Guénon Contra-tradição

René Guénon — O REINO DA QUANTIDADE E SINAL DOS TEMPOS

VIDE: CONTRA-INICIAÇÃO
De la antitradición a la contratradición
Las cosas de las que hemos hablado en último lugar, como todas las que pertenecen esencialmente al mundo moderno, tienen un carácter profundamente antitradicional; pero, en un sentido, van todavía más lejos que la «antitradición», entendida como una negación pura y simple, y tienden a la constitución de lo que se podría llamar más propiamente una «contratradición». En eso hay una distinción semejante a la que hemos hecho precedentemente entre desviación y subversión, y que corresponde también a las dos mismas fases de la acción antitradicional considerada en su conjunto: la «antitradición» ha tenido su expresión más completa en el materialismo que se podría llamar «integral», tal como reinaba hacia finales del siglo pasado; en cuanto a la «contratradición», todavía no vemos de ella más que los signos precursores, constituidos precisamente por todas esas cosas que apuntan a contrahacer de una manera o de otra la idea tradicional misma. Podemos agregar seguidamente que, del mismo modo que la tendencia a la «solidificación», expresada por la «antitradición», no ha podido alcanzar su límite extremo, que habría estado verdaderamente fuera y por debajo de toda existencia posible, es de prever que la tendencia a la disolución, que encuentra a su vez su expresión en la «contratradición», no lo podrá tampoco; las condiciones mismas de la manifestación, en tanto que el ciclo no está todavía enteramente acabado, exigen evidentemente que sea así; y, en lo que concierne al fin mismo de este ciclo, supone el «enderezamiento» por el que estas tendencias «maléficas» serán «transmutadas» para un resultado definitivamente «benéfico», así como ya lo hemos explicado más atrás. Por lo demás, todas las profecías (y, bien entendido, tomamos aquí esta palabra en su sentido verdadero) indican que el triunfo aparente de la «contratradición» no será sino pasajero, y que es en el momento mismo en el que aparecerá más completo cuando será destruida por la acción de influencias espirituales que intervendrán entonces para preparar inmediatamente el «enderezamiento» final1; será menester, en efecto, nada menos que una tal intervención directa para poner fin, en el momento preciso, a la más temible y más verdaderamente «satánica» de todas las posibilidades incluidas en la manifestación cíclica; pero, sin anticipar más, examinemos un poco más precisamente lo que representa en realidad esta «contratradición».

Para eso, debemos referirnos todavía al papel de la «contrainiciación»: en efecto, es evidentemente ésta la que, después de haber trabajado constantemente en la sombra para inspirar y dirigir invisiblemente todos los «movimientos» modernos, llegará en último lugar a «exteriorizar», si se puede expresar así, algo que será como la contrapartida de una verdadera tradición, al menos tan completamente y tan exactamente como lo permitan los límites que se imponen necesariamente a toda contrahechura posible. Como la iniciación es, así como lo hemos dicho, lo que representa efectivamente el espíritu de una tradición, la «contrainiciación» desempeñará un papel semejante al respecto de la «contratradición»; pero, bien entendido, sería completamente impropio y erróneo hablar aquí de espíritu, puesto que se trata precisamente de aquello en lo que el espíritu está más totalmente ausente, de aquello que sería incluso su opuesto si el espíritu no estuviera esencialmente más allá de toda oposición, y que, en todo caso, tiene en efecto la pretensión de oponérsele, imitándole en todo a la manera de esa sombra inversa de la que ya hemos hablado en diversas ocasiones; por eso es por lo que, por lejos que sea llevada esta imitación, la «contratradición» no podrá ser nunca más que una parodia, y será solo la más extrema y la más inmensa de todas las parodias, parodia de la que no hemos visto todavía hasta aquí, con toda la falsificación del mundo moderno, más que «ensayos» muy parciales y «prefiguraciones» muy pálidas en comparación de lo que se prepara para un porvenir que algunos estiman próximo, en lo cual la rapidez creciente de los acontecimientos actuales tendería bastante a darles la razón. Por lo demás, no hay que decir que no tenemos en modo alguno la intención de buscar fijar aquí fechas más o menos precisas, a la manera de los aficionados a las pretendidas «profecías»; incluso si la cosa se hiciera posible por un conocimiento de la duración exacta de los periodos cíclicos (aunque la principal dificultad reside siempre, en parecido caso, en la determinación del punto de partida real que es menester tomar para efectuar su cálculo), por eso no convendría menos guardar la mayor reserva a este respecto, y eso por razones precisamente contrarias a las que mueven a los propagadores conscientes o inconscientes de predicciones desnaturalizadas, es decir, para no correr el riesgo de contribuir a aumentar todavía la inquietud y el desorden que reinan al presente en nuestro mundo.
[…] Estas pocas consideraciones deben ayudar a comprender cómo la constitución de una «contratradición» es posible, pero también por qué no podrá ser nunca más que eminentemente inestable y casi efímera, lo que no le impide ser verdaderamente en sí misma, como lo decíamos más atrás, la más temible de todas las posibilidades. Se debe comprender igualmente que esa es la meta que la «contrainiciación» se propone realmente y que se ha propuesto constantemente en toda la continuidad de su acción, y que la «antitradición» negativa no representaba en suma más que su preparación obligada; después de eso, solo nos queda examinar todavía un poco más de cerca lo que es posible prever desde ahora, de conformidad con diversos indicios concordantes, en cuanto a las modalidades según las cuales podrá realizarse esta «contratradición».




  1. Es a lo que se refiere realmente esta fórmula: «es cuando todo parezca perdido cuando todo será salvado», repetida de una manera en cierto modo maquinal por un enorme número de «videntes», de los que cada uno la ha aplicado naturalmente a lo que ha podido comprender, y generalmente a acontecimientos de una importancia mucho menor, a veces incluso completamente secundaria y simplemente «local», en virtud de esa tendencia «empequeñecedora» que ya hemos señalado a propósito de las historias relativas al «Gran Monarca», y que desemboca en no ver en éste más que un futuro rey de Francia; no hay que decir que las profecías verdaderas se refieren a cosas de una amplitud mucho mayor. 

René Guénon