De estas ciencias Tradicionales, la mayoría están hoy perdidas por completo para los occidentales, y no conocen otras que residuos más o menos informes, frecuentemente degenerados hasta el punto de haber tomado el carácter de recetas empíricas o de simples «ARTES adivinatorias», evidentemente desprovistas de todo valor doctrinal. Para hacer comprender por un ejemplo de qué modo una tal manera de considerarlas está lejos de la realidad, daremos aquí algunas indicaciones sobre lo que es, en el esoterismo islámico, la quirología (ilm el-kaff), que no constituye, por lo demás, más que una de las numerosas ramas de lo que podemos denominar, a falta de una palabra mejor, la «fisiognomonía», aunque esta palabra no explicita exactamente toda la extensión del término árabe que designa este conjunto de conocimientos (ilm el-firâsah). 65 AEIT LA QUIROLOGÍA EN EL ESOTERISMO ISLÁMICO
A Seyidna Adam se atribuye la cultura de la tierra (NA: cf. Génesis, II,15: «Dios tomó al hombre y le puso en el jardín de Edén para cultivarle y guardarle»); a Seyidna Aissa, los conocimientos de orden puramente espiritual; a Seyidna Yûsif, la belleza y las ARTES; a Seyidna Idris, las ciencias «intermediarias», es decir, las de orden cosmológico y psíquico; a Seyidna Dâwud, el gobierno; a Seyidna Mûsa, al cual está inseparablemente asociado su hermano Harûn, las cosas de la religión bajo el doble aspecto de la legislación y del culto; a Seguidna Ibrahîm, la (por la cual, ésta correspondencia con el séptimo cielo debe ser aproximada a lo que recordábamos recientemente a propósito de Dante, en cuanto a su situación en el más alto de los siete escalones de la escala iniciática). 69 AEIT LA QUIROLOGÍA EN EL ESOTERISMO ISLÁMICO
De hecho, la influencia de la civilización islámica se ha extendido en una muy amplia medida y de una manera sensible a todos los dominios, ciencias, ARTES, filosofía, etc. España era entonces un medio muy importante a este respecto y el principal centro de difusión de esta civilización. Nuestra intención no es la de tratar en detalle cada uno de estos aspectos ni la de definir el área de extensión de la civilización islámica, sino solo la de indicar algunos hechos que consideramos como particularmente importantes, si bien que sean poco numerosos en nuestra época los que reconozcan esta importancia. 85 AEIT INFLUENCIA DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA EN OCCIDENTE
Si abandonamos ahora el examen de las ciencias por el de las ARTES, haremos observar que, en lo que concierne a la literatura y a la poesía, innumerables ideas provenientes de los escritores y de los poetas musulmanes, han sido utilizadas en la literatura europea, y también que incluso algunos escritores occidentales han llegado hasta la imitación pura y simple de sus obras. De igual modo, pueden relevarse huellas de la influencia islámica en arquitectura, y eso de una manera enteramente particular en la Edad Media; así, la ventaja de ojiva cuyo carácter se ha afirmado al punto de que ha dado su nombre a un estilo arquitectural, tiene incontestablemente su origen en la arquitectura islámica, ello, aunque numerosas teorías fantásticas hayan sido inventadas para disipar esta verdad. Las teorías en cuestión son contradichas por la existencia de una tradición entre los constructores mismos que afirman constantemente la transmisión de sus conocimientos a partir del Próximo-oriente. 91 AEIT INFLUENCIA DE LA CIVILIZACIÓN ISLÁMICA EN OCCIDENTE
Debemos hacer primero una precisión importante, y que reduce ya mucho el alcance de esta cuestión: es que, si uno se remite a los orígenes, esta cuestión no tendría que plantearse, puesto que la distinción entre «sagrado» y «profano» que implica era entonces inexistente. En efecto, como lo hemos explicado frecuentemente, no hay propiamente un dominio profano, al que un cierto orden de cosas pertenecería por su naturaleza misma; en realidad, hay solo un punto de vista profano, que no es más que la consecuencia y el producto de una cierta degeneración, que resulta de la marcha descendente del ciclo humano y de su alejamiento gradual del estado principial. Por consiguiente, anteriormente a esta degeneración, es decir, en suma en el estado normal de la humanidad todavía no caída, se puede decir que todo tenía verdaderamente un carácter tradicional, porque todo era considerado en su dependencia esencial al respecto de los principios y en conformidad con éstos, de tal suerte que una actividad profana, es decir, separada de estos mismos principios e ignorándolos, hubiera sido algo completamente inconcebible, incluso para lo que depende de lo que se ha convenido llamar hoy día la «vida ordinaria», o más bien para lo que podía correspondérsele entonces, pero que aparecía bajo un aspecto muy diferente de lo que nuestros contemporáneos entienden por eso (NA: Cf. El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XV.), y con mayor razón en lo que concierne a las ciencias, a las ARTES y a los oficios, para los que este carácter tradicional se ha mantenido integralmente hasta mucho más tarde y que se encuentra todavía en toda civilización de tipo normal, de suerte que podría decirse que su concepción profana, aparte de la excepción que hay quizás lugar a hacer hasta un cierto punto para la antigüedad llamada «clásica», es exclusivamente propia de la civilización moderna solo, que no representa, ella misma, en el fondo, más que el último grado de la degeneración de la que acabamos de hablar. 335 RGAI TRADICIÓN Y TRANSMISIÓN
Llegamos así a despejar todavía otra consecuencia de la naturaleza del secreto iniciático: puede ocurrir de hecho, que, además de este secreto que es el único esencial, una organización iniciática posea también secundariamente, y sin perder en modo alguno por eso su carácter propio, otros secretos que no son del mismo orden, sino de un orden más o menos exterior y contingente; y son esos secretos puramente accesorios los que, al ser forzosamente los únicos aparentes a los ojos del observador de fuera, serán susceptibles de dar lugar a diversas confusiones. Esos secretos pueden provenir de la «contaminación» de la que hemos hablado, entendiendo por eso la agregación de metas que no tienen nada de iniciático, y a las que puede serles dada una importancia más o menos grande, puesto que, en esta suerte de degeneración, todos los grados son evidentemente posibles; pero la cosa no es siempre así, y puede ocurrir igualmente que tales secretos se refieran a aplicaciones contingentes, pero legítimas, de la doctrina iniciática misma, aplicaciones que se ha juzgado bueno «reservar» por razones que pueden ser muy diversas, y que habría que determinar en cada caso particular. Los secretos a los que hacemos alusión aquí son, más especialmente aquellos que conciernen a las ciencias y a las ARTES tradicionales; y lo que se puede decir de la manera más general a este respecto, es que, puesto que estas ciencias y estas ARTES no pueden ser comprendidas verdaderamente fuera de la iniciación donde tienen su principio, su «vulgarización» no podría tener más que inconvenientes, ya que acarrearía inevitablemente una deformación o incluso una desnaturalización, del género de la que ha dado nacimiento precisamente a las ciencias y a las ARTES profanas, como ya lo hemos expuesto en otras ocasiones. 423 RGAI DEL SECRETO INICIÁTICO
Pero eso no es todo, ya que, a decir verdad, la noción del símbolo a la que acabamos de referirnos es demasiado estrecha: no hay solamente símbolos figurados o visuales, hay también símbolos sonoros; ya hemos indicado en otra parte esta distinción de dos categorías fundamentales, que son, en la doctrina hindú, la del yantra y la del mantra (NA: Ver El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos, cap. XXI.). Precisábamos entonces incluso que su predominancia respectiva caracterizaba a dos tipos de ritos, que, en el origen, se atribuyen, para los símbolos visuales, a las tradiciones de los pueblos sedentarios, y, para los símbolos sonoros, a las de los pueblos nómadas; por lo demás, entiéndase bien que, entre los unos y los otros, la separación no puede ser establecida de una manera absoluta (y es por eso por lo que hablamos solo de predominancia), puesto que aquí son posibles todas las combinaciones, debido al hecho de las adaptaciones múltiples que se han producido en el curso de las edades y por las cuales han sido constituidas las diversas formas tradicionales que nos son conocidas actualmente. Estas consideraciones muestran bastante claramente el lazo que existe, de una manera completamente general, entre los ritos y los símbolos; pero, podemos agregar que, en el caso de los mantras, este lazo es más inmediatamente aparente: en efecto, mientras que el símbolo visual, una vez que ha sido trazado, permanece o puede permanecer en el estado permanente (y es por lo que hemos hablado de gesto fijado), el símbolo sonoro, por el contrario, no es manifestado más que en el cumplimiento mismo del rito. Por lo demás, esta diferencia se encuentra atenuada cuando se establece una correspondencia entre los símbolos sonoros y los símbolos visuales; es lo que ocurre con la escritura, que representa una verdadera fijación del sonido (no del sonido mismo como tal, bien entendido, sino de una posibilidad permanente de reproducirle); y apenas hay necesidad de recordar a este propósito que toda escritura, en cuanto a sus orígenes al menos, es una figuración esencialmente simbólica. Por lo demás, la cosa no es diferente para la palabra misma, a la que este carácter simbólico no es menos inherente por su naturaleza propia: es muy evidente que la palabra, cualquiera que sea, no podría ser nada más que un símbolo de la idea que está destinada a expresar; así, todo lenguaje, tanto oral como escrito, es verdaderamente un conjunto de símbolos, y es precisamente por eso por lo que el lenguaje, a pesar de todas las teorías «naturalistas» que han sido imaginadas en los tiempos modernos para intentar explicarle, no puede ser una creación más o menos artificial del hombre, ni un simple producto de su facultades de orden individual (NA: No hay que decir que la distinción de las «lenguas sagradas» y de las «lenguas profanas» no interviene aquí más que secundariamente; tanto para las lenguas como para las ciencias y las ARTES, el carácter profano no representa nunca más que el resultado de una verdadera degeneración, que, por lo demás, ha podido producirse más pronto y más fácilmente en el caso de las lenguas en razón de su uso más corriente y más generalizado.). 501 RGAI EL RITO Y EL SÍMBOLO
Hemos comparado hace un momento la confusión de un ser con su manifestación exterior y profana a la que se cometería al querer identificar a un actor con un personaje cuyo papel representa; para hacer comprender hasta qué punto esta comparación es exacta, algunas consideraciones generales sobre el simbolismo del teatro no estarán aquí fuera de propósito, aunque no se apliquen de una manera exclusiva a lo que concierne propiamente al dominio iniciático. Bien entendido, este simbolismo puede ser vinculado al carácter primero de las ARTES y de los oficios, que poseían todos un valor de este orden por el hecho de que estaban vinculados a un principio superior, del cual derivaban a título de aplicaciones contingentes, y que no han devenido profanos, como lo hemos explicado muy frecuentemente, más que a consecuencia de la degeneración espiritual de la humanidad en el curso de la marcha descendente de su ciclo histórico. 716 RGAI EL SIMBOLISMO DEL TEATRO
Si consideramos la historia de la humanidad tal como la enseñan las doctrinas tradicionales, en conformidad con las leyes cíclicas, debemos decir que en el origen, el hombre, al tener la plena posesión de su estado de existencia, tenía naturalmente por eso mismo las posibilidades correspondientes a todas las funciones, anteriormente a toda distinción de éstas. La división de estas funciones se produjo en un estado ulterior, que representa ya un estado inferior al «estado primordial», pero en el que cada ser humano, aunque ya no tenía más que algunas posibilidades determinadas, tenía todavía espontáneamente la consciencia efectiva de estas posibilidades. Es sólo en un periodo de mayor oscurecimiento cuando esta consciencia vino a perderse; y, desde entonces, la iniciación devino necesaria para permitir al hombre recobrar, con esta consciencia, el estado anterior al que ella es inherente; tal es en efecto el primero de sus fines, el que se propone más inmediatamente. Eso, para ser posible, implica una transmisión que se remonta, por una «cadena» ininterrumpida, hasta el estado que se trata de restaurar, y así, seguidamente, hasta el «estado primordial» mismo; y todavía, puesto que la iniciación no se detiene ahí, y puesto que los «misterios menores» no son más que la preparación a los «misterios mayores», es decir, a la toma de posesión de los estados superiores del ser, es menester en definitiva remontar más allá incluso de los orígenes de la humanidad; es por eso por lo que la cuestión de un origen «histórico» de la iniciación aparece como enteramente desprovista de sentido. Por lo demás, ocurre lo mismo en lo que concierne al origen de los oficios, de las ARTES y de las ciencias, considerados en su acepción tradicional y legítima, ya que todos, a través de las diferenciaciones y de las adaptaciones múltiples, pero secundarias, derivan igualmente del «estado primordial», que los contiene a todos en principio, y, por ahí, se ligan a los demás órdenes de existencia, más allá de la humanidad misma, lo que, por lo demás, es necesario para que, cada uno en su rango y según su medida, puedan concurrir efectivamente a la realización del «plan del Gran Arquitecto del Universo». 900 RGAI MISTERIOS MAYORES Y MISTERIOS MENORES
Para nos, la verdadera edad media se extiende desde el reinado de Carlomagno hasta el comienzo del siglo XIV; en esta última fecha comienza una nueva decadencia que, a través de etapas diversas, irá acentuándose hasta nosotros. Es ahí donde está el verdadero punto de partida de la crisis moderna: es el comienzo de la desagregación de la «Cristiandad», a la que se identificaba esencialmente la civilización occidental de la edad media; es, al mismo tiempo, el fin del régimen feudal, bastante estrechamente solidario de aquella misma «Cristiandad», el origen de la constitución de las «nacionalidades». Así pues, es menester hacer remontar la época moderna cerca de dos siglos antes de lo que se hace ordinariamente; el Renacimiento y la Reforma son sobre todo resultantes, y no se han hecho posibles más que por la decadencia previa; pero, bien lejos de ser un enderezamiento, marcaron una caída mucho más profunda, porque consumaron la ruptura definitiva con el espíritu tradicional, uno en el dominio de las ciencias y de las ARTES, y la otra en el dominio religioso mismo, que era no obstante aquél donde una tal ruptura hubiera podido parecer más difícilmente concebible. 1081 LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO CAPÍTULO I
Toda ciencia, decimos, puede revestir este carácter, cualquiera que sea su objeto, a condición únicamente de que esté constituida y de que se considere según el espíritu tradicional; en eso solo, hay lugar a tener en cuenta los grados de importancia de estas ciencias, según el rango jerárquico de las realidades diversas a las que se refieren; pero, a un grado o a otro, su carácter y su función son esencialmente las mismas en la concepción tradicional. Lo que es verdad aquí de toda ciencia lo es igualmente de todo arte, en tanto que éste puede tener un valor propiamente simbólico que le hace apto para proporcionar «soportes» para la meditación, y también en tanto que sus reglas, como las leyes cuyo conocimiento es el objeto de las ciencias, son reflejos y aplicaciones de los principios fundamentales; así pues, en toda civilización normal, hay también «ARTES tradicionales», que no son menos desconocidas por los occidentales modernos que las «ciencias tradicionales» (El arte de los constructores de la edad media puede ser mencionado como un ejemplo particularmente destacable de estas «ARTES tradicionales», cuya práctica, por lo demás, implicaba el conocimiento real de las ciencias correspondientes.). La verdad es que no existe en realidad un «dominio profano», que se opondría de una cierta manera al «dominio sagrado»; existe solo un «punto de vista profano», que no es propiamente nada más que el punto de vista de la ignorancia (Para convencerse de ello, basta observar hechos como éste: una de las ciencias «sagradas», la cosmogonía, que tiene su lugar como tal en todos los Libros inspirados, comprendida la Biblia hebraica, ha devenido para los modernos, el objeto de las hipótesis más puramente «profanas»; el dominio de la ciencia es efectivamente el mismo en los dos casos, pero el punto de vista es totalmente diferente.). Por eso es por lo que la «ciencia profana», la de los modernos, puede ser considerada, a justo título, así como ya lo hemos dicho en otra parte, como un «saber ignorante»: saber de orden inferior, que se queda todo entero en el nivel de la realidad más baja, y saber ignorante de todo lo que le rebasa, ignorante de todo fin superior a sí mismo, como de todo principio que podría asegurarle un lugar legítimo, por humilde que sea, entre los diversos órdenes del conocimiento integral; encerrada irremediablemente en el dominio relativo y limitado donde ha querido proclamarse independiente, y habiendo cerrado así ella misma toda comunicación con la verdad transcendente y con el conocimiento supremo, no es más que una ciencia vana e ilusoria, que, a decir verdad, no viene de nada y no conduce a nada. 1147 LA CRISIS DEL MUNDO MODERNO CAPÍTULO IV
Hay también inexactitudes de lenguaje que no son menos lamentables: así, el autor califica de «humanas» (NA: p. 411) las cosas que, al contrario, son esencialmente «supra-humanas», como lo es además todo lo que es de orden verdaderamente tradicional e iniciático. Del mismo modo, comete el error de llamar «adeptos» a los iniciados de cualquier grado, (NA: Los «Fieles de Amor» estaban divididos en siete grados (NA: p. 64); éstos son los siete escalones de la escalera iniciática, en correspondencia con los siete cielos planetarios y con las siete ARTES liberales. Las expresiones «terzo cielo» (NA: ciclo de Venus), «terzo loco» (NA: comparable con el término masónico del «tercer departamento») y «terzo grado» indican el tercer grado de la jerarquía, en el cual era recibido el saluto (NA: o la salute); este rito tenía lugar, parece ser, en la época de Todos los Santos, igual que las iniciaciones en la de Pascua, donde se sitúa la acción de la Divina Comedia (NA: PP. 185-l86).) mientras que este nombre debe ser reservado rigurosamente al grado supremo; el abuso de esta palabra es particularmente interesante de destacar puesto que constituye de alguna manera una «marca»: hay un cierto número de errores que los «profanos» dejan raramente de cometer, y aquel es uno. Es necesario citar aún, a este respecto, el empleo continuo de palabras como «secta» y «sectario» que, para designar a una organización iniciática (NA: y no religiosa) y lo que se refiere a ella, son del todo impropias y verdaderamente desagradables; (NA: No es lo mismo, aunque algunos puedan pensarlo, que «jerga» (NA: gergo); que como ya lo indicamos (NA: Le Voile d’Isis, oct. 1928, p. 652), fue un término «técnico» antes de pasar al lenguaje vulgar en el que ha tomado un sentido peyorativo. Hacemos hincapié, en esta ocasión, en que la palabra «profano» también es tomada siempre por nosotros en su sentido técnico que, bien entendido, no tiene nada de injurioso.) y esto nos lleva directamente al más grave defecto que tenemos que constatar en la obra del Sr. Valli. 1316 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
Antes de terminar estas puntualizaciones, nos es necesario decir algunas palabras sobre la interpretación de la Divina Comedia que el Sr. Valli ha desarrollado en otras obras y que resume simplemente en ésta: las simetrías de la Cruz y del Águila (NA: PP. 382-384), sobre las cuales está basada completamente, nos informan ciertamente de una parte del sentido del poema (NA: conforme, por otra parte, a la conclusión del De Monarquía); (NA: Cf. Autoridad espiritual y poder temporal, cap. VIII.) pero hay en éste otras cosas cuya explicación completa no puede hallarse aquí, como sería el empleo de los números simbólicos; el autor, que se equivoca, parece ver aquí una clave única, suficiente para resolver todas las dificultades. Por otra parte, el uso de estas «conexiones estructurales» (NA: pág. 388) le parece personal de Dante cuando, por el contrario, hay en esta «arquitectura» simbólica algo esencialmente tradicional que, a pesar de no haber formado parte de los modos de expresión habituales de los «Fieles de Amor» propiamente dichos, no por ello dejaban de existir en organizaciones mas o menos estrechamente emparentadas con la suya y se religaba con el arte de los constructores; (NA: Recordaremos la expresión masónica de «fragmento de arquitectura»; ella se aplica en el sentido más verdadero, a la obra de Dante.) parece, sin embargo, intuir estas relaciones en la indicación de la ayuda que podría proporcionar a las investigaciones de las que se trata el «estudio del simbolismo en las ARTES figurativas» (NA: pág. 406). Haría falta, por otra parte, tanto aquí como en todo el resto, dejar de lado toda preocupación «estética» (NA: pág. 389); se podrían descubrir entonces muchos otros puntos de comparación, a veces harto inesperados. 1328 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
Subrayaremos solamente dos o tres ejemplos típicos de la incomprensión de los «críticos» universitarios: algunos han llegado a pretender que una poesía que es bella no puede ser simbólica; les parece que una obra de arte no puede ser admirada más que si no significa nada y que la existencia de un sentido profundo ¡destruye el valor artístico! He aquí, expresada lo más claramente posible, esta concepción «profana» que ya hemos señalado últimamente en muchas ocasiones, a propósito del arte en general y de la poesía en particular, como una degeneración muy moderna y contraria al carácter que las ARTES tanto como las ciencias tenían en su origen y que han tenido siempre en toda civilización tradicional. Notemos a este respecto una fórmula bastante interesante citada por el Sr. Valli: todo el arte medieval, por oposición al arte moderno, «trata de la encarnación de una idea, no de la idealización de una realidad»; diríamos además de una realidad de orden sensible, pues la idea es también una realidad, y de un grado superior; esta encarnación de la idea» en una forma, no es otra cosa que el simbolismo mismo. 1339 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
El Sr. Valli, aun teniendo alguna duda sobre las relaciones de Dante con los templarios, de la que existen múltiples indicios, suscita una discusión respecto a la medalla del museo de Viena, de la que hemos hablado en El Esoterismo de Dante; ha querido ver esta medalla y ha constatado que sus dos caras habían sido reunidas posteriormente y habían debido pertenecer en principio a dos medallas diferentes; reconoce además que esta extraña operación no ha debido ser hecha sin alguna razón. En cuanto a las iniciales F.S.K.I.P.F.T. que figuran en el reverso, son para él las de las siete virtudes: Fides, Spes, Karitas Iustitia, Prudentia Fortitudo, Temperantia, aunque hay una anomalía en el hecho de que están dispuestas en dos líneas de cuatro y tres en lugar de estarlo en tres y cuatro como lo querría la distinción de las tres virtudes teologales y las cuatro virtudes cardinales; como además están unidas a ramas de laurel y de olivo, «que son propiamente las dos plantas sagradas de los iniciados», admite que esta interpretación no excluye forzosamente la existencia de otro significado más oculto; y añadiremos que la ortografía anormal de Karitas, en lugar de Charitas, podría haber sido necesaria precisamente por este doble sentido. Por lo demás, habíamos señalado en el mismo estudio, el papel iniciático dado a las tres virtudes teologales, y que ha sido conservado en el 18 grado de la Masonería escocesa; (NA: En el 17 grado, el de «Caballero de Oriente», se encuentra también una divisa formada de siete iniciales, que son las de un septenario de atributos divinos cuya enumeración está sacada de un pasaje del Apocalipsis.) por otra parte, el septenario de las virtudes está formado de un ternario superior y de un cuaternario inferior, lo que indica suficientemente que está constituido según los principios esotéricos; y finalmente puede también corresponder, como el de las «ARTES liberales» (NA: divididas a su vez en trivium y quadrivium), a los siete escalones a los cuales hacíamos alusión hace poco, tanto más cuanto que, de hecho, la «fe» (NA: la Fede Santa) figura siempre en el más alto escalón de la «escala misteriosa» de los Kadosch; todo esto forma pues un conjunto mucho más coherente de lo que puedan creer los observadores superficiales. 1345 ESOTERISMO CRISTIANO EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE Y DE LOS «FIELES DE AMOR»
En suma, lo que Dante parece haber tenido en mente de forma esencial es la constitución de un lenguaje apto, por la superposición de múltiples sentidos, para explicar en la medida de lo posible la doctrina esotérica; y si la codificación de tal lenguaje puede ser calificada de «retórica», es en todo caso, una retórica de un género muy especial, tan alejada de lo que hoy se entiende por esa palabra, como la poesía de los «Fieles de Amor» lo está de la de los modernos, cuyos predecesores son esos litterali a los que Dante reprochaba de rimar «tontamente» (NA: stoltamente) sin encerrar en sus versos ningún sentido profundo. (NA: Más o menos de la misma forma que los predecesores de los químicos actuales son, no los verdaderos alquimistas, sino los «sopladores»; se trata de ciencias o de ARTES, la concepción puramente «profana» de los modernos resulta siempre de una degeneración parecida.) Según las palabras del Sr. Valli que ya hemos citado, Dante se proponía algo totalmente distinto a hacer «literatura», su obra, lejos de oponerse al espíritu de la Edad Media, es una de sus más perfectas síntesis, al mismo nivel que las de los constructores de catedrales; y los más simples datos iniciáticos permiten comprender sin esfuerzo que existen para esta relación razones muy profundas. 1360 ESOTERISMO CRISTIANO NUEVAS APRECIACIONES SOBRE EL LENGUAJE SECRETO DE DANTE
Vamos a encontrar todavía muchas otras aproximaciones del mismo género, y Aroux mismo ha señalado un gran número de ellas; uno de los puntos esenciales que ha destacado, sin sacar quizás todas las consecuencias que conlleva, es la significación de las diversas regiones simbólicas descritas por Dante, y más particularmente la de los «cielos». En efecto, lo que figuran estas regiones son en realidad otros tantos estados diferentes, y los cielos son propiamente «jerarquías espirituales», es decir, grados de iniciación; bajo esta relación, habría que establecer una concordancia interesante entre la concepción de Dante y la de Swedenborg, sin hablar de algunas teorías de la Kabbala hebraica y sobre todo del esoterismo islámico. Dante mismo ha dado a este respeto una indicación que es digna de observación: «A vedere quello che per terzo cielo s’intende… dico che per cielo intendo la scienza e per cieli le scienze» (Convito, t. II, cap. XIV.). ¿Pero cuáles son justamente esas ciencias que es menester entender por la designación simbólica de «cielos», y es menester ver en eso una alusión a las «siete ARTES liberales», de las que Dante, como todos sus contemporáneos, hace mención tan frecuente en otras pARTES? Lo que da que pensar que debe ser así, es que, según Aroux, «los Cátharos tenían, desde el siglo XII, signos de reconocimiento, palabras de paso, una doctrina astrológica: hacían sus iniciaciones en el equinoccio de primavera; su sistema científico estaba fundado sobre la doctrina de las correspondencias: a la Luna correspondía la Gramática, a Mercurio la Dialéctica, a Venus la Retórica, a Marte la Música, a Júpiter la Geometría, a Saturno la Astronomía y al Sol la Aritmética o la Razón iluminada». Así, a las siete esferas planetarias, que son los siete primeros de los nueve cielos de Dante, correspondían respectivamente las siete ARTES liberales, precisamente las mismas cuyos nombres vemos figurar también sobre los siete escalones del montante de la izquierda de la Escala de los Kadosch (grado 30 de la Masonería escocesa). El orden ascendente, en este último caso, no difiere del precedente más que por la intervención, por una parte, de la Retórica y de la Lógica (que sustituye aquí a la Dialéctica), y, por otra, de la Geometría y de la Música, y también en que la ciencia que corresponde al Sol, la Aritmética, ocupa el rango que pertenece normalmente a este astro en el orden astrológico de los planetas, es decir, el cuarto, el medio del septenario, mientras que los Cátharos la colocaban en el escalón más alto de su Escala mística, como lo hace Dante para su correspondiente del montante de la derecha, la Fe (Emounah), es decir, esa misteriosa Fede Santa de la que él mismo era Kadosch (Sobre l’Échelle mystérieuse des Kadosch, que trataremos más adelante, ver el Manuel maçonnique del F.: Vuilliaume, pl. XVI y PP. 213-214. Citamos esta obra según la 2a edición (1830).). 1464 RGED CAPÍTULO II
No obstante, todavía se impone una precisión sobre este tema: ¿cómo es posible que correspondencias de este tipo, que hacen de ellas verdaderos grados iniciáticos, hayan sido atribuidas a las ARTES liberales, que eran enseñadas pública y oficialmente en todas las escuelas? Pensamos que debía de haber dos maneras de considerarlas, una exotérica y la otra esotérica: a toda ciencia profana puede superponerse otra ciencia que se refiere, si se quiere, al mismo objeto, pero que le considera bajo un punto de vista más profundo, y que es con respecto a esa ciencia profana lo que los sentidos superiores de las escrituras son con respecto a su sentido literal. Se podría decir también que las ciencias exteriores proporcionan un modo de expresión para verdades superiores, porque ellas mismas no son más que el símbolo de algo que es de otro orden, y porque, como lo ha dicho Platón, lo sensible no es más que un reflejo de lo inteligible; los fenómenos de la naturaleza y los acontecimientos de la historia tienen todos un valor simbólico, porque expresan algo de los principios de los que dependen, de los que son consecuencias más o menos alejadas. Así, toda ciencia y todo arte, por una transposición conveniente, pueden tomar un verdadero valor esotérico; ¿por qué las expresiones sacadas de las ARTES liberales no habrían desempeñado, en las iniciaciones de la edad media, un papel comparable al que el lenguaje tomado al arte de los constructores desempeña en la Masonería especulativa? E iremos más lejos: considerar las cosas de esta manera, es en suma reducirlas a su principio; así pues, este punto de vista es inherente a su esencia misma, y no sobreagregado accidentalmente; y, si ello es así, ¿no podría la tradición que se refiere a él remontarse al origen mismo de las ciencias y de las ARTES, mientras que el punto de vista exclusivamente profano no sería más que un punto de vista completamente moderno, que resulta del olvido general de esa tradición? No podemos tratar aquí esta cuestión con todos los desarrollos que conllevaría; pero veamos en qué términos Dante mismo indica, en el comentario que da de su primera Canzone, la manera en que aplica a su obra las reglas de algunas de las ARTES liberales: «O uomini, che vedere non potete la sentenza di questa Canzone, non la rifiutate peró; ma ponete mente alla sua belleza, che è grande, sì per costruzione, la quale si pertiene alli grammatici; sì per l’ordine del sermone che si pertiene alli rettorici; si per lo numero delle sue parti, che si pertiene alli musici» (He aquí la traducción de este texto: «¡Oh hombres que no podéis ver el sentido de esta Canzone!, no la rechacéis no obstante; prestad atención a su belleza, que es grande, ya sea por la construcción, lo que concierne a los gramáticos; ya sea por el orden del discurso, lo que concierne a los retóricos; ya sea por el número de sus pARTES, lo que concierne a los músicos».). En esta manera de considerar la música en relación con el número, y por consiguiente como ciencia del ritmo en todas sus correspondencias, ¿no puede uno reconocer un eco de la tradición pitagórica? ¿Y no es esta misma tradición precisamente, la que permite comprender el papel «solar» atribuido a la aritmética, de la que hace el centro común de todas las demás ciencias, y también las relaciones que unen a éstas entre sí, y más especialmente a la música con la geometría, por el conocimiento de las proporciones en las formas (que encuentra su aplicación directa en la arquitectura), y con la astronomía, por el de la armonía de las esferas celestes? A continuación, veremos suficientemente la importancia fundamental que tiene el simbolismo de los números en la obra de Dante; y, si este simbolismo no es únicamente pitagórico, si se encuentra en otras doctrinas por la simple razón de que la verdad es una, por ello no nos está menos permitido pensar que, de Pitágoras a Virgilio y de Virgilio a Dante, la «cadena de la tradición» no fue sin duda rota sobre la tierra de Italia. 1466 RGED CAPÍTULO II
Según M. Benini, habría para Dante tres parejas de números que tienen un valor simbólico por excelencia: son 3 y 9, 7 y 22, 515 y 666. Para los dos primeros números, no hay ninguna dificultad: todo el mundo sabe que la división general del poema es ternaria, y acabamos de explicar sus razones; por otra parte, ya hemos recordado que 9 es el número de Beatriz, como se ve en la Vita Nuova. Por lo demás, este número 9 está directamente vinculado al precedente, puesto que es su cuadrado, y se le podría llamar un triple ternario; es el número de las jerarquías angélicas, y por consiguiente el de los Cielos, y es también el de los círculos infernales, ya que hay una cierta relación de simetría inversa entre los Cielos y los Infiernos. En cuanto al número siete, que encontramos particularmente en las divisiones del Purgatorio, todas las tradiciones están de acuerdo en considerarle igualmente como un número sagrado, y no creemos útil enumerar aquí todas las aplicaciones a las que da lugar; recordaremos solamente, como una de las principales, la consideración de los siete planetas, que sirve de base a una multitud de correspondencias analógicas (ya hemos visto un ejemplo de ello a propósito de las siete ARTES liberales). El número 22 está ligado al 7 por la relación 22/7, que es la expresión aproximada de la relación de la circunferencia con el diámetro, de suerte que el conjunto de estos dos números representa el círculo, que es la figura más perfecta para Dante como para los Pitagóricos (y todas las divisiones de cada uno de los tres mundos tienen esta forma circular); además, 22 reúne los símbolos de dos de los «movimientos elementales» de la física aristotélica: el movimiento local, representado por 2, y el de la alteración, representado por 20, como Dante mismo lo explica en el Convito (El tercer «movimiento elemental», el del acrecentamiento, es representado por el número 1000; y la suma de los tres números simbólicos es 1022, que los «sabios de Egipto», al decir de Dante, consideraban como el número de las estrellas fijas.). Tales son, para este último número, las interpretaciones dadas por M. Benini; al reconocer que son perfectamente justas, debemos decir no obstante que este número no nos parece tan fundamental como él piensa, y que se nos aparece incluso sobre todo como un derivado de otro que el autor no menciona más que a título secundario, mientras que, en realidad, tiene una importancia más grande: es el número 11, del que 22 no es más que un múltiplo. 1606 RGED CAPÍTULO VII
De lo que acabamos de decir, extraeremos dos consecuencias que nos parecen dignas de interés. En primer lugar, entre los Romanos, Jano era como ya dijimos- el dios de la iniciación a los Misterios; al mismo tiempo era también el dios de las corporaciones de ARTESanos; y esto no puede provenir de una coincidencia más o menos fortuita. Debía, necesariamente, existir una relación entre esas dos funciones referidas a la misma entidad simbólica; en otras palabras, era menester que las corporaciones en cuestión estuvieran ya en aquel entonces, así como lo estuvieron más tarde, en posesión de una tradición de carácter realmente “iniciático”. Pensamos además que ello no constituye un caso especial y aislado y que constataciones del mismo tipo podrían efectuarse en otros muchos pueblos; quizás, precisamente esto podría llegar a conducir, con referencia al verdadero origen de las ARTES y los oficios, a concepciones ni siquiera sospechadas por los modernos, para quienes semejantes tradiciones se han vuelto letra muerta. 2023 EMS V: A PROPÓSITO DE LOS SIGNOS CORPORATIVOS Y DE SU SENTIDO ORIGINAL
Resulta de aquí que, si uno considera el Sanâtana Dharma en tanto que tradición integral, comprende en modo principal todas las ramas de la actividad humana, las que son por lo demás “transformadas” por ello mismo pues que, del hecho de esta integración, ellas participan del carácter “no-humano” que es inherente a toda tradición, o que, por decirlo mejor, constituye la esencia misma de la tradición como tal. Es pues, en consecuencia, el exacto opuesto del “humanismo”, es decir, del punto de vista que pretende reducirlo todo al nivel puramente humano, y que, en el fondo, no es más que uno con el punto de vista profano mismo; y es en lo que, precisamente, la concepción tradicional de las ciencias y de las ARTES difiere profundamente de su concepción profana, a tal punto que uno podría decir, sin exageración ninguna, que esta última queda separada de aquella por un verdadero abismo. Bajo el punto de vista tradicional, toda ciencia y todo arte no son realmente válidos y legítimos más que en tanto que los mismos se vinculen a los principios universales, de tal suerte que aparezcan en definitiva como una aplicación de la doctrina fundamental en un cierto orden contingente, de igual modo que la legislación y la organización social los son también en otro dominio. Por esta participación en la esencia de la tradición, ciencia y arte son también, en todos sus modos de operación, incluidos en ese carácter ritual que hemos cuestionado hace un momento, carácter del cual ninguna actividad está desprovista en tanto que permanezca lo que debe ser normalmente; y añadiremos que no hay, bajo ese punto de vista, distinción ninguna por hacer entre las ARTES y los oficios, los que tradicionalmente no son más que una sola y misma cosa. No podemos insistir más aquí sobre todas esas consideraciones, consideraciones que por lo demás ya hemos desarrollado en otras ocasiones; pero pensamos al menos haber dicho bastante de ello como para mostrar en cuanto rebasa todo esto bajo todos los aspectos a la “filosofía”, en cualquier sentido en que esta pueda ser entendida. 2449 EH SANATÂNA DHARMA (NA: Publicado en Cahiers du Sud, n especial Aproximaciones de la India.)
Hay también otros elementos, cuya presencia, los partidarios más decididos de la teoría de las «apropiaciones», no podrían apenas plantearse explicarla por el «sincretismo», pero que, a falta de conocimientos iniciáticos en aquellos que han querido estudiar las «sociedades secretas» chinas, han permanecido para ellos como un enigma insoluble: queremos hablar de aquellos elementos por los que se establecen similitudes a veces sorprendentes entre estas organizaciones y las organizaciones del mismo orden que pertenecen a otras formas tradicionales. A este respecto, algunos han llegado a considerar, en particular, la hipótesis de un origen común de la «Tríada» y de la Masonería, sin poder apoyarlo, por lo demás, con razones muy sólidas, lo que ciertamente no tiene nada de extraño; no obstante, no es que esta idea haya que rechazarla absolutamente, pero a condición de entenderla en un sentido muy diferente de como lo han hecho, es decir, de referirla, no a un origen histórico más o menos lejano, sino solo a la identidad de los principios que presiden en toda iniciación, ya sea de Oriente o de Occidente; para tener su verdadera explicación, sería menester remontar mucho más allá de la historia, queremos decir hasta la Tradición primordial misma (NA: Es cierto que la iniciación como tal no ha devenido necesaria sino a partir de un cierto período del ciclo de la humanidad terrestre, y a consecuencia de la degeneración espiritual de la generalidad de ésta; pero todo lo que conlleva constituía anteriormente la parte superior de la Tradición primordial, del mismo modo que, analógicamente y en relación a un ciclo mucho más restringido en el tiempo y en el espacio, todo lo que está implicado en el Taoísmo constituía primeramente la parte de la tradición única que existía en Extremo Oriente antes de la separación de sus dos aspectos esotérico y exotérico.). En lo que concierne a algunas similitudes que parecen indicar sobre puntos más especiales, solo diremos que cosas tales como el uso del simbolismo de los números, por ejemplo, o también el del simbolismo «constructivo», no son de ningún modo particulares a tal o cual forma iniciática, sino que son al contrario de las que se encuentran por todas pARTES con simples diferencias de adaptación, porque se refieren a ciencias o a ARTES que existen igualmente, y con el mismo carácter «sagrado», en todas las tradiciones; así pues, pertenecen realmente al dominio de la iniciación en general, y por consiguiente, en lo que concierne al extremo oriente, pertenecen en propiedad al Taoísmo; si los elementos adventicios, búdicos u otros, son más bien una «máscara», éstos, al contrario, forman verdaderamente parte de lo esencial. 2636 RGGT PREFACIO
Para volver al esquema que indicábamos más atrás, debemos decir que su principal defecto, por lo demás inevitable en todo esquema, es simplificar demasiado las cosas, al representar la divergencia como habiendo ido creciendo de una manera continua desde la antigüedad hasta nuestros días. En realidad, hubo tiempos de detención en esta divergencia, hubo incluso épocas menos remotas en las que Occidente ha recibido de nuevo la influencia directa de Oriente: queremos hablar sobre todo del periodo alejandrino, y también de lo que los árabes han aportado a la Europa de la edad media, de lo que una parte les pertenecía en propiedad, mientras que el resto estaba sacado de la India; su influencia es bien conocida en cuanto al desarrollo de las matemáticas, pero estuvo lejos de limitarse a este dominio particular. La divergencia se reactivó en el Renacimiento, donde se produjo una ruptura muy clara con la época precedente, y la verdad es que este pretendido Renacimiento fue una muerte para muchas cosas, incluso desde el punto de vista de las ARTES, pero sobre todo desde el punto de vista intelectual; es difícil para un moderno aprehender toda la extensión y el alcance de lo que se perdió entonces. El retorno a la antigüedad clásica tuvo como efecto un empequeñecimiento de la intelectualidad, fenómeno comparable al que había tenido lugar antaño en los griegos mismos, pero con la diferencia capital de que ahora se manifestaba en el curso de la existencia de una misma raza, y ya no en el paso de algunas ideas de un pueblo a otro; es como si aquellos griegos, en el momento en que iban a desaparecer enteramente se hubieran vengado de su propia incomprehensión imponiendo a toda una parte de la humanidad los límites de su horizonte mental. Cuando a esta influencia vino a agregarse la de la Reforma, que por lo demás no fue quizás enteramente independiente de ella, las tendencias fundamentales del mundo moderno se establecieron claramente; la Revolución, con todo lo que representa en diversos dominios, y que equivale a la negación de toda tradición, debía ser la consecuencia lógica de su desarrollo. Pero no vamos a entrar aquí en el detalle de todas estas consideraciones, lo que correría el riesgo de llevarnos muy lejos; no tenemos la intención de hacer especialmente la historia de la mentalidad occidental, sino solamente de decir lo que es menester para hacer comprender lo que la diferencia profundamente de la intelectualidad oriental. Antes de completar lo que vamos a decir de los modernos a este respecto, nos es menester todavía volver de nuevo a los griegos, para precisar lo que hasta aquí sólo hemos indicado de una manera insuficiente, y para despejar el terreno, en cierto modo, explicándonos con suficiente claridad como para atajar algunas objeciones que son muy fáciles de prever. 3558 IGEDH La divergencia
El predominio de las facultades sensibles e imaginativas es aquí la causa determinante del error: tomar el símbolo mismo por lo que representa, por incapacidad de elevarse hasta su significación puramente intelectual, tal es, en el fondo, la confusión en la que reside la raíz de toda «idolatría» en el sentido propio de esta palabra, ese que el islamismo le da de una manera particularmente clara. Cuando ya no se ve del símbolo más que su forma exterior, su razón de ser y su eficacia actual han desaparecido igualmente; el símbolo ya no es más que un «ídolo», es decir, una imagen vana, y su conservación no es más que «superstición» pura, en tanto no se encuentre a nadie cuya comprehensión sea capaz, parcial o integralmente, de restituirle de manera efectiva lo que ha perdido, o al menos lo que ya no contiene más que en el estado de posibilidad latente. Este caso es el de los vestigios que deja tras de sí toda tradición cuyo verdadero sentido ha caído en el olvido, y especialmente el de toda religión que la común incomprehensión de sus adherentes reduce a un simple formalismo exterior; ya hemos citado el ejemplo más llamativo quizás de esta degeneración, el de la religión griega. Es también en los griegos donde se encuentra, en su más alto grado, una tendencia que aparece como inseparable de la «idolatría» y de la materialización de los símbolos, la tendencia al antropomorfismo: los griegos no concebían a sus dioses como representando algunos principios, sino que se los figuraban verdaderamente como seres con forma humana, dotados de sentimientos humanos, y que actuaban a la manera de los hombres; y estos dioses, para ellos, ya no tenían nada que pudiera ser distinguido de la forma en que la poesía y el arte les habían revestido, no eran literalmente nada fuera de esa forma misma. Sólo una antropomorfización tan completa podía dar pretexto a lo que se ha llamado, según el nombre de su inventor, el «evemerismo», es decir, la teoría según la cual los dioses no habrían sido en el origen más que hombres ilustres; ciertamente, no se podría ir más lejos en el sentido de una incomprehensión grosera, más grosera aún que la de algunos modernos que no quieren ver en los símbolos antiguos más que una representación o una tentativa de explicación de diversos fenómenos naturales, interpretación cuyo tipo más conocido es la famosa teoría del «mito solar». El «mito», como el «ídolo», no ha sido nunca más que un símbolo incomprendido: uno es en el orden verbal lo que el otro es en el orden figurativo; en los griegos la poesía produjo el primero y el arte produjo el segundo; pero, en los pueblos para quienes, como los orientales, el naturalismo y el antropomorfismo son igualmente extraños, ni el uno ni el otro podían tomar nacimiento, y no pudieron hacerlo en efecto más que en la imaginación de los occidentales que quisieron hacerse los interpretes de lo que no comprendían de ninguna manera. La interpretación naturalista invierte propiamente las relaciones: un fenómeno natural puede, lo mismo que no importa qué en el orden sensible, ser tomado para simbolizar una idea o un principio, y el símbolo no tiene sentido ni razón de ser sino en tanto que es de un orden inferior a lo que es simbolizado. Del mismo modo, es sin duda una tendencia general y natural al hombre utilizar la forma humana en el simbolismo; pero eso, que no se presta en sí mismo a más objeciones que el empleo de un esquema geométrico o de cualquier otro modo de representación, no constituye en modo alguno el antropomorfismo, en tanto que el hombre no se engañe con la figuración que ha adoptado. En China y en la India, no hubo nunca nada análogo a lo que se produjo en Grecia, y los símbolos de figura humana, aunque de un uso corriente, allí no devinieron nunca «ídolos»; y, a este propósito, aún se puede notar hasta qué punto el simbolismo se opone a la concepción occidental del arte: nada es menos simbólico que el arte griego, y nada lo es más que las ARTES orientales; pero allí donde el arte no es en suma más que un medio de expresión y como un vehículo de algunas concepciones intelectuales, no podría considerarse evidentemente como un fin en sí mismo, lo que no puede ocurrir más que en los pueblos donde predomina la sentimentalidad. Únicamente en esos mismos pueblos el antropomorfismo es natural, y hay que destacar que, por la misma razón, se trata de los mismos pueblos donde ha podido constituirse el punto de vista propiamente religioso; pero, por lo demás, la religión siempre se ha esforzado en ellos en reaccionar contra la tendencia antropomórfica y en combatirla en principio, aunque su concepción más o menos falseada, en el espíritu popular, contribuyera a veces al contrario a desarrollarla de hecho. Los pueblos llamados semíticos, como los judíos y los árabes, son vecinos bajo este aspecto de los pueblos occidentales: en efecto, no podría haber otra razón para la prohibición de los símbolos de figura humana, común al judaísmo y al islamismo, pero con la restricción de que, en este último, no fue aplicada nunca rigurosamente en los persas, para quienes el uso de tales símbolos ofrecía menos peligros, porque, al ser más orientales que los árabes, y, por lo demás, de una raza completamente diferente, estaban mucho menos inclinados al antropomorfismo. 3677 IGEDH Simbolismo y antropomorfismo
Además de los Vêdângas, es menester mencionar también los Upavêdas, palabra que designa conocimientos de orden inferior, pero que reposan, no obstante, sobre una base estrictamente tradicional; el orden al que se refieren estos conocimientos es el de las aplicaciones prácticas. Hay cuatro Upavêdas, que están vinculados a los cuatro Vêdas como encontrando en ellos sus principios respectivos: Ayur-Vêda es la medicina, referida así al Rig-Vêda; Dhanur-Vêda, la ciencia militar remitida al Yajur-Vêda; Gândharva-Vêda, la música, referida al Sâma-Vêda; Sthâpatya-Vêda, la mecánica y la arquitectura, referidas al Atharva-Vêda. Éstos son, según las concepciones occidentales, ARTES más bien que ciencias propiamente dichas; pero el principio tradicional que se les da aquí les confiere un carácter un poco diferente. Bien entendido, estas enumeraciones de las Vêdângas y de los Upavêdas no excluyen en modo alguno las demás ciencias, que no están comprendidas en ellos, pero de las cuales algunas al menos fueron igualmente cultivadas en la India desde los tiempos antiguos; se sabe que las matemáticas concretamente, que comprendían, bajo el nombre general de «ganita», pâtî-ganita o vyakta-ganita, la aritmética, bîja-ganita, el álgebra y rekhâ-ganita, la geometría, recibieron allí, sobre todo en las dos primeras de estas tres ramas, un desarrollo destacable, del que Europa, por la intermediación de los árabes, debía beneficiarse más tarde. 3791 IGEDH Los puntos de vista de la doctrina
En primer lugar, la mentalidad especial de algunos occidentales nos obliga a declarar expresamente que no entendemos formular aquí nada que se parezca de cerca o de lejos a «profecías»; no es quizás muy difícil dar la ilusión de ellas al exponer, bajo una forma apropiada, los resultados de algunas deducciones; pero eso no se da nunca sin algún charlatanismo, a menos de estar uno mismo en un estado de espíritu que predisponga a una suerte de autosugestión: de los dos términos de esta alternativa, el primero nos inspira una repugnancia invencible, y el segundo representa un caso que no es afortunadamente el nuestro. Así pues, evitaremos las precisiones que no podríamos justificar, por la razón que sea, y que, por lo demás, aunque no fueran arriesgadas, serían al menos inútiles; no somos de aquellos que piensan que un conocimiento detallado del porvenir podría ser ventajoso para el hombre, y estimamos perfectamente legítimo el descrédito que alcanza, en Oriente, a la práctica de las ARTES adivinatorias. En eso ya habría un motivo suficiente para condenar el ocultismo y las demás especulaciones similares, que atribuyen tanta importancia a esta suerte de cosas, incluso si no hubiera que hacer, en el orden doctrinal, otras consideraciones aún más graves y más decisivas para rechazar absolutamente unas concepciones que son a la vez quiméricas y peligrosas. 3911 IGEDH Conclusión
En cuanto a los “misterios” que estaban especialmente vinculados al culto de Apolo y al propio Apolo, es preciso recordar que éste era el dios del sol y de la luz, siendo ésta en su sentido espiritual la fuente de donde brota todo conocimiento y de la que derivan las ciencias y las ARTES. 4551 MISCELÁNEA “CONÓCETE A TI MISMO”
Hemos dicho frecuentemente que la concepción “profana” de las ciencias y de las ARTES, tal como discurre hoy en Occidente, es algo muy moderno e implica una degeneración con relación a un estado previo en el que unas y otras tenían un carácter del todo diferente. Lo mismo puede decirse de los oficios; y, por otra parte, la distinción entre las ARTES y los oficios, o entre el “artista” y el “ARTESano”, es también específicamente moderna, como si hubiera nacido de esta desviación profana y sólo tuviera sentido con relación a ella. Para los antiguos, el artifex es, indiferentemente, el hombre que ejerce un arte como el que ejerce un oficio; pero, no es, a decir verdad, ni el artista ni el ARTESano en el sentido que estas palabras tienen hoy; es algo más que uno y otro porque, originalmente al menos, su actividad está vinculada con principios que pertenecen a un orden mucho más profundo. 4692 MISCELÁNEA LA INICIACION Y LOS OFICIOS
Si examinamos la historia de la humanidad tal y como la enseñan las doctrinas tradicionales, de acuerdo con las leyes cíclicas, debemos decir que, en el origen, al tener el hombre la posesión plena de su estado de existencia, tenía naturalmente las posibilidades que corresponden a todas las funciones, antes de cualquier distinción de éstas. La división de las funciones se produjo en un estado posterior, ya inferior al “estado primordial”, pero en el que cada ser humano, a pesar de tener solamente algunas posibilidades determinadas, tenía todavía espontáneamente la conciencia efectiva de esas posibilidades. Es sólo en un periodo de mayor oscurecimiento cuando esta conciencia llegó a perderse; y, desde entonces, la iniciación devino necesaria para permitir al hombre volver a encontrar con esta conciencia el estado original al que es inherente; tal es, en efecto, el primero de sus objetivos, aquel que la iniciación se propone de forma más inmediata. Para que ello sea posible, implica una transmisión que se remonta, a través de una cadena ininterrumpida, hasta el estado que se trata de restaurar, y así, progresivamente, hasta el “estado primordial” mismo; sin embargo, la iniciación no se detiene ahí, y no siendo los “misterios menores” más que la preparación para los “misterios mayores”, es decir, para la toma de posesión de los estados superiores del ser, es necesario remontarse aún más allá de los orígenes de la humanidad. En efecto, no hay iniciación verdadera, incluso en el grado más inferior y más elemental, sin la intervención de un elemento “no humano”, que es, según lo que hemos expuesto con anterioridad en otros artículos, la “influencia espiritual” comunicada regularmente por medio del rito iniciático. Si es así, evidentemente no hay motivos para buscar “históricamente” el origen de la iniciación, cuestión que por lo tanto aparece carente de sentido, ni, por otra parte, el origen de los oficios, de las ARTES y de las ciencias, considerados en su concepción tradicional y “legítima”, puesto que todos a través de las diferenciaciones y de las adaptaciones múltiples, pero secundarias, derivan igualmente del “estado primordial”, que los contiene todos en principio, y que por él se enlazan con los otros órdenes de existencia, más allá de la humanidad misma, lo que es por otra parte necesario para que puedan, cada uno en su rango y según su medida, contribuir efectivamente a la realización del plan del Gran Arquitecto del Universo. 4718 MISCELÁNEA LA INICIACION Y LOS OFICIOS
Hemos insistido frecuentemente en el hecho de que las ciencias profanas no son sino el producto de una degeneración relativamente reciente, debida a la incomprensión de las antiguas ciencias tradicionales, o más bien solamente de algunas, habiendo caído las demás enteramente en el olvido. Lo que es cierto a este respecto para las ciencias lo es también para las ARTES y por otra parte la distinción entre unas y otras era mucho menos acentuada antiguamente que lo es hoy; la palabra latina ARTES a veces se aplicaba también a las ciencias y, en la Edad Media, la enumeración de las “ARTES liberales” reunía elementos que los modernos colocarían en una u otra categoría. Sólo esta observación bastaría para mostrar que el arte era entonces algo diferente de lo que se concibe en la actualidad con este nombre, y que implicaba un verdadero conocimiento con el cual formaba cuerpo en cierto modo; y este conocimiento no podía ser evidentemente más que del orden de las ciencias tradicionales. 4815 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Sólo así se puede comprender por qué motivo, en algunas organizaciones iniciáticas de la Edad Media como los “Fieles de Amor”, las siete “ARTES liberales” se habían puesto en correspondencia con los “cielos”, es decir, con estados que se identificaban, precisamente, con los diferentes grados de la iniciación (Véase L’Esotérisme de Dante, pags. 10-l5.). Era preciso para ello que las ARTES, tanto como las ciencias, fueran susceptibles de una transposición que les diera un valor esotérico real; y lo que hace posible tal transposición es la naturaleza misma de los conocimientos tradicionales que, de cualquier orden que sean, están siempre relacionados en lo esencial con los principios trascendentes. Estos conocimientos reciben por ello un significado que puede denominarse simbólico, puesto que está fundamentado en la correspondencia que existe entre los diversos órdenes de la realidad; pero aquello sobre lo que se debe insistir, es en que no se trata aquí de algo que sería como sobreañadido accidentalmente, sino al contrario, de aquello que constituye la esencia profunda de todo conocimiento normal y legítimo y que, como tal, es inherente a las ciencias y a las ARTES desde su origen mismo y lo sigue siendo mientras no han sufrido alguna desviación. 4817 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
No ha lugar para sorprenderse de que las ARTES pudiesen ser enfocadas desde este punto de vista, si se advierte que los oficios mismos, en su concepción tradicional, sirven de base a una iniciación, como lo hemos expuesto aquí mismo (Cf. cap. I, 2a parte del presente libro: “La Iniciación y los oficios”.). Debemos además recordar a este respecto lo que decíamos entonces, que la distinción entre las ARTES y los oficios aparece como específicamente moderna y como no siendo en suma más que una consecuencia de esta misma degeneración que ha dado vida al punto de vista profano, puesto que este último, precisamente, no expresa otra cosa que la negación misma del espíritu tradicional. En el fondo, ya se trate de arte o de oficio, existía siempre, en un grado o en otro, la aplicación y la utilización de ciertos conocimientos de orden superior, que se vinculaban progresivamente con el mismo conocimiento iniciático; y además, la utilización directa del conocimiento iniciático recibía también el nombre de arte, como se ve claramente en algunas expresiones como las de “arte sacerdotal” y “arte real”, que se relacionan con las aplicaciones respectivas de los “grandes misterios” y de los “pequeños misterios”. 4819 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Si ahora consideramos las ARTES dando a esta palabra una acepción más restringida y al mismo tiempo más usual, esto es, lo que más precisamente se denomina las “bellas ARTES”, podemos decir, según lo que precede, que cada una de ellas debe constituir como un lenguaje simbólico adaptado a la expresión de ciertas verdades por medio de formas que son, para unas, de orden visual y, para otras, de orden auditivo o sonoro, de ahí viene, por consiguiente, su división usual en dos grupos, el de las “ARTES plásticas” y el de las “ARTES fonéticas”. En estudios anteriores, hemos explicado que esta distinción, así como aquella que se hace entre dos tipos de ritos correspondientes y fundamentados en las mismas categorías de formas simbólicas, en el origen, se relaciona con la diferencia que existe entre las tradiciones de los pueblos sedentarios y aquellas de los pueblos nómadas (Véase Caín y Abel” en El Reino de la Cantidad y los Signos de los tiempos, cap. XXI, y además “El rito y el símbolo” en Apreciaciones sobre la Iniciación, cap. XVI.). Por otra parte, ya se trate de las ARTES tanto de uno como de otro género, es fácil comprobar que, de forma muy general, tienen, en una civilización, un carácter que es más claramente simbólico cuanto más estrictamente tradicional es esta civilización; en efecto, lo que entonces constituye su valor verdadero, no es tanto lo que son en sí mismas, sino las posibilidades de expresión que proporcionan, más allá de aquellas a las que se limita el lenguaje ordinario. En una palabra, sus producciones están destinadas ante todo para servir de “soportes” a la meditación, de “puntos de apoyo” para una comprehensión tan profunda y tan amplia como sea posible, lo cual constituye la razón misma de ser de todo simbolismo (Es la noción hindú de pratika, que no es ni un “ídolo” ni una obra de imaginación y de fantasía individual; estas dos interpretaciones occidentales, de alguna forma opuestas, son una y otra igualmente falsas.); y todo, en ellas, hasta en los mínimos detalles, debe estar determinado por esta consideración y subordinado a este fin, sin ninguna añadidura inútil desprovista de significado o destinada a jugar un papel simplemente “decorativo” u “ornamental” (La degeneración de algunos símbolos en motivos ornamentales, porque se ha dejado de comprender su sentido, es uno de los rasgos característicos de la desviación profana.). 4823 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Dicho esto, se puede preguntar cuáles son, entre las diversas ciencias tradicionales, las ARTES que de éstas dependen de forma más directa, lo cual, por supuesto, no excluye que también tengan relaciones más o menos constantes con las demás, pues aquí todo está íntimamente relacionado y se enlaza necesariamente en la unidad fundamental de la doctrina que la multiplicidad de sus aplicaciones no podría destruir ni tampoco afectar; la concepción de ciencias estrictamente “especializadas” y enteramente separadas unas de otras es claramente antitradicional pues manifiesta un defecto de principio, y es característica del espíritu “analítico” que inspira y rige las ciencias profanas, mientras que todo punto de vista tradicional no puede ser más que esencialmente “sintético”. Con esta reserva, se puede decir que lo que constituye el fondo mismo de todas las ARTES es principalmente una aplicación de la ciencia del ritmo en sus diferentes formas, ciencia que se relaciona ella misma directamente con la del número; y, por otro lado, debe entenderse bien que, cuando hablamos de ciencia del número, no se trata de la aritmética profana tal como la entienden los modernos, sino de aquello cuyos ejemplos más conocidos se encuentran en la Kábala y en el Pitagorismo, y cuyo equivalente existe también en todas las doctrinas tradicionales, con expresiones variadas y con desarrollos más o menos extensos. 4831 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Lo que acabamos de decir puede resultar evidente sobre todo en las ARTES fonéticas, cuyas producciones están todas constituidas por conjuntos de ritmos que se despliegan en el tiempo; y la poesía debe a su carácter rítmico el haber sido primitivamente el modo de expresión ritual de la “lengua de los Dioses”, o de la “lengua sagrada” por excelencia (Véase “La Lengua de los Pájaros” en Símbolos de la Ciencia Sagrada.), función de la cual conservó algo incluso hasta una época relativamente cercana a nosotros, cuando aún no se había inventado la “literatura” (Es bastante curioso observar que los “eruditos” modernos han llegado a aplicar esta palabra “literatura” a todo indistintamente, incluso a las sagradas Escrituras que tienen la pretensión de estudiar exactamente como lo demás y con los mismos métodos; y, cuando hablan de “poemas bíblicos” o de “poemas védicos” desconociendo por completo lo que era la poesía para los antiguos, su intención es todavía la de reducir todo a algo puramente humano. 4835 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Para las ARTES plásticas, cuyas producciones se desarrollan por extensión en el espacio, puede ser que lo anterior no resulte evidente de forma tan inmediata, y, sin embargo, no es menos rigurosamente verdadero; sólo que el ritmo está, entonces, por así decirlo, fijado simultáneamente, en lugar de desarrollarse en sucesión como en el caso anterior. Esto lo podemos comprender sobre todo advirtiendo que, en este segundo grupo, el arte típico y fundamental es la arquitectura, de la cual las demás, como la escultura y la pintura, en el fondo, sólo son simples dependencias, al menos en lo que corresponde a su destino original; pues bien, en la arquitectura, el ritmo se expresa directamente por medio de las proporciones que existen entre las diversas pARTES del conjunto y también por medio de las formas geométricas que, en definitiva, desde el punto de vista que consideramos, no son más que la traducción espacial de los números y de sus relaciones (Es oportuno señalar, a este respecto, que el “Dios geómetra” de Platón se identifica propiamente con Apolo, quien preside todas las ARTES; esto, que por otra parte ha derivado directamente del pitagorismo, tiene una importancia particular en lo que concierne a la filiación de algunas doctrinas tradicionales helénicas y su conexión con un origen primitivo “hiperbóreo”.). Evidentemente, aquí una vez más, la geometría debe ser considerada de una forma muy diferente de como la consideran los matemáticos profanos, y cuya anterioridad en relación con esta última constituye el desmentido más completo a aquellos que quieren atribuir a esta ciencia un origen “empírico” y utilitario; y, por otra parte, como decíamos anteriormente, tenemos en ello un ejemplo de como las ciencias están ligadas entre sí desde el punto de vista tradicional, a tal punto que se las podría incluso considerar a veces como sólo siendo de alguna manera las expresiones de las mismas verdades en lenguas diferentes, lo cual es además sólo una consecuencia muy natural de la “ley de las correspondencias” que es el fundamento propio de todo simbolismo. 4840 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Estas pocas nociones, por sumarias e incompletas que sean, bastarán al menos para hacer comprender lo que hay de esencial en la concepción tradicional de las ARTES y lo que diferencia más profundamente ésta última de la concepción profana, al mismo tiempo en cuanto a su base, como aplicaciones de algunas ciencias, en cuanto a su significado, como modalidades diversas del lenguaje simbólico, y, en cuanto a su destino, como medios para ayudar al hombre a acercarse al conocimiento verdadero. 4844 MISCELÁNEA LAS ARTES Y SU CONCEPCION TRADICIONAL
Así pues, se ve por todo eso de qué interés puede ser la consideración de los principios, incluso para una ciencia especial considerada en sí misma, y sin que uno se proponga ir, apoyándose en esta ciencia, más allá del dominio relativo y contingente al que ella se aplica de una manera inmediata; es eso, bien entendido, lo que desconocen totalmente los modernos, que, por su concepción profana de la ciencia, se jactan gustosamente de haber hecho a ésta independiente de la metafísica, e incluso de la teología (Recordamos haber visto en alguna parte a un «cientificista» contemporáneo indignarse de que, por ejemplo, en la edad media, se haya podido encontrar un medio de hablar de la Trinidad a propósito de la geometría del triángulo; por lo demás, probablemente no sospechaba que ello es todavía así actualmente en el simbolismo del Compañerazgo. ), cuando la verdad es que con eso no han hecho más que privarla de todo valor real en tanto que conocimiento. Además, si se comprendiera la necesidad de vincular la ciencia a los principios, es evidente que desde entonces no habría ninguna razón para quedarse ahí, y que se sería conducido naturalmente a la concepción tradicional según la cual una ciencia particular, cualquiera que sea, vale menos por lo que es en sí misma que por la posibilidad de servirse de ella como un «soporte» para elevarse a un conocimiento de orden superior (Ver por ejemplo a este respecto, sobre el aspecto esotérico e iniciático de las «ARTES liberales» en la edad media, El Esoterismo de Dante, PP. 10-l5, ed. francesa. ). Hemos querido dar aquí precisamente, por un ejemplo característico, una idea de lo que sería posible hacer, en algunos casos al menos, para restituir a una ciencia, mutilada y deformada por las concepciones profanas, su valor y su alcance reales, a la vez desde el punto de vista del conocimiento relativo que representa directamente y desde el del conocimiento superior al que es susceptible de conducir por transposición analógica; se ha podido ver concretamente lo que es posible sacar, bajo este último aspecto, de nociones como las de la integración y del «paso al límite». Por lo demás, es menester decir que las matemáticas, más que cualquier otra ciencia, proporcionan así un simbolismo muy particularmente apto para la expresión de las verdades metafísicas, en la medida en la que éstas son expresables, así como pueden darse cuenta de ello aquellos que hayan leído algunas de nuestras precedentes obras; es por eso por lo que este simbolismo matemático es de un uso tan frecuente, ya sea desde el punto de vista tradicional en general, ya sea desde el punto de vista iniciático en particular (Sobre las razones de este valor especial que a este respecto tiene el simbolismo matemático, tanto numérico como geométrico, se podrán ver concretamente las explicaciones que hemos dado en El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos.). Únicamente, para que ello pueda ser así, entiéndase bien que es menester ante todo que estas ciencias sean limpiadas de los errores y de las confusiones múltiples que han sido introducidos en ellas por las opiniones falsas de los modernos, y seríamos felices si el presente trabajo pudiera contribuir, de alguna manera al menos, a ese resultado. 5784 LOS PRINCIPIOS DEL CÁLCULO INFINITESIMAL CONCLUSIÓN
En los preliminares de un estudio sobre “La Théodicée de la Kabbale” ( (Ibíd., octubre de 1930; cf. F. Warrain, La Théodicée de la Kabbale, ed. Vega, París)) F. Warrain, después de haber dicho que “la hipótesis cabalística es que la lengua hebraica es la lengua perfecta enseñada por Dios al primer hombre”, cree necesario formular reservas sobre “la pretensión ilusoria de conservar los elementos puros de la lengua natural, cuando de ella no se poseen sino residuos y deformaciones”. No por eso deja de admitir que “sigue siendo probable que las lenguas antiguas dimanen de una lengua hierática, compuesta por inspirados”, que “debe haber en ellas, por la tanto, palabras que expresan la esencia de las cosas y sus relaciones numéricas” y que “otro tanto puede decirse sobre las ARTES adivinatorias”. Creemos que será bueno aportar algunas precisiones sobre este asunto; pero queremos hacer notar ante todo que F. Warrain se ha situado en una perspectiva que puede llamarse sobre todo filosófica, mientras que nosotros nos proponemos atenernos estrictamente aquí, como lo hacemos siempre, al terreno iniciativo y tradicional. 6687 SFCS LA CIENCIA DE LAS LETRAS (‘ILMU-L-HURÛF)
Seguramente, es difícil para los occidentales darse cuenta de lo que son verdaderamente las lenguas sagradas, pues, por lo menos en las condiciones actuales, no tienen contacto directo con ninguna de ellas; y podemos recordar a este respecto lo que hemos dicho más generalmente y en otras oportunidades acerca de la dificultad de asimilación de las “ciencias tradicionales”, mucho mayor que la de las enseñanzas de orden puramente metafísico, en razón de su carácter especializado, que las une indisolublemente a tal o cual determinada forma y que no permite transportarlas tal cual de una civilización a otra, so pena de hacerlas por completo ininteligibles o bien de no obtener sino resultados enteramente ilusorios, cuando no completamente falsos. Así, para comprender efectivamente todo el alcance del simbolismo de las letras y los números, es preciso vivirlo, en cierta manera, en su aplicación hasta a las circunstancias mismas de la vida corriente, tal como es posible en ciertos países orientales; pero sería absolutamente quimérico pretender introducir consideraciones y aplicaciones de ese género en las lenguas europeas, para las cuales no han sido hechas, y en las cuales el valor numérico de las letras, particularmente, es cosa inexistente. Los ensayos que algunos han llevado a cabo en este orden de ideas, fuera de todo dato tradicional, son, pues, erróneos desde el mismo punto de partida; y si a veces se han obtenido sin embargo algunos resultados justos, por ejemplo desde el punto de vista “onomántico”, ello no prueba el valor y la legitimidad de los procedimientos, sino solamente la existencia de una suerte de facultad “intuitiva” (que, por supuesto, nada tiene en común con la verdadera intuición intelectual) en aquellos que los han aplicado, como por lo demás ocurre frecuentemente con las “ARTES adivinatorias” (Parece que pueda decirse otro tanto, pese a la apariencia “científica” de los métodos, en lo que concierne a los resultados obtenidos por la astrología moderna, tan alejada de la verdadera astrología tradicional; ésta, cuyas claves parecen perdidas, era, por, lo demás, muy otra cosa que una simple “arte adivinatoria”, aunque evidentemente capaz de aplicaciones de este orden, pero con carácter enteramente secundario y “accidental”). 6690 SFCS LA CIENCIA DE LAS LETRAS (‘ILMU-L-HURÛF)
Nos vemos, pues, reconducidos, como se observará, a lo que decíamos al comienzo sobre el “lenguaje de los pájaros”, que podemos llamar también “lengua angélica”, y cuya imagen en el mundo humano es el lenguaje ritmado, pues sobre la “ciencia del ritmo” que comporta por lo demás múltiples aplicaciones, se basan en definitiva todos los medios que pueden utilizarse para entrar en comunicación con los estados superiores. Por eso una tradición islámica dice que Adán, en el Paraíso terrestre, hablaba en verso, en decir, en lenguaje ritmado; se trata de esa “lengua siríaca” (logah sûryâniyah) sobre la cual hemos hablado en nuestro precedente estudio sobre la “ciencia de las letras” ( (Véase supra, cap. VI)), y que debe considerarse como traducción directa de la “iluminación solar” y “angélica” tal como se manifiesta en el centro del estado humano. Por eso también los libros sagrados están escritos en lenguaje ritmado, lo cual, como se ve, hace de ellos otra cosa que los simples “poemas” en el sentido puramente profano del término que quiere ver el prejuicio antitradicional de los “críticos” modernos; y, por lo demás, la poesía no era originariamente esa vana “literatura” en que se ha convertido por una degradación cuya explicación ha de buscarse en la marcha descendente del ciclo humano, y tenía un verdadero carácter sagrado (Puede decirse, por otra parte, de manera general, que las ARTES y las ciencias no se han hecho profanas sino en virtud. de tal degradación, la cual las ha despojado de su carácter tradicional y, por consiguiente, de toda significación de orden superior; nos hemos explicado sobre este asunto en L’Ésotérisme de Dante, cap. II, y en La Crise du monde moderne, cap. IV. (Cf. también La Régne de la quantité et les signes des temps, cap. VIII)). Pueden encontrarse rastros de ello hasta en la antigüedad occidental clásica, en la cual la poesía era llamada aún “lengua de los Dioses”, expresión equivalente a las que hemos indicado, pues los “Dioses”, es decir los Deva (El sánscrito Deva y el latín Deus son una sola y misma palabra) son, como los ángeles, la representación de los estados superiores. En latín, los versos se llamaban carmina, designación referente a su uso en el cumplimiento de los ritos, pues la palabra carmen es idéntica al sánscrito karma, que debe tomarse aquí en su sentido particular de “acción ritual” (La palabra “poesía” deriva también del verbo griego poieîn, el cual tiene la misma significación que la raíz sánscrita kr. de donde proviene Karma, y que se encuentra también en el verbo latino creare entendido en su acepción primitiva; en el origen se trataba, pues, de algo muy distinto que de la simple producción de una obra artística o literaria, en el sentido profano, único que Aristóteles parece haber tenido presente al hablar de lo que él ha llamado “ciencias poéticas”); y el poeta mismo, intérprete de la “lengua sagrada” a través de la cual se transparentaba el Verbo divino, era el vates, palabra que lo caracterizaba como dotado de una inspiración en cierto modo profética. Más tarde, por otra degradación, el vates no fue sino un vulgar “adivino” (La palabra “adivino” misma no está menos desviada de su sentido, pues etimológicamente tiene relación directa con divinus, y significa entonces “intérprete de los dioses”. Los “arúspices” (de aves spicere, ‘observar las aves’) extraían presagios del vuelo y el canto de las aves, lo cual es de relacionar más especialmente con el “lenguaje de los pájaros”, entendido aquí en el sentido más material, pero identificado aun así con la “lengua de los dioses”, pues se consideraba que éstos manifestaban su voluntad por medio de tales presagios, y las aves desempeñaban entonces un papel de “mensajeros” análogo al que se atribuye generalmente a los ángeles (de donde su nombre mismo, pues es precisamente el sentido propio de la palabra griega ángelos), bien que tomado en un aspecto muy inferior); y el carmen (de donde la voz francesa charme, ‘encanto’), un “encantamiento”, es decir, una operación de baja magia; es éste otro ejemplo de que la magia, e incluso la hechicería, constituye lo que subsiste como último vestigio de las tradiciones desaparecidas” ( (Sobre este asunto de los orígenes de la magia y de la hechicería. véase infra, cap. XX, “Shet”, último párrafo)). 6703 SFCS EL LENGUAJE DE LOS PÁJAROS
En primer lugar, cabe señalar que, en un antiguo catecismo del grado de Compañero (Prichard, Masonry Dissected, 1730), a la pregunta: What does that G denote? se responde expresamente: Geometry or the Fifth Science (es decir, la ciencia que ocupa el quinto lugar en la enumeración tradicional de las “siete ARTES liberales”, cuya transposición esotérica en las iniciaciones medievales hemos señalado en otras ocasiones); esta interpretación no contradice en modo alguno la .afirmación de que la misma letra stands for God, ya que Dios se designa especialmente en ese grado como “el Gran Geómetra del Universo”; y, por otra parte, lo que le da toda su importancia es que, en los más antiguos manuscritos conocidos de la masonería operativa, la “Geometría” se identifica constantemente con la masonería misma; hay pues en ello algo que no puede considerarse desdeñable. Resulta además, como lo veremos en seguida, que la letra G, en tanto que inicial de Geometry, ha tomado el lugar de su equivalente griego ?, lo que está suficientemente justificado por el origen mismo de la palabra “geometría” (y, aquí por lo menos, ya no se trata de una lengua moderna); además, esa letra griega presenta en sí misma cierto interés, desde el punto de vista del simbolismo masónico, en razón de su forma misma, la de una escuadra (Recordemos que la escuadra de brazos desiguales, precisamente la forma de esta letra, representa los dos catetos del triángulo rectángulo 3-4-5, el cual, como lo hemos explicado en otra parte, tiene importancia particularísima en la masonería operativa (ver “Parole perdue et mots substitués”, en É. T., diciembre de 1948)), lo que evidentemente no es el caso de la letra latina G (Todas las consideraciones que algunos han querido derivar de la forma de la letra G (semejanza con la forma de un nudo, con la del símbolo alquímico de la sal, etc) tienen manifiestamente un carácter por entero artificial y hasta más bien fantasioso; carecen de la menor relación con las significaciones reconocidas de dicha letra, y no descansan, por lo demás, en ningún dato auténtico). Ahora, antes de ir más lejos, podría preguntarse si esto no se opone a la explicación por sustitución del yod hebreo, o, por lo menos, puesto que ésta ha existido también, si no cabría pensar, en tales condiciones, que se la haya introducido secundariamente y en época más o menos tardía; en efecto, como parece ciertamente haber pertenecido propiamente al grado de maestro, así debe ser para aquellos que siguen la opinión más corriente sobre el origen de este grado. En cambio, para quienes, como nosotros, se niegan por más de una razón a considerar dicho grado como producto de una elaboración “especulativa” del siglo XVIII, sino que ven en él una especie de “condensación” del contenido de ciertos grados superiores de la masonería operativa, destinada a llenar en la medida de lo posible una laguna debida a la ignorancia en que con respecto a aquéllos estaban los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra, la cosa aparece en un aspecto muy distinto: se trata entonces de una superposición de dos sentidos diferentes pero que no se excluyen en modo alguno, lo que ciertamente nada tiene de excepcional en el simbolismo; además, cosa que nadie parece haber observado hasta ahora, ambas interpretaciones, por el griego y el hebreo respectivamente, concuerdan a la perfección con el carácter propio de los dos grados correspondientes, “pitagórico” el segundo y “salomónico” el tercero, y acaso sea esto sobre todo, en el fondo, lo que permita comprender de qué se trata en realidad. 6827 SFCS LA LETRA G Y EL SVÁSTIKA
Hay más aún: el diamante se considera como la “piedra preciosa” por excelencia; y esta “piedra preciosa” es también, como tal, un símbolo de Cristo, que se encuentra aquí identificado a su otro símbolo, la “piedra angular”; o, si se prefiere, ambos símbolos están así reunidos en uno. Podría decirse entonces que esa piedra, en cuanto representa un “acabamiento” o un “cumplimiento” (Desde el punto de vista “constructivo”, es la “perfección” de la realización del plan del arquitecto; desde el punto de vista alquímico, es la “perfección” o fin último de la “Gran Obra”; hay exacta correspondencia entre uno y otro), es, en el lenguaje de la tradición hindú, un chintàmani, lo que equivale a la expresión alquímica de Occidente “piedra filosofal” (El diamante entre las piedras y el oro entre los metales son lo más precioso, y tienen además un carácter “luminoso” y “solar”; pero el diamante, al igual que la “piedra filosofal”, a la cual se asimila aquí, se considera como más precioso aún que el oro); y es muy significativo a este respecto que los hermetistas cristianos hablen a menudo de Cristo como la verdadera “piedra filosofal”, no menos que como la “piedra angular” (El simbolismo de la “piedra angular” se encuentra expresamente mencionado, por ejemplo, en diversos pasajes de las obras herméticas de Robert Fludd, citados por A. E. Waite, The Secret Tradition in Freemasonry, PP. 27-28; por otra parte, debe señalarse que tales pasajes contienen esa confusión con la “piedra fundamental” de que hablábamos al principio, lo que el autor que los cita dice por su cuenta acerca de la “piedra angular” en varios lugares del mismo libro tampoco es muy adecuado para esclarecer el punto, y no puede sino contribuir más bien a mantener la confusión indicada). Nos vemos reconducidos así a lo que decíamos anteriormente, con motivo de los dos sentidos en que puede entenderse la expresión árabe rukn el-arkàn, sobre la correspondencia existente entre el simbolismo arquitectónico y el alquímico; y, para terminar con una observación de alcance muy general este estudio ya largo, pero sin duda aún incompleto, pues el tema es de aquellos que son casi inagotables, podemos agregar que dicha correspondencia no es, en el fondo, sino un caso particular de la que existe análogamente, aunque de un modo quizá no siempre tan manifiesto, entre todas las ciencias y todas las ARTES tradicionales, pues en realidad todas ellas son otras tantas expresiones y aplicaciones diversas de las mismas verdades de orden principial y universal. 7086 SFCS LA “PIEDRA ANGULAR”
En el estudio antes citado, A. Coomaraswamy dice que “lo esencial, en el sacrificio, es en primer lugar dividir, y en segundo lugar reunir”; comporta, pues, dos fases complementarias, de “desintegración” y “reintegración”, que constituyen el conjunto del proceso cósmico: el Púrusha, “siendo uno, se hace muchos, y siendo muchos, torna a ser uno”. La reconstitución del Púrusha se opera simbólicamente, en particular, en la construcción del altar védico, que comprende en sus diversas pARTES una representación de todos los mundos (Ver “Ianua caeli” (aquí, cap. LVIII)); y el sacrificio, para realizarse correctamente, exige una cooperación de todas las ARTES, lo que asimila al sacrificador al mismo Viçvakarma (Cf. A. K. Coomaraswamy, Hinduism and Buddhism, p. 26 (cf. p. 71 de la traducción francesa, colección “Tradition”, Gallimard, París)). Por otra parte, como toda acción ritual, es decir, en suma, toda acción verdaderamente normal y conforme al orden (rta), puede considerarse como dotada en cierto modo de un carácter “sacrificial”, según el sentido etimológico de este término (sacrum facere), lo que es válido para el altar védico lo es también, de alguna manera y en algún grado, para toda construcción edificada, conforme a las reglas tradicionales, las cuales proceden siempre, en realidad, de un mismo “modelo cósmico”, según lo hemos explicado en otras ocasiones (Los ritos de fundación de un edificio incluyen generalmente, por lo demás, un sacrificio o una oblación en el sentido estricto de estos términos; inclusive en Occidente. cierta forma de oblación se ha mantenido hasta nuestros mismos días en los casos en que la colocación de la primera piedra se cumple según los ritos masónicos). Se ve que esto se encuentra en relación directa con un simbolismo “constructivo” como el de la masonería; y, por otra parte, inclusive en el sentido más inmediato, el constructor efectivamente reúne los materiales dispersos para formar un edificio que, si es verdaderamente lo que debe ser, tendrá una unidad “orgánica”‘ comparable a la de un ser viviente, si se adopta el punto de vista “microcósmico”, o a la de un mundo, si se adopta el punto de vista “macrocósmico”. 7111 SFCS “REUNIR LO DISPERSO”
Por eso, sobre todo cuando la escala se emplea como elemento de ciertos ritos iniciáticos, sus peldaños se consideran expresamente como representación de los diversos cielos, es decir, de los estados superiores del ser; así, especialmente, en los misterios de Mithra, la escala tenía siete peldaños puestos en relación con los siete planetas, y, según se dice, hechos de los metales correspondientes respectivamente a aquellos; el recorrido de tales peldaños figuraba el de otros tantos grados sucesivos de iniciación. Esta escala de siete peldaños se encuentra también en ciertas organizaciones iniciáticas medievales, de donde pasó sin duda, más o menos directamente, a los altos grados de la masonería escocesa, segun lo hemos señalado al hablar de Dante (L’Ésotérisme de Dante, caps. II y III); aquí los peldaños están referidos a otras tantas “ciencias”, pero esto no implica en el fondo diferencia alguna, ya que, según Dante mismo, esas “ciencias” se identifican con los “cielos” (Convivio, II, XIV). Va de suyo que, para corresponder así a estados superiores y a grados de iniciación, esas ciencias no podían ser sino ciencias tradicionales entendidas en su sentido más profundo y más propiamente esotérico, y ello inclusive para aquellas cuyos nombres, para los modernos, no designan ya, en virtud de la degradación a que hemos aludido repetidamente, sino ciencias o ARTES profanas, es decir algo que, con relación a aquellas verdaderas ciencias, no es en realidad nada mas que una cascara huera y un “residuo” privado de vida. 7173 SFCS EL SIMBOLISMO DE LA ESCALA