M. Gualtherus H. Mees, en su libro Dharma and Society, libro del que ya hemos dicho algunas palabras, se extiende sobre todo, como lo apuntábamos entonces, sobre la cuestión de las castas; por lo demás, para traducir ese término no acepta el sentido en que nosotros le entendemos, sino que antes prefiere guardar el término sánscrito VARNA sin traducirle, o bien asimilarle a una expresión como la de «clases naturales», expresión que, en efecto define bastante bien aquello de que se trata, pues que es verdaderamente una repartición jerárquica de los seres humanos en conformidad con la naturaleza propia de cada uno de ellos. No obstante, es de temer que el término «clases», inclusive acompañado de un calificativo, evoque la idea de algo más o menos comparable a las clases sociales de occidente, clases que, ellas sí, son la verdad puramente artificial, y las que no tienen cosa ninguna en común con una jerarquía tradicional, jerarquía de la cual representan todo lo más una especie de parodia o de caricatura. Es así que, por nuestra parte, encontramos que vale todavía más emplear el término «castas», término que no tiene seguramente más que un valor enteramente convencional, pero que al menos ha sido hecho expreso para designar la organización hindú, pero M. Mees reserva ese término a las «castas» múltiples que existen de hecho en la India actual, y en las cuales quiere ver algo enteramente diferente de los VARNAs primitivos. No podemos participar en esta manera de considerar las cosas, pues que estas no son en realidad más que subdivisiones secundarias, debidas a una complejidad o a una mayor diferenciación de la organización social, y, cualesquiera que sea su multiplicidad, no dejan de entrar menos por ello siempre en el cuadro de los cuatro VARNAs, los que solos constituyen la jerarquía fundamental y permanecer necesariamente invariables, en tanto que expresión de los principios tradicionales y reflejo cósmico en el orden social humano. EH: VARNA (Publicado en V. J. de noviembre de 1935)
Hay bajo esta distinción que quiere hacer M. Mees entre VARNA y «casta», una idea que nos parece inspirada en gran parte en las teorías bergsonianas sobre las «sociedades abiertas» y las «sociedades cerradas», bien que el autor no se refiere jamás a estas: El autor ensaya distinguir dos aspectos del dharma, de los cuales uno correspondería más o menos al VARNA y el otro correspondería a la «casta», y cuyo predominio se afirmaría alternativamente en lo que él denomina «periodos de la vida» y «periodos de la forma», a los cuales atribuye caracteres respectivamente «dinámicos» y «estáticos». No tenemos en punto ninguno la intención de discutir aquí esas concepciones filosófico-históricas, que no reposan evidentemente sobre ningún aporte tradicional; es más interesante para nosotros el relevar un malentendido al sujeto del término jâti que el autor cree que designa lo que él denomina «casta», cuando es que, en realidad, el término en cuestión es llana y simplemente un sinónimo o un equivalente de VARNA. Ese término jâti significa literalmente «nacimiento», pero sería menester no entenderlo, o al menos no exclusivamente ni en principio, en el sentido de herencia; designa la naturaleza individual del ser, en tanto que la misma está necesariamente determinada desde su nacimiento mismo, como conjunto de posibilidades que desarrollará en el curso de su existencia; esta naturaleza resulta ante todo de lo que es el ser en él mismo y secundariamente sólo de las influencias del medio, medio del cual forma parte la herencia propiamente dicha; todavía conviene añadir que ese medio mismo está normalmente determinado por una cierta ley de «afinidad», de manera de ser tan conforme como sea posible a las tendencias propias del ser que nace en él; decimos normalmente, ya que puede ocurrir que haya excepciones más o menos numerosas, ello al menos, en un periodo de confusión como el Kali-Yuga. Esto sentado, uno no ve en punto ninguno qué cosa podría ser una casta “abierta», si uno ha de entender por esto (¿y podría entenderlo de otro modo?) que un individuo tendría la posibilidad de cambiar de casta en un momento dado; eso implicaría en el individuo en cuestión un cambio de naturaleza que es tan enteramente inconcebible como lo sería un cambio súbito de especie en la vida de un animal o de un vegetal (NA: y se puede hacer observar que el término jâti tiene también el sentido de «especie», lo que hace más completamente significativa esta comparación). Es así, que un aparente cambio de casta no podría ser nada más que la reparación de un error, en el caso de que se le hubiera atribuido primeramente al individuo una casta que no fuera realmente la suya; pero el hecho de que un tal error pueda producirse a veces (NA: y más precisamente todavía a consecuencia de la obscurización del Kali-Yuga) no impide de ningún modo, de una manera general, la posibilidad de determinar la casta verdadera desde el nacimiento; es así que, si M. Mees parece creer que sólo la consideración de la herencia interviene entonces, es sin duda porque ignora que los medios de esta determinación pueden ser provistos por ciertas ciencias tradicionales, como lo sea la astrología (NA: la que, bien entendido, es aquí otra cosa que la pretendida «astrología científica» de algunos occidentales modernos, y no tiene punto en común tampoco con un arte «conjetural» o «adivinatorio», no más que con el empirismo de las estadísticas y del cálculo de probabilidades). EH: VARNA (Publicado en V. J. de noviembre de 1935)
Puesto esto a punto, volvemos ahora a la noción misma de VARNA: El término en cuestión significa propiamente «color», pero también, por extensión, significa «cualidad» en general, y es esto por lo que puede ser tomado para designar la naturaleza individual; M. Mees descarta muy justamente la interpretación bizarra propuesta por algunos, que quieren ver en el sentido de «color» la prueba de que la distorsión de los VARNAs habría estado en el origen, basada sobre diferencias de raza, interpretación de la cual es enteramente imposible encontrar en ninguna parte la menor confirmación. La verdad es que, si colores hay que son efectivamente atribuidos a los VARNAs, ello es de una manera enteramente simbólica; y la “llave” de ese simbolismo queda dada por la correspondencia de los mismos colores con los gunas, correspondencia que es claramente indicada en modo muy explícito en este texto del Vishnu-Purâna: “Cuando Brahmâ, en conformidad con su designio, quiso producir el mundo, seres en los cuales sattwa prevalecía provinieron de su boca; otros en los cuales rajas era predominante provinieron de su pecho; otros en los cuales rajas y tamas eran igualmente fuertes uno y otro provinieron de sus muslos; en fin, otros provinieron de sus pies, pues que tenían por característica principal tamas. De esos seres fueron compuestos los cuatro VARNAs, los Brâhmanes, los Kshatriyas, los Vaishyas y los Shûdras, los que habrían provenido respectivamente de su boca, de su pecho, de sus muslos y de sus pies”. Es así que sattva, pues que es representado por el color blanco, traspasa este mismo naturalmente a los Brâhmanes; de igual modo, el rojo, color representativo de rajas, es atribuido a los Kshatriyas; los Vaishyas, caracterizado por una mezcla de los dos gunas inferiores, tienen por color simbólico el amarillo; en fin, el negro, color de tamas, es en consecuencia el que conviene a los Shûdras. EH: VARNA (Publicado en V. J. de noviembre de 1935)