CASTAS — VIAS
René Guénon: AS TRÊS VIAS
Estas consideraciones nos llevan a considerar todavía otra relación, la que existe, de una manera general, entre los tres mârgas y las tres castas «dos veces nacidas»; por lo demás, es fácil comprender que debe haber una tal relación, puesto que la distinción de las castas no es otra cosa en principio que una clasificación de los seres humanos según sus naturalezas individuales, y puesto que es precisamente por conveniencia con la diversidad de esas naturalezas por lo que existe una pluralidad de vías. Puesto que los brâhmanes son de naturaleza «sattwica», están particularmente calificados para el Jnâna-mârga, y se dice expresamente que deben tender tan directamente como sea posible a la posesión de los estados superiores del ser; por lo demás, su función misma en la sociedad tradicional es esencialmente y ante todo una función de conocimiento. Las otras dos castas, cuya naturaleza es principalmente «rajásica», ejercen funciones que, en sí mismas, no rebasan el nivel individual y están orientadas hacia la actividad exterior1: las de los kshatriyas corresponden a lo que se puede llamar el «psiquismo» de la colectividad, y las de los vaishyas tienen por objeto las diversas necesidades del orden corporal; según lo que hemos dicho precedentemente, de eso resulta que los kshatriyas deben estar calificados sobre todo para el Bhakti-mârga y los vaishyas para el Karma-mârga, y, de hecho, es en efecto eso lo que se puede constatar generalmente en las formas iniciáticas que les están destinadas respectivamente. No obstante, a propósito de esto hay que hacer una precisión importante: es que, si se entiende el Karma-mârga en su sentido más extenso, se define por el swadharma, es decir, por el cumplimiento por cada ser de la función que es conforme a su propia naturaleza; entonces se podría considerar su aplicación a todas las castas, salvo, sin embargo, que este término sería manifiestamente impropio en lo que concierne a los brâhmanes, pues la función de éstos está en realidad más allá del dominio de la acción; pero al menos podría aplicarse a la vez, aunque con modalidades diferentes, al caso de los kshatriyas y al de los vaishyas, lo que es un ejemplo de la dificultad que hay, como lo decíamos más atrás, en separar de una manera completamente clara lo que conviene a los unos y a los otros, y, por lo demás, se sabe que la Bhagavad Gîtâ expone un Karma-Yoga que es más especialmente para el uso de los kshatriyas. A pesar de eso, por ello no es menos verdad que, si se toman las palabras en su sentido más estricto, las iniciaciones de los kshatriyas presentan en su conjunto un carácter sobre todo «bháktico» y las de los vaishyas un carácter sobre todo «kármico»; y esto se aclarará todavía dentro de un momento por un ejemplo sacado de las formas iniciáticas del mundo occidental mismo.
En efecto, no hay que decir que, cuando hablamos de las castas como lo hacemos aquí, refiriéndonos en primer lugar a la tradición hindú por la comodidad de nuestra exposición y porque nos proporciona a este respecto la terminología más adecuada, lo que decimos de ellas se extiende igualmente a todo lo que corresponde en otras partes a estas castas, bajo una forma o bajo otra, ya que las grandes categorías entre las cuales se reparten las naturalezas individuales de los seres humanos son siempre y por todas partes las mismas, por eso mismo de que, reducidas a su principio, no son más que una resultante de la predominancia respectiva de los diferentes gunas, lo que es evidentemente aplicable a la humanidad toda entera, en tanto que caso particular de una ley que vale para todo el conjunto de la manifestación universal. La única diferencia notable está en la proporción más o menos grande, según las condiciones de tiempo y de lugar, de los hombres que pertenecen a cada una de estas categorías y que, por consiguiente, si están calificados para recibir una iniciación, serán susceptibles de seguir una u otra de las vías correspondientes2; y, en los casos más extremos, puede ocurrir que alguna de estas vías deje de existir prácticamente en un medio dado, una vez que ha devenido insuficiente para permitir el mantenimiento de una forma iniciática distinta el número de aquellos que serían aptos para seguirla3. Es lo que ha ocurrido concretamente en occidente, donde, desde hace ya mucho tiempo al menos, las aptitudes para el conocimiento han sido, constantemente, cada vez más raras y menos desarrolladas que la tendencia a la acción, lo que equivale a decir que, en el conjunto del mundo occidental, e incluso en lo que constituye la «élite» al menos relativa, rajas predomina con mucho sobre sattwa; así, incluso ya en la Edad Media, no se encuentran indicios bien claros de la existencia de formas iniciáticas propiamente «jnânicas», que habrían debido corresponder normalmente a una iniciación sacerdotal; eso llega a tal punto que incluso las organizaciones iniciáticas, que estaban entonces en conexión más especial con algunas órdenes religiosas, por eso no tenían menos un carácter «bháktico» fuertemente acentuado, en la medida en que es posible juzgarlo según el modo de expresión empleado habitualmente por aquellos de sus miembros que dejaron obras escritas. Por el contrario, se encuentra en aquella época, por una parte, la iniciación caballeresca, cuyo carácter dominante es evidentemente «bháktico»4, y, por otra parte, las iniciaciones artesanales, que eran «kármicas» en el sentido más estricto, puesto que estaban basadas esencialmente sobre el ejercicio efectivo de un oficio. No hay que decir que la primera era una iniciación de kshatriyas y que las segundas eran iniciaciones de vaishyas, tomando la designación de las castas según la significación general que hemos explicado hace un momento; y agregaremos que los lazos que existieron casi siempre de hecho entre estas dos categorías, así como hemos tenido frecuentemente la ocasión de señalarlo en otras partes, son una confirmación de lo que hemos dicho más atrás de la imposibilidad de separarlas completamente. Más tarde, las formas «bhákticas» mismas desaparecieron, y las únicas iniciaciones que subsisten todavía actualmente en occidente son iniciaciones de oficio o lo han sido en el origen; incluso allí donde, a consecuencia de algunas circunstancias particulares, la práctica del oficio ya no se requiere como una condición necesaria, lo que, por lo demás, no puede considerarse sino como una disminución, cuando no como una verdadera degeneración, eso no cambia nada evidentemente en cuanto a su carácter esencial.
NOTAS:
Decimos que «en sí mismas» porque pueden ser transformadas por una iniciación que las toma como soporte. ↩
Para no complicar inútilmente nuestra exposición, no hacemos intervenir aquí la consideración de las anomalías que, en la época actual y sobre todo en occidente, resultan de la «mezcla de las castas», de la dificultad siempre creciente de determinar exactamente la verdadera naturaleza de cada hombre, y del hecho de que la mayoría no desempeña ya la función que convendría realmente a su propia naturaleza. ↩
Señalamos incidentemente que esto puede obligar a aquellos que están todavía calificados para esta vía a «refugiarse», si es permisible expresarse así, en organizaciones que practican otras formas iniciáticas que primitivamente no estaban hechas para ellos, inconveniente que, por lo demás, puede ser atenuado por una cierta «adaptación» efectuada en el interior de esas organizaciones mismas. ↩
Es la misma cosa para las iniciaciones tales como la de los Fedeli d’Amore, como el nombre mismo de ésta lo indica expresamente, aunque el elemento «jnânico» parezca haber tenido ahí no obstante un mayor desarrollo que en la iniciación caballeresca, con la cual tenían por lo demás relaciones bastante estrechas. ↩