Según la concepción ortodoxa, un ángel, en cuanto “intermediario celeste”, no es en el fondo sino la expresion misma de un atributo divino en el orden de la manifestación no-formal, pues solo eso permite establecer, a través de él, una comunicación real entre el estado humano y el Principio mismo, del cual representa así un aspecto más particularmente accesible para los seres que están en ese estado humano. Es, por otra parte, lo que muestran con toda claridad los nombres angélicos mismos, que son siempre, en efecto, designación de atributos divinos; aquí sobre todo, efectivamente, el nombre corresponde de modo pleno a la naturaleza del ser y se identifica en realidad con su esencia misma. En tanto esta significacioón no se pierda de vista, las “raíces” no pueden, pues, estar “cortadas”; podría decirse, por consiguiente,. que a este respecto el error, consistente en creer que el nombre divino pertenece en propiedad al ángel como tal y en cuanto ser “separado”, solo se hace posible cuando la inteligencia de la lengua sagrada viene a oscurecerse, y, si se advierte todo lo que esto implica en realidad, podrá comprenderse que esta observación admite un sentido mucho más profundo de lo que parecería a primera vista (Recordaremos a este respecto lo que indicábamos antes en cuanto a la correspondencia de los diversos grados del conocimiento con los sentidos más o menos “interiores” de las Escrituras sagradas; es evidente que se trata de algo sin nada en común con el saber enteramente externo, que es todo lo que puede dar el estudio de una lengua profana, e inclusive, agregaremos, el de una lengua sagrada por procedimientos tales como los de los lingüistas modernos). Estas consideraciones dan también todo su valor a la interpretación cabalística de Mal’ajì, ‘Mi ángel’ o ‘Mi enviado’ (Sabido es que la significación etimológica de la palabra “ángel” (griego ángelos) es ‘enviado’ o ‘mensajero’, y que la palabra hebrea correspondiente, mal’aj tiene también el mismo sentido), como “el ángel en el cual está Mi nornbre”, es decir, en definitiva, en el cual está Dios mismo, por lo menos en alguno de sus aspectos “atributivos” (Cf. Le Roi du Monde, p. 33. Desde el punto de vista principial, es el ángel o más bien el atributo por el representado quien está en Dios, pero la relación aparece como invertida con respecto a la manifestación). Esta interpretación se aplica, en primer lugar y por excelencia, a Metatrón, el “Ángel de la Faz” (El nombre de Metatrón es numéricamente equivalente al nombre divino Shadday), o a Mîja’el (Miguel) (nombre del cual Mal’aji es un anagrama) en tanto que, en su papel “solar”, se identifica en cierto modo con Metatrón; pero es aplicable también a cualquiera de los ángeles, pues éstos son verdaderamente, con respecto a la manifestación y en el sentido más riguroso del término, los “portadores” de otros tantos nombres divinos, e inclusive, visto del lado de la “Verdad” (el-Haqq) no son realmente nada sino esos nombres. La diferencia no es sino la que resulta de cierta jerarquía que puede establecerse entre los atributos divinos, según procedan más o menos directamente de la Esencia, de modo que su manifestación podrá considerarse como situada en niveles diferentes, y tal es, en suma, el fundamento de las JERARQUÍAS ANGÉLICAS; tales atributos o aspectos deben necesariamente concebirse, por lo demás, como en multitud indefinida cuando se los encara “distintivamente”, y a esto corresponde la multitud misma de los ángeles (Debe tenerse bien presente que se trata aquí de una multitud “trascendental” y no de una indefinitud numérica (cf. Les Principes du calcul infinitésimal, cap. III); los ángeles no son en modo alguno “enumerables”, puesto que no pertenecen al dominio de existencia condicionado por la cantidad). SFCS: LAS “RAICES DE LAS PLANTAS”