Tal como dice el Maestro Eckhart (ed. Evans, I.380), en este sentido «las criaturas nunca descansan hasta que han entrado en la naturaleza humana; en ella alcanzan su forma original, a saber, Dios». Puesto que el intelecto es conformable a todo lo que es cognoscible, «eleva todas las cosas a Dios», de modo que «sólo yo saco a todas las cosas de su sentido y las hago una en mí» (I, 87 y 380). Y esto es precisamente lo que hace el artista, cuyo primer gesto (actus primus, Santo Tomás, De coelo et mundo II.4 y 5) es un acto interior y contemplativo (sánscrito dhyana) en el que el intelecto considera la cosa, no como la conocen los sentidos, ni con respecto a su valor, sino como una forma o especie inteligible; cuya semejanza, después (actus secundus), procede a incorporar en el material, «pues la similitud es con respecto a la forma» (Summa Theologica I.5.4). (AKCBeleza)