Guénon Terra Santa

René Guénon — SÍMBOLOS DA CIÊNCIA SAGRADA

VIDE: TERRA SANTA
LOS GUARDIANES DE TIERRA SANTA
Entre las atribuciones de las órdenes de caballería, y más particularmente de los Templarios, una de las más conocidas, pero no de las mejor comprendidas en general, es la de “guardianes de Tierra Santa”. Seguramente, si se atiene uno al sentido más exterior, se encuentra una explicación inmediata de este hecho en la conexión existente entre el origen de esas órdenes y las Cruzadas, pues, para los cristianos como para los judíos, ciertamente parece que la “Tierra Santa” no designa sino Palestina. Empero, la cuestión se torna más compleja cuando se advierte que diversas organizaciones orientales cuyo carácter iniciático no es dudoso, como los asacíes y los drusos, han tomado igualmente ese mismo título de “guardianes de Tierra Santa”. Aquí, en efecto, no puede tratarse ya de Palestina; y, por otra parte, es notable que esas organizaciones presenten un número considerable de rasgos comunes con las órdenes de Caballería occidentales, y que incluso algunas de éstas hayan estado históricamente en relación con aquéllas. ¿Qué debe, pues, entenderse en realidad por “Tierra Santa”, y a qué corresponde exactamente ese papel de “guardianes” que parece vinculado a un género de iniciación determinado al cual puede llamarse iniciación “caballeresca”, dando a este término una extensión mayor de la que se le atribuye de ordinario pero que las analogías existentes entre las diversas formas de aquello de que se trata bastarían ampliamente para justificar? Ya hemos mostrado en otro lugar, especialmente en nuestro estudio sobre Le Roi du Monde, que la expresión “Tierra Santa”, tiene cierto número de sinónimos: “Tierra pura”, “Tierra de los Santos”, “Tierra de los Bienaventurados”, “Tierra de los Vivos”, “Tierra de Inmortalidad’, que estas designaciones equivalentes se encuentran en las tradiciones de todos los pueblos, y que se aplican siempre esencialmente a un centro espiritual cuya localización en una región determinada, por lo demás, puede entenderse, según los casos literal o simbólicamente, o en ambos sentidos a la vez. Toda “Tierra Santa” se designa además por expresiones como las de “Centro del Mundo” o “Corazón del Mundo lo cual requiere alguna explicación, pues estas designaciones uniformes, aunque diversamente aplicadas, podrían fácilmente llevar a ciertas confusiones.
[…] No sin motivo hemos relacionado aquí ambos simbolismos, pues su estrecha similitud muestra que, cuando se habla de la “caballería del Santo Graal” o de los “Guardianes de la Tierra Santa”, debe entenderse por ambas expresiones exactamente la misma cosa; nos falta explicar, en la medida de lo posible, en qué consiste propiamente la función de esos “guardianes”, función que fue en particular la de los Templarios1.

Para comprender bien de qué se trata, es menester distinguir entre los mantenedores de la tradición, cuya función es la de conservarla y transmitirla, y los que reciben solamente de ella, en mayor o menor grado, una comunicación y, podríamos decir, una participación.

Los primeros, depositarios y dispensadores de la doctrina, están junto a la fuente misma, que es propiamente el centro; de allí, la doctrina se comunica y reparte jerárquicamente a los diversos grados iniciáticos, según las corrientes representadas por los ríos del Pardés, o, si se quiere retomar la figuración que hemos estudiado hace un momento, por los canales que, yendo del interior al exterior, vinculan entre sí los recintos sucesivos correspondientes a esos diversos grados.

Así, pues, no todos los que participan de la tradición han llegado al mismo grado ni realizan las mismas funciones; inclusive sería preciso establecer una distinción entre ambas cosas, las cuales, aunque generalmente en cierta manera se corresponden, no son empero estrictamente solidarias, pues puede ocurrir que un hombre esté intelectualmente cualificado para recibir los grados más altos pero no sea apto por eso para cumplir todas las funciones en la organización iniciática. Aquí, solo debemos considerar las funciones; y, desde este punto de vista, diremos que los “guardianes” están en el límite del centro espiritual, tomado en su sentido más lato, o en el último recinto, aquel por el cual el centro está a la vez separado del “mundo exterior” y en relación con él. Por consiguiente, estos “guardianes” tienen una doble función: por una parte, son propiamente los defensores de la “Tierra Santa” en el sentido de que vedan el acceso a quienes no poseen las cualificaciones requeridas para penetrar, y constituyen lo que hemos llamado su “cobertura externa”, es decir, la ocultan a las miradas profanas; por otra parte, aseguran también así ciertas relaciones regulares con el exterior, según lo explicaremos en seguida.

Es evidente que el papel de defensor es, para hablar el lenguaje de la tradición hindú, una función de kshátriya; y, precisamente, toda iniciación “caballeresca” está esencialmente adaptada a la naturaleza propia de los hombres que pertenecen a la casta guerrera, o sea la de los kshátriya. De ahí provienen los caracteres especiales de esta iniciación, el simbolismo particular de que hace uso, y especialmente la intervención de un elemento afectivo, designado muy explícitamente por el término “Amor”; nos hemos explicado suficientemente sobre este asunto para que sea innecesario detenernos más en él2. Pero, en el caso de los Templarios, hay algo más que tomar en cuenta: aunque su iniciación haya sido esencialmente “caballeresca”, como convenía a su naturaleza y función, tenían un doble carácter, a la vez militar y religioso; y así debía ser si pertenecían, como tenemos buenas razones para creerlo, a los “guardianes” del Centro supremo, donde la autoridad espiritual y el poder temporal se reúnen en su principio común, y que comunica la marca de esta reunión a todo cuanto le está directamente vinculado. En el mundo occidental, donde lo espiritual toma la forma específicamente religiosa, los verdaderos “Guardianes de la Tierra Santa”, en tanto que tuvieron una existencia en cierto modo “oficial”, debían ser caballeros, pero caballeros que fuesen monjes a la vez; y, en efecto, eso precisamente fueron los Templarios.

Esto nos lleva directamente a hablar del segundo papel de los “Guardianes” del Centro supremo, papel que consiste, decíamos, en asegurar ciertas relaciones exteriores y sobre todo, agregaremos, en mantener el vínculo entre la tradición primordial y las tradiciones secundarias derivadas. Para que pueda ser así, es menester que haya en cada forma tradicional una o varias organizaciones constituidas en esa misma forma, según todas las apariencias, pero compuestas por hombres conscientes de lo que está más allá de todas las formas, vale decir, de la doctrina única que es la fuente y esencia de todas las otras, y que no es sino la tradición primordial.




  1. Saint-Yves d’Alveidre emplea, para designar a los “guardianes” del Centro supremo, la expresión “Templarios del Agarttha”; las consideraciones que aquí formulamos harán ver la exactitud de este término, cuya significación él mismo quizá no había captado plenamente. 

  2. Ver “Le Langage secret de Dante et des ‘Fidéles d’Amour‘”, en V. I., febrero de 1929. 

René Guénon