Pitágoras

La palabra «filosofía», en sí misma, puede tomarse ciertamente en un sentido muy legítimo, que fue sin duda su sentido primitivo, sobre todo si es verdad que, como se pretende, es __PITÁGORAS__ quien lo empleó primero: etimológicamente, no significa nada más que «amor de la sabiduría»; así pues, designa primero una disposición previa requerida para llegar a la sabiduría, y puede designar también, por una extensión completamente natural, la indagación que, naciendo de esta disposición misma, debe conducir al conocimiento. Por consiguiente, no es más que un estadio preliminar y preparatorio, un encaminamiento hacia la sabiduría, un grado que corresponde a un estado inferior a esta (La relación es aquí casi la misma que la que existe, en la doctrina taoísta, entre el estado del «hombre dotado» y el del «hombre transcendente».); la desviación que se ha producido después ha consistido en tomar este grado transitorio por la meta misma, en pretender substituir la sabiduría por la «filosofía», lo que implica el olvido o el desconocimiento de la verdadera naturaleza de ésta última. Es así como tomó nacimiento lo que podemos llamar la filosofía «profana», es decir, una pretendida sabiduría puramente humana, y por tanto de orden simplemente racional, que toma el lugar de la verdadera sabiduría tradicional, supraracional y «no humana». No obstante, subsistió todavía algo de ésta a través de toda la antigüedad; lo que lo prueba, es primero la persistencia de los «misterios», cuyo carácter esencialmente «iniciático» no podría ser contestado, y es también el hecho de que la enseñanza de los filósofos mismos tenía a la vez, lo más frecuentemente, un lado «exotérico» y un lado «esotérico», pudiendo éste último permitir el vinculamiento a un punto de vista superior, que, por lo demás, se manifiesta de una manera muy clara, aunque quizás incompleta bajo ciertos aspectos, algunos siglos más tarde, en los Alejandrinos. Para que la filosofía «profana» se constituyera definitivamente como tal, era menester que permaneciera solo el «exoterismo» y que se llegara hasta la negación pura y simple de todo «esoterismo»; es en esto precisamente en lo que debía desembocar, en los modernos, el movimiento comenzado por los Griegos; las tendencias que ya se habían afirmado en aquéllos debían llevarse entonces hasta sus consecuencias más extremas, y la importancia excesiva que habían acordado al pensamiento racional iba a acentuarse también para llegar al «racionalismo», actitud especialmente moderna que ya no consiste simplemente en ignorar, sino en negar expresamente todo lo que es de orden supraracional; pero no anticipamos más, ya que tendremos que volver de nuevo sobre esas consecuencias y ver su desarrollo en una parte de nuestra exposición. 1078 La Crisis del mundo moderno CAPÍTULO I

No obstante, todavía se impone una precisión sobre este tema: ¿cómo es posible que correspondencias de este tipo, que hacen de ellas verdaderos grados iniciáticos, hayan sido atribuidas a las artes liberales, que eran enseñadas pública y oficialmente en todas las escuelas? Pensamos que debía de haber dos maneras de considerarlas, una exotérica y la otra esotérica: a toda ciencia profana puede superponerse otra ciencia que se refiere, si se quiere, al mismo objeto, pero que le considera bajo un punto de vista más profundo, y que es con respecto a esa ciencia profana lo que los sentidos superiores de las escrituras son con respecto a su sentido literal. Se podría decir también que las ciencias exteriores proporcionan un modo de expresión para verdades superiores, porque ellas mismas no son más que el símbolo de algo que es de otro orden, y porque, como lo ha dicho Platón, lo sensible no es más que un reflejo de lo inteligible; los fenómenos de la naturaleza y los acontecimientos de la historia tienen todos un valor simbólico, porque expresan algo de los principios de los que dependen, de los que son consecuencias más o menos alejadas. Así, toda ciencia y todo arte, por una transposición conveniente, pueden tomar un verdadero valor esotérico; ¿por qué las expresiones sacadas de las artes liberales no habrían desempeñado, en las iniciaciones de la edad media, un papel comparable al que el lenguaje tomado al arte de los constructores desempeña en la Masonería especulativa? E iremos más lejos: considerar las cosas de esta manera, es en suma reducirlas a su principio; así pues, este punto de vista es inherente a su esencia misma, y no sobreagregado accidentalmente; y, si ello es así, ¿no podría la tradición que se refiere a él remontarse al origen mismo de las ciencias y de las artes, mientras que el punto de vista exclusivamente profano no sería más que un punto de vista completamente moderno, que resulta del olvido general de esa tradición? No podemos tratar aquí esta cuestión con todos los desarrollos que conllevaría; pero veamos en qué términos Dante mismo indica, en el comentario que da de su primera Canzone, la manera en que aplica a su obra las reglas de algunas de las artes liberales: «O uomini, che vedere non potete la sentenza di questa Canzone, non la rifiutate peró; ma ponete mente alla sua belleza, che è grande, sì per costruzione, la quale si pertiene alli grammatici; sì per l’ordine del sermone che si pertiene alli rettorici; si per lo numero delle sue parti, che si pertiene alli musici» (He aquí la traducción de este texto: «¡Oh hombres que no podéis ver el sentido de esta Canzone!, no la rechacéis no obstante; prestad atención a su belleza, que es grande, ya sea por la construcción, lo que concierne a los gramáticos; ya sea por el orden del discurso, lo que concierne a los retóricos; ya sea por el número de sus partes, lo que concierne a los músicos».). En esta manera de considerar la música en relación con el número, y por consiguiente como ciencia del ritmo en todas sus correspondencias, ¿no puede uno reconocer un eco de la tradición pitagórica? ¿Y no es esta misma tradición precisamente, la que permite comprender el papel «solar» atribuido a la aritmética, de la que hace el centro común de todas las demás ciencias, y también las relaciones que unen a éstas entre sí, y más especialmente a la música con la geometría, por el conocimiento de las proporciones en las formas (que encuentra su aplicación directa en la arquitectura), y con la astronomía, por el de la armonía de las esferas celestes? A continuación, veremos suficientemente la importancia fundamental que tiene el simbolismo de los números en la obra de Dante; y, si este simbolismo no es únicamente pitagórico, si se encuentra en otras doctrinas por la simple razón de que la verdad es una, por ello no nos está menos permitido pensar que, de __PITÁGORAS__ a Virgilio y de Virgilio a Dante, la «cadena de la tradición» no fue sin duda rota sobre la tierra de Italia. 1466 Esoterismo de Dante CAPÍTULO II

Hay todavía otra cosa que nos parece difícilmente sostenible: es la opinión que consiste en ver en Dante un «kabbalista» en el sentido propio de esta palabra; y aquí somos tanto más llevados a desconfiar cuanto que sabemos muy bien cuántos de nuestros contemporáneos se ilusionan fácilmente sobre este tema, creyendo encontrar Qabbalah por todas partes donde hay una forma cualquiera de esoterismo. ¿No hemos visto a un escritor masónico afirmar gravemente que Qabbalah y Caballería son una sola y misma cosa, y, a pesar de las más elementales nociones lingüísticas, que las dos palabras mismas tienen un origen común? (Ch.-M Limousin. La Kabbale littérale occidentale.). En presencia de tales inverosimilitudes, se comprenderá la necesidad de mostrarse circunspecto, y de no contentarse con vagas aproximaciones para hacer de tal o de cual personaje un kabbalista; ahora bien, la Qabbalah es esencialmente la tradición hebraica (La palabra «Qabbalah» misma significa «tradición» en hebreo, y, si no se escribe en esa lengua, no hay ninguna razón en emplearla para designar toda tradición indistintamente.), y no tenemos ninguna prueba de que una influencia judía se haya ejercido directamente sobre Dante (Es menester decir que, según testimonios contemporáneos, Dante mantuvo relaciones sostenidas con un judío muy instruido, y poeta también, Immanuel ben Salomon ben Jekuthiel (1270-1330); pero por ello no es menos verdad que no vemos ninguna huella de elementos específicamente judaicos en la Divina Comedia, mientras que Immanuel se inspiró en ésta para una de sus obras, a pesar de la opinión contraria de Israel Zangwill, que la comparación de las fechas hace enteramente insostenible.). Lo que ha dado nacimiento a una tal opinión, es únicamente el empleo que hace de la ciencia de los números; pero si esta ciencia existe efectivamente en la Qabbalah hebraica y tiene en ella un lugar de los más importantes, también se encuentra en otras partes; ¿se llegará pues a pretender igualmente, bajo el mismo pretexto, que __PITÁGORAS__ era también un kabbalista? (Esta opinión ha sido efectivamente emitida por Reuchlin.). Como ya lo hemos dicho, es más bien al Pitagorismo que a la Qabbalah al que, bajo esta relación, se podría vincular Dante, que, muy probablemente, conoció sobre todo del Judaísmo lo que el Cristianismo ha conservado de él en su propia doctrina. 1528 Esoterismo de Dante CAPÍTULO IV

Pensamos que es bueno contar aquí, sobre Allan Kardec y sobre la manera en que fue compuesta su doctrina, lo que ha sido escrito por el famoso médium inglés Dunglas Home, quien se mostró frecuentemente más sensato que muchos otros espiritistas: «Yo clasifico la doctrina de Allan Kardec entre las ilusiones de este mundo, y tengo buenas razones para eso… No pongo de ningún modo en duda su perfecta buena fe… Su sinceridad se proyectó, nube magnética, sobre el espíritu sensitivo de los que él llamaba sus médiums. Sus dedos confiaban al papel las ideas que se imponían así forzosamente a aquellos, y Allan Kardec recibía sus propias doctrinas como mensajes enviados del mundo de los espíritus. Si las enseñanzas proporcionadas de esta manera emanaban realmente de las grandes inteligencias que, según él, eran sus autores, ¿habrían tomado la forma en que las vemos? ¿Dónde, pues, habría aprendido Jamblico tan bien el francés de hoy día? ¿Y cómo es que __PITÁGORAS__ habría podido olvidar tan completamente el griego, su lengua natal?… Yo no he encontrado nunca un solo caso de clarividencia magnética donde el sujeto no reflejara directa o indirectamente las ideas del magnetizador. Esto es demostrado de una manera sorprendente por Allan Kardec mismo. Bajo el imperio de su enérgica voluntad, sus médiums eran otras tantas máquinas de escribir, que reproducían servilmente sus propios pensamientos. Si a veces las doctrinas publicadas no eran conformes a sus deseos, él mismo las corregía a su antojo. Se sabe que Allan Kardec no era médium. Él no hacía más que magnetizar o “psicologizar” (NA: que se nos perdone este neologismo) a personas más impresionables que él» (NA: Les Lumières et les Ombres du Spiritualisme, PP. 112-114.). Todo esto es enteramente exacto, salvo que la corrección de las «enseñanzas» no debe ser atribuida únicamente a Allan Kardec, sino a su grupo todo entero; y, además, el tenor mismo de las «comunicaciones» ya podía estar influenciado por las demás personas que asistían a sus sesiones, así como lo explicaremos más adelante. 1728 El Error Espiritista COMIENZOS DEL ESPIRITISMO EN FRANCIA

Los espiritistas antireencarnacionistas de los países anglosajones no se han privado de ridiculizar estas locas imaginaciones: «Los partidarios de los delirios de Allan Kardec, dice Dunglas Home, se reclutan sobre todo en las clases burguesas de la sociedad. Para esas bravas gentes que no son nada, su consolación es creer que han sido un gran personaje antes de su nacimiento y que serán todavía una cosa importante después de su muerte» (NA: Les Lumières et les Ombres du Spiritualisme, p. 111.). Y en otra parte: «Además de la confusión escandalosa a la que esta doctrina conduce lógicamente (NA: en lo que concierne a las relaciones familiares y sociales), hay imposibilidades materiales que es menester tener en cuenta, por muy entusiasta que se sea. Una dama puede creer tanto como quiera que ha sido la pareja de un emperador o de un rey en una existencia anterior. ¿Pero cómo conciliar las cosas si nos encontramos, como ocurre frecuentemente, con una buena media docena de damas, igualmente convencidas, que sostienen haber sido cada una la queridísima esposa del mismo augusto personaje? Por mi parte, he tenido el honor de encontrar al menos doce María Antonieta, seis o siete María Estuardo, una muchedumbre de San Luis y otros reyes, una veintena de Alejandro y de Cesar, pero nunca un simple Juan Nadie» (NA: Ibid., PP. 124-125.). Por otra parte, hay también, sobre todo entre los ocultistas, partidarios de la reencarnación que han creído deber protestar contra lo que consideran como «exageraciones» susceptibles de comprometer su causa; así, Papus escribe esto: «Se encuentra en algunos medios espiritistas pobres desdichados que pretenden fríamente ser una reencarnación de Moliere, de Racine o de Richelieu, sin contar los poetas antiguos, Orfeo y Homero. Por el momento no vamos a discutir si estas afirmaciones tienen una base sólida o son del dominio de alienación mental; pero recordaremos que __PITÁGORAS__, al hacer el relato de sus encarnaciones anteriores, no se jactó de haber sido gran hombre (NA: Esto no es más que la confusión ordinaria entre la metempsicosis y la reencarnación.), y constatamos que es una singular manera de defender el progreso incesante de las almas en el infinito (NA: teoría del espiritismo) la que consiste en mostrar a Richelieu habiendo perdido todo rastro de genio y a Victor Hugo haciendo versos de catorce pies después de su muerte. Los espiritistas serios e instruidos, y hay más de los que se cree, deberían vigilar que tales hechos no se produzcan» (NA: Traité méthodique de Science occulte, p. 297.). Más adelante dice todavía: «Algunos espiritistas, exagerando esta doctrina, se dan como la reencarnación de todos los grandes hombres un poco conocidos. Un bravo empleado es Voltaire reencarnado… menos el espíritu. Un capitán retirado, es Napoléon vuelto de Santa Elena, aunque habiendo perdido el arte de medrar. En fin, no hay grupo donde María de Médicis, Mme de Maintenon, María Estuardo no hayan vuelto de nuevo en cuerpos de buenas burguesas frecuentemente enriquecidas, y donde Turena, Condé, Richelieu, Mazarino, Moliere, Jean-Jacques Russeau no dirijan alguna pequeña sesión. Ahí está el peligro, ahí está la causa real del estado estacionario del espiritismo desde hace cincuenta años; no es menester buscar otra razón que esa, agregada a la ignorancia y al sectarismo de los jefes de grupo» (NA: Traité méthodique de Science occulte, p. 342.). En otra obra mucho más reciente, vuelve de nuevo sobre este tema: «El ser humano que tiene consciencia de este misterio de la reencarnación imagina de inmediato el personaje que ha debido ser, y, como por azar, se encuentra que ese personaje ha sido siempre un hombre considerable sobre la tierra, y de una alta situación. En las reuniones espiritistas o teosofistas, se ven muy pocos asesinos, borrachos, antiguos comerciantes de legumbres o asistentes (NA: profesiones en suma honorables) reencarnados; es siempre Napoléon, una gran princesa, Luis XIV, Federico el Grande, alguno Faraones célebres, quienes están reencarnados en la piel de bravas gentes que llegan a figurarse haber sido estos grandes personajes que imaginan. Para dichos personajes sería ya un castigo bastante fuerte haber vuelto sobre la tierra en parecidas condiciones… El orgullo es el gran escollo de muchos partidarios de la doctrina de las reencarnaciones, el orgullo juega frecuentemente un papel tan nefasto como considerable. Si se guardan los grandes personajes de la historia para reencarnarse uno mismo, es menester reconocer que los adeptos de esta doctrina conservarán los asesinos, los grandes criminales y frecuentemente los grandes calumniados para hacer que se reencarnen sus enemigos» (NA: La Réincarnation, PP. 138-139 y 142-143.). Para remediar el mal que ha denunciado así, he aquí lo que Papus ha encontrado: «Se puede tener la intuición de que se ha vivido en tal época, de que se ha estado en tal medio, se puede tener la revelación, por el mundo de los espíritus, de que se ha sido una gran dama contemporánea del grandísimo filósofo Abelardo, tan indignamente comprendido por los groseros contemporáneos, pero no se tiene la certeza del ser exacto que se ha sido sobre la tierra» (NA: Ibid., p. 141.). Por consecuencia, la gran dama en cuestión no será necesariamente Eloisa, y, si se cree haber sido tal personaje célebre, es simplemente porque se habrá vivido en su medio, quizás en calidad de doméstica; evidentemente, Papus piensa que en esto hay con qué poner un freno a las divagaciones causadas por el orgullo; pero dudamos que los espiritistas se dejen persuadir tan fácilmente de que deben renunciar a sus ilusiones. Desgraciadamente, hay también otros géneros de divagaciones que apenas son menos lastimosas; esa prudencia y esa sabiduría, por lo demás relativas, de las que Papus hace prueba, no le impiden escribir a él mismo, y al mismo tiempo, cosas del cariz de éstas: «Cristo tiene un apartamento (NA: sic) donde encierra miles de espíritus. Cada vez que un espíritu del apartamento de Cristo se reencarna, obedece sobre la tierra a la ley siguiente: 1 es el primogénito de su familia; 2 su padre se llama siempre José; 3 su madre se llama siempre María, o la correspondencia numérica de estos nombres en otras lenguas. Finalmente, hay en este nacimiento de los espíritus que vienen del apartamento de Cristo (NA: y no decimos de Cristo mismo) aspectos planetarios completamente particulares que es inútil revelar aquí» (NA: La Réincarnation, p. 140.). Sabemos perfectamente a quién quiere hacer alusión todo eso; podríamos contar toda la historia de ese «Maestro», o supuesto tal, que decía que era «el espíritu más viejo del planeta», y «el jefe de los Doce que pasaron por la Puerta del Sol, dos años después del medio del siglo». ¡Aquellos que se negaban a reconocer a este «Maestro» se veían amenazados con un «retraso de evolución», antes de traducirse por una penalidad de treinta encarnaciones suplementarias, ni una más ni una menos! 1882 El Error Espiritista EXTRAVAGANCIAS REENCARNACIONISTAS

Para el Pitagorismo, la cuestión es quizás más compleja; y los viajes de __PITÁGORAS__, ya sea que se entiendan por lo demás literal o simbólicamente, no implican necesariamente «tomas en préstamo» hechas a las doctrinas de tal o de cual pueblo (al menos en cuanto a lo esencial, y sea como fuere la cosa en algunos puntos de detalle), sino antes el establecimiento o el reforzamiento de algunos lazos con iniciaciones más o menos equivalentes. Parece, en efecto, que el Pitagorismo fue sobre todo la continuación de algo que preexistía en Grecia misma, y que no haya lugar a buscar en otra parte su fuente principal: Queremos hablar de los Misterios, y más particularmente del Orfismo, del que quizás no fue más que una «readaptación», en aquella época del siglo VI antes de la era cristiana que, por un extraño sincronismo, vio operarse a la vez cambios de forma en las Tradiciones de casi todos los pueblos. Se dice frecuentemente que los Misterios griegos eran ellos mismos de origen egipcio, pero una afirmación tan general es demasiado «simplista», y, si eso es quizás verdad en algunos casos, como el de los Misterios de Eleusis (en los cuales se parece pensar sobre todo en la ocurrencia), otros hay en lo que eso no sería de ningún modo sostenible (Apenas hay necesidad de decir que algunos relatos, en los que se ve a Moisés y Orfeo recibiendo alm ismo tiempo la iniciación en los templos de Egipto, no son más que fantasías que no reposan sobre nada serio; ¿y qué es lo que no se ha contado sobre la iniciación egipcia desde el Séthos del abate Terrasson?). Ahora bien, ya sea que se trate del Pitagorismo mismo o del Orfismo anterior, no es en punto ninguno en Eleusis donde es menester buscar el «punto de incidencia» de los mismos, sino en Delfos; y el Apolo délfico no es de ningún modo egipcio, sino hiperbóreo, origen que, de cualquier manera, es imposible considerar para la Tradición hebraica (Se trata aquí de la derivación directa; aún cuando que la Tradición Primordial es hiperbórea, y aún cuando que por consecuencia todas las formas Tradicionales sin excepción se vinculan finalmente a ese origen, casos hay; como el de la Tradición hebraica, en los que esto no es quizás sino muy indirectamente y a través de una más o menos larga serie de intermediarios, que sería por otra parte bien difícil de pretender reconstituir exactamente. ); esto nos conduce por lo demás directamente al punto más importante en lo que concierne a la ciencia de los números y a las formas diferentes de que se ha revestido. Esta ciencia de los números en el Pitagorismo, aparece como estrechamente ligada a la de las formas geométricas; y, por lo demás, es la misma cosa en Platón, que, a este respecto, es puramente pitagórico. Podríase ver ahí la expresión de un rasgo característico de la mentalidad helénica, vinculada sobre todo a la consideración de las formas visuales; y se sabe que en efecto, entre las ciencias matemáticas, es la geometría la que los griegos desarrollaron más particularmente (El álgebra, por el contrario, es de origen hindú y no fue introducida en Occidente sino mucho más tarde, por la mediación de los árabes, que le dieron el nombre que siempre ha guardado (el-jalor). ). Empero, hay algo más, al menos en lo que concierne a la «geometría sagrada», que es aquello de lo que se trata aquí: El Dios «geómetra» de __PITÁGORAS__ y de Platón, entendido en su significación más precisa y, podríase decir, «técnica», no es otro que Apolo. No podemos entrar a este sujeto en desarrollos que nos llevarían muy lejos, y quizás que volvamos sobre esta cuestión en otra ocasión; nos basta al presente con hacer destacar que este hecho se opone decididamente a la hipótesis de un origen común del Pitagorismo y de la Qabbalah, y eso sobre el punto mismo en que se ha buscado sobre todo aproximarles, y que es, a decir verdad, el única que haya podido dar la idea de una tal aproximación, es decir, la similitud aparente de las dos doctrinas en cuanto a la función que juega en las mismas la ciencia de los números. 2854 FTCC KABBALA Y CIENCIA DE LOS NÚMEROS

Si se les pregunta a quienes han estudiado la filosofía griega quién fue el hombre que pronunció primero esta sabia frase, la mayoría de ellos no dudará en responder que el autor de esta máxima es Sócrates, aunque algunos pretenden referirla a Platón y otros a __PITÁGORAS__. De estos pareceres contradictorios, de estas divergencias de opinión, estamos en nuestro derecho de concluir que esta frase no tiene por autor a ninguno de los filósofos mencionados, y que no es en ellos donde habría que buscar su origen. Nos parece lícito formular esta advertencia, que parecerá justa al lector cuando sepa que dos de estos filósofos, __PITÁGORAS__ y Sócrates, no dejaron ningún escrito. 4816 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

En cuanto a Platón, nadie, sea cual sea su competencia filosófica, está en situación de distinguir qué fue dicho por él o por su maestro Sócrates. La mayor parte de la doctrina de este último no nos es conocida más que por mediación de Platón, y, por otra parte, se sabe que es en la enseñanza de __PITÁGORAS__ donde Platón recogió ciertos conocimientos de los que hace gala en sus diálogos. Con ello, vemos que es extremadamente difícil delimitar lo que corresponde a cada uno de estos tres filósofos. Lo que se atribuye a Platón a menudo es también atribuido a Sócrates, y, entre las teorías consideradas, algunas son anteriores a ambos y provienen de la escuela de __PITÁGORAS__ o de él mismo. 4820 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

Verdaderamente, el origen de la expresión estudiada se remonta mucho más allá de los tres filósofos mencionados. Mejor aún: es más antigua que la historia de la filosofía, y supera también el dominio de la filosofía. Se dice que estas palabras estaban inscritas en la puerta de Apolo en Delfos. Posteriormente fueron adoptadas por Sócrates, así como por otros filósofos, como uno de los principios de su enseñanza, a pesar de la diferencia que haya podido existir entre estas diversas enseñanzas y los fines perseguidos por sus autores. Es probable, por lo demás, que también __PITÁGORAS__ haya empleado esta expresión mucho antes que Sócrates. Con ello, estos filósofos se proponían demostrar que su enseñanza no era estrictamente personal, que provenía de un punto de partida más antiguo, de un punto de vista más elevado que se confundía con la fuente misma de la inspiración original, espontánea y divina. 4824 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

Para responder a la segunda parte de esta cuestión, diremos que la solución está contenida en el sentido original y etimológico de la palabra “filosofía”, que habría sido, se dice, empleada por primera vez por __PITÁGORAS__. La palabra filosofía expresa propiamente el hecho de amar a Sophia, la sabiduría, la aspiración a ésta o la disposición requerida para adquirirla. 4834 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

De modo que existe una preparación a la sabiduría más elevada que la filosofía, que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, y a la que podemos llamar preparación interior; éste parece haber sido el carácter de los más altos grados de la escuela de __PITÁGORAS__. Ha ejercido su influencia a través de la escuela de Platón y hasta el neo-platonismo de la escuela de Alejandría, donde apareció de nuevo claramente, así como entre los neo-pitagóricos de la misma época. Si para esta preparación interior se empleaban también palabras, éstas no podían ser ya tomadas sino como símbolos destinados a fijar la contemplación interior. 4856 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

La enseñanza esotérica fue conocida en los países de Oriente antes de propagarse en Grecia, donde recibió el nombre de “misterios”. Los primeros filósofos, en particular __PITÁGORAS__, vincularon a ellos su enseñanza, como no siendo sino una expresión nueva de ideas antiguas. 4866 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

Existían numerosas clases de misterios con orígenes diversos. Aquellos en los que se inspiraron __PITÁGORAS__ y Platón estaban en relación con el culto de Apolo. Los “misterios” tuvieron siempre un carácter reservado y secreto, significando etimológicamente la propia palabra “misterios”, silencio total, no pudiendo ser expresadas mediante palabras las cosas a las cuales se referían, sino tan sólo enseñadas por una vía silenciosa. Pero los modernos, al ignorar cualquier otro método distinto al que implica el uso de la palabra, al cual podemos llamar el método de la enseñanza exotérica, han creído erróneamente, a causa de ello, que no había aquí ninguna enseñanza. 4868 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

Se piensa que la historia de __PITÁGORAS__, e incluso su propio nombre, poseen cierta relación con los ritos de Apolo. Éste era llamado Pythios, y se dice que Pytho era el nombre original de Delfos. La mujer que recibía la inspiración de los Dioses en el templo era llamada Pythia. El nombre de __PITÁGORAS__ significa entonces “guía de la Pythia”, lo cual se aplica al propio Apolo. Se cuenta además que fue la Pythia quien declaró que Sócrates era el más sabio de los hombres. Parece entonces que Sócrates estuvo relacionado con el centro espiritual de Delfos, al igual que __PITÁGORAS__. 4884 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”

El Denario, considerado como formado por el conjunto de los cuatro primeros números, es lo que __PITÁGORAS__ llamaba la Tetraktys; el símbolo que la representaba era en su conjunto de forma ternaria, comprendiendo cada uno de sus lados exteriores cuatro elementos, y compuesto de diez elementos en total. 4971 MISCELÁNEA OBSERVACIONES SOBRE LA PRODUCCION DE LOS NUMEROS

Llamamos muy particularmente la atención sobre esto: el centro de que se trata es el punto fijo que todas las tradiciones están de acuerdo en designar simbólicamente como el «Polo», puesto que es alrededor de él donde se efectúa la rotación del mundo, representado generalmente por la rueda, tanto en los Celtas como en los Caldeos y en los Hindúes (El símbolo céltico de la rueda se ha conservado en la edad media; se pueden encontrar numerosos ejemplos de él sobre las iglesias románicas, y el rosetón gótico mismo parece ser un derivado suyo, ya que hay una relación cierta entre la rueda y las flores emblemáticas tales como la rosa en Occidente y el loto en Oriente.). Tal es la verdadera significación del swastika, este signo que se encuentra difundido por todas partes, desde el Extremo Oriente hasta el Extremo Occidente (Este mismo signo no ha sido extraño al hermetismo Cristiano: hemos visto, en el antiguo monasterio de los Carmelitas de Loudun, símbolos muy curiosos, que datan verosímilmente de la segunda mitad del siglo XV, y entre los cuales el swastika ocupa, con el signo del que hablaremos más adelante, uno de los lugares más importantes. Es bueno anotar, en esta ocasión, que los Carmelitas, que han venido de Oriente, vinculan la fundación de su Orden a Elías y a __PITÁGORAS__ (como la Masonería, por su lado, se vincula a la vez a Salomón y al mismo __PITÁGORAS__, lo que constituye una similitud bastante destacable), y también que, por otra parte, algunos pretenden que en la edad media tenían una iniciación muy vecina de la de los Templarios, así como los religiosos de la Merced; se sabe que esta última Orden ha dado su nombre a un grado de la Masonería escocesa, del cual hemos hablado bastante largamente en El Esoterismo de Dante.), y que es esencialmente el «signo del Polo»; sin duda es aquí la primera vez, en la Europa moderna, que se hace conocer su sentido real. En efecto, los sabios contemporáneos han buscado vanamente explicar este símbolo mediante las teorías más fantasiosas; la mayoría de entre ellos, obsesionados por una suerte de idea fija, han querido ver en él, como casi por todas partes, un signo exclusivamente «solar» (La misma precisión se aplica concretamente a la rueda, cuya verdadera significación acabamos de indicar igualmente.), mientras que, si lo ha devenido a veces, no ha podido ser más que accidentalmente y de un manera desviada. Otros han estado más cerca de la verdad al considerar al swastika como el símbolo del movimiento; pero esta interpretación, sin ser falsa, es muy insuficiente, ya que no se trata de un movimiento cualquiera, sino de un movimiento de rotación que se cumple alrededor de un centro o de un eje inmutable; y es el punto fijo el que es, lo repetimos, el elemento esencial al que se refiere directamente el símbolo en cuestión (No citaremos más que de memoria la opinión, todavía más fantasiosa que todas las demás, que hace del swastika el esquema de un instrumento primitivo destinado a la producción del fuego; ahora bien, si este símbolo tiene a veces una cierta relación con el fuego, puesto que es concretamente un emblema de Agni, es por razones completamente diferentes.). 6138 Rey del Mundo CAPÍTULO II

Por el momento, nos limitaremos a mencionar más especialmente, a ese respecto, la atribución de la flecha a Apolo: sabido es, en particular, que por medio de sus flechas mata aquél a la serpiente Pitón, como, en la tradición védica, Indra mata a Ahi o Vrtra, análogo de Pitón, por medio del vajra que representa al rayo; y esta vinculación no deja duda alguna sobre la equivalencia simbólica original de las dos armas. Recordaremos también la “flecha de oro” de Abaris o de Zalmoxis, de que se trata en la historia de __PITÁGORAS__; y aquí se ve más claramente aún que ese simbolismo se refiere expresamente al Apolo hiperbóreo, lo que establece precisamente el vínculo entre su aspecto solar y su aspecto polar (A este respecto, señalemos también, de paso, que el “muslo de oro” de __PITÁGORAS__, que lo hace aparecer en cierto modo como una manifestación del mismo Apolo hiperbóreo, se refiere al simbolismo de la montaña polar y al de la Osa Mayor. Por otra parte, la serpiente Pitón está en conexión especial con Delfos, llamado antiguamente Pytho, santuario del Apolo hiperbóreo; de ahí la designación de la Pitia, así como el nombre mismo de __PITÁGORAS__, que es en realidad un nombre de Apolo: ‘el que conduce a la Pitia’, es decir, el inspirador de sus oráculos). 7251 SFCS LAS ARMAS SIMBÓLICAS

Citaremos, acompañándolo de las explicaciones y rectificaciones necesarias, el resumen que da Jérôme Carcopino de las concepciones pitagóricas (La Basilique pythagoricienne de la Porte Majeure. Como no disponemos del volumen, citamos por el artículo publicado anteriormente con el mismo título en la Revue des Deux Mondes número del 15 de noviembre de 1926): “Los pitagóricos – dice – habían construido con toda una teoría sobre las relaciones del Zodíaco con la migración de las almas. ¿A qué época se remonta? Imposible saberlo. En todo caso, durante el siglo II de nuestra era esa teoría se desarrollaba en los escritos del pitagórico Numenio, que nos son accesibles por un resumen seco y tardío de Proclo en su comentario a la República de Platón y por un análisis, a la vez más amplio y más antiguo, de Porfirio, en los capítulos XXI y XXII del De Antro Nyinpharum”. Hay en esto, señalémoslo al punto, un excelente ejemplo de “historicismo”: la verdad es que no se trata en modo alguno de una teoría “construida” más o menos artificialmente en tal o cual fecha, por los pitagóricos o por otros, al modo de una simple concepción filosófica o individual; se trata de un conocimiento tradicional referente a una realidad de orden iniciático, el cual, en razón de su carácter tradicional mismo, no tiene ni pudo tener origen ninguno cronológicamente asignable. Por supuesto, son éstas consideraciones que pueden escapar a un erudito”; pero, al menos, inclusive un “erudito” puede comprender esto: si la teoría de que se trata hubiera sido “construida por los pitagóricos”, ¿cómo explicar que se la encuentre por doquiera, fuera de todo influjo griego, y especialmente en los textos védicos, que sin duda alguna son muy anteriores al pitagorismo? Inclusive esto, desgraciadamente, puede ser ignorado por el señor Carcopino en cuanto “especialista” de la Antigüedad grecolatina; pero, según lo que él mismo refiere luego, esa concepción se encuentra ya en Homero; por lo tanto, incluso entre los griegos, era ya conocida, no digamos solo antes de Numenio, cosa demasiado evidente, sino inclusive antes de __PITÁGORAS__; es una enseñanza tradicional que se ha transmitido de modo continuo a través de los siglos, y poco importa la fecha quizá “tardía” en que ciertos autores, los cuales nada han inventado ni han tenido pretensión de inventar, la hayan formulado por escrito de manera más o menos precisa. 7343 SFCS EL SIMBOLISMO DEL ZODIACO ENTRE LOS PITAGORICOS

Koot Hoomi y Morya son considerados siempre como los dos guías principales de la Sociedad Teosófica, y según parece están destinados a una situación aún más elevada que la que ocupan actualmente; es también M. Leadbeater quien nos informa de ello en estos términos: «Muchos, entre nuestros estudiantes, saben que el Maestro M., el Gran Adepto al que se vinculaban más particularmente nuestros fundadores, ha sido escogido para ser el Manú de la sexta raza-madre (la que debe de suceder a la nuestra), y que su amigo inseparable, el Maestro K. H., debe ser su instructor religioso», es decir, el Bodhisattva. En las «Vidas de Alción», de las que tendremos que hablar más tarde, Morya es designado bajo el nombre de Marte y Koot Hoomi bajo el de Mercurio; Djwal Kûl es llamado Urano y el Bodhisattva actual Sûrya, nombre sánscrito del Sol. Según la enseñanza teosofista, Marte y Mercurio son, entre los planetas físicos del sistema solar, los que pertenecen a la misma «cadena» que la Tierra: la humanidad terrestre se habría encarnado precedentemente en Marte, y debería encarnarse ulteriormente en Mercurio. La elección de los nombres de estos dos planetas, para designar respectivamente al futuro Manú y al futuro Bodhisattva, parece haber sido determinada por el pasaje siguiente de la Voix du Silence: «Mira a Migmar (Marte), cuando a través de sus velos carmesí su “Ojo” acaricia a la tierra soñolienta. Mira el aura flamígera de la “Mano” de Lhagpa (Mercurio), extendida con amor protector sobre la cabeza de sus ascetas». Aquí, el ojo corresponde al cerebro, y la mano corresponde al corazón; estos dos centros principales del «Hombre Celeste» representan, por otra parte, en el orden de las facultades, la memoria y la intuición, de las que la primera se refiere al pasado de la humanidad y la segunda a su porvenir; estas concordancias son al menos curiosas de señalar a título documental, y es menester agregar que el nombre sánscrito del planeta Mercurio es Budha. A propósito de Mercurio, destacaremos también que, en la serie de las «Vidas de Alción», hay una historia en la que aparece bajo la forma de un pescador griego cuyo cuerpo habría tomado después de haber sido matado por los bárbaros; se aprovecha de esta ocasión para citar un pasaje de Fénelon donde se dice que el filósofo __PITÁGORAS__ había sido anteriormente el pescador Pirro, y que había pasado por el hijo de Mercurio, y se agrega que «la aproximación es interesante»; debe serlo, en efecto, para los teosofistas, que creen firmemente que el «Maestro» Koot Hoomi es la reencarnación de __PITÁGORAS__. 7765 El Teosofismo IV – LA CUESTIÓN DE LOS MAHÂTMÂS

¿Hasta qué punto había oposición entre las teorías de Anna Kingsford y las de Mme Blavatsky? Las primeras tienen en efecto una etiqueta cristiana, pero, sin hablar de su espíritu anticlerical muy pronunciado (y, aquí también, es San Pablo el que es acusado de haber «introducido la influencia sacerdotal en la Iglesia»), la manera en que son interpretados los dogmas del cristianismo es muy particular: se quiere, sobre todo, hacer al cristianismo independiente de toda consideración histórica, de suerte que, cuando se habla de Cristo, se hace en un sentido «místico», y por esto es menester entender que se trata siempre únicamente de un principio interior que cada uno debe esforzarse por descubrir y desarrollar en sí mismo. Ahora bien, Mme Blavatsky da también a veces el nombre de Christos, ya sea a uno de los principios superiores del hombre, acerca de cuyo rango varía diversamente, ya sea a la «reunión de los tres principios superiores en una Trinidad que representa al Espíritu Santo, al Padre y al Hijo, puesto que es la expresión del espíritu abstracto, del espíritu diferenciado y del espíritu encarnado». Estamos aquí en plena confusión, pero lo que es menester retener es que, tanto para Mme Blavatsky como para Anna Kingsford, los «Cristos» son seres que han llegado a desarrollar en ellos ciertos principios superiores, que existen en todo hombre en estado latente; y Anna Kingsford agrega incluso que no se distinguen de otros «Adeptos» sino en que, al conocimiento y a los poderes que tienen éstos, agregan un profundo amor a la humanidad. Mme Blavatsky dice casi la misma cosa, en suma, cuando enseña que «el Christos es el estado de Buddha»; pero en esto no hay un perfecto acuerdo entre los teosofistas, y los de hoy en día piensan, como veremos, que es el estado inmediatamente inferior, el del «Bodhisattva». El anticristianismo de Mme Blavatsky, que concernía sobre todo al cristianismo «ortodoxo» y supuestamente judaizado, no debía, pues, repugnar mucho a la concepción de un «Cristianismo esotérico» como éste, donde, por lo demás, se encuentra un «sincretismo» bastante parecido al suyo y casi tan incoherente, aunque la confusión sea quizá menos inextricable. Resumiendo, la principal diferencia consiste en que una terminología cristiana reemplaza aquí a la terminología oriental, y en que el budismo se encuentra relegado aquí al segundo plano, aunque se considera como el complemento o más bien como la preparación indispensable del cristianismo; acerca de este tema hay un pasaje demasiado curioso, que no dejaremos de citar aquí: «Buddha y Jesús son necesarios el uno al otro; y, en el conjunto del sistema así completado, Buddha es la mente, y Jesús es el corazón; Buddha es lo general, Jesús es lo particular; Buddha es el hermano del universo, Jesús es el hermano de los hombres; Buddha es la filosofía, Jesús es la religión; Buddha es la circunferencia, Jesús es el centro; Buddha es el sistema, Jesús es el punto de radiación; Buddha es la manifestación, Jesús es el espíritu; en una palabra, Buddha es el «Hombre» (la inteligencia), Jesús es la «Mujer» (la intuición)… Nadie puede ser propiamente cristiano si no es también, y primero, budista. Así, las dos religiones constituyen, respectivamente, el exterior y el interior del mismo Evangelio, puesto que el fundamento está en el budismo (este término comprende también al Pitagorismo), y la iluminación en el cristianismo. Y, del mismo modo que el budismo es incompleto sin el cristianismo, así el cristianismo es ininteligible sin el budismo». Anna Kingsford asegura incluso que el Evangelio afirma esta relación en el relato de la Transfiguración, donde Moisés y Elías representarían a Buddha y a __PITÁGORAS__, en tanto que sus «correspondientes hebraicos»: singular interpretación, pero no más sorprendente que la que se encuentra algunas páginas más adelante, donde la autora, en base a etimologías fantasiosas, pretende que Abraham representa los «misterios hindúes», Isaac los «misterios egipcios» y Jacob los «misterios griegos». A pesar de todo, para Anna Kingsford, el cristianismo es superior al budismo, como la intuición es superior a la inteligencia, o como la mujer es superior al hombre, puesto que es una feminista convencida, y considera a la mujer como «la más elevada manifestación de la humanidad»; para completar su fisonomía, agregamos a todo esto que fue una apóstol del vegetarianismo y una adversaria encarnizada de las teorías de Pasteur. 7911 El Teosofismo XVIII – EL CRISTIANISMO ESOTÉRICO

El papel que la Sociedad Teosófica se atribuye no se limita a anunciar la venida del «Gran Instructor»; consiste también en encontrar y preparar, como lo habrían hecho antaño los esenios, al «discípulo» de elección en el que se encarnará, cuando haya llegado el momento, «Aquel que debe venir». A decir verdad, el cumplimiento de esta misión no ha dejado de tener algunos tanteos; hubo al menos una primera tentativa que fracasó lastimosamente, y que se remonta a un período en el que aún no se había decidido con exactitud acerca de la personalidad del futuro «Portador de la llama de la Verdad», como lo designó Mme Blavatsky. Sucedió en Londres, donde existía entonces una suerte de comunidad de teosofistas en el barrio de Saint-John’s Wood; allí se enseñaba a un joven, de aspecto enclenque y poco inteligente, pero cuyas palabras, hasta las más insignificantes, eran escuchadas con respeto y admiración, pues parece que era nada menos que «__PITÁGORAS__ reencarnado». Por lo demás, es probable que no se tratara de una reencarnación propiamente dicha, sino más bien de una manifestación del género de esas de las que acabamos de hablar, puesto que los teosofistas admiten que __PITÁGORAS__ está ya reencarnado en Koot Hoomi, y que éste, a su vez, no había dejado de vivir. No obstante, hay otros casos donde una semejante interpretación no parece ni siquiera posible, y los teosofistas apenas se arredran ante las peores dificultades; así, mientras algunos de ellos llamaban a Mme Blavatsky «el Saint-Germain del siglo XIX», hubo otros que, tomando las cosas al pie de la letra, creyeron que ella había sido efectivamente la reencarnación del conde de Saint-Germain, al mismo tiempo que, éste, por otra parte, después de haber sido considerado como un simple enviado de la «Gran Logia Blanca», se encontraba elevado al rango de un «Maestro» que vive todavía; a este propósito, señalaremos que una biografía teosofista de este personaje, verdaderamente enigmático por lo demás, ha sido escrita por Mme Isabel Cooper-Oakley, que fue uno de los primeros discípulos de Mme Blavatsky. Sin duda, en todo esto hay misterios que vale más no profundizar, pues probablemente nos daríamos cuenta de que las ideas teosofistas, en esto como en otras cosas, son extremadamente flotantes e indecisas, y nos encontraríamos incluso en presencia de las afirmaciones más inconciliables; en todo caso, según lo dice Sinnett, Mme Blavatsky misma pretendía haber estado encarnada precedentemente en un miembro de su propia familia, una tía que había muerto joven, y haber sido antes una mujer hindú que tenía conocimientos considerables en ocultismo; pero aquí no se trataba del conde de Saint-Germain. 7937 El Teosofismo XX – EL MESÍAS FUTURO

Pero volvamos a __PITÁGORAS__, o más bien al jovencito a quien se destinaba para que le proporcionara un nuevo «vehículo»: al cabo de algún tiempo, el padre de este jovencito, un capitán retirado del ejercito británico, retiró bruscamente a su hijo de las manos de M. Leadbeater, que había sido especialmente encargado de su educación. Debió haber incluso alguna amenaza de escándalo, porque, en 1906, M. Leadbeater fue excluido de la Sociedad Teosófica, por motivos sobre los que se guardó prudentemente silencio; sólo más adelante se tuvo conocimiento de una carta escrita entonces por Mme Besant, y en la que hablaba de métodos «dignos de la más severa reprobación». Reintegrado no obstante en 1908, después de haber «prometido no repetir los consejos peligrosos» dados antaño por él a jóvenes, y reconciliado con Mme Besant, de la que devino incluso el colaborador constante en Adyar, M. Leadbeater debía desempeñar aún el papel principal en un segundo «affaire», mucho más conocido, y que iba a concluir en un desenlace casi similar. 7938 El Teosofismo XX – EL MESÍAS FUTURO

En el asunto del que vamos a hablar ahora, ya no es __PITÁGORAS__ o Koot Hoomi a quien se trataba de manifestar, sin duda a título de «precursor», sino al Bodhisattva Maitreya mismo; y el joven a quien se enseñaba con este propósito ya no era un inglés, sino un hindú, Krishnamurti, del que Mme Besant se había instituido como tutora, así como de su hermano Nityananda, que debía tener que desempeñar también alguna misión accesoria; se les designaba habitualmente por los seudónimos astronómicos de Alción y de Mizar. Ambos acompañaron a Mme Besant en el viaje que ésta hizo a París en 1911, y aparecieron a su lado en la conferencia que dio en la Sorbona, el quince de junio, bajo la presidencia de M. Liard, el vicerrector de entonces (y que, conviene hacerlo notar, era protestante), y cuyo tema era «el mensaje de Giordano Bruno al mundo actual». Para comprender este título, es menester saber que Mme Besant pretende ser la reencarnación de Giordano Bruno, del mismo modo que pretende haber sido precedentemente la filósofa Hipatia, hija del matemático Teón de Alejandría; en oportunidades anteriores, había dado sobre este tema una versión completamente diferente, ya que ha afirmado expresamente, como Mme Blavatsky, «que había sido hindú en su vida anterior». En realidad, tales variaciones no son nada indicadas para inspirar confianza, y eso es también una contradicción más que se puede agregar a todas las que ya hemos tenido la ocasión de señalar hasta aquí. 7943 El Teosofismo XXI – LAS TRIBULACIONES DE ALCIÓN