El Buddha se interesa principalmente en el problema del mal como sufrimiento o aflicción (dukkha); es decir, en el problema de la corruptibilidad de todas las cosas nacidas, compuestas y mutables, en su sujeción al sufrimiento, a la enfermedad, al envejecimiento y a la muerte. Que esta sujeción es un hecho, que tiene una causa, que su causa puede ser suprimida, y que hay una Vía o Senda o Viaje por el que esta causa puede ser suprimida —éstas son las «Cuatro Verdades Arias» que son el comienzo de la sabiduría. «Tanto ahora como hasta ahora yo enseño sólo esto, la aflicción y el fin de la aflicción» ([wiki]Majjhima Nikaya[/wiki] 1.140). Por consiguiente, el budismo puede reducirse y a menudo se reduce simplemente a las fórmulas de la «originación causal» (paticca samuppada): «siendo esto así, eso deviene; no siendo esto así, eso no deviene». Desde el seno de la operación sin comienzo de las causas mediatas, no hay escape para ninguno de sus efectos compuestos; el escape es posible sólo desde el campo en el que opera la eficacia causal de las acciones pasadas (kamma), y sólo para eso que nunca ha sido una parte integrante del campo.
La doctrina budista es reductible a una enunciación de la ley de la causalidad, debido a la pertinencia de esta ley para el problema de la mutabilidad y de la corruptibilidad; si la causa de la miseria puede suprimirse ya no habrá más necesidad de inquietarse por sus síntomas. En el ciclo o el vórtice del devenir (bhava-cakka, samsara) es inevitable la inestabilidad, el envejecimiento y la muerte de todo lo que ha tenido un comienzo; la vida o el devenir es una función de la sensibilidad, la sensibilidad es una función de la privación (tanha, sed), y la privación es una función de la ignorancia (avijja = moha, engaño). La ignorancia, el origen último de todo sufrimiento y esclavitud, de todos los estados patológicos de sujeción al placer y al dolor, es ignorancia de la verdadera naturaleza de las cosas «como ellas devienen» (yatha-bhutam), y en particular de su inconstancia (aniccam). Todo deviene, todo fluye como un río; no hay nada de lo cual pueda decirse que ello es (sabbe samkhara anicca). Todo lo que deviene es mortal; haber puesto fin al devenir, no ser movido más, es ser inmortal. Esto nos concierne íntimamente a nosotros mismos; el aspecto más peligroso de la ignorancia —el «pecado original»— es ese que nos lleva a creer que «nosotros mismos» somos esto o eso, y que podemos sobrevivir de un momento a otro, de un día a otro, o de una vida a otra, como una identidad.
(AKCGotama)