Coomaraswamy (HB) – roda da geração

En otra figura, la constitución de los mundos y de los individuos se compara a una rueda (cakra), cuyo centro es el corazón, cuyos radios son las facultades, y cuyos puntos de contacto en la llanta son nuestros órganos de percepción y de acción. Aquí, los «polos» que representan a nuestros sí mismos, respectivamente el profundo y el superficial, son el punto axial sin movimiento a cuyo alrededor gira la rueda —il punto dello stelo al cui la prima rota va dintorno— y el borde en contacto con la tierra al que la rueda reacciona. Esta es la «rueda del devenir, o del nacimiento» (bhava-cakra b ho trochos tes geneseos la rueda de la generación). A las moción colectiva de todas las ruedas dentro de las ruedas —donde cada una gira en torno a un punto sin posición, que es uno y el mismo punto en todas— que son estos mundos e individuos, se la llama la Confluencia (samsara), y, es en esta «tempestad del flujo del mundo», donde nuestro «sí mismo elemental» (bhutatman) está fatalmente implicado: fatalmente, porque todo lo que «nosotros» estamos naturalmente «destinados» a experimentar bajo el sol, es la consecuencia ineluctable de la operación ininterrumpida, pero invisible, de causas mediatas (karma, adrsta), causas de las que sólo el antedicho «punto» permanece independiente, puesto que, ciertamente, este «punto» está en la rueda, pero no es una «parte» de ella.

Pero no es sólo nuestra naturaleza pasible la que está implicada, sino también la suya. En esta naturaleza compatible, él simpatiza con nuestras miserias y con nuestras delectaciones, y está sujeto a las consecuencias de las cosas que se hacen tanto como lo estamos «nosotros». Él no elige sus matrices, sino que entra en nacimientos que pueden ser buenos para algo o para nada (sadasat), y en los que su naturaleza mortal es la fructuaria (bhoktr) igualmente del bien y del mal, de la verdad y de la falsedad. Que «él es el único veedor, oidor, pensador, conocedor y usufructuario en nosotros», y que «quienquiera que ve, es por su rayo que ve», su rayo que (Iksvaku) presencia todo en todos los seres, equivale a decir que «el Señor es el único transmigrador»; y de ello se sigue, inevitablemente, que por el mismo acto con el que él nos dota de consciencia, «él mismo se apresa a sí mismo como un pájaro en la red», y se sujeta al mal, a la Muerte —o parece apresarse y sujetarse así. [AKCHB]

Ananda Coomaraswamy