René Guénon — Pierre Grimal
«Letras de Humanidad» (t. IV, 1945) contiene un largo estudio sobre «El Dios Janus y los orígenes de Roma», por M. Pierre Grimal, donde se encuentran, bajo el punto de vista histórico, numerosas reseñas interesantes y poco conocidas, pero del cual no se desprende desafortunadamente ninguna conclusión realmente importante. El autor tiene enorme razón, cierto, al criticar «a los historiadores de las religiones» que quieren reducirlo todo a unas ideas tan «simples y groseras» como la de las «fuerzas de la naturaleza» o la de las «funciones sociales»; pero, ¿son sus propias explicaciones, con ser de un carácter más sutil, mucho más satisfactorias en el fondo? Sea como fuere de lo que es menester pensar de la existencia más o menos hipotética de un término arcaico ianus designando la «acción de ir» y teniendo por consecuencia el sentido de «pasaje» o de «paso», no vemos lo que permite sostener que no había en el origen ningún parentesco entre este término y el nombre del Dios Janus, pues una simple diferencia de declinación no impide seguramente en nada la comunidad de raíz; no hay ahí, a decir verdad, más que sutilezas filológicas sin alcance serio. Incluso si se admite que, primitivamente, el nombre de Janus no haya sido latín (puesto que, para M. Grimal, Janus habría sido primeramente un «dios extranjero»), ¿por qué la raíz i , «ir», que es común al latín y al sánscrito, no se iba a haber encontrado también en otras lenguas? Se podría todavía hacer otra hipótesis bastante verosímil: ¿Por qué los romanos, cuando adoptaron este dios, no iban a haber traducido su nombre, cualquiera que haya podido ser, por un equivalente en su propia lengua, como cambiaron más tarde los nombres de los dioses griegos para asimilarles a los suyos? En suma, la tesis de M. Grimal es que el antiguo Janus de ningún modo habría sido un «dios de las puertas», y que este carácter no le habría sido sobreagregado más que «tardíamente», a consecuencia de una confusión entre dos palabras diferentes, aunque de forma completamente semejante; pero todo eso no nos parece de ningún modo convincente, ya que la suposición de una coincidencia así dicha «fortuita» jamás explica nada. Es por lo demás muy evidente que el sentido profundo del simbolismo del «dios de las dos puertas» se le escapa; ¿ha visto siquiera su relación estrecha con la función de Janus en lo que concierne al ciclo anual, lo que le vincula empero bastante directamente al hecho de que este mismo Janus haya sido, como él lo dice, un «dios del Cielo», y también en tanto que Dios de la iniciación? Este último, por lo demás, ha pasado enteramente bajo silencio; sin embargo, en efecto se dice que «Janus fue un iniciador, el dios mismo de los iniciadores», pero este término no está tomado ahí más que en una acepción desviada y del todo profana, que en realidad no tiene absolutamente nada que ver con la iniciación… Hay precisiones curiosas sobre la existencia de un dios bifrons en otras partes que en Roma, y concretamente en la cuenca oriental del Mediterráneo, pero es muy exagerado querer concluir de ello que «Janus» no es en Roma más que la encarnación de Ouranos sirio»; como nos lo hemos dicho frecuentemente, las similitudes entre diferentes Tradiciones están bien lejos de implicar necesariamente «plagios» de la una a la otra, pero, ¿se podrá jamás hacerlo comprender a los que creen que el solo «método histórico» es aplicable a todo? Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos : RESEÑAS : LETRAS DE HUMANIDAD, tomo IV