Una de las más extrañas controversias en la historia del Orientalismo, ha girado en torno al «origen de bhakti», como si la devoción hubiera sido en algún momento dado una idea nueva y de ahí en adelante una idea de moda. Habría sido más simple observar que la palabra bhakti significa principalmente una parte que se da, y, por consiguiente, también la devoción o el amor que toda liberalidad presupone; y así, en tanto que uno «da a Dios su parte» (bhagam), es decir, el sacrificio, uno es su bhakta. Así pues, en el himno, «Si tú ME das mi parte» equivale a decir «Si tú ME amas». A menudo se ha señalado que el Sacrificio se consideraba como un comercio entre los Dioses y los hombres: pero muy a menudo igualmente no se ha entendido que al introducir en las concepciones tradicionales del comercio, nociones derivadas de nuestras propias transacciones comerciales, mutuamente destructivas, hemos falsificado nuestra comprensión del sentido original de un tal comercio, que, de hecho, era del tipo potlatsh, a saber, una competición mucho más para dar, que como son nuestras competiciones mucho más para sacar. El sacrificador sabe que por todo lo que da, recibirá a su vez una medida plena; o más bien, una medida colmada, pues mientras su propio tesoro es limitado, el de la otra parte es inagotable. «Él es el Imperecedero (monosílabo, Aum), pues derrama a todos estos seres, y porque no hay ninguno que pueda derramar más allá de Él». Dios da tanto como podemos tomar de él, y eso depende de cuanto de «nosotros mismos» hayamos entregado. Lealtades feudales, más bien que obligaciones de negocios, es lo que implican las palabras de los himnos: «Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos», «Oh Varuna, seamos nosotros tus propios íntimos amados» y «Tuyos podamos nosotros ser para que nos des el tesoro»: Estas son relaciones de barón a conde y de vasallo a señor, no de banqueros. El lenguaje del comercio sobrevive incluso en himnos tan recientes y profundamente devocionales como el de Mira Bai.
A kanh he comprado. El precio que pedía, di.
Algunos exclaman, «Es mucho», y otros sonríen, «Es poco» —
Yo di todo, pesado hasta el último grano,
Mi amor, mi vida, mi alma, mi todo
Si recordamos también, lo que vamos a tratar ahora, que la vida sacrificial es la vida activa, se verá que la conexión de la acción con la devoción está implícita en el concepto mismo de operación; y que todo lo que se hace perfectamente debe haberse hecho amorosamente, y que todo lo que se hace mal, se hace descuidadamente.