadbeater, a los amigos y familiares de antaño. Poco después, fue admitido en el Sendero de la Probación, y apenas habían pasado cinco meses cuando devino discípulo aceptado. Pocos días después, devenía el “Hijo de Maestro” y pasaba el primer Portal de la primera gran Iniciación, lo que le admite en el número de los miembros de la Gran Logia Blanca que gobierna la humanidad. Todos aquellos que antaño le conocieron, amaron y sirvieron, están hoy a su alrededor, como miembros de la Sociedad Teosófica». «Alción y aquellos que le rodean pertenecen al corazón del mundo; además, son las promesas del porvenir; todos ellos constituyen un grupo especial, llamado groupe des Serviteurs. Son los que secundan en su obra a los grandes Instructores de la humanidad». La expresión «pertenecer al corazón del mundo» significa que son discípulos directos del Bodhisattva, mientras que los fundadores de la Sociedad Teosófica, en razón de los lazos que manifestaban ligarlos personalmente al «Mahâtmâ» Morya, debían pertenecer al grupo del Manu o al «cerebro del mundo»; quizá, con esa distinción se quiera sugerir un medio de explicar y de excusar algunas divergencias.

No obstante, desde diversos lados se elevaban ya algunas protestas, y, en la India sobre todo, empezaban a circular algunos rumores molestos; a propósito de esto, pensamos que es necesario desmentir del modo más formal la leyenda inepta según la cual, en la India precisamente, multitudes enteras se habrían prosternado ante Krisnamurti. Ciertamente, se explica sin dificultad que esta leyenda haya sido propagada por los teosofistas, a fin de realzar el prestigio de su futuro Mesías; pero lo que comprendemos mucho menos, es que algunos de sus adversarios hayan juzgado bueno hacerse eco de semejantes enormidades; no se puede emplear otra palabra cuando se sabe como es apreciado el teosofismo por los hindúes. Desde el comienzo de 1911, el Dr M. C. Nanjunda Rao, profesor en la Escuela de medicina de Madrás, y a quien los teosofistas acusaron después de haber inspirado toda la campaña desarrollada contra ellos, escribía en el Arya-Bâla Samâj Magazine, de Mysore: «Las maniobras actuales de los teosofistas constituyen una severa condenación de los métodos adoptados para glorificar a ese joven Krisnamurti (Alción) como un segundo Cristo que viene a salvar a la humanidad afligida». Para aquellos que podrían confundirse por similitud de los títulos, digamos que el Arya-Bâla Samâj, cuyo órgano publicó estas líneas, no debe ser confundido con el Arya Samâj, del que hemos hablado más atrás, ni tampoco con otra organización llamada Arya-Bâla Bodhinî, que no fue más que una de las numerosas creaciones de la Sociedad Teosófica. Este Arya-Bâla Bodhinî es o era (pues no sabemos si existe todavía, y, en todo caso, no debió tener nunca mucho éxito) una «Asociación de jóvenes hindúes», quizás demasiado análoga, bajo algunos aspectos a las «Y. M. C. A.» o «Asociaciones cristianas de jóvenes» que el protestantismo anglo-norteamericano se esfuerza en extender en todos los países, y donde su espíritu de proselitismo se disimula bajo la máscara de una aparente neutralidad.

Por otra parte, en 1911 igualmente, el Dr J. M. Nair había publicado ya en un periódico medico, L’Antiseptic, un artículo extremamente mordaz contra el teosofismo, y no había vacilado en acusar claramente a M. Leadbeater de inmoralidad; este artículo, titulado Psychopathia sexualis chez un Mahâtmâ, fue reimpreso en folleto y reproducido después por el gran diario cotidiano Hindú. Como consecuencia de estos ataques y después de un cierto tiempo de reflexión, se iniciaron tres procesos, en diciembre de 1912, contra el Dr Nair, el Dr Râma Rao y el editor del Hindú; los tres fueron perdidos por la Sociedad y su presidente, que pretendían que se les había hecho responsables sin razón de las teorías de Leadbeater, alegando que éstas no habían tenido nunca más que un carácter puramente privado y personal. Al disponerse así a desautorizar de nuevo a Leadbeater, que se había hecho demasiado comprometedor, Mme Besant olvidaba que ella misma había escrito: «Una noche en que me dirigía a la casa del Maestro, Mme Blavatsky me hizo saber que debía emprenderse la defensa de Leadbeater contra las exageraciones de que se le acusa», y que, algún tiempo después, ella misma había dicho: «Debo permanecer o caer con él»; eso es lo que sus adversarios supieron recordarle muy a propósito, y, si Mme Besant perdió sus procesos, Leadbeater ganó sin duda no ser excluido por segunda vez de la Sociedad. Pero el escándalo fue grande, a pesar de los esfuerzos a veces desacertados de los amigos devotos de la presidenta: fue entonces cuando M. Arundale, principal del «Central Hindú College» de Benarés, escribió la carta confidencial, de un servilismo idolátrico respecto de Mme Besant, de la que hemos hablamos en otra parte; habiendo sido revelada esta carta por el Leader de Allahabad, un cierto número de profesores del colegio, que hacían con sus alumnos una propaganda teosofista muy ardorosa, fueron obligados, lo mismo que el principal mismo a presentar su dimisión. Un diario hindú, el Behari, resumió muy bien la impresión general en estos términos: «Si un movimiento debe ser juzgado por sus corifeos, y si Leadbeater es un corifeo del teosofismo, entonces el teosofismo, para los profanos, no es más que un enigma a mitad de camino entre indecencias escabrosas y pretensiones audaces, entre una enseñanza repelente y una increíble presunción».

Todo esto acabó por afectar al padre de Krisnamurti y de Nityananda, M. G. Narayaniah (o Narayan Iyer), que, no obstante, era un teosofista convencido, que pertenecía a la Sociedad desde 1882, y que, desde 1908 desempeñaba sin remuneración las funciones de secretario corresponsal adjunto de la «sección esotérica» en Adyar (su nombre teosófico era Antares); entonces quiso revocar la delegación de su derecho de tutela que había traspasado el 6 de marzo de 1910, y pidió al Alto Tribunal de Madrás que le fueran devueltos sus hijos. Después de un proceso cuyos detalles fueron reproducidos por el Times, el Juez Bakewell ordenó, el 18 de abril de 1913, que los jóvenes fueran restituidos a sus padres antes del 26 de mayo, declarando que el padre era siempre el tutor natural de sus hijos; en los considerandos de este juicio, leemos textualmente esto: «M. Leadbeater convino en su declaración que ha tenido y que continúa teniendo opiniones que yo no puedo calificar de otro modo que como siendo sin duda inmorales, y de naturaleza tal como para descalificarlo en tanto que educador de jovencitos, y que, agregadas a su presunto poder de percibir el acercamiento de pensamientos impuros, hacen de él un compañero muy peligroso para los niños. Es verdad que tanto él como su defensora han declarado que él ha prometido no expresar y no poner en práctica esas opiniones, pero un padre no debería verse obligado a fiarse de una promesa de ese género».

Mme Besant apeló inmediatamente a este juicio, apelación que fue rechazada en Madrás el 29 de octubre de 1913; entonces tomó la decisión de dirigirse a los tribunales de Inglaterra: sus dos pupilos estaban entonces en Oxford para completar allí su educación (¡singular preparación para una misión mesiánica!), y, debidamente aleccionados por los que los rodeaban (M. Arundale se había hecho su preceptor particular), declararon que se negaban a volver a la India. Esta vez, la apelación de Mme Besant fue aceptada en Londres, el 5 de mayo de 1914, por el comité Judicial del Consejo privado, y las cosas se quedaron como estaban; naturalmente, los teosofistas celebraron como un triunfo esta decisión, a la cual se puede creer que no fueron extrañas ciertas influencias políticas (ya veremos que se había intentado ejercerlas en Madrás), y uno de sus órganos franceses escribió al respecto: «Mme Annie Besant acaba de ganar el proceso que se había llevado contra ella. Es una buena noticia que no nos sorprende, pues ya la esperábamos. A partir de ahora nuestro movimiento se impondrá con fuerza aún más irresistible». Sin embargo, a partir de entonces se habló mucho menos de Alción. Todos estos incidentes eran, sin duda alguna, demasiado desfavorables para el cumplimiento de la misión a la que se le destinaba, y, además, se había tenido la prudencia de no presentarlo primeramente más que como un «anunciador», aunque haciendo entrever con bastante claridad el papel más importante que debía confiársele después: de esta manera, se conservaba otra posibilidad para el caso de que los acontecimientos tomaran un mal cariz.

Pero durante el proceso de Madrás se había tenido menos prudencia, y algunas declaraciones hechas bajo juramento, durante los debates del proceso, son sin ninguna duda las más extraordinarias que se hayan hecho nunca en plena audiencia; así, por ejemplo, Mme Besant declaró, bajo juramento, que se había encontrado en la presencia del Jefe Supremo de la Evolución de la tierra (el Logos planetario); que había estado conscientemente presente en la «Iniciación» de Krisnamurti en un cierto lugar del Tíbet; que tenía todas las razones para creer que Cristo, o el Señor Maitreya, como se Le nombra en Oriente, se servirá, de aquí en algunos años, para Su trabajo entre los hombres, del cuerpo del discípulo Krisnamurti, del mismo modo que hace dos mil años se sirvió del cuerpo del discípulo Jesús; y que en una cierta reunión en Benarés, Cristo se había aparecido y, durante algunos minutos, había «adumbrado» a Su «Elegido». También M. Leadbeater, bajo juramento, hizo declaraciones análogas y otras más, diciendo que había hecho investigaciones en Marte y en Mercurio, que podía leer los pensamientos de los hombres, y que ciertos Seres Sobrehumanos le habían encargado, hacía muchos años, buscar jóvenes aptos para el trabajo espiritual en el porvenir. Varias afirmaciones hechas en esas dos declaraciones dan a entender también que Mme Besant y M. Leadbeater se encontraban en comunicación constante con los «Jefes interiores» de la Sociedad Teosófica, llamados generalmente los «Maestros». Al leer estas cosas uno cree estar soñando, y se comprende que un diario hindú, el Poona Mail, escribiera de Mme Besant, que habría llegado a decir a M. Narayaniah que Leadbeater era «un Arhat en los confines de la divinidad», se había «hecho culpable de blasfemia» por las afirmaciones extravagantes que se había atrevido a hacer así bajo juramento.

Estas historias más o menos escandalosas no dejaron de suscitar perturbaciones en el seno mismo de la Sociedad Teosófica: la escisión más ruidosa fue la del «Rosacruciano» Rudolf Steiner, que arrastró consigo a la mayoría de las agrupaciones de Alemania, de Suiza y de Italia, más un cierto número de otras extendidas un poco por todas partes, y que formó con estos elementos una nueva organización independiente, a la que dio el nombre de «Sociedad Antroposófica». A consecuencia de esta escisión, cumplida oficialmente el 14 de enero de 1913, Mme Besant reconstituyó una nueva sección alemana muy disminuida, que comprendía las pocas ramas que permanecieron fieles a la dirección de Adyar, y, el 7 de marzo siguiente, designó como secretario general de esta sección, para substituir a Steiner, al Dr Hübbe Schleiden, director de la revista Sphinx; éste se había unido al movimiento teosofista desde hacía mucho tiempo, y, desde 1884, había sido favorecido con comunicaciones «precipitadas» de los «Mahâtmâs», de las que la primera le había llegado en un tren donde se encontraba en compañía de Olcott. Además del cisma de Steiner, del que vamos a hablar más largamente, hubo algunos otros menos importantes: es así como, el 30 de octubre de 1913, el grupo español «Marco Aurelio», de Pontevedra, se constituyó en centro autónomo, declarando «no estar ya en comunión de ideas y de doctrinas con la presidenta actual, atenerse a las enseñanzas de Mme Blavatsky y desaprobar formalmente la tendencia nueva dada a la Sociedad». Finalmente, algunos teosofistas norteamericanos hicieron oír protestas indignadas y crearon una «Liga de Reforma Teosófica», que contó entre sus principales miembros al Dr Buck, del que ya hemos hablado anteriormente; en el manifiesto de esta liga, que tuvo como órgano la revista Divine Life de Chicago, y que publicó además una serie de folletos muy edificantes sobre el proceso de Madrás, destacamos los pasajes siguientes: «Nos proponemos organizar en los Estados Unidos un cuerpo de teosofistas destinado a llevar a cabo una reforma de las condiciones en que se encuentra actualmente la Sociedad Teosófica, cuya presidenta, Mme Besant, asociada a M. Charles W. Leadbeater, durante toda la duración de sus funciones, ha causado la más deplorable desmoralización de la meta y del ideal de esta Sociedad… Contrariamente a los principios más fundamentales de la Teosofía, la presidenta de la Sociedad explota un nuevo culto personal, y bajo su patronazgo se desarrolla una religión particular. La conducta de Mme Besant, bajo este aspecto, constituye una caracterizada maldad, y su colaboración continua con M. Leadbeater es de naturaleza tal como para arrojar el descrédito sobre la Sociedad».


Guénon – Mistérios