René Guénon — APRECIAÇÕES SOBRE O ESOTERISMO ISLÂMICO E O TAOISMO
El-Faqru
El ser contingente puede definirse como el que no tiene en sí mismo su razón suficiente; un tal ser, por consiguiente, nada es por sí mismo, y nada de lo que él es le pertenece en propiedad. Tal es el caso del ser humano, en tanto que individuo, así como el de todos los seres manifestados, en cualquier estado que esto sea, puesto que, cualquiera que sea la diferencia entre los grados de la Existencia universal, la misma es siempre nula al respecto del Principio. Los seres, humanos u otros, están pues, en todo lo que son, en una dependencia completa frente al Principio, «fuera del cual nada hay, absolutamente nada que exista»1; es en la consciencia de esta dependencia en lo que consiste propiamente lo que varias Tradiciones designan como la «pobreza espiritual». Al mismo tiempo, para el ser que ha llegado a esta consciencia, la consciencia en cuestión tiene por consecuencia inmediata el desvinculamiento al respecto de todas las cosas manifestadas, ya que sabe desde entonces que esas cosas también son nada, que su importancia es rigurosamente nula en relación a la Realidad Absoluta. Este desvinculamiento, en el caso del ser humano, implica esencialmente y ante todo la indiferencia al respecto de los frutos de la acción, tal y como lo enseña concretamente la Bhagavad-Gîtâ, indiferencia por la cual el ser escapa al encadenamiento indefinido de las consecuencias de esa acción: Es la «acción sin deseo» (nishkâma karma), mientras que la «acción con deseo» (sakâma karma) es la acción cumplida en vistas de sus frutos.