Otro punto sobre el que hay lugar a insistir, es la naturaleza puramente «interior» de la verdadera alquimia, que es propiamente de orden psíquico cuando se la toma en su aplicación más inmediata, y de orden espiritual cuando se la transpone a su sentido superior; y, en realidad, eso es lo que constituye todo su valor desde el punto de vista iniciático. Por consiguiente, esta alquimia no tiene nada que ver con las operaciones materiales de una «química» cualquiera, en el sentido actual de esta palabra; casi todos los modernos se han equivocado extrañamente sobre esto, tanto aquellos que han querido constituirse en defensores de la alquimia como aquellos que, por el contrario, se han hecho sus detractores; y esta equivocación es todavía menos excusable en los primeros que en los segundos que, al menos, nunca han pretendido, ciertamente, la posesión de un conocimiento tradicional cualquiera. No obstante, es muy fácil ver en qué términos los antiguos hermetistas hablan de los «sopladores» y «quemadores de carbón», en los que es menester reconocer a los verdaderos precursores de los químicos actuales, por poco halagador que sea para estos últimos; e, inclusive en el siglo XVIII todavía, un ALQUIMISTA como Pernety no deja de subrayar en toda ocasión la diferencia entre la «filosofía hermética» y la «química vulgar». Así pues, como ya lo hemos dicho en muchas ocasiones al mostrar el carácter de «residuo» que tienen las ciencias profanas en relación a las ciencias tradicionales (pero éstas son cosas tan completamente extrañas a la mentalidad actual que nunca se podría insistir demasiado en ello), lo que ha dado nacimiento a la química moderna, no es la alquimia, con la que no tiene en suma ninguna relación real (como tampoco la tiene, por lo demás, con la «hiperquímica» imaginada por algunos ocultistas contemporáneos) (NA: En relación a la alquimia, esta «hiperquímica» es casi lo que es la astrología moderna, llamada «científica», en relación a la verdadera astrología tradicional (cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. X).); la química moderna no es más que una deformación o una desviación suya, salida de la incomprehensión de aquellos que, profanos desprovistos de toda cualificación iniciática e incapaces de penetrar en una medida cualquiera el verdadero sentido de los símbolos, tomaron todo al pie de la letra, según la acepción más exterior y más vulgar de los términos empleados, y, creyendo así que no se trataba en todo eso más que de operaciones materiales, se lanzaron a una experimentación más o menos desordenada, y en todo caso bastante poco digna de interés bajo más de un aspecto (NA: Existen todavía acá y allá pseudoALQUIMISTAs de todo tipo, y hemos conocido a algunos, tanto en oriente como en occidente; ¡pero podemos asegurar que nunca hemos encontrado a ninguno que haya obtenido resultados cualesquiera, por pocos que fueran, en relación con la suma prodigiosa de esfuerzos dispensados en investigaciones que acababan por absorber toda su vida!). En el mundo árabe igualmente, la alquimia material ha sido siempre muy poco considerada, y a veces asimilada incluso a una suerte de brujería, mientras que, por el contrario, se tenía en un honor muy elevado a la alquimia «interior» y espiritual, designada frecuentemente bajo el nombre de kimyâ es-saâdah o «alquimia de la felicidad» (NA: Existe concretamente un tratado de El-Ghazâli que lleva este título.). 936 RGAI ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL HERMETISMO
Por el contrario, donde estamos enteramente de acuerdo con M. Evola, y donde vemos incluso el mayor mérito de su libro, es cuando insiste sobre la naturaleza puramente espiritual e «interior» de la verdadera alquimia, que nada en absoluto tiene que ver con las operaciones materiales de una «química» cualquiera, en el sentido natural de este término; casi todos los modernos están extrañamente equivocados sobre esto, tanto los que han querido mostrarse defensores de la alquimia como los que se han hecho sus detractores. Es empero fácil ver en qué términos los antiguos hermetistas hablan de los «sopladores» y «quemadores de carbón», en los cuales es menester reconocer a los verdaderos precursores de los químicos actuales, por poco halagüeño que esto sea para estos últimos; y, en el siglo XVIII todavía, un ALQUIMISTA como Pernéty no se priva de subrayar la diferencia de la «filosofía hermética» y de la «química vulgar». Así, lo que ha dado nacimiento a la química moderna, no es en punto ninguna la alquimia, con la que no tiene en suma ninguna relación (como tampoco la tiene por lo demás con la «hiperquímica» imaginada por algunos ocultistas contemporáneos); es solamente una deformación o una desviación de aquella, salida de la incomprensión de los que, incapaces de penetrar el verdadero sentido de los símbolos, tomaron todo al pie de la letra y, creyendo que no se trataba en todo eso más que de operaciones materiales, se lanzaron a una experimentación más o menos desordenada. En el mundo árabe igualmente, la alquimia material ha sido siempre muy poco considerada, a veces incluso asimilada a una especia de brujería, mientras que se tenía allí muy en honor la alquimia espiritual, la única verdadera, frecuentemente designada bajo el nombre de Kimia es-saâdah o «alquimia de la felicidad» (Existe un tratado de El-Ghazâli que lleva este título. ). 2575 FTCC LA TRADICIÓN HERMÉTICA