Avicena Intelecto

Miguel Cruz Hernández — História do pensamento no mundo islâmico
Excertos do Capítulo 10 — IBN SlNA (AVICENA), 980-1037

La doctrina del intelecto
Entre todas las facultades del alma las más importantes y elevadas son las racionales, culminación de las operaciones vitales y función específica del intelecto. Recogiendo la doctrina árabe sobre el intelecto, heredada de los griegos y desarrollada por al-Kindl y al-Farabi, Ibn Sina inicia el desarrollo de su concepción del intelecto — que tanto influiría después en las escolásticas judía y latina — con el estudio de los significados del término Intelecto. En sentido vulgar, dice Ibn Sina, se llama intelecto: a la lucidez mental del hombre o perspicacia; a los conocimientos adquiridos por la experiencia, que permiten la eficacia de la acción, y que poseen aquellos a quienes consideramos como «muy entendidos» en algo; y a lo que vulgarmente se llama en castellano «tener inteligencia». Pero éstos son sentidos vulgares y prefilosófi-cos. En sentido filosófico, tenemos que distinguir, en primer lugar, tres tipos distintos de intelecto: 1.° El Intelecto distinto de la ciencia, al cual se refiere Aristóteles en los Segundos analíticos. 2.° El Intelecto práctico, del que se ocupa Aristóteles en la Etica, y que conduce al conocimiento particular que rige las acciones tendentes a un fin; su misión consiste en alcanzar una opinión justa sobre las acciones humanas que se dirigen a la realización del bien; su fin, por tanto, no se reduce a llegar a una opinión simple, práctica, sino a obtener los conocimientos útiles para la vida; su último fin, por consiguiente, es el bien; y 3.° El Intelecto especulativo, del que trata Aristóteles en el tratado De Anima, y que es el que ahora nos interesa. En este intelecto debemos distinguir los grados siguientes: a) El Intelecto en potencia o material, que es la facultad capaz de recibir las formas abstraídas de su materia; se le llama material porque, al igual que la materia prima, puede recibir cualquier forma, b) El Intelecto en acto, que existe en potencia posible o hábito de potencia y que permite la intelección y asimilación intelectual de las formas inteligibles, c) El Intelecto hábito, que es el más alto grado de perfección a que puede llegar nuestro conocimiento, por lo cual se le llama Inteligencia santa. Extrínseco al intelecto humano y como actualizador de él, existe el Intelecto Agente, por medio del cual el intelectual humano pasa de potencia a acto. El intelecto especulativo, por tanto, es una potencia que se actualiza por medio de la recepción de los inteligibles, que le hacen pasar de potencia a acto; su misión es llegar al conocimiento de la verdad, perteneciéndole el juicio universal y la ciencia.

El intelecto en potencia o material, primer grado del intelecto especulativo, existe en potencia absoluta respecto de las formas; para actualizarse y pasar a intelecto en acto necesita que se impriman en él las formas abstractas. La abstracción de estas formas tiene lugar a través de un proceso que comprende los siguientes grados: a) La sensación, que verifica la primera abstracción, pero que no logra abstraer absolutamente a las imágenes sensibles de la materia y de los caracteres materiales, b) La imaginación, que abstrae a las formas sensibles de la materia, pero no de los caracteres materiales que la acompañan, c) La estimativa, que proporciona las formas intencionales, que ya son completamente inmateriales, d) La inteligencia, que asimila estas formas. Cuando estas formas abstractas son recibidas por el intelecto, éste pasa de potencia a acto; pero esta operación precisa de la colaboración del Intelecto Agente, en tanto las facultades humanas están sometidas al principio general de que nada puede pasar de potencia a acto sin el concurso de otro ser en acto. «El Intelecto Agente — dice Ibn SInã — es, respecto de nuestras almas, que son intelectos en potencia, y respecto de los inteligibles, que son inteligibles en potencia, lo que el sol es para nuestros ojos, que son videntes en potencia, y para los colores, que son visibles en potencia; su acción hace pasar a unos y otros de potencia a acto… De este Intelecto Agente desborda una fuerza que se extiende sobre las cosas imaginadas — que son inteligibles en potencia — para hacerlas inteligibles en acto; y para hacer del intelecto en potencia un intelecto en acto. Así, lo mismo que el Sol es por sí visible y es, además, causa (de la visión) — porque convierte a lo que era visible en potencia en visible en acto —, del mismo modo esta sustancia es por sí misma inteligible y al mismo tiempo es causa (de la intelección), ya que convierte en inteligibles en acto los inteligibles que estaban en potencia.»

La acción del Intelecto Agente se repite constantemente, y por ella el intelecto en acto puede convertirse en una potencia habitual o perfección de potencia, que constituye el Intelecto hábito; y cuando esta unión es muy estrecha y casi constante, se alcanza el Intelecto adquirido, que es el grado superior del conocimiento humano, y al que compara con una lámpara que proyecta su luz sobre el intelecto en potencia. Pero, de todos modos, el intelecto adquirido, después que se ha llegado a él, y para actualizar lo que reste de potencia en el intelecto humano, precisa, sin embargo, de la proximidad del Intelecto Agente. Así como el aceite, escribe Ibn SInã comentando un pasaje del Alcorán, puede llegar a arder por la simple presencia próxima del fuego, sin que éste le toque directamente, así también el intelecto adquirido puede realizar la actualización de lo que reste de potencia en el intelecto humano con la simple proximidad del Intelecto Agente. Entonces el intelecto adquirido orienta al intelecto humano hacia una unión cada vez más íntima con el Intelecto Agente. El grado más alto de unión es la iluminación profética, que puede producirse cuando aquella unión se hace habitual y en la cual la forma abstracta se imprime casi de un golpe; en esto consiste la profecía. Así, pues, la Revelación profética puede producirse de dos modos: por la unión con el Intelecto Agente, o a través de los ángeles, como en el caso de la Revelación que el Profeta recibió de Gabriel. Pero los profetas son escogidos por Dios en razón de sus cualidades y facultades intelectuales; y la Revelación no tiene forzosamente que ser sensible, sino que puede ser también meramente interior, como un alumbramiento íntimo del espíritu útil tan sólo para quien lo recibe; sólo cuando se trata de una explicación que es necesaria para toda la sociedad, la Revelación profética es exterior. Por esto los profetas pueden recibir la Revelación de modos diversos: en el sueño, escuchando la voz de un ángel, o como una voz interior. Y aunque los profetas vean sensiblemente a los ángeles y puedan conocer lo oculto y obrar maravillas sobrenaturales, las revelaciones proféticas, más altas y nobles, no pueden manifestarse sensiblemente. Este conocimiento iluminativo es el más alto de la vida toda del hombre y es lo que corona la sabiduría y, por ende, la labor del filósofo.

De acuerdo con estos principios, la concepción aviceniana del Intelecto, que tanto había de pesar sobre el pensamiento escolástico cristiano, se estructura según el esquema:

Avicena, Miguel Cruz Hernández