René Guénon — A Grande Tríade
PREFACIO
Muchos comprenderán sin duda, solo por el título de este estudio, que se refiere sobre todo al simbolismo de la tradición extremo oriental, ya que se sabe bastante generalmente el papel que desempeña en ésta el ternario formado por los términos «Cielo, Tierra, Hombre» (Tien-ti-jen); este ternario, al que se ha tomado el hábito de designar más particularmente por el nombre de «Tríada», incluso si no se comprende siempre exactamente su sentido y su alcance, es lo que trataremos precisamente de explicar aquí, señalando también, por lo demás, las correspondencias que se encuentran a este respecto en otras formas tradicionales; ya le hemos consagrado un capítulo en otro estudio1, pero el tema merece ser tratado con más desarrollos. Se sabe igualmente que existe en China una «sociedad secreta», o lo que se ha convenido llamar así, a la que se ha dado en Occidente el mismo nombre de «Tríada»; como no tenemos la intención de tratar de ella especialmente, será bueno decir a continuación algunas palabras sobre este tema a fin de no tener que volver sobre él en el curso de nuestra exposición2.
[…]
No volveremos a hablar especialmente sobre la Tien-ti-houei, salvo cuando haya lugar a precisar algunos puntos particulares, ya que no es eso lo que nos proponemos; pero lo que diremos en el curso de nuestro estudio, además de su alcance mucho más general, mostrará implícitamente sobre qué principios reposa esta organización, en virtud de su título mismo, y permitirá comprender por eso cómo, a pesar de su exterioridad, tiene un carácter realmente iniciático, que asegura a sus miembros una participación al menos virtual en la tradición taoísta. En efecto, el papel que se asigna al hombre como tercer término de la Tríada es propiamente, en un cierto nivel, el del «hombre verdadero» (tchenn-jen), y, en otro, el del «hombre transcendente» (cheun-jen), indicando así los fines respectivos de los «misterios menores» y de los «misterios mayores», es decir, los fines mismos de toda iniciación. Sin duda, esta organización, por sí misma, no es de las que permiten llegar efectivamente a ellos; pero puede al menos prepararlos, por lejanamente que esto sea, para aquellos que están «cualificados», y constituye así uno de los «atrios» que pueden, para esos, dar acceso a la jerarquía taoísta, cuyos grados no son otros que los de la realización iniciática misma.
Se encontrarán detalles sobre la organización de que se trata, su ritual y sus símbolos (concretamente los símbolos numéricos de los que hace uso), en la obra de B. Favre sobre Les Sociétés secrètes en Chine; esta obra está escrita desde un punto de vista profano, pero el autor ha entrevisto al menos algunas cosas que escapan ordinariamente a los sinólogos, y, aunque está lejos de haber resuelto todas las cuestiones suscitadas a este propósito, tiene no obstante el mérito de haberlas planteado bastante claramente. — Ver también por otra parte Matgioi, La Voie rationnelle, cap. VII. ↩