Guénon Semente Ponto Germe

René Guénon — OS SÍMBOLOS DA CIÊNCIA SAGRADA

O GRÃO DE MOSTARDA
SEMENTE — PONTO — GERME
Para limitarnos al caso que aquí nos interesa en especial y para hacer la cosa más fácilmente comprensible, podemos tomar términos de comparación en el orden matemático, sirviéndonos de los dos simbolismos, el geométrico y el aritmético, entre los cuales hay a este respecto perfecta concordancia. Así, el punto geométrico es cuantitativamente nulo1 y no ocupa ningún espacio, aunque es el principio por el cual se produce el espacio íntegro, que no es sino el desarrollo de las virtualidades propias de aquél, ya que la “efectuación” del espacio resulta de la irradiación del punto según las “seis direcciones”2. Del mismo modo, la unidad aritmética es el menor de los números si se la encara como situada en la multiplicidad, pero es el mayor en principio, pues los contiene virtualmente a todos y produce su serie íntegra por la sola repetición indefinida de sí misma. Y del mismo modo también, para volver al simbolismo de que tratábamos al comienzo, el yod es la menor de las letras del alfabeto hebreo, y sin embargo de ella derivan las formas de todas las demás3. A esta doble relación se refiere también el doble sentido jeroglífico del yod, como “principio” y como “germen”: en el mundo superior, es el principio, que contiene todas las cosas; en el mundo inferior, es el germen, que está contenido en todas las cosas; son el punto de vista de la trascendencia y el de la inmanencia, conciliados en la única síntesis de la armonía total4). El punto es a la vez principio y germen de las extensiones; la unidad es a la vez principio y germen de los números; igualmente, el Verbo divino, según se lo considere como eternamente subsistente en sí o como haciéndose “Centro del Mundo”5, es a la vez principio y germen de todos los seres6).

El Principio divino que reside en el centro del ser está representado por la doctrina hindú como un grano o semilla ( dhâtu ), como un germen ( bhija )7), porque, en cierto modo, solo esta virtualmente en ese ser, hasta tanto la “Unión” se haya realizado de modo efectivo8. Por otra parte, ese mismo ser, y la manifestación íntegra a la cual pertenece, no son sino por el principio, no tienen realidad positiva sino por participación en su esencia, y en la medida misma de esta participación. El Espíritu divino ( atman ), siendo el Principio único de todas las cosas, sobrepasa o trasciende inmensamente toda existencia9; por eso se lo califica de mayor que cada uno de los “tres mundos”, terrestre, intermedio y celeste ( los tres términos del Tribhúvana ), que son los diferentes modos de la manifestación universal, y también de mayor que estos “tres mundos” en conjunto, puesto que está más allá de toda manifestación, siendo el Principio inmutable, eterno, absoluto e incondicionado10.




  1. Esta nulidad corresponde a lo que el taoísmo llama la “nada de forma”. 

  2. Sobre las relaciones entre el punto y la extensión, cf. Le Symbolismo de la Croix. cap. XVI. 

  3. De ahí estas palabras: “Antes pasarán el cielo y la tierra que pase una sola jota ( iota, es decir, un solo yod ) o una tilde ( parte de letra, forma elemental asimilada al yod ) de la Ley, sin que todo se verifique” ( San Mateo, V, 18 ). 

  4. La identidad esencial de ambos aspectos está representada también por la equivalencia numérica de los nombres ‘el-‘Elyòn, ‘el Dios altísimo’, y ‘Immanû’el, ‘Dios en nosotros’ ( cf. Le Roi du Monde, cap. VI) . — La suma de las letras consonánticas de cada nombre es 197, debiendo contarse, en virtud de las reglas de escritura hebrea, la doble m como simple. ( N. del T  

  5. En la tradición hindú, el primero de estos dos aspectos del Verbo es Svayambhû ( ‘El que subsiste por sí mismo’ ), y el segundo es Hiranyagarbha ( el ‘Embrión de oro’ ). 

  6. Desde otro punto de vista, esta consideración del sentido inverso podría aplicarse también a las dos fases complementarias de la manifestación universal: despliegue y repliegue ( développement et enveloppement ), espiración y aspiración, expansion y concentración, “solución” y “coagulación” ( cf. La Grande Triade, cap. VI  

  7. Se advertirá a este respecto el parentesco de las palabras latinas gramen, ‘grano’, y germen, ‘germen’. En sánscrito, la palabra drâtu sirve también para designar la ‘raíz’ verbal, como ‘simiente’ cuyo desarrollo da nacimiento al lenguaje íntegro ( cf. L’Homme et son devenir selon le Vêdânta, cap. XI  

  8. Decimos “virtualmente” más bien que “potencialmente”, porque no puede haber nada de potencial en el orden divino; solo desde el punto de vista del ser individual y con respecto a él podría hablarse aquí de potencialidad. La pero potencialidad es la indiferenciación absoluta de la “materia prima” en el sentido aristotélico, idéntica a la indistinción del caos primordial. 

  9. Tomamos la palabra “existencia” en su acepción etimológica rigurosa: “existere” es ex-stare, tener su ser de otro que de sí mismo, ser dependiente de un principio superior; la existencia así entendida es, pues, propiamente el ser contingente, relativo, condicionado, el modo de ser de lo que no tiene en sí mismo su razón suficiente. 

  10. Los “tres mundos” no se mencionan en la parábola del grano de mostaza, pero están representados por las tres medidas de harina en la parábola de la levadura, que la sigue inmediatamente ( San Mateo, XIII, 33; San Lucas, XIII. 20-21 ). 

René Guénon