Coomaraswamy (HB) – sacrifício

El Sacrificio, como las palabras de la liturgia que le son indispensables, debe comprenderse (erlebt) si ha de ser completamente efectivo. Los actos meramente físicos, como cualquier otra labor, sólo pueden asegurar ventajas temporales. De hecho, la celebración ininterrumpida del Sacrificio mantiene la «corriente de riqueza» sin fin (vasor dhara) que cae desde el cielo como la fertilizante lluvia, pasa a través de plantas y animales, deviene nuestro alimento, y se devuelve al cielo en el humo de la Ofrenda quemada; que la lluvia y este humo son los presentes nupciales en el matrimonio sagrado del Cielo y la Tierra, del Sacerdotium y el Regnum, eso está implícito en toda la operación. Pero se requiere más que los meros actos si ha de realizarse su propósito último, propósito del que los actos son sólo símbolos. Pues es explícito que «ni por la acción ni por los sacrificios puede Él ser alcanzado» (nakishtam karmana nasad…na yajñaih), Él, cuyo conocimiento, es nuestro bien supremo: y al mismo tiempo se afirma repetidamente que el Sacrificio se hace, no sólo en voz alta y visiblemente, sino también «intelectualmente» (manasa), es decir, silente e invisiblemente, dentro de vosotros. En otras palabras, la práctica es solo el soporte y la demostración externos de la teoría. Por consiguiente, se hace la distinción entre el verdadero sacrificador de sí mismo (sadyaji, satisad, atmayaji) y el que está meramente presente en un sacrificio (sattrasad) y espera que la deidad haga todo el trabajo real (devayaji). Se afirma incluso, en multitud de dichos, que «Quienquiera que, siendo un Comprehensor de ello, hace el buen trabajo, o es simplemente un Comprehensor (sin hacer efectivamente ningún rito), junta de nuevo a la deidad desmembrada, entera y completa»; es por la gnosis y no por las obras, como ese mundo es alcanzable. Tampoco puede pasarse por alto que el rito, en el que se prefigura el fin último del sacrificador, es un ejercicio de muerte, y, por consiguiente, una empresa peligrosa, en la que el sacrificador podría perder efectivamente su vida prematuramente; pero «el Comprehensor pasa de un deber a otro, como de una corriente a otra, o de un refugio a otro, para obtener su bien, a saber, el mundo celestial».

No podemos describir en detalle «los páramos y los vergeles» del Sacrificio, y sólo consideraremos esa parte, la más significativa de la Ofrenda quemada (agnihotra), en la que la oblación de Soma se vierte en el Fuego como dentro de la boca de Dios. ¿Qué es el Soma?. Exotéricamente, es una bebida embriagante, que se extrae de las partes jugosas de diversas plantas, que se mezcla con leche y miel, y que se filtra, y que corresponde a la carne o al vino o a la sangre de otras tradiciones. Sin embargo, este jugo no es el Soma mismo hasta que «por medio del sacerdote, de la iniciación y de las fórmulas», y «por medio de la fe» se le hace ser Soma, transubstancialmente; y «Aunque los hombres imaginan cuando machacan la planta que están bebiendo del verdadero Soma, de él que los Brahmanas comprenden por “Soma” nadie saborea, nadie saborea de los que moran en la tierra». Las plantas que se usan no son la planta del verdadero Soma, la cual crece en las rocas y montañas (giri, asman, adri), en las que está incorporada.

A la «pacificación» o matanza del Rey Soma, el Dios, se le llama acertadamente la Oblación Suprema. Sin embargo, no es Soma mismo lo que se mata, «sino sólo su mal»: en efecto, Soma es purificado sólo como preparación para su entronización y soberanía; y éste es un modelo que se sigue en los ritos de coronación (rajasuya) y una narrativa descriptiva de la preparación del alma para su propia autonomía (svaraj). Pues nunca debe olvidarse que «Soma era el Dragón» y que se extrae sacrificialmente del cuerpo del Dragón lo mismo que la savia viva (RASA) que se extrae de un árbol descortezado. La procesión de Soma se describe de acuerdo con la regla de que los «Soles son Serpientes» que han desechado y abandonado sus reptilianas pieles muertas: «Como la Serpiente de su piel inveterada, así (de los brotes machacados) brota el áureo chorro de Soma, como un brioso corcel». Justamente de la misma manera, la procesión y liberación de nuestro Sí mismo inmortal, de sus envolturas psico-físicas (kosa, griego endumata = vestiduras), es como un desvestirse de cuerpos, o como uno saca un junco de su vaina, o una flecha de su carcaj para encontrar su blanco, o como se muda una piel de serpiente; «como la serpiente desecha su piel, así uno desecha todo su mal».

Ahora podemos comprender más fácilmente la identificación del jugo de Soma con el Agua de la Vida, la de nuestra alma elemental compuesta (bhutatman) con los brotes de Soma de los que ha de extraerse el elixir regio, y cómo, y por quien, «lo que los Brahmanas comprenden por Soma», es consumido en nuestros corazones (hrtsu). Es la sangre de la vida del alma draconiana la que, dominados sus poderes, ofrece ahora a su Señor Soberano. El sacrificador hace la Ofrenda quemada de lo que es suyo y de lo que él es, y se vacía de sí mismo, deviniendo un Dios. Y cuando se abandona el rito vuelve a sí mismo, desde lo real a lo irreal. Pero, aunque al volver así, dice «Ahora yo soy quien yo soy», la afirmación misma muestra que él sabe que esto no es realmente, sino solo temporalmente, verdadero. Él ha nacido de nuevo del Sacrificio, y no está realmente engañado. «Habiendo matado a su propio Dragón» él ya no es realmente alguien; el trabajo se ha hecho, de una vez por todas; él ha llegado al fin de la senda y al fin del mundo, «donde el Cielo y la Tierra se abrazan», y en adelante puede «trabajar» o «jugar» según quiera; es a él a quien se dirigen las palabras, Lo tuo piacere omai prende per duce… per ch’io te sopra te corono e mitrio (Toma en adelante tu delectación por guía… porque yo te corono rey y papa de ti mismo).