I ARREPENTIMIENTO
«Swer wil werden daz er solte sin, der muoz lazen, daz er iezunt ist». Meister Eckhart, Pfeiffer p. 606
Metanoia, traducido usualmente por «arrepentimiento», es literalmente «cambio de mente», o metamorfosis intelectual. Platón no usa la palabra (para el verbo, ver Eutidemo 279C), pero ciertamente conoce la cosa: por ejemplo, en República 514 sig., los valores de aquellos que han visto la luz se transforman completamente, y, en Leyes 803C—804A, se nos dice que aquellos que han realizado su verdadera relación con Dios y su de-pendencia real de Él «pensarán (dianoéomai) de otro modo a como lo hacen ahora», y que «conviene a nuestros discípulos ser de esa misma manera (nueva) de pensar»; cf. la palabra de San Agustín, reformamini in movitate mentis (Confesiones XIII.13). Además, Platón distingue entre «comprender» (sunienai) y «aprender» (manthanein) como entre el conocimiento y la ignorancia relativa (Eutidemo, 278A); y el Pastor de Hermas ciertamente no se equivoca en cuanto al significado real de «metanoia» cuando dice que «El arrepentimiento es una gran comprensión» (tó metanoésai… synesís estin megále), y, de hecho, una transformación desde el estado del necio (aphron) al del poseído de intelecto (noûs, Mandukya Upanisad IV.2.1, 2). De la misma manera Hermes (Lib. I.18) opone «metanoia» a «agnoia»; esta «agnoia» (ignorancia), en Lib. XIII.7b, es el primero de los «tormentos irracionales de la materia», de la misma manera que en la serie nidana budista la ignorancia es la fuente primaria de todos los males.
Ciertamente, es desafortunado que nuestra palabra «arrepentimiento» traduzca metaméleia (metameleia) más bien que metanoia; pues la última palabra implica mucho más que el significado meramente moral de pesar por el error pasado. El hombre que se ha «convertido» realmente, es decir, que se ha dado la vuelta (trépo, strépho), no tendrá tiempo para darse al castigo de sí mismo, y si se impone penalidades no será a modo de penitencia, sino (1º) como una disciplina semejante a la de un atleta que se entrena, y (2º) en imitación de la pobreza divina. Sobre este nivel de referencia, no puede haber ningún lugar para el recuerdo o el pesar por los errores pasados, errores a los que son propiamente aplicables las palabras, «Dejad que los muertos entierren a sus muertos», donde los «muertos» son el «hombre viejo», que ahora ya no existe para aquellos que pueden decir con San Pablo, vivo autem, jam non ego. «A un tal, ciertamente, ya no le atormenta el pensamiento, ¿por qué no he hecho yo lo correcto? ¿por qué he hecho yo lo equivocado?» (Taittiriya Upanisad II.9). Llega así un punto en el ascenso de Dante en el que dice, «Non mi ricorda» (Purgatorio, XXXIII.91). Y, ciertamente, ¿cómo el que ha cesado de ser alguien recordaría o lamentaría lo que «él» había hecho cuando «era» alguien? Sólo cuando retorna, y si retorna, del estado unitivo a «sí mismo», puede recordar o lamentar de nuevo.
Así pues, tà metánoésai = tà sunienai (to metanoesai = to sunienai) es llegar a una «comprensión con». Acentuamos la palabra «con», porque para comprender los problemas implícitos es esencial recordar, lo que puede pasarse por alto fácilmente, que todas las palabras que contienen las preposiciones co- o con-, cum, syn, sam-, y todos los términos tales como «auto-control», «auto-gobierno», y «auto-posesión» (= com-postura), implican una relación entre dos cosas (cf. Platón, República, 431A, B, 436B), cosas que son, en último análisis, respectivamente humana y divina. Por ejemplo, «Cuanto estás libre de ti mismo, entonces estás Auto-controlado (dines selbes gewaltic = egchratés eautou = svarajan, y Auto-controlado estás Auto-poseído (dines selbes eigen), y Auto-poseído, poseído de Dios (ist got dïn eigen) y todo lo que Dios ha hecho» (Maestro Eckhart, ed. Pfeiffer, p. 598). Todo esto se aplicará a synesis (sunesis), synousia (sunousia), y synnoia (sunnoia), a los verbos syneimi (suneimi) y syniemi (suniemi), «estar junto con» y «juntarse con», al sánscrito «sam-adhi», «sín-tesis» o «com-postura», y a los verbos sambhu, sampad, samgam, sami, etc., todos los cuales implican con-greso y unificación, un «devenir uno» (eko bhu) en el sentido erótico no menos que en los demás sentidos; cf. teléo (teleo), ser perfecto, casarse o morir.
En otras palabras, la «gran comprensión» es un tipo de síntesis y de acuerdo (sánscrito samdhi, samadhi, samjñana), por el que se resuelve nuestro conflicto interno, o como lo expresan también los textos sánscritos, en los que «se sueltan todos los nudos del corazón». Si preguntamos, ¿un acuerdo de qué con qué?, la respuesta será evidente: unanimidad (omónoia) de las partes peor y mejor, de las partes humana y divina en nosotros, en cuanto a cual debe gobernar (Platón, República 432C); «asimilación del conocedor con lo que ha de conocerse (tou katanoouménou tò katanooun ezomoíosis), de acuerdo con la naturaleza arquetípica, y venida a ser en esta semejanza» (Platón, Timeo 90D, cf. Bhagavad Gita XIII.12-18, jñeyam… anadimatparam brahma…), «semejanza que ahora comienza a formarse de nuevo en nosotros» (San Agustín, De spir. et lit. 37); con-scientia con nuestra «parte divina», cuando se han calmado las dos partes del alma mortal y la tercera parte del alma se mueve así para que nosotros seamos «de una única mente con nuestro Sí mismo real» (synnoian autós autou aphikómenos), obteniendo así el conocimiento verdadero en lugar de nuestra opinión (República 571, 572). En términos indios, esto es también el acuerdo marital, o la unanimidad del sí mismo elemental (bhutatman, sarira atman) con el Espíritu solar presciente (prajñatman, asarira atman) en una unión que trasciende la consciencia de un adentro o de un afuera (Brhadaranyaka Upanisad IV.3.21); en otras palabras, la fusión del Rey Exterior con el Sabio Interior, del Regnum con el Sacerdotium.
Así pues metanoia es la transformación de la totalidad del ser de uno; desde el pensamiento humano a la comprensión divina. Una transformación de nuestro ser, pues como dijo Parménides, «Ser y conocer son uno y lo mismo» (Diels, Fr. 18.5), y «Nosotros venimos a ser de tal material como eso sobre lo que la mente está establecida» (Maitri Upanisad VI.34.3). Arrepentirse es devenir otro hombre, un hombre nuevo. Que esto era la comprensión de San Pablo, está claro en Efesios 4:23, «Sed renovados en el espíritu de vuestra mente» (ananeousthai da tou pneumati tou noûs hymon).
Resumiendo: en la primera parte de este artículo, nuestra intención era mostrar que lo que significa realmente el «arrepentimiento» es un «cambio de mente», y el nacimiento de un «hombre nuevo» que, lejos de estar abrumado por el peso de los errores pasados, ya no es el hombre que los cometió; y en la segunda parte, señalar la doctrina de la dualidad de la mente, dualidad de la que depende la posibilidad de un «cambio de mente», y demostrar su universalidad; en otras palabras, señalar que la noción y la necesidad de una «metanoia» están inseparablemente ligadas a las formulaciones de la Philosophia Perennis dondequiera que las encontramos.