El Bodhisattva estudia ahora con los maestros Brahmanes y practica mortificaciones extremas. Encuentra cinco discípulos, y todos ellos le dejan cuando abandona estos ayunos inefectivos. Entre tanto Sujata, la hija de un campesino, que ha estado haciendo ofrendas al espíritu de un árbol baniano, le trae ahora su ofrenda de arroz con leche, dentro de la cual los Dioses han infundido ambrosía; encuentra al Bodhisattva sentado debajo del árbol, y le da arroz en un cuenco de oro, y agua en un aguamanil de oro. Sujata recibe sus bendiciones. Entonces el Bodhisattva baja al río a bañarse, después de lo cual come el alimento, que ha de durarle siete semanas. Arroja el cuenco al río, y por el hecho significativo de que flota corriente arriba sabe que triunfará ese mismo día. Vuelve al Árbol del Despertar. Al mismo tiempo Indra (el Matador del Dragón, junto con Agni, de nuestro anterior estudio, y el tipo del sacrificador in divinis) asume la apariencia de un segador y ofrece al Bodhisattva los ocho haces de hierba que se usan en el ritual sacrificial. El Bodhisattva circumambula el árbol, y, finalmente, haciendo cara al Este, encuentra que los círculos del mundo alrededor de él permanecen quietos. Desparrama la hierba, y sube a un trono o altar al pie de árbol; toma allí su sede, determinado a no levantarse nunca nuevamente hasta haber alcanzado el conocimiento de la causación y la cura del mal de la mortalidad. Es allí, en el ombligo de la tierra, y al pie del árbol de la vida, donde todos los Buddhas anteriores han despertado.
Ahora Mara aparece nuevamente y reclama el trono. El Bodhisattva toca a la Tierra, llamándola a dar testimonio de las virtudes por cuyo derecho él detenta ese trono; y ella aparece y da testimonio. Mara, asistido por su ejército de demonios, asalta ahora al Bodhisattva con fuego y oscuridad, y con lluvia de arena y cenizas ardientes; pero todas sus armas caen desarmadas a los pies de Bodhisattva. A la primera visión de Mara los Dioses han huido, dejando al Bodhisattva completamente solo, exceptuados los poderes del alma, sus fieles vasallos; ahora Mara abandona la contienda y los Dioses vuelven.
Cae ahora la noche. En el curso de la noche el Bodhisattva pasa por todas las etapas de la realización hasta la aurora, y habiendo aprehendido perfectamente el ciclo de la «Originación Causal» (pratitya samutpada) deviene completamente despertado, y es un Buddha. Todo el universo se transfigura y exulta. El Buddha rompe en su famoso canto de victoria:
¡Buscando al constructor de la casa,
he corrido mi carrera en el vortex
de incontables nacimientos, sin escapar nunca al lazo (de la muerte);
el mal se repite nacimiento tras nacimiento!.
¡Arquitecto, estás siendo visto!
Nunca nuevamente me construirás una casa;
Todo tu cordaje está desencordado,
la cima del techo está hecha añicos:
Sus agregados se han esfumado,
la mente ha alcanzado la destrucción de la sed.
El Buddha permanece siete semanas dentro del círculo del Árbol del Despertar, saboreando la felicidad de la liberación. De los eventos de estas semanas, son significativos dos, a saber, el primero la tentación por las hijas de Mara, que intentan ganar con sus encantos lo que su padre no pudo ganar con su poder; y el segundo la vacilación ante el hecho de enseñar; el Buddha vacila en poner en movimiento la Rueda de la Ley, pues piensa que no se comprenderá y que esto será la ocasión de una angustia innecesaria para él mismo; los Dioses exclaman, «El mundo está perdido», y conducidos por Brahma persuaden al Buddha de que algunos están maduros para comprender. Por consiguiente, el Buddha parte para Benarés, y allí, en la «Primera Predicación», pone en movimiento la Rueda de la Ley, y en la segunda, predica que no hay ningún individuo constante subyacente en las formas de nuestra consciencia. En otras palabras, en la doctrina de la ausencia de sí mismidad (anatmya) en todas las operaciones físicas y mentales, depone el popular Cogito ergo sum como un burdo engaño y como la raíz de todo el mal. Con estos sermones convierte a los cinco discípulos que anteriormente le habían abandonado; y ahora hay cinco Arhats, es decir, cinco seres «despirados» (nirvata) en el mundo.