Caminho da Ação

CAMINHO — RITO — CAMINHO DA AÇÃO

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René Guénon: AS TRÊS VIAS

Ahora bien, si la existencia exclusiva de formas iniciáticas que pueden ser calificadas de «kármicas» en el occidente actual es un hecho incontestable, es menester decir que las interpretaciones a las que este hecho ha dado lugar no están siempre exentas de equívocos y de confusiones, y eso bajo más de un punto de vista; es eso lo que nos queda por examinar todavía para poner las cosas en su punto tan completamente como es posible. Primeramente, algunos se han imaginado que, por su carácter «kármico», las iniciaciones occidentales se oponen en cierto modo a las iniciaciones orientales, que, según su manera de ver, serían todas propiamente «jnânicas» [[Hay que destacar que, en una tal concepción, se ignora o no se tiene en cuenta la existencia de iniciaciones «bhákticas».]]; eso es completamente inexacto, pues la verdad es que, en oriente, coexisten todas las categorías de formas iniciáticas, como lo prueba por lo demás suficientemente la enseñanza de la tradición hindú sobre la cuestión de los tres mârgas; por el contrario, si no existe más que una en occidente, es porque las posibilidades de este orden se encuentran reducidas al mínimo. Que la predominancia cada vez más exclusiva de la tendencia a la acción exterior sea una de las causas principales de ese estado de hecho, eso no es dudoso; pero por ello no es menos verdad que, a pesar del agravamiento de esta tendencia, todavía hoy subsiste una iniciación, cualquiera que sea, y pretender lo contrario implica una grave equivocación sobre la significación real de la vía «kármica», así como lo veremos más precisamente dentro de un momento. Además, no es admisible querer hacer en cierto modo una cuestión de principio de lo que no es más que el efecto de una simple situación contingente, y considerar las cosas como si toda forma iniciática occidental debiera ser necesariamente de tipo «kármico» por eso mismo de que es occidental; no creemos que haya necesidad de insistir más en ello, ya que, después de todo lo que hemos dicho, debe estar bastante claro que una tal opinión no podría responder a la realidad, que, por lo demás, es evidentemente mucho más compleja de lo que parece suponerse.

Otro punto muy importante es éste: el término de Karma, cuando se aplica a una vía o a una forma iniciática, debe entenderse ante todo en su sentido técnico de «acción ritual»; a este respecto, es fácil ver que hay en toda iniciación un cierto lado «kármico», puesto que ella implica siempre esencialmente el cumplimiento de ritos particulares; por lo demás, eso corresponde también a lo que hemos dicho de la imposibilidad que hay de que una u otra de las tres vías exista en el estado puro. Además, y fuera de los ritos propiamente dichos, toda acción, para ser realmente «normal», es decir, conforme al «orden», debe ser «ritualizada», y, como lo hemos explicado frecuentemente, lo es efectivamente en una civilización integralmente tradicional; incluso en los casos que se podrían decir «mixtos», es decir, aquellos donde una cierta degeneración ha traído consigo la introducción del punto de vista profano y le ha hecho un sitio más o menos amplio en la actividad humana, eso sigue siendo todavía verdad al menos para toda acción que está en relación con la iniciación, y ello es así concretamente para todo lo que concierne a la práctica del oficio en el caso de las iniciaciones artesanales [[Se podría decir que, en este caso, «kármico» es casi sinónimo de «operativo», entendiendo naturalmente esta última palabra en su verdadero sentido, sobre el que frecuentemente hemos tenido ocasión de insistir.]]. Se ve que eso está tan lejos como es posible de la idea que se hacen de una vía «kármica» aquellos que piensan que una organización iniciática, porque presenta un tal carácter, debe mezclarse más o menos directamente en una acción exterior y completamente profana, como lo son inevitablemente en particular, en las condiciones del mundo moderno, las actividades «sociales» de todo género. La razón que invocan éstos en apoyo de su concepción es generalmente que una tal organización tiene el deber de contribuir al bienestar y a la mejora de la humanidad en su conjunto; la intención puede ser muy loable en sí misma, pero la manera en que consideran su realización, incluso si se la despoja de las ilusiones «progresistas» a las que se asocia muy frecuentemente, por eso no es menos completamente errónea. Ciertamente, nunca se ha dicho que una organización iniciática no pueda proponerse secundariamente una meta como la que tienen en vista, en cierto modo «por añadidura», y con la condición de no confundirla jamás con lo que constituye su meta propia y esencial; pero entonces, para ejercer una influencia sobre el medio exterior sin dejar de ser lo que ella debe ser verdaderamente, será menester que ponga en obra medios completamente diferentes de los que creen sin duda que son los únicos posibles, medios de un orden mucho más «sutil», y por lo demás mucho más eficaces. Pretender lo contrario, es en el fondo, desconocer totalmente el valor de lo que hemos llamado a veces una «acción de presencia»; y, en el orden iniciático, este desconocimiento es comparable a lo que es, en el orden exotérico y religioso, el desconocimiento, tan extendido también en nuestra época, del papel de las órdenes contemplativas; en suma, en los dos casos, es una consecuencia de la misma mentalidad específicamente moderna, para la cual todo lo que no aparece al exterior y no cae bajo los sentidos es como si no existiera.

Perenialistas – Referências