La doctrina es de escape y de búsqueda de la felicidad. No ha de ser confundida con lo que se ha llamado evasión. La evasión es una actividad esencialmente egoísta, incapaz de «hacer frente a las consecuencias», y la elección de los derroteros más fáciles; la evasión es un síntoma de frustración y es más bien cínico que maduro. Apenas necesitamos decir que «desear no haber nacido» es la antítesis del dolor perfecto que puede ocasionar el sentido de una continuada existencia: nacemos para morir, pero esta muerte no es la que puede tenerse con el suicidio o sufriéndola a manos de otro; no es de nosotros mismos ni de otros, sino solo de Dios, de quien puede decirse, en las palabras de San JuanJuan de la Cruz, «y, matando, hace de la muerte volver a la vida».
Al mismo tiempo, la verdadera vía de «escape» es mucho más activa que la vida de la que uno escapa (de aquí la designación del religioso en la India como un «Afanado», sramana), y es el grado de madurez de un hombre (en sánscrito, la medida en la que él es pakva = «cocido», y no ya ama = «crudo») el que constituye la medida de la posibilidad de su escape y consecuente beatitud.
«Las mentes de algunos están puestas en la Unión (yoga), las mentes de otros en pasarlo bien» (ksema) (Taittiriya Samhita II.5.11.5; cf. Katha Upanishad II.1-4).