La aplicación más pertinente de todo esto es al individuo, ya sea hombre o mujer: puesto que la individualidad exterior y activa de «este hombre o de esta mujer, Fulano», es naturalmente femenina y está sujeta a su propio Sí mismo interior y contemplativo. Por una parte, la sumisión del Hombre Exterior al Hombre Interior es todo lo que se entiende por las palabras «control de sí mismo» y «autonomía», y lo opuesto de lo que se entiende por «auto-afirmación»; y por otra, esto es la base de la interpretación del retorno a Dios en los términos de un simbolismo erótico, a saber, «Como uno abrazado por una querida esposa, no sabe nada de “yo” ni de “tú”, así, el sí mismo abrazado por el Sí mismo (solar) presciente, no sabe nada de un “mí mismo” adentro ni de un “tú mismo” afuera»; todo ello, como observa Shankara, a causa de la «unidad». Es a este Sí mismo a quien el hombre que realmente se ama a sí mismo o a otros, ama en sí mismo y en ellos; «todas las cosas se quieren sólo por amor del Sí mismo». En este verdadero amor del Sí mismo la distinción entre el «egoísmo» y el «altruismo» pierde todo su significado. Él ve al Sí mismo, al Señor, igualmente en todos los seres, y a todos los seres igualmente en ese Sí mismo Señorial. «Amando a tu Sí mismo», en palabras del Maestro Eckhart, «amas a todos los hombres como a tu Sí mismo». Todas estas doctrinas coinciden con el dicho sufi, «¿Qué es amor?. Lo sabrás cuando tú devengas mí mismo».