ÓRGÃOS DOS SENTIDOS — AUDIÇÃO E OUTROS
René Guénon: AS CONDIÇÕES DA EXISTÊNCIA CORPORAL
Debemos preguntarnos ahora cuál es, entre las sensaciones corporales, la que nos presenta el tipo sensible del movimiento vibratorio, la que nos lo hace percibir en modo directo, sin pasar por una u otra de las diversas modificaciones de las que es susceptible. Ahora bien, la física elemental nos enseña que estas condiciones son cumplidas por la vibración sonora, cuya longitud de onda está comprendida, al igual que su velocidad de propagación [[La velocidad, en un movimiento cualquiera, es la relación, en cada instante, entre el espacio recorrido y el tiempo empleado en recorrerlo; y, en su fórmula general, esta relación (constante o variable según el movimiento sea o no uniforme) expresa la ley determinante del movimiento considerado.]], en los límites apreciables por nuestra percepción sensible; se puede decir entonces, por consiguiente, que es el sentido del oído lo que percibe directamente el movimiento vibratorio. Aquí se objetará sin duda que no es la vibración etérica lo que es percibido en modo sonoro, sino la vibración de un medio gaseoso, líquido o sólido; no es menos cierto que es el Éter lo que constituye el medio original de propagación del movimiento vibratorio, el cual, para entrar en los límites de perceptibilidad que corresponden a la extensión de nuestra facultad auditiva, solamente debe ser amplificado por su propagación a través de un medio más denso (materia ponderable), sin por ello perder su carácter de movimiento vibratorio simple (aunque su longitud de onda y su período no sean ya entonces infinitesimales). Para manifestar así la cualidad sonora, es preciso que este movimiento la posea ya en potencia (directamente) [[También posee en potencia las demás cualidades sensibles, aunque indirectamente, puesto que no puede manifestarlas, es decir, producirlas en acto, más que mediante complejas modificaciones diferentes (la amplificación no constituye, por el contrario, sino una modificación simple, la primera de todas).]] en su medio original, el Éter, luego, consecuentemente, esta cualidad, en estado potencial (de indiferenciación primordial) constituye su naturaleza característica con respecto a nuestra sensibilidad corporal [[Por otra parte, esta misma cualidad sonora pertenece igualmente a los otros cuatro elementos, no ya como cualidad propia o característica, sino en tanto que todos proceden del Éter; cada elemento, derivando inmediatamente del que le precede en la serie que indica el orden de su desarrollo sucesivo, es perceptible a los mismos sentidos que éste, y, además, a otro sentido que corresponde a su propia naturaleza particular.]].
Por otra parte, si recordamos cuál de los cinco sentidos es aquel en el que el tiempo nos es más particularmente manifiesto, es fácil darse cuenta de que se trata del sentido del oído; éste es por lo demás un hecho que puede ser verificado experimentalmente por todos aquellos que están habituados a controlar el origen respectivo de sus diversas percepciones. La razón por la cual esto es así consiste en lo siguiente: para que el tiempo pueda ser percibido materialmente (es decir, entrar en relación con la materia, en lo que concierne especialmente a nuestro organismo corporal), es preciso que se haga susceptible de ser medido, pues éste es, en el mundo físico, un carácter general de toda cualidad sensible (cuando se la considera en tanto que tal) [[Este carácter es tal por la presencia de la materia entre las condiciones de la existencia física; pero, para realizar la medida, debemos referir todas las demás condiciones al espacio, como vemos aquí en lo referente al tiempo; medimos a la propia materia por división, y no es divisible sino en tanto que es extensa, es decir, en tanto que está situada en el espacio (ver más adelante la demostración del absurdo de la teoría atomista).]]; ahora bien, el tiempo no puede ser directamente percibido por nosotros, ya que no es divisible en sí mismo, y no podemos concebir la medida sino por la división, al menos de una forma normal y sensible (pues, no obstante, se pueden concebir otros modos de medida, como la integración, por ejemplo). El tiempo no será entonces mensurable en tanto no se exprese en función de una variable divisible, y, como más adelante veremos, esta variable no puede ser más que el espacio, siendo la divisibilidad una cualidad esencialmente inherente a éste. Por lo tanto, para medir el tiempo nos es necesario considerarlo en tanto que entra en relación con el espacio, con el que se combina en cierto modo, y el resultado de esta combinación es el movimiento, en el cual el espacio recorrido, siendo la suma de una serie de desplazamientos elementales considerados en modo sucesivo (es decir, precisamente en la condición temporal) está en función [[En el sentido matemático de una cantidad variable que depende de otra.]] del tiempo empleado en recorrerlo; la relación existente entre este espacio y este tiempo expresa la ley del movimiento considerado [[Ésta es la fórmula de la velocidad, de la que ya hemos hablado y que, considerada en cada instante (es decir, en las variaciones infinitesimales del tiempo y el espacio), representa la derivada del espacio con respecto al tiempo.]]. A la inversa, el tiempo podrá entonces expresarse en función del espacio, invirtiendo la relación considerada anteriormente existente entre ambas condiciones en un movimiento determinado; esto implica considerar a este movimiento como una representación espacial del tiempo. La representación más natural será aquella que se traduzca numéricamente por la función más simple; será entonces un movimiento oscilatorio (rectilíneo o circular) uniforme (es decir, de velocidad o de período oscilatorio constante), que puede ser entendido como una especie de amplificación (implicando, por otra parte, una diferenciación con respecto a las direcciones del espacio) del movimiento vibratorio elemental; puesto que tal es también el carácter de la vibración sonora, se comprende inmediatamente con ello que sea el oído lo que, entre los sentidos, nos ofrezca especialmente la percepción del tiempo.
(…)
Por otra parte, en tanto que el Aire procede del Éter, el sonido es también sensible en él; como el movimiento diferenciado implica, tal como anteriormente hemos establecido, la distinción de las direcciones del espacio, el papel del Aire en la percepción del sonido, aparte de su cualidad de medio en el cual se amplifican las vibraciones etéricas, consistirá principalmente en hacernos reconocer la dirección en que este sonido se ha producido con respecto a la situación actual de nuestro cuerpo.
En los órganos fisiológicos del oído, la parte que corresponde a esta percepción de la dirección (percepción que, por lo demás, no se torna efectivamente completa sino con y por la idea de la extensión de tres dimensiones) constituye lo que se llama los “canales semi-circulares”, que están precisamente orientados según las tres dimensiones del espacio físico [[Esto explica por qué se dice que las direcciones del espacio son las orejas de Vaishwânara.]].
En fin, desde un punto de vista distinto al de las cualidades sensibles, el Aire es el medio substancial del que procede el soplo vital (prana); es la razón de que las cinco fases de la respiración y de la asimilación, que son modalidades o aspectos de éste, estén, en su conjunto, asimiladas a Vâyu. Es éste el papel particular del Aire en lo que concierne a la vida; vemos así que, para este elemento como para el anterior, hemos debido considerar, tal como habíamos previsto, la totalidad de las cinco condiciones de la existencia corporal y sus relaciones; será igual aún para cada uno de los otros tres elementos, que proceden de los dos primeros, y de los cuales hablaremos ahora (…) [[El texto se detiene aquí. Nota del T.]].