Cfr. nuestro libro Alquimia, op. cit. Del sistema geocéntrico del mundo típico del medioevo, puede decirse, en líneas generales, lo siguiente: aunque sea «ingenuo» creer que el Sol y los diversos planetas se muevan en otras tantas esferas celestes en tomo al centro de la Tierra, esta hipótesis del sistema del mundo tal como se presenta a nuestros sentidos implica un realismo espiritual. En realidad, o bien el mundo carece de sentido y, por lo tanto, no puede ser captado espiritualmente, en cuyo caso la cosmología no es más que una locura que nos lleva a vagar de detalle en detalle; o bien se basa en una unidad espiritual que nunca lograremos conocer completamente, pero que debe ser inherente a cada aspecto total de la naturaleza.
El sistema ptolemaico del mundo es de una notable claridad espiritual; para sin época era de una calidad científica perfectamente satisfactoria, pues daba una respuesta a todas las preguntas surgidas de la observación de la naturaleza. La «ciencia» no puede ir más allá; siempre tendrá un carácter provisional, y nunca definitivo; la validez relativa de un sistema del mundo se funda en su unidad lógica, mientras que su alcance espiritual se basa en su simbología, que será tanto más fuerte y convincente cuanto más directamente se dirija a los sentidos.
Según la concepción medieval, toda esfera es movida por una inteligencia angélica (intelligentia). A la ciencia moderna que nos dice que los movimientos de, los astros pueden explicarse físicamente, replicamos que, en la medida en que podamos reconocerlas como «leyes», las leyes físicas son a su vez de naturaleza «inteligible». [CMST]