Para emplear la palabra «Providencia» correctamente, debe recordarse siempre que el Principio pre-conociente es el que da el ser, y solo indirectamente una manera de ser. Es más bien el «Fatum» (la operación de las causas mediatas, el «karma») el que «dota» o «proporciona» el ser de las cosas como ellas son, que la Providencia, que es el testigo atemporal de esta operación. El preconocimiento divino, como tal, no es un acto transitivo, sino el acto de ser, anterior a todos los devenires, a los cuales conoce a causa de que él es el único sujeto real en todos ellos.
Así en la tr. de Proclo por Dodds, Elements of Theology, p. 126, «por el cual ella (la Providencia) provee» debería leerse «del cual ella es providente». El «Fatum» es inherente al tiempo, la Providencia es ex tempore, y éstos han de ser distinguidos como lo son las causas mediatas de una causa primera (Cicerón, De natura Deorum II.XXIX, ¡confunde prudencia y providencia!. Santo Tomás, Summa Theologica I.23.2: «La providencia no es nada en las cosas provistas; sino un tipo en la mente del providenciado!» —por lo tanto, no es «fatum» (destino)). [AKCMeta]