Eva (FS)

Y de este corazón misterioso de la Shahâda surge la segunda Shahâda, tal como EVA está sacada del costado de Adán; la Verdad divina, después de haber dicho «no» al mundo que quería ser Dios, dice «sí» en el marco mismo de este «no», porque el mundo en sí mismo no puede estar separado de Dios. Alâáh no puede dejar de estar en él en cierta forma o conforme a ciertos principios que resultan de Su naturaleza y de la del mundo. 833 FSCI 2

El hombre primordial, antes de la pérdida de la armonía edénica, veía todas las cosas desde el interior, en su sustancialidad y en la Unidad; después de la caída ya no las vio sino desde el exterior y en su accidentalidad y, así, fuera de Allâh. Adán es el espíritu (rûh) o el intelecto (‘aql) y EVA es el alma (nafs); a través del alma -complemento «horizontal» del espíritu «vertical» y polo existencial de la inteligencia pura- o a través de la voluntad vino el movimiento de exteriorización y de dispersión; la serpiente tentadora, que es el genio cósmico de este movimiento, no puede actuar directamente sobre la inteligencia, debe, pues, seducir a la voluntad, EVA. Cuando el viento sopla sobre un lago perfectamente tranquilo, el reflejo del sol se altera y se segmenta; así es como se ha producido la pérdida del Edén, cómo se ha roto el reflejo divino. La Vía es el retorno a la visión de la inocencia, a la dimensión interior en la que todas las cosas mueren y renacen en la Unidad -en este Absoluto que es, con sus concomitancias de equilibrio y de inviolabilidad, todo el contenido y toda la razón de ser de la condición humana-. 1632 FSCI 6

A fin de cuentas, cuando San Agustín exclama «feliz culpa» al referirse al pecado de Adán y EVA, indica en suma el carácter necesario de la caída: muchas doctrinas cosmogónicas presentan en efecto la pérdida de la beatitud original como un hecho neutro y como una etapa inevitable en la plena realización del hombre, acentuando por consiguiente sus efectos compensatorios como lo hace el Cristianismo a posteriori. Esto es lo que muestra la unión sexual, imagen clásica de la caída, al menos según la sensibilidad cristiana; el Islam y otras religiones insisten por el contrario en la virtud liberadora y perfeccionadora de la sexualidad, pero sin negar jamás los méritos posibles de la castidad ni su necesidad en ciertos casos. En cualquier caso, todo en el orden natural es más o menos relativo, y le es posible al hombre realizar la alquimia sexual de una manera puramente interior, como también es posible lo inverso; esto es evidente y ya lo hemos dicho explícita o implícitamente. Del mismo modo, no enunciamos nada nuevo recordando que el hombre lleva en sí mismo el Paraíso perdido, que en realidad permanece siempre accesible, no fácilmente, sino bajo condiciones tradicionales y personales rigurosas; intrate per angustam portam. El ángel de la espada flamígera, o el dragón guardián del santuario (NA: La serpiente del Génesis no deja de tener relación con el dragón, pero éste es positivo, como lo muestra el paralelo con el ángel o los querubines. Al ser la perspectiva de la Biblia a priori moral y no iniciática – como lo prueba por otra parte la presentación del caso de Salomón – las palabras de la serpiente tienen un carácter maléfico, mientras que según la perspectiva sapiencial el dragón invita, no al pecado, sino a la prueba iniciática y a la victoria, advirtiendo al hombre del peligro que corre. Ciertamente, el hombre ha caído en el sufrimiento y en la muerte, pero éste es el precio de una posibilidad superior de perfección, sin lo cual no habría lugar a hablar de una «feliz culpa». Los budistas dirían que no se puede vencer el samsâra más que conociéndolo.), no dará libre paso más que a aquél que, habiendo vencido la caída, no ha sido rozado por el pecado; a aquél, cuya «bajada a los infiernos» fue de entrada una «feliz culpa», o a aquél que, conociendo así el «santo y seña», posee la llave del Jardín celestial y de la Liberación. 2352 EPV: I EL MISTERIO DEL VELO

El Génesis nos informa que en el centro del Paraíso terrenal estaba el árbol de la Vida, y que otro árbol era el de la ciencia del Bien y del Mal; los frutos de este segundo árbol estaban prohibidos al hombre. El árbol central es el del conocimiento sintético o unitivo: es ver los accidentes, o las contingencias, en la Substancia o en función de ella. El árbol prohibido es el del conocimiento separativo: es ver los accidentes fuera de la Substancia u olvidándola, como si los accidentes fuesen substancias autónomas, lo que conduce prácticamente a la negación de la Substancia una; éste fue el pecado de la primera pareja humana. Ahora bien, para una perspectiva voluntarista y penitencial, que ve el mal ante todo en la pasión de la carne, es grande la tentación de ver la caída en el acto sexual; en realidad, la causa de la caída no podría estar en una ley positiva de la naturaleza; está únicamente en el hecho de desvincular los bienes naturales de su Fuente divina, de vivirlos fuera de Dios y de atribuirse su gloria y su goce. El pecado de Adán y EVA fue en el fondo menos una acción exterior determinada que el hecho de situarse fuera del Centro divino: de aislar – en el acto de conocimiento o de voluntad – el sujeto y el objeto, por tanto, de separarlos prácticamente, aunque ilusoriamente, de Dios, que, a fin de cuentas, es el único Sujeto y el único Objeto; al hacer esto, la primera pareja humana cometió necesariamente un acto principal de desobediencia (NA: Según la Theologia Germanica, «el pecado no es otra cosa que esto: que la criatura se aparta del Bien inmutable y se vuelve hacia el bien cambiante»; Adán cayó «porque reivindicó algo para sí mismo… Si hubiese comido siete manzanas, sin reivindicar nada para sí mismo, no habría caído». La manzana estaba prohibida precisamente porque ella coincidía para Adán con el deseo de un bien «para mí»; es decir, que el «pecado» cósmico es el principium individuationis.). 2526 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

Pero, ¿qué significa en el Génesis la idea de que el conocimiento del Bien y del Mal es un privilegio de Dios? Esto significa que sólo Dios puede querer todo lo que Él quiere, porque sólo Dios es el Soberano Bien y, por este hecho, Él no puede querer más que el bien (NA: Ashari lo comprendió bien, pero lo expresó mal – y lo llevó al absurdo -, al sostener que una injusticia por parte de Dios, si fuese posible, sería justicia.); sólo el absoluto Bien tiene derecho a la absoluta Libertad, sólo Él la posee, lo que equivale a decir que la posee por definición. ¿En qué sentido el pecado de la primera pareja humana fue una usurpación de un privilegio divino? En el sentido de que esta pareja, al comer el fruto prohibido, actuó como si este fruto fuera el Soberano Bien, a quien toda posibilidad le es ontológicamente permitida; es decir, que Adán y EVA atribuyeron a lo relativo los derechos de lo Absoluto. Positivamente, el árbol de la ciencia del Bien y del Mal es la Omniposibilidad en cuanto Libertad divina; negativa o restrictivamente, es esta Posibilidad en cuanto, desplegándose en la Existencia, es decir, hacia lo bajo, si se quiere, se aleja necesariamente de la Fuente divina. 2534 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

Amándose entre sí, Adán y EVA amaban a Dios; no podían amar ni conocer fuera de Dios. Después de la caída, se amaban fuera de Dios y para sí mismos y se conocían como fenómenos separados y no como teofanías; este nuevo género de amor fue la concupiscencia, y este nuevo género de conocimiento fue la profanidad. Por una parte, el hombre, a partir de entonces, miró las cosas en su fenomenalidad aislada y bruta y, por otra, se hizo insaciable; se convirtió en homo faber, constructor y productor; sin embargo, obraba todavía bajo la inspiración divina – no existen invenciones primordiales – porque se había reconciliado con Dios, y la invención propiamente dicha estaba reservada a fases ulteriores de la caída (NA: Como la Antigüedad llamada clásica, el Renacimiento, el siglo XIX, etc.). El peligro de productividad prometeica o titánica explica, por otra parte, la prohibición de las imágenes entre los semitas monoteístas, de origen nómada, que tienden a mantener al hombre en una especie de improductividad cercana a la simplicidad primordial; los símbolos bíblicos del «pecado creador» son la torre de Babel y el becerro de otro (NA: Desde el punto de vista de los pueblos que practican tradicionalmente las artes plásticas, el Artifex divino se coloca en el sujeto humano; es pues Dios quien opera a través del hombre y quien crea o produce la obra; ésta tendrá una virtud interiorizadora, no exteriorizadora como en el arte propiamente «idólatra» o profano.). 2562 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

«Y vieron que estaban desnudos»: su inteligencia y su voluntad, lo mismo que su manera de sentir, se habían exteriorizado, y por lo mismo su amor se había separado de la esencia divina de las cosas y se había transmutado en concupiscencia; reflejos del divino Sol sobre el agua de la Existencia, se habían tomado a sí mismos por el Sol, olvidándose de que no eran más que reflejos, y tuvieron vergüenza de las consecuencias humillantes de este error. Si en el simbolismo bíblico y coránico las partes sexuales evocan la vergüenza y la humillación, es porque recuerdan al hombre la pasión ciega y deífuga, que es indigna del hombre, porque le arrebata su inteligencia y su voluntad; pero es evidente que esta perspectiva moral no resume toda la verdad y que el simbolismo positivo de la nuditas sacra es mucho más profundo: por una parte, evoca la semidivinidad del hombre primordial y, por otra, entiende llevarnos, desde la accidentalidad, que es diversa y exterior, hacia la substancialidad, que es simple e interior. Por lo demás, la Biblia no reprocha a Adán y EVA su desnudez; levanta acta del hecho de que se dieron cuenta de dicha circunstancia con vergüenza, lo que está en relación con la caída pero no con la desnudez en sí (NA: Según el Islam, el vestido es una revelación divina, lo que coincide con el relato bíblico; «y el vestido del temor de Dios es mejor», añade sin embargo el Corán (NA: Sura El Muro, 26), es decir, que la consciencia de lo Divino protege mejor que el vestido contra la concupiscencia deífuga, idea que evoca el principio de la desnudez sagrada, del que todas las religiones ofrecen, por lo demás, al menos algunos ejemplos.). 2564 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

La caída puede interpretarse en diferentes grados: así, no resulta ilegítimo admitir que puede simbolizar la entrada en la materia, es decir, el paso cosmogónico del estado anímico al estado material; se puede admitir igualmente – siempre con reservas evidentes – que la creación de EVA simboliza este paso (NA: En este caso, Adán sería el andrógino primordial, que en efecto no es concebible más que en el estado anímico.), o también que la caída representa un estado ulterior y negativo de él. Pero ésta no es la primera intención del Génesis, que comienza exactamente con la creación del mundo material y que a continuación relata – en el segundo capítulo (NA: No hay en la Biblia «capas» divergentes, una «elohísta» y otra «yahvista»; no hay en ella más que una diversidad de punto de vista o de acento, como en toda Escritura sagrada.)- la decadencia del hombre, la cual determinó el deterioro de la materia y de todas las especies vivas que se encontraban en este estado. 2576 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

La pérdida de la Revelación interior, u ojo del Corazón, indica que el Edén fue perdido como consecuencia de un pecado de exterioridad o de exteriorización, como hemos observado más arriba; porque la pérdida de la Interioridad y de su Paz prueba un movimiento ilegítimo hacia la exterioridad y una caída en la pasión. EVA y Adán cedieron a la tentación de la «curiosidad cósmica», es decir, quisieron saber y gustar fuera de Dios, e independientemente de la Luz interior, las cosas del mundo exterior; en lugar de contentarse con la visión simple, sintética y simbolista de las cosas, se hundieron en una percepción a la vez exploradora y concupiscente, comprometiéndose así en una vía sin fin y sin salida, la cual es por lo demás como el reflejo invertido de la Infinitud interior. Es la vía del exilio, del sufrimiento y de la muerte; todos los errores y todos los pecados traen de nuevo las huellas de la primera transgresión y conducen a esta vía renovada sin cesar. El pecado del espíritu o de la voluntad refleja siempre la primera falta, mientras que la Religión o la Sabiduría refleja y renueva por el contrario el Paraíso perdido, en el seno mismo del mundo de disonancias que surge del fruto prohibido. 2596 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

Desde este punto de vista, la Felix culpa de San Agustín se explica y se justifica, no sólo por el advenimiento de Cristo, sino por la necesidad del pleno desarrollo del ser humano; Cristo y la Virgen – nuevo Adán y nueva EVA – aparecen entonces, menos como una compensación imprevista que como la prueba de esta necesidad paradójica de la posibilidad humana: de esta necesidad de caer para poder llevar la consciencia de lo Divino a los confines de lo que es humanamente posible. 2604 EPV: I EL ÁRBOL PRIMORDIAL

La teología cristiana, al ocuparse del pecado y viendo en EVA en particular y en la mujer en general a la seductora, se ha visto llevada a evaluar el sexo femenino con un máximo de pesimismo: según algunos, es el hombre únicamente, no la mujer, el que está hecho a imagen de Dios, siendo así que la Biblia afirma, no solamente que Dios creó al hombre a su imagen, sino también que «los creó macho y hembra», lo que ha sido malinterpretado con mucha ingeniosidad. En principio, podría uno asombrarse de esta falta de inteligencia casi visual por parte de los teólogos; de hecho, una tal limitación no tiene nada de asombrosa, dado el carácter voluntarista y sentimental, y por tanto inclinado a los prejuicios y a las oblicuidades, de la perspectiva exoterista en general (NA: Se objetará que los doctores estaban inspirados por el Espíritu Santo; sin duda, pero esta inspiración está condicionada de antemano, si se nos permite expresarnos así, pues el agua toma el color de su recipiente. El Espíritu Santo excluye el error intrínseco y nocivo para el alma, pero no necesariamente el error extrínseco y oportuno, luego prácticamente neutro respecto a la verdad esencial y a la salvación.). Una primera prueba – si hiciera falta – de que la mujer es tan imagen divina como el hombre, es que de hecho ella es un ser humano como él; no es vir o andros, pero es, como éste, homo o antro pos; su forma es humana y, por consiguiente, divina. Otra prueba – aunque una ojeada debería bastar – está en el hecho de que la mujer toma, frente al hombre y en el plano erótico, una función casi divina – semejante a la que asume el hombre frente a la mujer -, lo que no sería posible si ella no encarnase, no la cualidad de absoluto sin duda, sino la cualidad complementaria de infinitud, siendo el Infinito de alguna manera la shakti del Absoluto. 3014 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

En este contexto, decíamos, la mujer aparece como el elemento exteriorizador y que encadena: la psicología femenina se caracteriza en efecto, en el plano puramente natural y a menos de una elevación espiritual, por una tendencia hacia el mundo, lo concreto, lo existencial si se quiere, y en todo caso hacia la subjetividad y el sentimiento; después por una astucia más o menos inconsciente al servicio de esta tendencia innata (NA: Estamos aquí en el terreno de los imponderables, pero lo que es decisivo es que las diferencias psicológicas entre los sexos existen realmente, tanto en sentido vertical o cualitativo como en sentido horizontal o neutro. Finalmente, resulta útil recordar en este contexto que la vida moderna contribuye a desvirilizar a los hombres y a desfeminizar a las mujeres, lo que no constituye una ventaja para nadie, puesto que el proceso es contra la naturaleza y transfiere, o incluso acentúa, los defectos en lugar de corregirlos.). Es con relación a esta tendencia como los cristianos, al igual que los musulmanes, han podido decir que una mujer santa no es ya una mujer, que es un hombre; formulación absurda en sí misma, pero defendible a la luz del axioma de que se trata. Pero este axioma de la tendencia innata de la mujer, precisamente, es relativo, y no absoluto, puesto que la mujer es un ser humano como el hombre y que la psicología sexual es forzosamente cosa relativa. Se podrá hacer valer tanto como se quiera que el pecado de EVA fue llamar a Adán a la aventura de la exterioridad; no se puede olvidar que la función de María fue inversa y que esta función entra también en las posibilidades del espíritu femenino. Sin embargo, la misión espiritual de la mujer no se combinará jamás con una rebelión contra el hombre, ya que la virtud femenina implica de una manera casi existencial la sumisión; para la mujer, la sumisión al hombre – no a cualquier hombre – es una forma secundaria de la sumisión humana a Dios. Y esto es así porque los sexos, como tales, manifiestan una relación ontológica, luego una lógica existencial que el espíritu puede superar en el interior, pero no abolir en el exterior. 3072 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

La clave del misterio de la salvación por la mujer, o por la feminidad si se prefiere, está en la naturaleza misma de Mâyâ: si la Mâyâ puede atraer hacia fuera, igualmente puede atraer hacia dentro (NA: Cuando se dice que Samsâra es Nirvâna e, inversamente, se entiende que no hay más que el Nirvâna y que el Samsâra es su irradiación a la vez centrífuga y centrípeta, proyectante y reabsorbente, creadora y salvadora.). EVA es la Vida y es la Mâyâ que manifiesta; María es la Gracia y la Mâyâ que reintegra. EVA personifica el demiurgo, en su aspecto de feminidad; María es la personificación de la Shekhinah, de la Presencia a la vez virginal y maternal. La Vida, al ser amoral, puede ser inmoral; la Gracia, al ser pura substancia, puede reabsorber todos los accidentes. 3076 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

Sita, esposa de Rama, parece combinar a EVA con María: su drama, a primera vista decepcionante, describe de una cierta manera el carácter ambiguo de la feminidad. En medio de las vicisitudes de la condición humana, la divinidad de Sita se encuentra significativamente mantenida: el demonio Râvana, que había conseguido raptar a Sita – como consecuencia de una falta de ésta -, cree gozar de ella, pero no goza más que de una apariencia mágica sin poder tocar a la verdadera Sita. La falta de Sita fue una sospecha injusta, y su castigo fue igualmente una tal sospecha; ésta es la forma que toma aquí el pecado de EVA; pero, al final de su carrera terrenal, la EVA râmâyánica recobra la cualidad marial: Sita, encarnación de Lakshmî (NA: Lakshmi es una personificación divina, pero ya cósmica, de Prakriti, el polo femenino del Ser, cuyo aspecto de bondad, de belleza y de felicidad manifiesta.), desaparece en la tierra, que se abre para ella, lo que significa su retorno a la divina Substancia, que la tierra manifiesta visiblemente (NA: El simbolismo negativo de la tierra – por el hecho de que está «abajo» y sugiere el movimiento descendente, la pesadez y las tinieblas -, este aspecto, pues, se encuentra neutralizado aquí por el simbolismo positivo de la tierra, el de la estabilidad, la fertilidad, la substancialidad y, por consiguiente, de la pureza, que parece manifestar por los manantiales que brotan de su seno. La substancialidad implica igualmente los aspectos de profundidad y de potencia: al «descender», Sita recupera la profundidad de su substancia divina, coincidiendo ésta con la potencia de Lakshmi.). El nombre de Sita significa en efecto «surco»: Sita, en lugar de nacer de una mujer, sale de la Tierra-Madre, es decir, de Prakriti, la Substancia metacósmica a la vez pura y creadora. 3078 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

Los hindúes excusan a Sita diciendo que su falta (NA: A saber, una sospecha infamante vertida sobre el virtuoso Lakshmana, que rehusó ir en busca de Rama puesto que tenía por misión proteger a Sita; obedeció por fin, lo que permitió a Ravana raptar a la heroína.) era debida a un exceso de amor por su esposo Rama; universalizando esta interpretación, se concluirá que el origen del mal es, no la curiosidad o la ambición, como en el caso de EVA, sino un amor desordenado, por consiguiente el exceso de un bien (NA: Al contar el incidente, el Râmâyana precisa que el espíritu de la mujer está «cubierto de nubes» cuando el interés del bienamado está en cuestión; su confianza es «inconsciente» y su lengua «venenosa», siendo la cualidad compensatoria el amor de su alter ego y, por consiguiente, el perfecto don de sí mismo. En otro lugar, el Râmâyana hace constar la dulce prudencia de la esposa en oposición a la irreflexiva cólera del guerrero.), lo que parece acercarse a la perspectiva bíblica en el sentido de que el pecado de la primera pareja fue el de desviar el amor: el de amar a la criatura más que al Creador, el de amar fuera de Él y no en Él. Pero, en este caso, el «amor» es más bien la apetencia del alma que un culto; un deseo de novedad o de amplitud más que una adoración; por consiguiente, una falta de amor más que un amor desviado. 3080 EPV: II EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD

Lo que importa para el hombre virtualmente liberado de la caída es permanecer en la santa infancia. De alguna manera, Adán y EVA eran «niños» antes de la caída y no se han hecho «adultos» más que por y después de ella; la edad adulta refleja sin duda el reino de la caída; la vejez, en la que las pasiones se han silenciado, se acerca de nuevo a la infancia y al Paraíso, al menos en condiciones espirituales normales. Hay que combinar la inocencia y la confianza de los niños con el desapego y la resignación de los ancianos; las dos edades se vuelven a encontrar en la contemplación y después en la proximidad de Dios: la infancia está «todavía» cercana a Él y la vejez lo está «ya». El niño puede encontrar su felicidad en una flor igual que el anciano; los extremos se tocan y el círculo espiroidal se vuelve a cerrar en la Misericordia. 4769 FSRMA: CAIDA Y DECADENCIA LA VÍA DE LA UNIDAD

Si la sabiduría de Cristo es «locura a los ojos del mundo» es porque el «mundo» está en oposición con el «reino de Dios, que está dentro de vosotros», y por ninguna otra razón; no es, ciertamente, porque reivindique un misterioso derecho al contrasentido, quod absit (NA: Mencionemos, a título de ejemplo, la contradicción siguiente: según la Biblia, Dios elevó a Enoc junto a Sí, y Elías subió al cielo en un carro de fuego; pero, según el credo católico, Cristo «descendió a los infiernos» a fin de llevar al cielo a todos los hombres que habían vivido antes que él, incluidos Enoc y Elías, quienes también se encuentran «abajo» cuando Dios los había situado «arriba». Todo esto para decir que nadie se salva si no es por el divino Logos; pero este Logos es en realidad intemporal, actúa, pues, independientemente de la Historia, lo que no impide, evidentemente, que pueda manifestarse en forma humana, luego en la Historia. Observemos a este respecto que algunos Padres de la Iglesia, al hablar del «seno de Abraham», han añadido prudentemente: «sea lo que sea lo que pueda entenderse por esta palabra».). La sabiduría de Cristo es «locura» porque no favorece la perversión exteriorizante, y a la vez dispersante y endurecedora, que caracteriza al hombre de la concupiscencia, del pecado, del error; y es esta perversión la que precisamente constituye el «mundo», esta perversión, con su insaciable curiosidad científica y filosófica, la cual perpetúa el pecado de EVA y Adán y lo reedita en formas indefinidamente diversas (NA: Es muy extraño que la Iglesia no discierna esta perversión más que en los planos dogmático y moral; esta ceguera tiene algo de providencial en el sentido de que «es necesario que haya escándalo».). 5278 STRP: PREMISAS EPISTEMOLÓGICAS LA VÍA DE LA UNIDAD

Sin duda, el abuso luciferino de la inteligencia que se vuelve contra la verdad, y finalmente contra el hombre, es peor que el simple debilitamiento moral; pero la sorprendente facilidad con que el Oriente decadente se ha solidarizado con el modernismo occidental, en cuanto ha podido, prueba no obstante que hay entre ambos excesos como una complementariedad providencial, y que el debilitamiento moral, a partir de cierto grado, es mucho menos inocente, desde el punto de vista espiritual, y por lo tanto, desde el punto de vista de la verdad, de lo que se hubiera creído a primera vista, o se quisiera creer por amor a la tradición (NA: En vano se acusa a Occidente de extender sus errores al mundo entero: además hace falta que alguien los acepte. La Teología nunca ha disculpado a Adán porque fuera EVA la que empezó.). Por lo demás, adherirse realmente a la tradición es adherirse a ella con discernimiento y no por simple rutina; carecer de discernimiento hasta el punto de traicionar a la tradición en cuanto las condiciones políticas lo permiten o invitan a ello – o de sufrir esta traición sin protestar (NA: En ciertos casos, hay que tener en cuenta el hecho de que son forzosamente los hombres antitradicionales los que disponen de los medios técnicos y, ante todo, del armamento, de modo que los hombres tradicionales están sin defensa; pero en la mayoría de los casos esta situación general no impediría que los partidarios de la tradición manifestasen su resistencia. Se nos ha dicho más de una vez, en Oriente, que todo lo que sucede es «querido por Dios»; ahora bien, se habría podido, en situaciones análogas, hacer este razonamiento desde la Edad Medía e incluso desde la Antigüedad, y no se ha pensado en hacerlo antes de esta segunda mitad del siglo XX.) – no es realmente tener espíritu tradicional, y no manifiesta una mentalidad digna de ser citada como ejemplo o de ser admirada sin reservas. De modo general, uno de los descubrimientos más decepcionantes de nuestro siglo es el hecho de que la media de los creyentes, bajo todos los cielos, ya no son en absoluto creyentes; ya no tienen verdaderamente la sensibilidad conforme a su religión y se les puede contar cualquier cosa. La humanidad se halla inmersa en el kaliyuga, la «edad de hierro», y la mayoría de los hombres están por debajo de su religión – si es que todavía tienen alguna – hasta el punto de no poder representarla consciente y sólidamente; sería, pues, ingenuo creer que encarnan un determinado mundo tradicional, es decir, que son lo que éste es. A la cuestión de saber si el Oriente rutinario es la tradición se debe responder sí y no; no se puede, con conocimiento de causa, responder simplemente sí, pero sería, sin duda, más inadecuado todavía responder simplemente no, dada la complejidad del problema. Todo esto no tiene relación con la tipología religiosa, de la que hemos hablado al principio de este capítulo, pero como el mal procede tanto por exceso como por privación – y la falsificación del bien participa de esas dos taras (NA: La falsificación resulta del pecado de orgullo: falsificar un bien es acapararlo para sí, subordinarlo a un fin que le es contrario, luego viciarlo con una intención inferior. El orgullo, como la hipocresía que lo acompaña, sólo puede producir la falsificación.) – las características formales de una religión influyen forzosamente, aunque muy indirectamente y por subversión, en la génesis de tal o cual degeneración particular; lo cual se comprueba tanto en la decadencia oriental como en la desviación occidental. 5474 STRP: NOTAS SOBRE TIPOLOGÍA RELIGIOSA LA VÍA DE LA UNIDAD

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