Guénon Filosofia Moderna

René Guénon — A GRANDE TRÍADA

DEFORMACIONES FILOSÓFICAS MODERNAS
En el comienzo de la filosofía moderna, Bacon considera todavía los tres términos Deus, Homo, Natura como constituyendo tres objetos de conocimiento distintos, a los que hace corresponder respectivamente las tres grandes divisiones de la «filosofía»; solamente, atribuye una importancia preponderante a la «filosofía natural» o ciencia de la Naturaleza, de conformidad con la tendencia «experimentalista» de la mentalidad moderna, que él representa en aquella época, como Descartes, por su lado, representa sobre todo su tendencia «racionalista»1. De alguna manera, no es todavía más que una simple cuestión de «proporciones»2; estaba reservado al siglo XIX ver aparecer, en lo que concierne a este mismo ternario, una deformación bastante extraordinaria e inaudita: queremos hablar de la pretendida «ley de los tres estados» de [?Augusto_Comte]; pero, como la relación de ésta con aquello de lo que se trata puede no aparecer evidente a primera vista, quizás no serán inútiles algunas explicaciones a este respecto, ya que hay en esto un ejemplo bastante curioso de la manera en que el espíritu moderno puede desnaturalizar un dato de origen tradicional, cuando se atreve a apoderarse de él en lugar de rechazarle pura y simplemente.

El error fundamental de Comte, a este respecto, es imaginarse que, cualquiera que sea el género de especulación al que el hombre se ha librado, nunca se ha propuesto nada más que la explicación de los fenómenos naturales; partiendo de este punto de vista estrecho, se le ha visto llevado forzosamente a suponer que todo conocimiento, de cualquier orden que sea, representa simplemente una tentativa más o menos imperfecta de explicación de esos fenómenos. Juntando entonces a esta idea preconcebida una visión enteramente fantasiosa de la historia, cree descubrir, en los conocimientos diferentes que siempre han coexistido en realidad, tres tipos de explicación que él considera como sucesivos, porque, al referirlos equivocadamente a un mismo objeto, los encuentra naturalmente incompatibles entre sí; por consiguiente, les hace corresponder a tres fases que habría atravesado el espíritu humano en el curso de los siglos, y que él llama respectivamente «estado teológico», «estado metafísico» y «estado positivo». En la primera fase, los fenómenos serían atribuidos a la intervención de agentes sobrenaturales; en la segunda, serían referidos a las fuerzas naturales, inherentes a las cosas y ya no transcendentes en relación a ellas; finalmente, la tercera fase estaría caracterizada por la renuncia a la búsqueda de las «causas», que sería reemplazada entonces por la búsqueda de las «leyes», es decir, de las relaciones constantes entre los fenómenos. Este último «estado», que, por lo demás, Comte considera como el único definitivamente válido, representa bastante exactamente la concepción relativa y limitada que es en efecto la de las ciencias modernas; pero todo lo que concierne a los otros dos «estados» no es verdaderamente más que un montón de confusiones; no lo examinaremos en detalle, lo que sería de muy poco interés, y nos contentaremos con extraer los puntos que están en relación directa con la cuestión que consideramos al presente.

Comte pretende que, en cada fase, los elementos de explicación a los que se hace llamada se habrían coordinado gradualmente, para concluir en último lugar en la concepción de un principio único que los comprende a todos: así, en el «estado teológico», los diversos agentes sobrenaturales, primero concebidos como independientes los unos de los otros, habrían sido después jerarquizados, para sintetizarse finalmente en la idea de Dios3. De igual modo, en el supuesto «estado metafísico», las nociones de las diferentes fuerzas naturales habrían tendido cada vez más a fundirse en la de una «entidad» única, designada como la «Naturaleza»4; por lo demás, con esto se ve que Comte ignoraba totalmente lo que es la metafísica, ya que, desde que se habla de «Naturaleza» y de fuerzas naturales, es evidentemente de «física» de lo que se trata y no de «metafísica»; ciertamente, le habría bastado remitirse a la etimología de las palabras para evitar una equivocación tan grosera. Como quiera que sea, vemos aquí a Dios y a la Naturaleza, considerados no ya como dos objetos de conocimiento, sino solo como dos nociones a las que conducen los dos primeros de los tres géneros de explicación considerados en esta hipótesis5; queda el Hombre, y es quizás un poco más difícil ver cómo desempeña el mismo papel al respecto del tercero, pero no obstante es así en realidad.




  1. Por lo demás, Descartes también se dedica sobre todo a la «física»; pero pretende construirla por razonamiento deductivo, sobre el modelo de las matemáticas, mientras que Bacon quiere al contrario establecerla sobre una base enteramente experimental. 

  2. Aparte, bien entendido, de las reservas que habría lugar a hacer sobre la manera completamente profana en que las ciencias se concebían ya entonces; pero aquí hablamos solo de lo que se reconoce como objeto de conocimiento, independientemente del punto de vista bajo el que se considera. 

  3. Estas tres fases secundarias son designadas por Comte bajo los nombres de «fetichismo», de «politeísmo» y de «monoteísmo»; apenas hay necesidad de decir aquí que, antes al contrario, es el «monoteísmo», es decir, la afirmación del Principio uno, lo que está necesariamente en el origen; e incluso, en realidad, solo este «monoteísmo» ha existido siempre y por todas parte, salvo en el caso de la incomprensión del vulgo y en un estado de extrema degeneración de algunas formas tradicionales. 

  4. Por lo demás, Comte supone que, por todas partes donde se ha hablado así de la «Naturaleza», ésta debe estar más o menos «personificada», como lo estaba en efecto en algunas declamaciones filosóficas-literarias del siglo XVIII. 

  5. En bien evidente que no es en efecto más que una simple hipótesis, e incluso una hipótesis muy mal fundada, lo que Comte afirma así «dogmáticamente» dándole abusivamente el nombre de «ley». 

René Guénon