Ataque

ORGULHO — ATAQUE

VIDE: VIOLÊNCIA

EVANGELHO DE TOMÉ: Evangelho de Tomé – Logion 44

Blasphemeo, de la raíz mlas (inútilmente, desgraciadamente) y phemí y atestiguado desde Platón, significa generalmente desacreditar, calumniar, blasfemar blasphemia (nomen actiones) es la palabra blasfema, la injuria y la difamación o la calumnia por la que uno es perjudicado, mientras que blasphemos expresa la propiedad de la acción o del actuante, es decir, del que blasfema, injuria, etc. Lo mismo que empaizo, loidoreo, mykterizo y oneidizo, también blasphemeo significa calumniar a una persona y es la expresión más fuerte de la calumnia personal. (Coenen & Lothar)

Jean-Claude Larchet: TERAPÊUTICA DAS DOENÇAS ESPIRITUAIS

Las dos formas de orgullo que hemos presentado, siendo tan diferentes, no están, sin embargo separadas e independientes, son como las dos caras del orgullo y siempre se presentan juntas en el hombre caído, aunque en ciertos casos, una pareciera tomar más lugar que la otra. Si es verdad que la primera forma dirige al hombre contra sus semejantes, mientras que la segunda lo alza contra Dios, de hecho, cada una — observa s. Juan Casiano — dirige al hombre, a la vez, contra Dios y contra su prójimo, porque es evidente que la actitud del hombre respecto de los demás hombres en el fondo es relativa de su actitud frente a Dios, e inversamente. Es claro, por otra parte, que la primera forma del orgullo tiene su origen y su fundamento en la segunda. En efecto, si el hombre se exalta y se estima o se admira a sí mismo, es porque no reconoce que las cualidades, las virtudes y todos los bienes que puede poseer y cree tener por sí mismo, le vienen, de hecho, de Dios. Si rebaja a los otros es, en parte por la misma razón: despreciar a los demás como si no obraran bien como él, por ejemplo, se debe — constata s. Máximo — a que atribuye las buenas acciones a sus propias fuerzas en lugar de referirlas a Dios. Creerse superior a otro, buscar sobrepasarlo, colocarse en la cumbre o ser el centro en toda circunstancia, atribuirse todas las cualidades y virtudes o al menos algunas en un grado eminente, significa por otra parte, para el orgulloso, autodeificarse, hacer de sí un pequeño dios, y ocupar así el lugar del único verdadero Dios que es el absoluto verdadero, cumbre y centro, principio y fin, sentido y valor de toda cosa, fuente y fundamento de todo bien, de toda cualidad o virtud, principio de toda perfección. Al hacer de sí mismo un absoluto, el orgulloso no admite rival, no sufre comparación que le sea desventajosa, teme todo lo que pueda contradecir la estima que él se tiene. Por esta razón también y para afirmar bien ante sí mismo y ante los demás la superioridad que él se atribuye, critica implacable y sistemáticamente a su prójimo, lo desprecia, lo rebaja. Se muestra agrio y agresivo, frente a todo lo que, a sus ojos, es susceptible de cuestionar esta superioridad, queriendo a todo precio proteger la imagen presuntuosa que quiere dar de sí mismo. Si desprecia a su prójimo y lo rebaja, es también porque niega a Dios poniéndose en su lugar y, en consecuencia, niega la imagen de Dios en sus semejantes que hace de cada uno de ellos un hijo de Dios en potencia y le confiere por participación la dignidad y la superioridad de Dios mismo. Porque deja de venerar a su prójimo como ser a imagen de Dios, y por lo tanto de venerar a Dios en él, es llevado, según la palabra de s. Doroteo, «a no hacer ningún caso de él, como si no fuera nada». Porque el orgulloso tiene fe en sus propias fuerzas en lugar de poner su confianza en la gracia divina y de reconocer que sin ella no puede nada, y que, por otra parte, afirma su absoluta autonomía, rehuyendo ver en Dios su principio y su fin, se muestra lleno de arrogancia y suficiencia. Al sustituir y oponer su voluntad propia a la de Dios y al hacer de ella un absoluto, se comprende que pretenda mandar y negarse a obedecer o a someterse a quien sea. Más aún, como no reconoce en Cristo el arquetipo de su naturaleza, sino que se pone a sí mismo como norma y referencia en todo, mide todo en función de sí mismo, pretende juzgar todo y saberlo todo, se cree sabio, quiere tener razón, tiene la pretensión de enseñar y no soporta que se lo contradiga. De una manera general, el orgulloso está lleno de sí mismo porque está vacío de Dios.

Perenialistas – Referências