arca (RG)

En figura de pez, Vishnú, al final del Manvantara que precede al nuestro, se aparece a Satyavrata, que, con el nombre de Vaivaswata, será el Manú o Legislador del ciclo actual. El le anuncia que el mundo va a ser destruido por las aguas, y le ordena construir el Arca en la cual deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro; luego, siempre bajo la misma forma, guía él mismo el Arca sobre las aguas durante el cataclismo. Esta representación del Arca conducida por el pez divino es de las más notables: Charbonneau-Lassay cita en su estudio “el ornamento pontifical decorado de figuras bordadas que envolvía los restos de un obispo lombardo de los siglos VIII o IX, y sobre el cual se ve una bARCA transportada por el pez, imagen del Cristo sosteniendo a su Iglesia”; ahora bien, se sabe que el ARCA ha sido frecuentemente considerada como una figura de la Iglesia; luego es la misma idea la que encontramos así expresada a la vez en el simbolismo hindú y en el simbolismo cristiano. 2170 EMS XVI: A PROPÓSITO DEL PEZ

Ahora, lo que también es muy destacable, es que la «Ciudad de los Sauces» es representada ritualmente por un celemín lleno de arroz, en el que están plantados diversos estandartes simbólicos (NA: Se podría hacer aquí una aproximación con los estandartes del «Campo de los Príncipes» en el «cuadro» del grado 32 de la Masonería escocesa, donde, por una coincidencia más extraordinaria todavía, se encuentra además, entre varias palabras extrañas y difíciles de interpretar, la palabra Salix que significa precisamente «sauce»; por lo demás, no queremos sacar ninguna consecuencia de este último hecho, que solo indicamos a título de curiosidad. — En cuanto a la presencia del arroz en el celemín, evoca los «vasos de abundancia» de las diversas tradiciones, cuyo ejemplo más conocido en Occidente es el Grial, y que tienen también una significación central (cf. El Rey del Mundo, cap. V); el arroz representa aquí el «alimento de la inmortalidad», que, por lo demás, tiene como equivalente el «brebaje de inmortalidad».); esta figuración puede parecer más bien extraña, pero se explica sin esfuerzo desde que se sabe que, en China, el «Celemín» (NA: Teou) es el nombre de la Osa Mayor (NA: Aquí no hay ningún «retruécano», contrariamente a lo que dice B. Favre; el celemín es muy realmente aquí el símbolo mismo de la Osa Mayor, como la balanza lo fue en una época anterior, ya que, siguiendo la tradición extremo oriental, la Osa Mayor era llamada la «Balanza de jade», es decir, según la significación simbólica del jade, Balanza perfecta (como en otras partes la Osa Mayor y la Osa Menor fueron asimiladas a los dos platillos de una balanza), antes de que este nombre de la Balanza fuera transferido a una constelación zodiacal (cf. El Rey del Mundo, cap. X).). Ahora bien, se sabe cual es la importancia dada tradicionalmente a esta constelación; y, en la tradición hindú, concretamente, la Osa Mayor (sapta-riksha) es considerada simbólicamente como la mansión de los siete Rishis, lo que hace de ella efectivamente un equivalente de la «morada de los Inmortales». Además, como los siete Rishis representan la sabiduría «suprahumana» de los ciclos anteriores al nuestro, es también como una suerte de «ARCA» en el que está encerrado el depósito del conocimiento tradicional, a fin de asegurar su conservación y su transmisión de edad en edad (NA: El arroz (que equivale naturalmente al trigo en otras tradiciones) tiene también una significación en relación con este punto de vista, ya que el alimento simboliza el conocimiento, puesto que el primero es asimilado corporalmente por el ser como el segundo lo es intelectualmente (cf. El Hombre y su devenir según el Vêdânta, cap. IX). Por lo demás, esta significación se vincula inmediatamente a la que ya hemos indicado: en efecto, es el conocimiento tradicional (entendido en el sentido de conocimiento efectivo y no simplemente teórico) el que es el verdadero «alimento de inmortalidad», o, según la expresión evangélica, el «pan descendido del Cielo» (NA: San Juan, 6), ya que, «no solamente de pan (terrestre) vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (NA: San Mateo 4:4; San Lucas 4:4), es decir, de una manera general, el que emana de un origen «suprahumano». — Señalamos a este propósito que la expresión ton arton ton epiousion, en el texto griego del Pater Noster, no significa de ningún modo el «pan cotidiano», como se tiene costumbre de traducirlo, sino muy literalmente «el pan supraesencial» (y no «suprasubstancial» como lo dicen algunos, debido a la confusión sobre el sentido del término ousia que hemos indicado en El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. I), o «supraceleste» si se entiende el Cielo en el sentido extremo oriental, es decir, que procede del Principio mismo y que, por consiguiente, da al hombre el medio de ponerse en comunicación con éste.); por eso también, es una imagen de los centros espirituales que tienen en efecto esta función, y, ante todo, es una imagen del centro supremo que guarda el depósito de la Tradición primordial. 2916 RGGT LA CIUDAD DE LOS SAUCES

Naturalmente, al hablar del papel de la elite, suponemos que nada vendrá a interrumpir bruscamente su acción, es decir, que nos colocamos en la hipótesis más favorable; podría ser también, ya que hay discontinuidades en los acontecimientos históricos, que la civilización occidental venga a zozobrar en algún cataclismo antes de que se cumpla esta acción. Si semejante cosa se produjera antes incluso de que la elite se haya constituido plenamente, los resultados del trabajo anterior se limitarían evidentemente a los beneficios intelectuales que habrían recogido aquellos que hubieran tomado parte en él; pero, por sí mismos, estos beneficios son algo inapreciable, y así, aunque no deba haber nada más, aún valdría la pena emprender este trabajo; sus frutos permanecerían entonces reservados a unos pocos, pero esos, por su propia cuenta, habrían obtenido lo esencial. Si la elite, aún estando ya constituida, no tuviera el tiempo de ejercer una acción suficientemente generalizada como para modificar profundamente la mentalidad occidental en su conjunto, habría algo más: esta elite sería verdaderamente, durante el periodo de trastorno y de agitación, el «ARCA» simbólica que flota sobre las aguas del diluvio, y, a continuación, podría servir de punto de apoyo a una acción por la que Occidente, aunque perdiendo probablemente su existencia autónoma, recibiría no obstante, de otras civilizaciones subsistentes, los principios de un nuevo desarrollo, esta vez regular y normal. Pero, en este segundo caso, habría que considerar también, al menos transitoriamente, enojosas eventualidades: las revoluciones étnicas a las que ya hemos hecho alusión serían ciertamente muy graves; además, sería muy preferible para Occidente, en lugar de ser absorbido pura y simplemente, poder transformarse para adquirir una civilización comparable a las de Oriente, pero adaptada a sus condiciones propias, transformación que le dispensaría, en cuanto a su masa, de asimilar más o menos penosamente formas tradicionales que no han sido hechas para él. Esta transformación, que se operaría sin choques y como espontáneamente, para restituir a Occidente una civilización tradicional apropiada, es lo que acabamos de llamar la hipótesis más favorable; tal sería la obra de la elite, con el apoyo de los detentadores de las tradiciones orientales, sin duda, pero con una iniciativa occidental como punto de partida; y se debe comprender ahora que esta última condición, incluso si no fuera tan rigurosamente indispensable como lo es efectivamente, por ello no aportaría menos una ventaja considerable, en el sentido de que eso es precisamente lo que permitiría a Occidente conservar su autonomía e incluso guardar, para su desarrollo futuro, los elementos válidos que puede haber adquirido, a pesar de todo, en su civilización actual. En fin, si esta hipótesis tuviera el tiempo de realizarse, evitaría la catástrofe que considerábamos en primer lugar, puesto que la civilización occidental, devenida nuevamente normal, encontraría su sitio legítimo entre todas las demás, y ya no sería, como lo es hoy día, una amenaza para el resto de la humanidad, un factor de desequilibrio y de opresión en el mundo. En todo caso, es menester hacer como si la meta que indicamos aquí debiera ser alcanzada, puesto que, incluso si las circunstancias no permiten que lo sea, nada de lo que se haya cumplido en el sentido que debe conducir a ella se perderá; y la consideración de esta meta puede proporcionar, a aquellos que son capaces de formar parte de la elite, un motivo para aplicar sus esfuerzos a la comprehensión de la pura intelectualidad, motivo que no habrá que desdeñar mientras no hayan tomado enteramente consciencia de algo menos contingente, queremos decir, de lo que la intelectualidad vale en sí misma, independientemente de los resultados que puede producir por añadidura en los órdenes más o menos exteriores. Así pues, la consideración de esos resultados, por secundarios que sean, puede ser al menos un «aliciente», y no podría ser un obstáculo si se tiene el cuidado de ponerla exactamente en su lugar y de observar en todo las jerarquías necesarias, de manera que no se pierda nunca de vista lo esencial ni se sacrifique a lo accidental; ya nos hemos explicado sobre esto suficientemente como para justificar, a los ojos de aquellos que comprenden estas cosas, el punto de vista que adoptamos al presente, y que, si no corresponde a todo nuestro pensamiento (y no puede hacerlo, desde que las consideraciones puramente doctrinales y especulativas están para nosotros por encima de todas las demás), representa no obstante una parte muy real de él. 5494 Oriente y Occidente CONSTITUCIÓN Y FUNCIÓN DE LA ÉLITE

De estas dos posiciones de la concha, que se encuentran en las dos mitades del símbolo de Cáncer, la primera corresponde a la figura del ARCA de Noé (o de Satyávrata en la tradición hindú), que puede representarse como la mitad inferior de una circunferencia, cerrada por su diámetro horizontal, en cuyo interior se contiene el punto en que se sintetizan todos los gérmenes en estado de completo repliegue (La semicircunferencia debe considerarse aquí como un equivalente morfológico del elemento espiral a que nos hemos referido antes; pero en éste se ve netamente el desarrollo efectuándose a partir del punto-germen inicial). La segunda posición está simbolizada por el arco iris que aparece “en la nube”, es decir, en la región de las Aguas superiores, en el momento que señala el restablecimiento del orden y la renovación de todas las cosas, mientras que el ARCA, durante el cataclismo, flotaba sobre el océano de las Aguas inferiores; es, pues, la mitad superior de la misma circunferencia; y la reunión de las dos figuras, mutuamente inversas y complementarias, forma una sola figura circular o cíclica completa, reconstitución de la forma esférica primordial: esta circunferencia es el corte vertical de la esfera, cuyo corte horizontal está representado por el recinto circular del Paraíso terrestre (Ver Le Roi du Monde, cap. XI. Esto tiene igualmente una relación con los misterios de la letra nûn del alfabeto árabe (cfr. cap. XXIII: “Los misterios de la letra Nûn”)). En el yin-yang extremo-oriental, se encuentran en la parte interior las dos semicircunferencias, pero desplazadas por un desdoblamiento del centro, que representa una polarización, la cual para cada estado de manifestación, es análoga a la de Sat o el Ser puro en Púrusha-Prákrti para la manifestación universal (Es una primera distinción o diferenciación, pero aún sin separación de los complementarios; a este estadio corresponde propiamente la constitución del Andrógino, mientras que, anteriormente a esa diferenciación, no puede hablarse sino de la “neutralidad” que es la del Ser puro (ver Le Symbolisme de la Croix, cap. XXVIII)). 6854 SFCS EL JEROGLIFICO DE CÁNCER

En figura de pez, Vishnu, al final del Manvántara que precede al nuestro, se aparece a Satyávrata (Este nombre significa literalmente ‘consagrado a la verdad’; y esta idea de la ‘Verdad” se encuentra en la designación del SatyaYuga, la primera de las cuatro edades en que se divide el Manvántara. Se puede notar también la similitud de la palabra Satya con el nombre Saturno, considerado precisamente en la antigüedad occidental como el regente de la “edad de oro”; y, en la tradición hindú, la esfera de Saturno se llama SatyaLoka), que, con el nombre de Vaivásvata (Nacido de Vivásvat, uno de los doce Aditya, que se consideraría como otras tantas formas del Sol, en correspondencia con los doce signos del Zodiaco, y de los cuales se dice que aparecerán simultáneamente al fin del ciclo. (Cf. Le Roi du Mondo, caps. IV y XI)), será el Manu o Legislador del ciclo actual. El dios le anuncia que el mundo va a ser destruido por las aguas, y le ordena construir el ARCA en la cual deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro; luego, siempre en forma de pez, guía él mismo el ARCA sobre las aguas durante el cataclismo; y esta representación del ARCA conducida por el pez divino es tanto más notable cuanto que se encuentra su equivalente en el simbolismo cristiano (L. Charbonneau-Lassay cita, en el estudio antes mencionado, “el ornamento pontifical decorado con figuras bordadas que envolvía los restos de un obispo lombardo del siglo VIII o IX, en el cual se veía una bARCA conducida por el pez, imagen de Cristo sosteniendo su Iglesia”. El ARCA ha sido considerada a menudo como una figura de la Iglesia, así como la bARCA (que fue antiguamente, junto con las llaves, uno de los emblemas de Jano; cf. Autorité spirituelle et Pouvoir temporel, cap. VIII); es, pues, ciertamente, la misma idea que encontramos expresada así en el simbolismo hindú y en el simbolismo cristiano). 6881 SFCS ALGUNOS ASPECTOS DEL SIMBOLISMO DEL PEZ

Para comprender bien de qué se trata, es menester ante todo recordar que Vishnu, manifestándose en la forma de pez (Matsya), ordena a Satyávrata, el futuro Manu Vaivásvata, construir el ARCA en la que deberán encerrarse los gérmenes del mundo futuro, y que, con esa misma forma, guía luego el ARCA sobre las aguas durante el cataclismo que mARCA la separación de los dos Manvántara sucesivos. El papel de Satyávrata es aquí semejante al de Seyyîdná Nû (Noé), cuya ARCA contiene igualmente todos los elementos que servirán para la restauración del mundo después del diluvio; poco importa, por lo demás, que la aplicación efectuada sea diferente, en el sentido de que el diluvio bíblico, en su significación más inmediata, parece señalar el comienzo de un ciclo más restringido que el Manvántara: si no es el mismo suceso, se trata al menos de dos sucesos análogos, en que el estado anterior del mundo se destruye para dejar lugar a un nuevo estado (Cf. Le Roi du Monde, cap. XI). Si ahora comparamos la historia de Jonás con lo que acabamos de recordar, vemos que la ballena, en vez de desempeñar únicamente el papel de pez conductor del ARCA, se identifica en realidad con el ARCA misma; en efecto, Jonás permanece encerrado en el cuerpo de la ballena, como Satyávrata y Noé en el ARCA, durante un período que es también para él, si no para el mundo exterior, un período de “oscurecimiento”, correspondiente al intervalo entre dos estados o dos modalidades de existencia; también aquí, la diferencia es secundaria, pues las mismas figuras simbólicas son siempre de hecho susceptibles de una doble aplicación: “macrocósmica” y “microcósmica”. Sabido es, además, que la salida de Jonás del seno de la ballena se ha considerado siempre como símbolo de resurrección, y por ende de paso a un estado nuevo; y esto debe ponerse en relación, por otra parte, con el sentido de “nacimiento” que, en la Cábala hebrea especialmente, se vincula con la letra nûn y debe entenderse en sentido espiritual, como un “nuevo nacimiento”, es decir, como una regeneración del ser individual o cósmico. 6889 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN

Es lo que indica muy netamente la forma de la letra árabe nûn: esta letra está constituida por la mitad inferior de una circunferencia y por un punto que es el centro de ella. Ahora bien; la semicircunferencia inferior es también la figura del ARCA que flota sobre las aguas, y el punto que se encuentra en su interior representa el germen contenido o encerrado allí; la posición central del punto muestra, por lo demás, que se trata en realidad del “germen de inmortalidad” del “núcleo” indestructible que escapa a todas las disoluciones exteriores. Cabe notar también que la semicircunferencia, con su convexidad vuelta hacia abajo, es uno de los equivalentes esquemáticos de la copa; como ésta, tiene, pues, en cierto modo, el sentido de una “matriz” en la cual se encierra ese germen aún no desarrollado, y que, como veremos en seguida, se identifica con la mitad inferior o “terrestre” del “Huevo del Mundo” (Por una curiosa vinculación, éste sentido de “matriz” (la yoni sánscrita) se encuentra también implicado en el griego delphys, que es a la vez el nombre del ‘delfín’). Según este aspecto de elemento “pasivo” de la transmutación espiritual, el-Hût es también, en cierta manera, la figura de toda individualidad, en tanto que ésta porta el “germen de inmortalidad” en su centro, representado simbólicamente como el corazón; y podemos recordar a este respecto las relaciones estrechas, que ya hemos expuesto en otras ocasiones, existentes entre el simbolismo del corazón, el de la copa y el del “Huevo del Mundo”. El desarrollo del germen espiritual implica que el ser sale de su estado individual y del medio cósmico que es el dominio propio de ese estado, así como al salir del cuerpo de la ballena Jonás “resucita”; y, si se recuerda lo que hemos escrito antes, se comprenderá sin esfuerzo que esta salida es también la misma cosa que la salida de la caverna iniciática, cuya concavidad está igualmente representada por la de la semicircunferencia del nûn. El “nuevo nacimiento” supone necesariamente la muerte al estado anterior, ya se trate de un individuo o de un mundo; muerte y nacimiento o resurrección, son dos aspectos mutuamente inseparables, pues no constituyen en realidad sino las dos faces opuestas de un mismo cambio de estado. El nûn en el alfabeto árabe, sigue inmediatamente al mîm, que entre sus principales significaciones tiene la de muerte (el-mawt), y cuya forma representa al ser completamente replegado sobre sí mismo, reducido en cierto modo a una pura virtualidad, a lo cual corresponde ritualmente la actitud de la prosternación; pero esta virtualidad, que puede parecer una aniquilación transitoria, se hace en seguida, por la concentración de todas las posibilidades esenciales del ser en un punto único e indestructible, el germen mismo de donde saldrán todos sus desarrollos en los estados superiores. 6890 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN

Volvamos ahora a la forma de la letra nûn, que da lugar a una observación importante desde el punto de vista de las relaciones existentes entre los alfabetos de las diversas lenguas tradicionales: en el alfabeto sánscrito, la letra correspondiente, na, reducida a sus elementos geométricos fundamentales, se compone igualmente de una semicircunferencia y de un punto; pero aquí, estando la convexidad vuelta hacia lo alto, es la mitad superior de la circunferencia, y no ya su mitad inferior, como en el nûn árabe. Es, pues, la misma figura colocada en sentido inverso, o, para hablar con más exactitud, son dos figuras rigurosamente complementarias entre sí; en efecto, si se las reúne, los dos puntos centrales se confunden, naturalmente, y se tiene el círculo con el punto en el centro, figura del ciclo completo, que es a la vez el símbolo del Sol en el orden astrológico y el del oro en el orden alquímico (Se podrá recordar aquí el simbolismo del “Sol espiritual” y del “Embrión de Oro” (Hiranyagarbha) en la tradición hindú; además, según ciertas correspondencias, el nûn es la letra planetaria del Sol). Así como la semicircunferencia inferior es la figura del ARCA, la superior es la del arco iris, el cual es el análogo de aquélla en la acepción más estricta de la palabra, o sea con la aplicación del “sentido inverso”; son también las dos mitades del “Huevo del Mundo”, una “terrestre”, en las “aguas inferiores”, y otra “celeste”, en las “aguas superiores”; y la figura circular, que estaba completa al comienzo del ciclo, antes de la separación de esas dos mitades, debe reconstituirse al fin de él (Cf. Le Roi du Monde, cap. XI). Podría decirse, pues, que la reunión de las dos figuras de que se trata representa el cumplimiento del ciclo, por la unión de su comienzo y de su fin, tanto más cuanto que, si se las refiere más particularmente al simbolismo “solar”, la figura del na sánscrito corresponde al sol levante y la del nûn árabe al sol poniente. Por otra parte, la figura circular completa es habitualmente el símbolo del número 10, siendo 1 el centro y 9 la circunferencia; pero aquí, al obtenérsela por la unión de dos nûn, vale 2 X 50=100=102, lo que indica que dicha unión debe operarse en elmundo intermedio”; ella, en efecto, es imposible en el mundo inferior, que es el dominio de la división y la “separatividad”, y, al contrario, es siempre existente en el mundo superior, donde está realizada de modo principial, permanente e inmutable, en eleterno presente”. 6892 SFCS LOS MISTERIOS DE LA LETRA NÛN

La comparación del Corazón y del Templo, a la cual se alude aquí, se encuentra más particularmente, como lo hemos señalado en otro lugar ( “Le Coeur du Monde dans la Kabbale hébraïque” (tema retomado en Le Roi du Monde, cap. III, y Le Symbolisme de la Croix, caps. IV y VII)), en la Cábala hebrea, y, según lo indicábamos, se pueden poner en conexión con ella las expresiones de ciertos teólogos medievales que asimilan el Corazón de Cristo al Tabernáculo o al ARCA de la Alianza ( “À propos des signes corporatifs et de leur sens original” (retomado en “Algunos aspectos del simbolismo de Jano”, que forma aquí el cap. XVIII)). Por otra parte, en lo que respecta a la consideración de los movimientos vertical y horizontal, hay referencia a un aspecto del simbolismo de la cruz, especialmente desarrollado en ciertas escuelas de esoterismo musulmán, sobre las cuales hablaremos quizás alguna vez ( (Cf. Le Symbolisme de la Croix, cap. III)); en efecto, de ese simbolismo se trata en la continuación del mismo estudio, del cual extraeremos una última cita cuyo comienzo podrá relacionarse con lo que hemos dicho, con motivo de los símbolos del centro, acerca de la cruz en el círculo y acerca del svástika ( “L’idée du Centre dans les traditions antiques” (aqui, cap. VIII: “La idea del Centro en las tradiciones antiguas”)). 7305 SFCS CORAZON Y CEREBRO