René Guénon — SIMBOLISMO DA CRUZ [RGSC]
Por lo que acabamos de exponer, hemos llevado hasta sus extremos límites concebibles, o más bien imaginables ( puesto que es siempre de una representación de orden sensible que se trata ), la universalización de nuestro símbolo geométrico, introduciendo en él gradualmente, en varias fases sucesivas, o, para hablar más exactamente, consideradas sucesivamente en el curso de nuestro estudio, una indeterminación cada vez más grande, que corresponde a lo que hemos llamado potencias cada vez más elevadas de lo indefinido, pero sin salir sin embargo de la extensión de tres dimensiones. Después de haber llegado a este punto, nos va a ser menester rehacer en cierto modo este mismo camino en sentido inverso, para restituir a la figura la determinación de todos sus elementos, determinación sin la cual, aunque exista toda entera en el estado virtual, no puede ser trazada efectivamente; pero esta determinación, que, en nuestro punto de partida, era considerada solo por así decir hipotéticamente, como una pura posibilidad, devendrá ahora real, ya que podemos marcar la significación precisa de cada uno de los elementos constitutivos del símbolo crucial por el que se caracteriza.
Primeramente, consideraremos, no la universalidad de los seres, sino un solo ser en su totalidad; supondremos que el eje vertical esté determinado, y después que esté igualmente determinado el plano que pasa por este eje y que contiene los puntos extremos de las modalidades de cada estado; volveremos de nuevo así al sistema vertical que tiene como base plana la espiral horizontal considerada en una sola posición, sistema que ya habíamos descrito precedentemente. Aquí, las direcciones de los tres ejes de coordenadas están determinadas, pero únicamente el eje vertical está efectivamente determinado en posición; uno de estos dos ejes horizontales estará situado en el plano vertical del que acabamos de hablar, y el otro le será naturalmente perpendicular; pero el plano horizontal que contendrá a estas dos rectas rectangulares permanece todavía indeterminado. Si determináramos pues este plano, determinaríamos también por eso mismo el centro de la extensión, es decir, el origen del sistema de coordenadas al que se refiere esta extensión, puesto que este punto no es otro que la intersección del plano de coordenadas con el eje vertical; todos los elementos de la figura estarían entonces efectivamente determinados, lo que permitiría trazar la cruz de tres dimensiones, midiendo la extensión en su totalidad.
Debemos recordar todavía que habíamos tenido que considerar, para constituir el sistema representativo del ser total, primero una espiral horizontal, y después una hélice cilíndrica vertical. Si consideramos aisladamente una espira cualquiera de una tal hélice, podremos, descuidando la diferencia elemental de nivel entre sus extremidades, verla como una circunferencia trazada en un plano horizontal; del mismo modo se podrá tomar por una circunferencia cada espira de la otra curva, la espiral horizontal, si se descuida la variación elemental del radio entre sus extremidades. Por consiguiente, toda circunferencia trazada en un plano horizontal y que tiene por centro el centro mismo de este plano, es decir, su intersección con el eje vertical, podrá inversamente, y con las mismas aproximaciones, ser considerada como una espira que pertenece a la vez a una hélice vertical y a una espiral horizontal1; resulta de eso que la curva que representamos como una circunferencia, no es en realidad, hablando rigurosamente, ni cerrada ni plana.
Una tal circunferencia representará una modalidad cualquiera de un estado de ser igualmente cualquiera, considerado según la dirección del eje vertical, que se proyectará él mismo horizontalmente en un punto, centro de la circunferencia. Por otra parte, si se considerara ésta según la dirección de uno u otro de los dos ejes horizontales, ella se proyectaría en un segmento, simétrico en relación al eje vertical, de una recta horizontal que forma con este último una cruz de dos dimensiones, siendo esta recta horizontal la huella, sobre el plano vertical de proyección, del plano en el cual está situada la circunferencia considerada.
En lo que concierne a la significación de la circunferencia con el punto central, siendo éste la huella del eje vertical sobre un plano horizontal, haremos destacar que, según un simbolismo completamente general, el centro y la circunferencia representan el punto de partida y la conclusión de un modo cualquiera de manifestación2; corresponden pues respectivamente a lo que son, en lo Universal, la “esencia” y la “sustancia” ( Purusha y Prakriti en la doctrina hindú ), o también el Ser en sí mismo y su Posibilidad, y figuran, para todo modo de manifestación, la expresión más o menos particularizada de estos dos principios considerados como complementarios, activo y pasivo uno en relación al otro. Esto acaba de justificar lo que hemos dicho precedentemente sobre la relación que existe entre los diversos aspectos del simbolismo de la cruz, ya que de ahí podemos deducir que, en nuestra representación geométrica, el plano horizontal ( que se supone fijo en tanto que plano de coordenadas, y que, por lo demás, puede ocupar una posición cualquiera, puesto que no está determinado más que en dirección ) desempeñará el papel pasivo en relación al eje vertical, lo que equivale a decir que el estado de ser correspondiente se realizara en su desarrollo integral bajo la influencia activa del principio que es representado por el eje3; esto podrá comprenderse mejor por lo que sigue, pero importaba indicarlo desde ahora.
Esta circunferencia es la misma cosa que la que limita exteriormente la figura conocida bajo el nombre de yin-yang en el simbolismo extremo oriental, figura a la que ya hemos hecho alusión, y que trataremos especialmente un poco más adelante. ↩
Hemos visto que, en el simbolismo de los números, esta figura corresponde al denario, considerado como el desarrollo completo de la unidad. ↩
Si consideramos la cruz de dos dimensiones obtenida por proyección sobre un plano vertical, cruz que está formada naturalmente por una línea vertical y por una línea horizontal, vemos que, en estas condiciones, la cruz simboliza perfectamente la unión de dos principios activo y pasivo. ↩