Manvantara (RGEH)

Uno puede preguntarse porque es ello así, y la doctrina hindú, con la teoría de los ciclos cósmicos, nos provee una respuesta a esta cuestión. Ello es que nos encontramos en el Kali-Yuga, en la edad sombría en la cual la espiritualidad queda reducida a su mínimo, por las leyes mismas del desarrollo de un ciclo humano, que conducen a una especie de materialización progresiva a través de sus diversos periodos, periodos de los cuales éste es el último; por ciclo humano, entendemos aquí únicamente la duración de un MANVANTARA. Hacia el fin de esta edad, todo se halla confundido, las castas se hallan mezcladas, la familia misma no existe más; y, ¿No esto exactamente lo que vemos hoy alrededor de nosotros? ¿Es menester concluir de ello que el ciclo actual toca efectivamente a su fin, y que pronto veremos levantarse la aurora de un nuevo MANVANTARA? Uno podría estar tentado a creerlo, sobre todo si se piensa en la velocidad creciente con la que los sucesos se precipitan; pero quizás el desorden no haya alcanzado todavía su punto más extremo, y quizás la humanidad deba descender todavía más abajo, en el exceso de una civilización enteramente material, antes de poder remontar hacia el Principio y hacia las realidades espirituales y divinas. Por lo demás poco importa: que ello suceda un poco antes o un poco más tarde, ese desarrollo descendente que los occidentales modernos denominan «progreso» encontrará su límite, y entonces la «edad negra» tocará a su fin; es entonces que aparecerá el Kalkin-avatâra, el que va montado sobre el caballo blanco, que lleva sobre su cabeza una triple diadema, signo de la soberanía en los tres mundos, y que tiene en su mano una espada flamígera como la cola de un cometa; entonces el mundo del desorden y del error será destruido, y, mediante la potencia purificadora y regeneradora de Agni, las cosas todas serán restablecidas y restauradas en la integralidad de su estado primordial, siendo el fin del ciclo presente a un mismo tiempo el comienzo del ciclo futuro. Aquellos que saben que esto debe ser así no pueden, ni siquiera en medio de la más extremada confusión, perder su inmudable serenidad; por enojoso que se vivir en una época de turbulencia y de obscuridad casi general, los antedichos no pueden ser afectados por ello en el fondo de ellos mismos, y es esto lo que hace la fuerza de la verdadera elite. Sin duda que, si la obscuridad debe todavía ir extendiéndose cada vez más, esta elite podrá, inclusive en oriente, quedar reducida a un muy pequeño número; pero hasta que algunos guarden integralmente el verdadero conocimiento, para quedar prestos, cuando los tiempos sean cumplidos, a salvar todo lo que pueda todavía ser salvado del mundo actual, lo que devendrá el germen del mundo futuro. EH: EL ESPIRITU DE LA INDIA ( (Publicado en Le Monde Nouveau, de junio de 1930.)

Debemos hacer observar primero que la dificultad no cae sobre la traducción del término sanâtana, término del que el latín perennis es bien realmente un equivalente; es propiamente de “perennidad” o de perpetuidad que es cuestión aquí, y no en punto ninguno de eternidad como se dice a veces. En efecto, ese término sanâtana implica una idea de duración, mientras que la eternidad, antes al contrario, es esencialmente la “no duración”; la duración en cuestión aquí es indefinida, si se quiere, o más precisamente “cíclica”, en la acepción del término griego aiônios, término que tampoco tiene el sentido de “eterno” como los modernos, por una deplorable confusión, se le atribuyen muy frecuentemente. Lo que es perpetuo en ese sentido, es lo que subsiste constantemente desde el comienzo al fin de un ciclo; y según la tradición hindú, el ciclo que debe ser considerado en lo que concierne al Sanâtana Dharma es un MANVANTARA, es decir, la duración de la manifestación de una humanidad terrestre. Añadiremos de inmediato, ya que se verá más adelante toda la importancia de ello, que sanâtana tiene también el sentido de “primordial” y es por lo demás fácil comprender el lazo muy directo de este sentido con lo que acabamos de indicar, pues que lo que es verdaderamente perpetuo no puede ser más que lo que se remonta al origen mismo del ciclo. En fin, debe ser bien entendido que esta perpetuidad, con la estabilidad que implica necesariamente, aunque no debe ser confundida de ningún modo con la eternidad y aunque no tiene con ella medida en común ninguna, es no obstante como un reflejo, en las condiciones de nuestro mundo, de la eternidad y de la inmutabilidad que pertenecen a los principio mismos de los cuales el Sanâtana Dharma es la expresión en relación a este. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)

Podría decirse que el Dharma, si uno debiera considerarle así más que en principio, es necesariamente sanâtana, e inclusive en una acepción más extensa que la que hemos considerado más arriba, pues que, en lugar de limitarse a un cierto ciclo y a los seres que se manifiestan en él, se aplica igualmente a todos los seres y a todos sus estado de manifestación. En efecto, encontramos aquí la idea de permanencia y de estabilidad; pero va de suyo que esta, fuera de la cual no podría en punto ninguno ser cuestión de Dharma, puede no obstante ser aplicada de una manera relativa, a diferentes niveles y en dominios más o menos restringidos, y es esto lo que justifica todas las acepciones secundarias o “especializadas” de las que el término en cuestión es susceptible. Por lo mismo que debe ser concebido como principio de conservación de los seres, el Dharma reside, para estos, en la conformidad a su naturaleza esencial; por consiguiente se puede hablar, en ese sentido, del Dharma propio de cada ser, que es designado más precisamente como swadharma, o de cada categoría de seres, tanto como del dharma de un mundo o de un estado de existencia, o solamente de un porción determinada de este, o, en fin, de un cierto periodo o de un cierto pueblo; y, cuando se habla de Sanâtana Dharma, es entonces como lo hemos dicho, del conjunto de una humanidad que es cuestión, y eso durante toda la duración de su manifestación, duración que constituye un MANVANTARA. Todavía puede decirse, en ese caso, que es la “ley” o la “norma” propia de ese ciclo, formulada desde su origen por el Manu que le rige, es decir, por la Inteligencia Cósmica que refleja en él la Voluntad Divina y expresa allí el Orden Universal; y es este, en principio, el verdadero sentido del Mânava-Dharma, independientemente de todas las adaptaciones particulares que podrían ser derivadas de él mismo, y que recibirán, por lo demás legítimamente, la misma designación por que estas no serán en suma más que como traducciones suyas requeridas por tales o cuales circunstancias de tiempo y de lugar. No obstante, es menester añadir que, en parecido caso, puede suceder que la idea misma de “ley” conlleve de hecho una cierta restricción, ya que, aunque pueda también, como ello sucede en el caso de su equivalente hebreo Thorah, ser aplicada por extensión al contenido de todo el conjunto de las Escrituras Sagradas, en aquello en lo que la idea en cuestión hace pensar de la manera más inmediata es naturalmente en el aspecto “legislativo” propiamente dicho, aspecto que seguramente queda muy lejos de constituir toda la tradición, aunque sea parte integrante de ella en toda civilización que pueda ser calificada de normal. Este aspecto no es en realidad más que una aplicación al orden social (NA: pero que por lo demás, como todas las demás aplicaciones, presupone necesariamente la doctrina puramente metafísica que es la parte esencial y fundamental de la Tradición), del conocimiento principal de lo que todo lo demás depende enteramente y sin el cual nada verdaderamente tradicional, en cualesquiera dominio que eso sea, podría existir de ninguna manera. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)

Ahora, debe pues ser fácil comprender lo que es el Sanâtana Dharma: No es otra cosa que la tradición Primordial, que sola subsiste continuamente y sin cambio a través de todo el MANVANTARA y que posee así la perpetuidad cíclica, y ello, porque su primordialidad misma la sustrae a las vicisitudes de las épocas sucesivas, y que es la sola que puede también, en todo rigor, ser mirada como verdadera y plenamente integral. Por lo demás, a consecuencia de la marcha descendente del ciclo y del oscurecimiento espiritual que resulta de ella, la tradición Primordial ha devenido oculta e inaccesible para la humanidad ordinaria; ella es la fuente primera y el fondo común de todas las formas tradicionales particulares, que proceden de aquella por adaptación a las condiciones especiales de tal pueblo o de cual época, pero ninguna de estas podría ser identificada al Sanâtana Dharma mismo o ser considerada como una expresión adecuada de él, ello, aunque no obstante sean siempre cada una de ellas como una imagen más o menos velada de este Sanâtana Dharma. Toda tradición ortodoxa es un reflejo y, se podría decir que un “sustituto” de la tradición primordial, en toda la medida en que lo permitan las circunstancias contingentes, de suerte que, si ella no es el Sanâtana Dharma, no obstante le representa verdaderamente para aquellos que se adhieren y participan de la misma, de una manera efectiva, pues que los antedichos no pueden alcanzarle más que a través de ella, y ya que por lo demás la tradición, en su caso, expresa del Sanâtana Dharma, si no la integralidad, al menos todo lo que les concierne del mismo directamente, y eso bajo la forma más apropiada a su naturaleza individual. En un cierto sentido, todas esas formas tradicionales diversas se hallan contenidas en modo principal en el Sanâtana Dharma, pues que son otras tantas adaptaciones regulares y legítimos de este, y ya que inclusive ninguno de los desarrollos de los cuales resultan ser susceptibles en el curso de los tiempos podría ser jamás otra cosa en el fondo; y, en otro sentido inverso y complementario de este, todas contienen a su vez el Sanâtana Dharma como lo que hay en ellas de más interior y de más central y que son en sus diferentes grados de exterioridad, como velos que le recubrieran y no le dejaran transparentarse más que de una manera atenuada y más o menos parcial. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)

Y pues que esto es verdad para todas las formas tradicionales, sería un error querer asimilar pura y simplemente el Sanâtana Dharma a alguna de entre ellas, cualesquiera que pueda ser por lo demás, por ejemplo a la tradición hindú tal y cual se presenta actualmente a nosotros; y si este error es a veces cometido de hecho, ello no puede ser más que entre aquellos cuyo horizonte, en razón de las circunstancias en las cuales se encuentran, está limitado exclusivamente a esta sola tradición. Si no obstante esta asimilación es legítima en una cierta medida según lo que acabamos de explicar, los adherentes de cada una de las demás tradiciones podrían decir también, en el mismo sentido y al mismo título, que su propia tradición es el Sanâtana Dharma; una tal afirmación sería siempre verdadera en un sentido relativo, si bien que sea evidentemente falsa en el sentido absoluto. Hay no obstante una razón por la cual la noción del Sanâtana Dharma aparece como ligada más especialmente a la tradición hindú: Es que esta es, de todas las formas tradicionales actualmente vivientes, la que deriva más directamente de la tradición primordial, si bien que es en cierto modo como la continuación al exterior de aquella, teniendo en cuenta siempre, bien entendido, las condiciones en las cuales se desarrolla el ciclo humano, condiciones de las cuales ella misma da una descripción más completa que todas las que uno podría encontrar en otras partes, y ya que participa así a un más alto grado que todas las demás, en su perpetuidad. Además, es interesante hacer observar que la tradición hindú y la tradición islámica son las únicas que afirman expresamente y con toda claridad la validez de todas las demás tradiciones ortodoxas; y, si ello es así, es porque, pues que son la primera y la última en fecha en el curso del MANVANTARA, ambas deben integrar igualmente, aunque bajo modos diferentes, todas esas formas diversas que se han producido en el intervalo, a fin de volver posible el “retorno a los orígenes” por el cual el final del ciclo deberá coincidir con su comienzo, y que, en el punto de salida de un nuevo MANVANTARA, manifestará de nuevo al exterior el verdadero Sanâtana Dharma. EH: SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)

Guénon – Hinduísmo