Evola Saturno

Revolta contra o Mundo Moderno

Esta edad es esencialmente la edad del ser, es decir de la verdad en sentido trascendente. Esto es lo que se desprende no solo del término hindú satya-yuga que lo designa, en donde sat quiere decir ser, o satya, la verdad, sino probablemente también de la palabra Saturno, que designa en latín al rey o dios de la edad de oro. Saturnus, corresponde al Kronos helénico, y evoca obscuramente la misma idea; su nombre está formado por la raíz aria sat, que quiere decir ser, unida a la desinencia atributiva urnus, (como en nocturnus, etc.). Para expresar la edad de lo que es, es decir de la estabilidad espiritual, se verá más adelante que, en algunas representaciones del lugar original en donde este ciclo se desarrolla, se utilizan frecuentemente los símbolos de la “tierra firme” en medio de las aguas, la “isla”, el monte o de la “tierra media”. El atributo olímpico es pues aquel que mejor le conviene. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 2

En tanto que edad del ser, la primera edad es también, en sentido eminente, la edad de los vivientes. Según Hesíodo, la muerte — esta muerte que es verdaderamente un fin y no deja tras ella sino el Hades — no habría aparecido más que en el curso de las dos últimas edades (de hierro y de bronce). En la edad de Kronos, la vida era “similar a la de dos dioses. Existía una “eterna juventud de fuerza”. El ciclo se cerró, “pero los hombres permanecieron en una forma invisible, alusión a la doctrina ya mencionada de la ocultación de los representantes de la tradición primordial y de su centro. En el reino del iranio Yima, rey de la edad de oro, no se habría conocido ni la enfermedad ni la muerte, hasta que nuevas condiciones cósmicas hubieran forzado la retirada a un refugio “subterráneo” en el que sus habitantes escapan al sombrío y doloroso destino de las nuevas generaciones,. Yima, “el Espléndido, el Glorioso, el que entre los hombres es semejante al sol”, hizo de forma que, en su reino, la muerte no existiera. Según los helenos y romanos, en el reino de oro de Saturno, los hombres y los dioses inmortales habrían vivido una misma vida; igualmente, los dominadores de la primera de las dinastías míticas egipcias son llamados dioses, seres divinos y, según el mito caldeo, la muerte no habría reinado universalmente más que el la época postdiluviana, cuando los “dioses” hubieron dejado a los hombres la muerte y conservado solo para ellos la vida. Las tradiciones célticas, por su parte, utilizan, el término Tir na mBeo, la “Tierra de los Vivientes” y Tir na hOge, la “Tierra de la Juventud” para designar una isla o tierra atlántica misteriosa que, según la enseñanza druídica, fue el lugar de origen de los hombres. En la leyenda de Echtra Condra Cain, este se identifica con el “País del Victorioso” — Tir na Boadag — al que se le llama “el País de los Vivientes, donde no se conoce ni la muerte ni la vejez”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 2

Así, entre los helenos, la enseñanza según la cual los dioses griegos “nacieron” del Océano, pudo tener un doble sentido, pues algunas tradiciones sitúan en el occidente atlántico (o nor — atlántico) la antigua residencia de Urano y de sus hijos Atlas y Saturno. Es igualmente aquí, por otra parte, donde se sitúa generalmente el jardín divino mismo en el que reside desde el origen el dios olímpico, Zeus, así como el jardín de las Hespérides “más allá del río Océano”, Hespérides que fueron precisamente consideradas por algunos como hijas de Atlas, el rey de la isla occidental. Este es el jardín que Hércules debe alcanzar en el curso de su empresa simbólica mas estrechamente asociada a su conquista de la inmortalidad olímpica, y en la que tuvo por guía a Atlas, el “conocedor de las oscuras profundidades del mar”. El equivalente helénico de la vía nórdico-solar, del deva-yana de los indo-arios, a saber la vía de Zeus que, de la fortaleza de Chronos — situada, sobre el mar lejano, en la isla de los héroes — conduce a las alturas del Olimpo, esta vía fue pues, en su conjunto, occidental. Por la razón ya indicada, la isla donde reina el rubio Radamente se identifica con la Nekya, la “tierra de los que ya no están”. Es también hacia Occidente donde se dirige Ulises, para alcanzar el otro mundo. El mito de Calipso, hija de Atlas, reina de la isla de Ogigia, el “polo” — el “ombligo”, Omphalos — del mar, reproduce evidentemente el mito de las Hespérides y muchos otros que le corresponden entre los celtas o los irlandeses, donde se encuentra igualmente el tema de la mujer y el del Elíseo, en tanto que isla occidental. Según la tradición caldea, es hacia Occidente, “más allá de las aguas profundas de la muerte”, “aquellas donde jamás hubo vado alguno y que nadie, desde tiempo inmemorial, ha atravesado nunca”, que encuentra el jardín divino donde reina Atrachasis-Shamashnapishtin, el héroe que escapó del diluvio, y que conserva por ello el privilegio de la inmortalidad. Jardín que Gilgamesh alcanzó, siguiendo la vía occidental del sol, para obtener el don de la vida y que está relacionado con Sabitu, “la virgen sentada sobre el trono de los mares”. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 4

El culto de la diosa, que Grecia debe sobre todo a su componente pelasga, constituyó verosímilmente la característica predominante de los sículos y los sabinos. La principal divinidad sabina era la diosa ctónica Fortuna, que reapareció bajo las formas de Horta, Feronia, Vesuna, Heruntas, Hora, Hera, y Junon, Venus, Ceres, Bona Dea, Demeter, y que no son, en el fondo, más que reencarnaciones del mismo principio divino. Es un hecho que los calendarios romanos más antiguos eran de carácter lunar y que los primeros mitos romanos eran muy ricos en figuras femeninas: Mater Matuta, Luna, Diana, la Egeria, etc. y que en las tradiciones relativas, especialmente, a Marte-Hércules y Flora, a Hércules y Larentia, a Numa y a la Egeria, circula el tema arcaico de la dependencia de lo masculino respecto a lo femenino. Estos mitos se refieren sin embargo a tradiciones pre-romanas, como la leyenda de Tanaquila, de origen etrusco, donde aparece el tipo de mujer real asiático-mediterránea, que Roma purificará luego de sus rasgos afrodíticos y transformándola en símbolo de todas las virtudes de las matronas. Pero semejantes transformaciones, que se impusieron a la romanidad en relación a lo que era incompatible con su espíritu, no impiden distinguir, bajo el estrato más reciente del mito, una capa más antigua, perteneciente a una civilización opuesta a la romana. Este estrato se revela especialmente a través de algunas particularidades de la Roma antigua, tal como la sucesión real por vía femenina o el papel jugado por las mujeres en el ascenso al trono, especialmente cuando se trata de dinastías extranjeras o de reyes con nombres plebeyos. Es característico que Servio Tulio, quien llegó al poder gracias a una mujer; erigiéndose luego en defensor de la libertad plebeya, habría sido, según la leyenda, un bastardo concebido en una fiesta orgiástica de esclavos, fiestas relacionadas precisamente, en Roma, con divinidades de tipo meridional (Saturno ctónico, Venus y Flora) que celebraban el retorno de los hombres a la ley de la igualdad universal y de la promiscuidad, propia de la Gran Madre de la vida. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 9

Los etruscos y, en una amplia medida, los sabinos, presentan huellas de matriarcado. Al igual que en Creta, las inscripciones indican a menudo la filiación con el nombre de la madre y no el del padre y, en todo caso, la mujer es especialmente honrada y goza de una autoridad, importancia y libertad particulares. Numerosos son las ciudades de Italia que tenían a mujeres por epónimos. La coexistencia del rito de la inhumación y de la incineración forma parte de numerosos signos que delatan la presencia de dos estratos superpuestos, correspondientes, probablemente, a una concepción urania y a otra concepción demetríaca del post-mortem: estratos mezclados, pero que, sin embargo, no se confunden. El carácter sagrado y la autoridad de las matronas — matronarum sanctitas, mater princepts familiae — que se conservaron en Roma, no son, hablando con propiedad, romanas, sino que evidencian más bien la componente pre-romana, ginecocrática, que está, sin embargo, subordinada, en la nueva civilización, al puro derecho paterno, y remitida a su lugar exacto. En otros casos, se constata, por el contrario, un proceso opuesto: el Saturno-Cronos romano, aun conservando algunos de sus rasgos originales, aparece, de otra parte, como un demonio telúrico, esposo de Oís, la tierra. La misma precisión podría aplicarse a Marte y a los diversos aspectos, a menudo contradictorios, del culto de Hércules. Según toda probabilidad,Vesta es una transposición femenina, debida igualmente a la influencia meridional, de la divinidad del fuego, que tuvo siempre, entre los arios, un carácter masculino y uranio: transposición que termina finalmente asociando esta divinidad a Bona Dea, adorada como diosa de la Tierra y celebrada secretamente de noche, con prohibición a todo hombre de asistir a este culto e incluso de pronunciar el nombre de la diosa. La tradición atribuye a un rey no romano, al sabino Tito Tatio, la introducción en Roma de los más importantes cultos telúricos, como los de Ops y Flora, Rea y Juno curis, de Luna, Cronos ctónico, Diana ctónica y de Vulcano e incluso el de los Lares, al igual que los “Libros Sibilinos”, de origen asiático-meridional, solidarios de la parte plebeya de la religión romana y la introducción de la Gran Madre y de demás grandes divinidades del ciclo ctónico tal como Dis Pater, Flora, Saturno y la triada Ceres-Liber-Liera. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 9

En la época de Augusto, el ascesis de la acción, sostenida por el elemento fatídico, había creado un cuerpo suficientemente amplio para que la universalidad romana tuviera una expresión tangible y diera su carisma a un conjunto complejo de poblaciones y razas. Roma apareció como “generadora de hombres y de dioses”, con “templos donde no se está lejos del cielo” y que, de diversos pueblos, había hecho una sola nación -“fecisti patriam diversis gentibus unam”. La paz augusta et profonda parece poco a poco alcanzar, como pax romana, los límites del mundo conocido. Fue como si la Tradición debiera renacer una vez más, en las formas propias de un “ciclo heroico”. Pareció como si se hubiera puesto fin a la edad de hierro y se anunciara el retorno de la edad primordial, la edad del Apolo hiperbóreo. “La última edad de la profecía de Cumas ha llegado finalmente — cantaba Virgilio-. He aquí que renace íntegro el gran orden de los siglos. La Virgen vuelve, Saturno vuelve, y una nueva generación desciende desde las alturas de los cielos — jam nova progenies coela demittitur alto-. Dígnate, o casta Lucinia, ayudar al nacimiento del Niño, con el cual terminará la raza de hierro y se alzará sobre el mundo entero la raza de oro, y entonces, tu hermano, Apolo, reinará… La vida divina recibirá el Niño al que canto, y verá los héroes unirse a los dioses, y él mismo a ellos — ille deus vitam accipiet divisque videbit — permixtos heroas et ipse videbitur illis”. Esta sensación fue tan importante que debía aun imponerse más tarde, elevar a Roma a la altura de un símbolo suprahistórico y hacer decir a los cristianos mismos que mientras Roma permaneciera salva e intacta, las convulsiones lamentables de la última edad no se temerán, pero que el día donde Roma caerá, la humanidad estará próxima a su agonía. REVUELTA CONTRA EL MUNDO MODERNO II: 9



Julius Evola